12/12/18

Logros y personalidades del Institucionismo

El Institucionismo fue una de las formas en que se materializó el influjo liberal y reformista surgido en España desde el último tercio del siglo XIX. Existieron otras manifestaciones paralelas importantes, como el Regeneracionismo o las tres célebres generaciones literarias del 98, del 14 y del 27, pero el Institucionismo se caracterizó por ser un movimiento pedagógico que, inspirado en las ideas de solidaridad y hermandad del filósofo Karl Krause, aspiraba a modernizar la sociedad mediante la universalización y mejora de la educación. Fueron numerosísimos los proyectos que se pusieron en marcha así como los intelectuales que tomaron parte en la empresa, aunque entre todos ellos destacaron la Institución Libre de Enseñanza (en adelante ILE) y su padre intelectual, Francisco Giner de los Ríos. 


Además de los proyectos concretos y tangibles, como la mencionada ILE o las Misiones Pedagógicas, entre los logros institucionistas cabe mencionar aquellos relacionados con la difusión de principios pedagógicos tan innovadores en aquel momento como el laicismo, la igualdad o el amor por la naturaleza. Por si fuera poco, su influencia en muchas de las grandes personalidades culturales de principios del siglo XX (Machado, Juan Ramón, Lorca…) fue muy intensa, de tal modo que se puede afirmar que la historia de la intelectualidad española anterior a 1936 habría sido otra de no ser por la labor desarrollada en torno al movimiento institucionista.

El germen de la ILE lo encontraríamos en la idea de que el atraso español respecto a Europa hundía sus raíces en la estructura política del momento (monarquía e iglesia) y en la convicción de que era necesario, parafraseando a Antonio Jiménez-Landi (2010: 21), extirpar esos órganos necrosados por el bien del país. Este fue el motivo que llevó a Julián Sanz del Río a introducir las ideas de Karl Krause en la vida académica española desde su cátedra de Ampliación de la Filosofía y su Historia en la Universidad Central de Madrid, obtenida en 1854, y a través de libros, artículos, discursos y traducciones. En torno a don Julián va formándose un nutrido grupo de intelectuales entusiasmados con las ideas krausistas, entre los que se encuentra un joven Francisco Giner de los Ríos. Tras unos años de conflicto en el ámbito universitario entre ortodoxos y heterodoxos, los profesores Sanz del Río, Giner de los Ríos y Fernando de Castro se ven apartados de sus cátedras entre finales de 1867 y principios de 1868, aunque las recuperarían en septiembre con el estallido de la Revolución, pasando los krausistas a dominar la Universidad Central, con Castro como Rector y Sanz del Río como Decano de Filosofía. Comienzan entonces las primeras medidas y proyectos de lo que podríamos llamar protoinstitucionismo: Giner de los Ríos y otros profesores ofrecen clases nocturnas gratuitas para obreros en las que se les instruye en higiene, matemáticas, idiomas o economía. El fundador del PSOE, Pablo Iglesias, fue alumno de estas clases antecesoras de lo que acabaría siendo la Extensión universitaria. Fernando Castro, preocupado por la situación de la mujer, funda en 1869 la Academia de conferencias y lecturas públicas para la educación de la mujer, en la que colaboró Concepción Arenal y cuyos objetivos eran facilitar a las mujeres su participación en la cultura y promover su independencia económica respecto al hombre. Pero el proyecto de mayor envergadura de Castro en esta línea fue la Asociación para la enseñanza de la mujer, fundada en 1871, que englobaba un gran número de escuelas (de comercio, de correos y telégrafos, de mecanografía…) y que contó con el apoyo económico de personalidades como Francisco Pi y Margall, Isaac Albéniz o la mencionada Concepción Arenal. 


Con la Restauración borbónica, se promulgan una serie de retrocesos relacionados con la libertad de cátedra, lo que genera las protestas de muchos docentes, entre ellos Giner de los Ríos, que acaba deportado en Cádiz y nuevamente destituido de su cátedra. Allí barajará con varios afines la fundación, bajo la protección del gobierno inglés, de una Universidad Libre en Gibraltar, proyecto que no llegó a materializarse pero que fue la semilla de la ILE, la cual comenzó su andadura en Madrid en 1876 bajo los principios de libertad de enseñanza y libertad de cátedra. Además de ofrecer docencia de segunda enseñanza (gramática, retórica, poética, Geografía, Historia, Filosofía moral…), preparatorio para Derecho, escuela de Derecho, Doctorado e idiomas, se empezaron a organizar actividades culturales como cursos, conferencias y veladas literarias o musicales. Los alumnos no tenían libros de texto, sino que tomaban apuntes y utilizaban los libros de la nutrida biblioteca que la ILE logró conformar en muy poco tiempo. No se guardaban las festividades religiosas ni oficiales, salvo los domingos, y los alumnos no recibían deberes para casa ni tenían que memorizar lecciones ni hacer exámenes. A partir de 1878, empezaron a disfrutar de excursiones a museos, escuelas de oficios, academias, iglesias, jardines, fábricas, periódicos o ciudades cercanas a Madrid como Alcalá de Henares, llegando incluso durante el verano a realizarse visitas más largas por toda la geografía española. 

Por una serie de causas sobre las que no nos extenderemos en pos de la concreción, la ILE tuvo que centrarse en impartir únicamente enseñanza primaria. El primer grupo de profesores había vuelto a sus cátedras al serles devueltas por el nuevo gobierno progresista y fueron sustituidos por los que en un comienzo habían sido profesores auxiliares, entre los que se encontraba un entusiasta discípulo de don Francisco, que acabaría sucediéndolo al frente de la ILE: Manuel Bartolomé Cossío. 

Entre los méritos de la ILE se cuentan también aquellos relacionados con los proyectos surgidos a causa de su influencia, como centros pedagógicos similares (Escuela Mercantil de Roselló, Institución de Enseñanza de Pollensa…) o instituciones e iniciativas del Estado, como el Museo Pedagógico de Instrucción Primaria, cuyo primer director fue Cossío, y en cuyo seno nacerían las colonias escolares de verano, el Instituto de Meteorología y el movimiento de Extensión Universitaria, inspirado en las clases nocturnas para obreros que Giner de los Ríos impartiera en la Universidad Central treinta años antes. El influjo institucionista traspasó nuestras fronteras, e incluso el océano Atlántico, inspirando en Buenos Aires la fundación del Instituto Libre de segunda enseñanza.

Uno de los proyectos capitales del institucionismo, por lo que supuso para el desarrollo de la intelectualidad y la cultura española, fue la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (en adelante JAE), fundada por Real decreto en 1907, y que tomó el relevo de la ILE en el ámbito de los estudios superiores. Su primer presidente fue el célebre Santiago Ramón y Cajal, que un año antes había ganado el premio Nobel de Medicina. Entre los vocales se encontraban personalidades de la talla de Echegaray, Menéndez Pelayo, Sorolla, Joaquín Costa o Menéndez Pidal. La secretaría la ocupó un discípulo de Giner de los Ríos, José Castillejo, que fue el principal responsable del éxito del proyecto. Entre las personas que recibieron becas para estudiar en el extranjero o que se formaron y trabajaron al amparo de la JAE cabría destacar a eminencias como Ortega y Gasset, Américo Castro, Navarro Tomás o Severo Ochoa. Por si fuera poco, la JAE desarrolló una serie de proyectos de máxima relevancia en diferentes ámbitos de las ciencias y las humanidades, como:
  • La Residencia de Estudiantes. Además de servir de albergue para la juventud estudiantil, se convirtió en el primer centro cultural de España. Estuvo dirigida por Jiménez Fraud, discípulo de Giner y yerno de Cossío. Fueron residentes o visitantes importantísimas figuras de las letras españolas como Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Aleixandre, Dámaso Alonso, Pedro Salinas o Jorge Guillén, y por su sala de conferencias desfiló un elenco de personalidades del calado de Marie Curie, Albert Einstein, John M. Keynes, Maurice Ravel, Stravinski, Unamuno, Ortega, Ramiro de Maeztu, Pardo Bazán, Manuel de Falla, Andrés Segovia, o el propio Cossío en su faceta de historiador del arte. El centro contaba además con una serie de laboratorios de diferentes disciplinas científicas, un auditorio para conciertos, y una revista llamada Residencia entre cuyos colaboradores se encontraban nombres como Azorín, Antonio Machado o Juan Ramón. 
  • La Residencia de Señoritas. Creada con el mismo espíritu que su equivalente para varones, estuvo dirigida por María de Maeztu y fue un proyecto pionero en la promoción del acceso de la mujer a la universidad. 
  • El Centro de Estudios Históricos. Dirigido por Ramón Menéndez Pidal, fue creado para promocionar investigaciones y publicaciones filológicas e históricas. En él trabajaron filólogos de tanto renombre como Amado Alonso, Rafael Lapesa, Navarro Tomás y Américo Castro. 
  • El Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza. Fue un centro de estudios oficiales para alumnos y alumnas de entre siete y dieciséis años cuyo patronato presidió Ramón y Cajal y que seguía en la medida de lo posible los métodos pedagógicos de la ILE. Entre sus profesores estaban Giner y Cossío. 

En el ámbito de las ciencias naturales cabría citar algunos proyectos como el Instituto de Biología Ramón y Cajal, el Instituto de Física y Química, la Estación biológica marítima, el Instituto Central Meteorológico o la Asociación para el Estudio del Guadarrama.

A la muerte de don Francisco en 1915 se crea la Fundación Francisco Giner de los Ríos con la misión de continuar la labor del institucionismo. Sus miembros formaban parte de lo más destacado de la intelectualidad española: Unamuno, Ortega, Galdós, Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, los hermanos Machado… 

Al contrario de lo que cabría esperar, la llegada de la Segunda República no supuso una grandiosa noticia para la ILE y su entorno, pues sus principios pedagógicos liberales no encajaban con “las ideas jacobinas o marxistas de la izquierda” (Jiménez-Landi, 2010: 137). Sin embargo, a pesar del rechazo que generaron en Cossío varios artículos de la nueva Constitución que destruían el principio de educación libre al poner por completo la enseñanza en manos del Estado, lo cierto es que el espíritu institucionista se hallaba presente en el gobierno después de tantas décadas de duro trabajo, hecho que se manifestó por ejemplo en la fundación de tres importantes proyectos:
  • Las Misiones Pedagógicas. Impulsadas por Cossío en 1931, su objetivo era hacer llegar los beneficios de la cultura a las zonas rurales, para lo que se crearon más de 300 bibliotecas repartidas por los pueblos de España y un gran número de iniciativas itinerantes que facilitaban la organización de conferencias, lecturas, audiciones, proyecciones, exposiciones o cursos para maestros. 
  • La Barraca. Con un espíritu similar al de las Misiones, García Lorca fundó al año siguiente este grupo de teatro universitario con el apoyo del ministro Fernando de los Ríos, sobrino de Giner y antiguo estudiante de la ILE. Su objetivo era acercar a todos los rincones del país el teatro de Lope y Calderón.
  • La Universidad de Verano de Santander. Respaldada también por Fernando de los Ríos y con Pedro Salinas como secretario y Menéndez Pidal en el rectorado, contó en sus aulas con la presencia de destacados intelectuales habituales de este tipo de proyectos como Ortega, Unamuno, Cossío y figuras extranjeras como los hispanistas Marcel Bataillon y  Karl Vossler. Se organizaban también exposiciones e incluso La Barraca llegó a ofrecer representaciones teatrales. Fue clausurada a causa de la Guerra Civil y reanudó su actividad en 1947 con el nombre de Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Aunque al Institucionismo no le esperase un gran futuro bajo una república demasiado escorada hacia la izquierda, lo cierto es que mucho más dura se mostró la realidad tras la victoria de los sublevados, ya que la ILE fue declarada ilegal y todas sus instalaciones resultaron saqueadas y destruidas. Sin embargo, ninguno de sus enemigos o detractores consiguió borrar el inmenso legado de valor incalculable que don Francisco Giner de los Ríos y los suyos dejaron en la enseñanza, la cultura, las ciencias y las humanidades de España, legado que se manifiesta hoy perfectamente tangible cada vez que leemos a la Generación del 27, cada vez que vemos un grupo de estudiantes yendo de excursión o, en gran parte, cada vez que sentimos que valores como el respeto, la igualdad ante la ley o la libertad individual son ya características irrenunciables para cualquier sociedad civilizada. 


BIBLIOGRAFÍA

  • GRANADOS, V. (2011). Literatura española (1900-1939). Madrid: UNED.
  • JIMÉNEZ-LANDI, A. (2010). Breve historia de la Institución Libre de Enseñanza (1896-1939). Madrid: Tébar.
  • MILLÁN, M. (2010). Textos literarios contemporáneos. Madrid: UNED.