10/5/19

Finalista en certamen de poesía

Anoche me enteré de que uno de mis poemas ha quedado finalista en el VIII Certamen Nacional de Poesía ASEAPO (Asociación Española de Amigos de la Poesía). El día 1 de junio se hará público el resultado definitivo y podré saber si he ganado el primer premio (o si he quedado segundo o tercero o entre el cuarto y el décimo puesto). Sea como fuere, he de decir que me siento muy orgulloso y esto se debe a dos motivos principales:
  • El primero es que llevaba mucho tiempo sin alcanzar ningún logro en el ámbito de la poesía. De hecho, desde que fui finalista en un certamen poético hace diez años, jamás había vuelto conseguir nada reseñable. La literatura es para mí, entre otras cosas, una frustración. Soy un escritor frustrado, un quiero y no puedo, un proyecto fallido, aunque no me resigno a ello y trabajo muchas horas al día para revertir la situación. Pues bien, dentro de ese maremágnum de rabia, de impotencia, de -a veces- envidia insana, de -a veces- "mejor me dedico a otra cosa", la poesía ocupa un lugar privilegiado, por lo que cualquier avance en mis capacidades líricas resulta muy satisfactorio y contribuye sobremanera a mi sosiego existencial. 
  • El segundo es que mi poema se aparta por completo de la línea hegemónica que sigue la llamada poesía pop tardoadolescente, término acuñado por el poeta y ensayista Martín Rodríguez-Gaona, una poesía que, según el autor, se caracteriza “por trabajar un lirismo primario, una sentimentalidad extrema, malditismo canalla y conflictos sociales pos 15-M”. Es decir, todo aquello de lo que querría alejarme a la hora de elaborar mi literatura, aunque reconozco que en el pasado yo también me he dejado seducir muchas veces por ese tipo de recursos facilones y populacheros. 
¿Y cómo es mi poema? Lo primero que puede llamar la atención sería su forma, pues está compuesto en octavas reales, una estrofa de origen renacentista formada por ocho versos endecasílabos que riman en consonante siguiendo el esquema ABABABCC, la cual me tenía fascinado por su elegancia y suntuosidad desde que leí la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora. Hace unos meses, cuando nos mandaron en la universidad El diablo mundo de Espronceda, ya no pude seguir resistiéndome a componer mi propio poema en octavas reales. 

El segundo aspecto en el que mi obra se aleja de la poesía millennial, como también la llaman, es en su contenido, pues se basa en un desolador pesimismo de corte romántico (primera acepción del DLE) influido por las ideas de Emil Cioran y la lectura de las Noches Lúgubres de Cadalso. No hay amor, no hay procacidades envueltas en ternura, no hay filosofía de taza de Mr. Wonderful. Lo único que ofrece mi poema es la más barroca y completa angustia existencial. Y me alegra que este tipo de poesía, que quizá ya no vuelva a componer, pueda tener un hueco en el panorama actual, aunque sea así de pequeño. 



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