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9/7/21

La Biblia en la prosa barroca I: Cervantes, Lope, María de Zayas, Mateo Alemán

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de PEC para la asignatura La Antigüedad Clásica y la Biblia en la literatura medieval y del Siglo de Oro, impartida por doña Ana Suárez Miramón en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo


INTRODUCCIÓN

La prosa del Siglo de Oro, al igual que la poesía, experimentó un poderoso influjo bíblico en todas sus manifestaciones y no solo en aquellos textos de inequívoco carácter religioso, didáctico o moralizante . Así, podemos encontrar elementos y motivos escriturales en la novela de caballerías, en la pastoril, en la picaresca, la morisca, la cortesana o la bizantina. Muchas referencias podrían pasarnos desapercibidas a los lectores actuales pero es seguro que se percibían mucho mejor en los tiempos en que se escribieron aquellas obras dada la enorme trascendencia social de la que gozaban la Iglesia y la religión. Escritores como Lope y Cervantes, hombres de su tiempo, conscientes del mundo en que vivían, se esforzaron en recoger adecuadamente en sus obras todo ese torrente bíblico que circulaba en textos sagrados, evangelios apócrifos, sermones, autos sacramentales, historias de santos, mitos clásicos cristianizados por los Padres de la Iglesia, poemas épicos, salterios, paráfrasis de las escrituras o, sencillamente, en el acervo cultural común. María del Mar Cortés explica que en las novelas del periodo se percibe la influencia tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento y que algunos de los libros que más destacan son Génesis, Éxodo, Libro de Job, Salmos, Eclesiastés, Eclesiástico, Isaías, Libro de Jonás, los Evangelios y las epístolas de Santiago, San Juan y San Pablo. 


EL INFLUJO BÍBLICO EN LA NARRATIVA CERVANTINA

Una formidable eclosión de géneros narrativos tuvo lugar a lo largo del Siglo de Oro español. Algunos, como la novela pastoril o la bizantina, poseían un trasfondo idealista, mientras que la picaresca se sustentaba en planteamientos más acordes con realidad. Una de las grandes virtudes de Cervantes fue la de ensayar todos esos géneros narrativos (por no hablar de los poéticos y dramáticos) mezclándolos, reinventándolos o dándoles una última vuelta de tuerca, ofreciendo en cualquier caso versiones originales y valiosas que han contribuido a configurar el destino toda la literatura posterior. 

Respecto a la relación de Cervantes con las Escrituras, la crítica parece discrepar en algunas cuestiones y no albergar dudas en otras. En relación con lo primero, hay desacuerdo en cuanto al nivel de erudición bíblica del novelista (1) o sobre el modo en que acudía a los materiales (sumas y compendios, textos religiosos, ascético-místicos, espirituales, diferentes versiones de la Biblia…). Donde se produce mayor consenso es en el mismo hecho de que Cervantes aluda de diferentes modos a la Biblia en sus textos. Según los datos de Carlos Bañeza, en la obra cervantina aparecen unas trescientas alusiones a la Biblia, entre las que se encuentran citas literales en latín o en español, reminiscencias de palabras, hechos o instituciones escriturales, personajes como ejemplos de virtud, grandes hazañas o refranes, proverbios y sentencias populares cuyo origen se encuentra en el texto sagrado. El otro aspecto sobre el que no existe discusión es el profundo respeto que nuestro novelista profesa hacia la Biblia, algo que dejó meridianamente claro en el prólogo a la primera parte del Quijote, donde la describe como «divina, santa, sacra o palabra del mismo Dios».

Ecos bíblicos y paralelismos evangélicos en el Quijote

El inabarcable estudio del Quijote llevado a cabo por la crítica ha permitido descubrir una gran cantidad de huellas bíblicas en la obra maestra cervantina. Así, en las frecuentes alusiones a lo breve y miserable de la existencia humana, se ha detectado el uso reiterado de ciertas metáforas y comparaciones procedentes del texto sagrado. Un ejemplo de ello sería cuando Cervantes escribe que la vida o las alegrías pasan como sombras o humo o se marchitan como flores, tropos habituales en numerosos libros veterotestamentarios como Paralipómenos, Job, Salmos, Eclesiastés, Isaías… 

No han faltado estudiosos que equiparasen a don Quijote con Jesucristo (2), por ejemplo sobre la base de la comparación entre la predicación del nazareno y los intentos de deshacer entuertos del manchego. También se ha visto relación entre la actitud mesiánica del protagonista y la vida de los profetas abrahámicos. Pero las simbologías evangélicas de la novela se han llegado a explicitar con más detalle, de tal modo que el momento en que don Quijote se arma caballero bajo las antiguas leyes de la caballería se ha equiparado con el episodio en que Jesús es circuncidado siguiendo la Ley. Del mismo modo, se ha querido ver en el muchacho atado a un árbol y azotado por su amo, a la humanidad atacada por las mentiras de sabios y filósofos y, en la intervención de don Quijote, a Cristo salvando a la humanidad al restaurar la Verdad. También se ha identificado a Sancho con san José, fiel seguidor de Jesús; el establo donde se hospedan, con el portal de Belén; la liberación de los diez galeotes, con la curación de diez leprosos (en ambos casos solo uno da las gracias); el traslado de don Quijote enjaulado, con el via crucis. El presbítero Miguel Cotacero y Velasco concluyó que todos estos paralelismos respondían al deseo de Cervantes de criticar las novelas de caballerías por carentes de belleza y moral, y que el mejor modo de ofrecer una obra moral y bella sería el de construirla con cimientos evangélicos. 

Otros autores opinan que el Quijote no puede leerse como un libro religioso, sino como el libro de un escritor de su tiempo, un tiempo en el que la religión católica (y, por tanto, la Biblia) constituía una pieza fundamental en la forma en que los seres humanos vivían la vida y entendían el mundo. La cita de fragmentos bíblicos y la alusión a personajes de las Escrituras buscando ejemplificar ideas, actitudes o comportamientos no tendría por qué responder a una intención de celebración y vivencia de lo divino, sino, simplemente, a un intento de reflejar su entorno. La locura de don Quijote ha sido vista en términos de participación heroica en la obra de Dios y también, conectando con san Pablo, como reflejo del amor místico del que el caballero obtiene su impulso y su fuerza.

La Galatea: cristianización de la Arcadia

Lo primero que publicó Cervantes fue una novela pastoril titulada La Galatea. Como no podría ser de otro modo, nuestro autor no se limitó a componer una obra más, sino que optó por trastocar las convenciones del género, por ejemplo, introduciendo al comienzo del primer libro un brutal asesinato a sangre fría en mitad de un locus amoenus pastoril. Además de esto, los críticos han destacado la importante religiosidad de los personajes, cuyo comportamiento es cristianizado por Cervantes, tal como se aprecia en las exequias de Meliso, la presentación del ermitaño Silerio o la devoción del desengañado Timbrio. 

Las referencias y alusiones bíblicas de la novela tienden a concentrarse más en los poemas que en las partes prosísticas y destacan las procedentes de Génesis, Eclesiastés, Job, Mateo y Santiago. El acervo bíblico se utiliza para elogiar la vida templada, reflexionar sobre la mudanza de lo humano, advertir sobre lo sencillo que es circular por el ancho camino que lleva a la perdición, recordar que la fe sin obras no sirve de nada. Se les da sentido humano a expresiones como que los preceptos de Dios no son una carga pesada, aplicándolo al yugo del amor, o se mencionan hechos y personajes veterotestamentarios como Lot y sus hijas, David y Betsabé, Amnón y Tamar, Sansón y Dalila o Herodes y la hija de Herodías. Algunas sentencias bíblicas resuenan en paráfrasis como «es una guerra nuestra vida sobre la tierra» o «eres peña y en peña te has de volver», por citar solo algunos casos. 

Ejemplos escriturales en las Novelas ejemplares

Cervantes también cultivó con maestría el género de la novela italiana o novela corta. Algunas las incluyó dentro del Quijote y otras las publicó bajo el título Novelas ejemplares. Como es de esperar, en ellas también encontramos la influencia de la Biblia. 

En La gitanilla se hace alusión al día del juicio final en referencia a las señales de una mula. La parábola del hijo pródigo es evocada en La ilustre fregona pero cobra un papel esencial en la estructura de El celoso extremeño, de la que se han destacado sus referencias a la mitología, la Biblia y el folclore. En esta última novela también se menciona a Absalón, aunque Cervantes parece estar cometiendo un error de fuentes al situarlo en relación con la música. Se utilizan también personajes bíblicos para hacer comparaciones, como Matusalén, un ángel o un demonio. En La española inglesa se da un diálogo que recuerda a las palabras de Cristo en Getsemaní, el monté donde oró antes de ser arrestado. En la novela picaresca Rinconete y Cortadillo, se compara a un personaje con Judas Macabeo a causa de su valentía. En El licenciado vidriera destaca la aparición de citas literales en latín. Por último, en El coloquio de los perros se habla de Moisés y los doce hijos de Jacob para sustentar una crítica contra los moriscos. 

Persiles y Sigismunda: novela bizantina tridentina

En la Biblia se simboliza con frecuencia la vida como un camino y al ser humano como un peregrino que lo recorre. Esto puede verse en la travesía por el desierto del libro del Éxodo o en cómo San Pablo se refiere a Cristo como el camino correcto. Este tópico del homo viator ‘hombre viajero, peregrino’ fue muy apreciado por los escritores del Siglo de Oro, y Cervantes lo utilizó en su obra póstuma Los trabajos de Persiles y Sigismunda . Los protagonistas de la novela constituyen un modelo de amor casto que, además, es puesto en contraste con otros ejemplos impuros y lascivos durante toda la narración. En su largo peregrinaje a Roma, vivirán un sinfín de penalidades y aventuras que favorecerán su perfeccionamiento interior. La novela está plagada de simbolismo y referencias cristianas y parte de la crítica ha visto en ella una clara defensa de la doctrina tridentina. 

De entre las alusiones directas a la Biblia destacan las que se hacen al Antiguo Testamento. En el soneto que canta Rutilo hace referencia al Génesis y a Isaías y en el mismo capítulo se habla de la prohibición a los no preparados de interpretar sueños que se establece en el Levítico. En el siguiente capítulo se recuerda la historia de la mujer de Potifar, que trató de tentar a José en el Génesis. Más adelante, Clodio, sintiéndose Moisés, trae a colación la huida de Egipto cuando anima a Auristela (Sigismunda) a marcharse con él y olvidar a su enamorado. Posteriormente, Periandro (Persiles), a causa de los celos de su amada, le ruega que no haga un monte de un grano de mostaza, hipérbole que remite a Mateo, Marcos y Lucas


LA PROSA DE LOPE COMO COMPENDIO ERUDITO

Lope de Vega hizo gala de una amplia erudición bíblica, mitológica e histórica, hasta el punto de recibir burlas o críticas por parte rivales como Góngora o Cervantes, quien en el prólogo a la primera parte del Quijote, probablemente aluda al Fénix al lanzar una crítica velada a los autores que llenan sus textos de citas eruditas: «no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos…».

Aunque los géneros predilectos de Lope fueron el dramático y el poético, publicó asimismo varias obras narrativas en las que, lógicamente, aprovechó también para diseminar sentencias, referencias y alusiones bíblicas, las cuales son abundantes en su novela pastoril La Arcadia o en su novela bizantina El peregrino en su patria, en la cual la estructura narrativa se fundamenta, al igual que el Persiles de Cervantes, en el tópico del homo viator

Sin embargo, por encima de ellas destaca su novela pastoril a lo divino Pastores de Belén. Esta obra se considera un compendio de erudición bíblica debido a la enorme presencia del Antiguo Testamento en sus páginas, además de contar con historiografía antigua, relatos apócrifos y descripciones minuciosas de genealogías. Las fuentes utilizadas por el Fénix fueron la Vulgata latina y otras secundarias como algunos Speculum o la Leyenda áurea de Jacobo Vorágine. El argumento ocupa en los tres primeros libros el camino de los pastores hacia Belén y, en los dos últimos, la persecución de Herodes y la huida a Egipto de la Sagrada Familia. 

La obra comienza con un personaje bíblico, el pastor Aminadab, miembro de la genealogía de David y Judá. Ya en el primer párrafo, Lope menciona a Jacob, José, María, la creación del mundo, Abraham, el diluvio, la Torá y Moisés, al que se refiere como Capitán de Israel. Mientras la narración sigue el camino de Aminadab, se introducen pasajes bíblicos como el de la pasión de David por la esposa de Urías, el del asesinato de Amnón a manos de Abasalón en venganza por haber violado a Tamar o el de los ancianos lapidados por difamar a la casta Susana.

El objetivo de la obra es elogiar a la Virgen y para ello los pastores narrarán su historia, alabando en verso la pureza y perfección de la madre de Dios. Después se presencia el nacimiento de Cristo, que Lope relata con descripciones de la cotidianidad familiar, contribuyendo, por un lado, a la popularización de la Biblia y, por otro, mostrándose acorde a la religiosidad franciscana que promovía una espiritualidad más emotiva, para lo que resultaba conveniente fijarse en los aspectos humanos de Jesús y en los maternales de la Virgen.

La obra finaliza cuando el pastor Belardo, trasunto de Lope, se marcha feliz de haber cantado las alabanzas de la hermosa Virgen, no como antiguamente, cuando perdía el tiempo empleando su zampoña en vanos amores e historias inútiles y llenas de mentiras, haciendo referencia a su novela La Arcadia


BIBLIA, NOVELAS Y DESENGAÑOS EN MARÍA DE ZAYAS

María de Zayas y Sotomayor fue una de las grandes continuadoras del género de la novela breve italiana que Cervantes aclimató al contexto español. Publicó sus novelas, algunas muy breves, en dos volúmenes de diez historias cada uno. El primero se tituló Novelas amorosas y ejemplares y, el segundo, Desengaños amorosos. Los textos de Zayas son refinados y sensuales, con rasgos prerrománticos, pero también profusos en episodios morbosos como adulterios, lo que le valió calificativos como impúdica y licenciosa . 

En una de las novelitas, El prevenido engañado, además de referencias mitológicas, se alude a Nemrod, un personaje bíblico relacionado con la leyenda de la Torre de Babel. Encontramos también alusiones al Dios justiciero del Antiguo Testamento en La burlada Aminta y venganza de honor, donde se menciona que Dios es el fiscal de todos y en Desengaño octavo, donde se dice: «Vayan, que la justicia de Dios va tras ellos». En el Desengaño noveno se nombra la pasión de Dios, se lanzan invocaciones al cielo y se elogia a la Virgen como Madre de Dios y Divina Señora. En el Desengaño sexto se mencionan a Jacob y Raquel y en el Desengaño décimo una doncella recurre al primer Libro de Samuel para animar a su señora a matar a su rival igual que David mató a Urías. 


PROFUSIÓN ESCRITURAL EN MATEO ALEMÁN

Guzmán de Alfarache, escrita por Mateo Alemán, es una importante novela picaresca que posee una serie de rasgos en común con el Lazarillo (narración en primera persona de hechos pasados contemplados desde el presente, experiencias con diferentes amos…) pero también diferencias (obra firmada, el relato de la vida del pícaro se ofrece como ejemplo de lo que no hay que hacer…). Como obra de su tiempo (1599) muestra en sus páginas una gran cantidad de sustrato bíblico. 

Antes de empezar la novela, el autor ya recurre a Santiago para explicar que su libro, aunque no de gran calidad, puede servir de algún provecho a los lectores. En la primera parte se da una importante presencia del Antiguo Testamento y San Pablo. Se hace uso de Ezequiel para hablar de la influencia de los padres pecadores del protagonista, se tacha a las dueñas de ministras de Satanás, se evocan palabras de Mateo para contar que la madre de Guzmán sobrevivió a la viudedad gracias al robo y Guzmán alude al becerro de oro cuando decide marcharse a la aventura. 

El capítulo cuarto, desarrollado en ambiente eclesiástico, destaca por su cantidad de citas bíblicas literales puestas en la boca de un clérigo que menciona fragmentos de los Evangelios como la idea de poner la otra mejilla o la de perdonar a los enemigos y hacer el bien a quien nos hace el mal. También se menciona la parábola del trigo que solo crece si cae en buena tierra. Se habla en el quinto capítulo de la idea de Dios como médico y también como cocinero y asimismo se expone la idea paulina de la vida del hombre como milicia equipada con las armas de Dios contra el mal. 

Ya en el libro segundo, el protagonista oye un sermón extraído de Mateo y por la noche, insomne, reflexiona sobre él de tal modo que afloran otras referencias, por ejemplo de Corintios I o del Evangelio de Lucas. Guzmán reflexiona también sobre cuestiones filosóficas como la vanidad y las desigualdades sociales sirviéndose del Eclesiastés y del Eclesiástico. La virtud de la caridad será exaltada recurriendo a la parábola de los talentos bien empleados de Mateo y Juan y, más tarde, se retoma el tema recordando la historia de Caín y Abel. 

La primera parte de la novela termina dejando un inmenso rastro de referencias bíblicas expuestas tanto a través del protagonista como de los sermones y discursos morales de personajes clericales. En la segunda parte la cantidad de alusiones disminuye, aunque siguen siendo numerosas. Se menciona a Jonás, Josef y Susana y se recuerda la exigencia de Santiago de acompañar la fe con obras, entre otras muchas. El Evangelio más presente a lo largo de esta parte es el de Mateo.


NOTAS

(1) Comentan Pedraza y Domínguez (1980b, p. 97-98) que durante un tiempo, una parte de la crítica apoyó la idea de que Cervantes fue un genio lego, es decir, alguien con mucho talento y poca cultura y formación. Sin embargo, estudiosos de la talla de Menéndez Pelayo y Américo Castro se opusieron posteriormente a esta idea. Existen evidencias sobradas de que Cervantes fue un ávido lector que, aunque no consiguiera un título académico, desarrolló una amplia formación humanística por su cuenta, conociendo a los clásicos grecolatinos y a los autores sagrados, siendo capaz de leer en latín aunque no dominase del todo la lengua y dejando en su obras miles de referencias cultas. Teniendo todo esto en cuenta no parece demasiado razonable sostener que nuestro autor no gozase de un amplio conocimiento de las Escrituras. 

(2) Ortega lo definió bellamente como una imitación triste de Cristo, un Cristo gótico macerado en angustias modernas (Cortés, 2008, p. 187).


BIBLIOGRAFÍA

Bañeza, C, «La providencia divina en Cervantes», en Anales Cervantinos, tomo 28, 1990, p. 219-230, dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=774703, consultado el 29-11-2020.

Cortés, M., «La Biblia en Cervantes y la novela de la Edad de Oro», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 181-232.

Gorga, G., «La Biblia en la poesía lírica y épica de la Edad de Oro», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 17-80.

Pedraza, F., Rodríguez, M., Manual de literatura española, tomo III, Barroco: Introducción, prosa y poesía, Tafalla, Cénlit Ediciones, 1980.


2/3/21

Temas bíblicos en la poesía barroca española

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de mi PEC para la asignatura La Antigüedad Clásica y la Biblia en la literatura medieval y del Siglo de Oro, impartida por doña Ana Suárez Miramón en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo


INTRODUCCIÓN

Podemos hacernos una idea de la importancia que tuvo la Biblia en la literatura del Barroco al constatar que este periodo histórico-artístico se ha llegado a describir como «un producto de la Contrarreforma católica y del influjo de la Compañía de Jesús»¹. Además de esto, debemos tener en cuenta que no es posible entender el Barroco únicamente en términos formales, sino que es necesario, tal como indicó René Wellek², poner los rasgos estilísticos en relación con la actitud ante la vida, la forma de entender el mundo y la concepción del ser humano de aquellos escritores del XVII. Evidentemente, solo desde coordenadas católicas (o al menos principalmente desde ellas), podrían haberse concebido las obras literarias barrocas en España y, siendo la Biblia el libro sagrado del catolicismo, difícilmente habría podido quedar su influencia en las artes reducida a lo superficial. 

No está de más aclarar que este influjo no se limita únicamente a la literatura religiosa, sino que puede alcanzar cualquier manifestación artística. Así, Lope de Vega se sirve de historias bíblicas como las de Jacob o Raquel para componer poemas amorosos personales. Por su parte, Quevedo, en poemas que no son propiamente religiosos, hace mención al Dios veterotestamentario o a algunas de sus características, como la venganza ante los agravios. Por citar un ejemplo más, Cervantes recurre al personaje bíblico de Sansón para hacer humor en su entremés El retablo de las maravillas³

Se puede decir, pues, que la influencia de las Escrituras llega a apreciarse en todos los géneros y subgéneros barrocos, pero en esta ocasión nos centraremos en el papel que jugó en la poesía, desde la épica hasta la lírica, desde autores universales como Lope de Vega hasta otros menos relevantes como Sebastián de Córdoba. En próximos trabajos examinaremos la influencia de la Biblia en la prosa de autores como Cervantes, Quevedo o Gracián.

LAS ESCRITURAS EN LA POESÍA BARROCA

Tal como indica Gema Gorga en su ensayo La Biblia en la poesía lírica y épica de la Edad de Oro, con el paso de los siglos, la Biblia, pilar fundamental de la cultura de Occidente junto a la tradición grecolatina, ha ido sembrando nuestro imaginario colectivo de «motivos, imágenes, personajes y relatos», elementos que inevitablemente han acabado diseminándose con profusión por todos los rincones del arte. Los poetas del Siglo de Oro, para ejercer sus habilidades con mayor destreza, se veían obligados a adquirir un profundo conocimiento de diferentes disciplinas, siendo la religión una de las más importantes, no solo por la enorme trascendencia que en aquellos tiempos tenía para la sociedad, sino porque el dominio de la historia sagrada permitía desarrollar una mejor imitatio de los clásicos.  La presencia de material bíblico en la poesía aurisecular podía oscilar desde citas literales hasta referencias mucho más veladas que llegasen incluso a pasar desapercibidas. Las necesidades expresivas de cada autor determinarían el modo de utilizar las fuentes. Además de esta diversidad en el uso de los materiales bíblicos, podían variar mucho los tonos, acentos o registros. Como ya se apuntó, el influjo bíblico no solo fue fundamental en la poesía religiosa, sino que se dejó sentir en manifestaciones amorosas, laudatorias, circunstanciales, políticas, épicas o humorísticas. 

El agotamiento de formas hiperbólicas en la poesía amorosa llevó a los autores a recurrir a la terminología sacra en busca de novedades expresivas. Surge así la llamada religio amoris, corriente que tendrá en Boscán a uno de sus pioneros renacentistas. Esta práctica se prolongará a lo largo del XVI y, como vimos en la introducción, será ejercitada por voluptuosos barrocos como Lope de Vega. Sin embargo, este no va a ser el único trasvase entre lo espiritual y lo sensual, sino que, en parte gracias al influjo del Cantar de los cantares, se producirá el fenómeno inverso, y los poetas del amor a lo divino utilizarán terminología amorosa profana. Así, el clérigo José de Valdivieso, del que volveremos a hablar después, caracteriza en algunos poemas a Cristo como un galán atractivo y discreto y al alma como una bella y delicada dama, o aplica rasgos de la poesía cancioneril y el amor cortés a las vicisitudes de la vida de San José y la Virgen. Lope también participará de esta corriente por ejemplo al traer a colación las prendas que solían intercambiar los amantes en la despedida en unos versos sobre la oración de Cristo en el huerto de los Olivos. 

Otro modo de aprovechar el influjo bíblico por parte de nuestros poetas consistió en utilizar las Escrituras como fuente de mitos a los que aplicar problemas de la existencia, del mismo modo que se venía haciendo con los mitos de la tradición grecolatina. Así, el poeta Baltasar del Alcázar, se sirve del mito bíblico de Sara y Agar para lamentar nuestra ceguera ante la razón, queja elevada en los mismos términos por Lope, pero en este caso recurriendo al mito clásico de Circe. En definitiva, el texto bíblico es utilizado como exemplum, como ilustración general de casos particulares. Diferentes personajes bíblicos se convertirán así en símbolos, de tal modo que Job representará la paciencia, María Magdalena la penitencia o Judas la traición. Del mismo modo que anteriormente el yo poético se vio encarnado en personajes de la tradición grecolatina como Orfeo, ahora lo hará en otros como Sansón, por ejemplo, cuando el poeta escriba sobre una mujer ansiada; pero también recurrirá a otros como Adán o Judas en poemas penitenciales de pecador arrepentido. En ocasiones el sincretismo clásico y judeocristiano llega casi al punto de la fusión. Así, Lope llama «Cupido santo» a Cristo; Gabriel Bocángel se refiere a Juan Bautista en los mismos términos con que Calderón titula uno de sus autos sacramentales, Divino Orfeo; Bartolomé de Argensola habla de Yahvé como un «verdadero Deucalión»; para Valdivieso, la Virgen es una «celestial Pandora»; para Quevedo, el paraíso al que asciende Cristo es un «jardín Narciso», por citar solo algunos ejemplos. 

Igual que los israelitas aprovecharon los despojos de los egipcios para su travesía por el desierto, muchos autores aprovecharon la literatura profana para reutilizarla en clave católica, tendencia que se conoce como vuelta a lo divino o contrafactum, la cual se servía principalmente de dos procedimientos. El primero era la glosa, que consistía en tomar un cantar de la lírica popular y reinterpretarlo en estrofas nuevas pero sin añadirle alteraciones. El segundo era la vuelta, que implicaba necesariamente la modificación del cantar antes de escribir las nuevas estrofas. El objetivo era suprimir elementos inapropiados de las letras de cancioncillas muy populares, de forma que se conservase lo conveniente, es decir, la tonada y las partes no problemáticas de la letra. Sin embargo, el fenómeno no afectó solo a este tipo de poesía sino que también fueron divinizadas las composiciones de grandes poetas como Garcilaso, Boscán o Jorge Manrique por parte de contrafactistas como Sebastián de Córdoba o Juan López de Úbeda. Pero el verdadero maestro en estas prácticas fue el ya mencionado José de Valdivieso, que adaptó una gran cantidad de romances, villancicos y serranillas populares.

Destacará también Valdivieso, junto a Alonso de Bonilla, en otro método de canalización del caudal bíblico en los moldes poéticos, denominado por Gema Gorga como «la vulgarización de la Biblia». El objetivo era acercar el mensaje cristiano a la población, y en especial, hacerles comprensible el sacramento de la Eucaristía. Para ello, los poetas transformaban escenas de las Escrituras en pequeñas situaciones domésticas, prácticamente cuadros costumbristas en los que la hostia se simboliza mediante mazapán, pan de leche, ambrosía, luna llena… Otro motivo muy recurrente será el de la Navidad, llenando con detalles de cotidianidad rústica las escenas en torno al Portal de Belén y los pastores. Resultan llamativos y paradigmáticos unos versos de Lope en su Romancero espiritual en los que una gitana le lee la mano al niño Jesús.

El fondo cultural común que constituían las Escrituras permitía que poetas como Góngora se sirviesen de ello para, sin caer en la irreverencia, llenar sus versos de burlas y sarcasmos. Así por ejemplo, el poeta cordobés utiliza la referencia al valle de Josafat, donde tendría lugar el Juicio Final, para mofarse de Valladolid, dando a entender mediante su maestría expresiva que en esa ciudad no vive nadie con juicio. En otra ocasión, se burla de un soneto de Lope en el que el Fénix colocó al final de cada verso los nombres de varios personajes bíblicos, generando unas rimas forzadas y peregrinas. Por su parte, Quevedo se burlará de San Pedro a través de las asociaciones entre las palabras gallo y gallina. Pero el acervo cultural bíblico no favorecía la profusión del conceptismo solo como medio de burla o sátira, sino también para promover el mensaje de Dios. Así, autores como Antonio de Ledesma o Alonso de Bonilla utilizarán este arsenal de técnicas para hablar, por ejemplo, del Nacimiento metaforizado por un mesón o del Diluvio metaforizado por una colada de ropa. 

Ya vimos que, en su afán por hallar el tesoro de la novedad expresiva, los poetas recurrían a la Biblia para concebir sus composiciones amorosas. Algo similar sucedía con las propias historias bíblicas: sus escenas eran tan conocidas que se hacía necesario presentarlas de modos novedosos para evitar que cayesen en la inoperatividad poética. Una de las técnicas para lograrlo consistía en exponer los hechos desde la perspectiva de un narrador intradiegético, lo que favorecía el impacto emocional en los lectores y facilitaba la introspección meditativa del autor. El Juicio Final, la Pasión y la Navidad serán los pasajes predilectos de los poetas, que se servirán de los Evangelios apócrifos para completar escenas que los canónicos tratan en menor detalle, como el nacimiento de Jesús. En ocasiones, el narrador llega a indignarse ante lo que ven sus ojos. Así, Lope exige que Dios intervenga cuando Jesús es abofeteado por un romano y, de modo similar, Alonso de Acevedo en su Cristiada, de la que hablaremos después, increpa a los discípulos de Cristo por abandonarlo y señala a los lectores como culpables de todo lo que están presenciando. 

POESÍA ÉPICA

La épica culta del Siglo de Oro buscaba recuperar la esencia de la epopeya clásica. Estos poemas narrativos, que preferentemente se servían de la majestuosa octava real, se caracterizaban por desarrollar la acción de uno o varios héroes en más de un canto, haciendo uso de temas y procedimientos de la épica antigua. Durante la segunda mitad del XVI predominaron los temas contemporáneos (Carlos V, América, Juan de Austria…) pero según se acercaba el cambio de siglo, empezaron a tratarse más los asuntos histórico-legendarios (Bernardo del Carpio, la Reconquista…), burlescos (como en la Gatomaquia de Lope) y religiosos⁵. 

El subgénero de la épica religiosa empezó a cultivarse en el siglo XVI con obras como El Monserrate (1587), de Cristóbal de Virués, elogiado por Cervantes, y otras de menor calidad, como Grandezas y excelencias de la Virgen (1587), de Pedro de Padilla⁶. Sin embargo, su máximo desarrollo tendrá lugar en el siglo XVII con poemas bíblicos en torno al Génesis, la Pasión y otros episodios de la vida de Cristo, la Virgen o la vida de extraordinarios personajes tanto del Viejo como del Nuevo testamento⁷, así como del santoral⁸ (aunque la vida de los santos no se relate en la Biblia, los autores aprovechaban para incluir fragmentos bíblicos en sus poemas épicos hagiográficos, como por ejemplo hizo Lope en su obra sobre San Isidro, patrón de Madrid). Entre los poemas menores, destaca el tratamiento de temas bíblicos como el de Tobías, David y Goliat, Ester, Macabeos I, Susana o Sansón, así como Santiago, Cristo o la Virgen María. Los poemas de mayor calidad del género serían los siguientes: 

  • Vida, excelencias y muerte del glorioso patriarca San José (1604), de José de Valdivieso. Exitoso poema (logró veintidós ediciones en vida del autor) en octavas reales de intensa sonoridad y sensorialidad barrocas que comienza narrando el casamiento de la Virgen y San José y que trata también la Encarnación, el Nacimiento y la Pasión de Cristo. Destaca una impactante descripción del Infierno en el canto XVIII. Aunque se incluye en la épica religiosa, es importante señalar que nos encontramos ante un poema híbrido con abundantes elementos líricos. 
  • Cristiada (1611), de fray Diego de Ojeda. Es un poema en octavas dividido en doce cantos que repasa la Pasión y Muerte de Cristo, empezando in medias res con la Última Cena. La acción se ve frecuentemente interrumpida por digresiones retrospectivas sobre escenas del Antiguo Testamento o los milagros de Jesús (ya sea por voz del autor o a través de los mismos personajes) pero también por digresiones prospectivas, sobre las futuras persecuciones de cristianos. La organización del texto se basa en estampas similares a los pasos de Semana Santa⁹. Las fuentes utilizadas por el autor son los Evangelios (canónicos y apócrifos), partes del Antiguo Testamento, textos de los Padres de la Iglesia y dos poemas: Christias (1527) del italiano Jerónimo Vida y Universal Redención (1584) de Hernández Blasco. La obra, muy celebrada por la crítica, destaca por su dramatismo y por la combinación de elementos alegóricos y simbólicos, visiones, profecías, sermones o escenas infernales, así como la profusión de recursos estilísticos como la exclamación, la hipérbole, la imprecación y la amplia adjetivación¹⁰. Todo ello consigue impregnar a la Cristiada con un inconfundible sabor barroco. 
  • Las lágrimas de la Magdalena (1614). Este poema en octavas reales fue incluido por Lope de Vega en su libro Rimas sacras, publicado con motivo de su ordenación como sacerdote y del que hablaremos más tarde. Trata la conversión de María Magdalena, así como la Pasión y Muerte de Cristo. Destaca su carga de erotismo y sensualidad. 
  • La creación del mundo (1615), de Alonso de Acevedo. Poema en siete cantos en el que el autor, al estilo de las cosmogonías clásicas, se sirve del Génesis para llevar a cabo una extensa enumeración de las especies de animales y plantas creadas por Dios hasta llegar al hombre, momento en que se lanza a una minuciosa descripción anatómica y funcional de cada parte del cuerpo humano¹¹.
  • Poema heroico a Cristo resucitado (antes de 1621), de Quevedo. De mayor brevedad que los anteriores, relata en cien octavas reales el descenso de Cristo a los infiernos. No se encuentra entre lo más destacado de la producción del poeta madrileño. 

POESÍA LÍRICA

Parte del impresionante desarrollo de la lírica española durante el Barroco se debió al mecenazgo de la aristocracia pero también a la importancia social de la Iglesia¹². Así, durante las fiestas en honor de santos canonizados, tenían lugar justas poéticas en las que participaban los más excelsos literatos. En estas justas empezó a desarrollarse el conceptismo religioso al que nos referimos anteriormente, el cual a veces adquiría matices humorísticos que podían lindar con lo grosero e irreverente, hasta el punto de, por ejemplo, convertir a San Pablo en un rufián de las galeras. La política resultará asimismo un importante tema de inspiración y con no poca frecuencia aparecerá acompañada de elementos bíblicos, estableciéndose comparaciones entre los monarcas y Jesús, o usando reminiscencias escriturales en poemas sobre hazañas bélicas, como en una canción de Bartolomé de Argensola en la que relaciona la historia de Noe con la batalla de Lepanto¹³. 

Nuestros poetas auriseculares participarán en la elaboración de villancicos, canciones y glosas de escenas como la Natividad, la oración del huerto, la traición de Judas o la negación de San Pedro. Quevedo, por ejemplo, compuso una bella y barroca paráfrasis en sextinas del Cantar de los cantares que, por desgracia, no completó. Lope de Vega escribió un exuberante romance de casi trescientos versos sobre la creación del mundo en el que homenajea sus maravillas, ignorando casi por completo la cuestión del pecado original. José de Valdivieso publicó en 1612 su Romancero espiritual del Santísimo Sacramento¹⁴ , que agrupa letrillas y romances en los que recrea con tintes cotidianos una gran cantidad de material bíblico, como el Cantar de los cantares, el Apocalipsis, San Pablo, Isaías, Mateo o los Salmos; con un pie en la erudición y otro en la popularización, se sirve de técnicas conceptistas como la dilogía, utilizando dos de los sentidos de la palabra clavo (pieza metálica y especia) en un mismo fragmento. Un autor menos conocido, el conde de Rebolledo, escribió composiciones líricas traduciendo o parafraseando partes de los Salmos, del Libro de Job o de los Trenos de Jeremías. 

Destaca además, dentro de la lírica sacra barroca, una poesía de corte mucho más personal, de calado hondo e introspectivo. Las Rimas sacras de Lope contienen, además del mencionado poema épico sobre la Magdalena, cien sonetos y algunos otros poemas, conformando un conjunto muy desigual que abarca desde un conceptismo carente de interés hasta la más elevada calidad poética. De entre los sonetos destacan los primeros 49 por su introspección, sensualidad y sinceridad de pecador arrepentido. Allí, Lope habla con Jesús en términos cercanos al petrarquismo. El libro incluye un Romancero de la Pasión que, debido a su éxito, sería publicado de forma independiente en 1619. En él, el Fénix se sirve de una amplia gama de efectos sensoriales, morbosos y sangrientos (llagas, desgarros, huesos rotos, perforaciones…) para conmocionar a los lectores y potenciar su fervor religioso¹⁵. Sin embargo, el poema más importante de esta parte es su Canción a la muerte de Carlos Félix, donde se resigna ante la voluntad divina de llevarse a su hijo. El Heráclito cristiano y segunda harpa a imitación de David (1613), de Quevedo, es una pequeña recopilación de veintiocho sonetos y silvas de tema religioso y existencial; partiendo de los Salmos, el poeta construye su propio salterio, estableciendo un diálogo directo con Dios y una reflexión sobre la existencia humana, el desengaño y la brevedad de la vida. 

Ya mencionamos el hibridismo de elementos grecolatinos y judeocristianos, una práctica que también será empleada para la reflexión filosófica y moral. En este ámbito, las figuras más apreciadas serán Séneca y Horacio, el primero por su estoicismo y el segundo por su reivindicación de la dorada medianía. Un gran ejemplo de la integración del pensamiento clásico y del cristiano lo constituye la Epístola moral a Fabio (1611), de Andrés Fernández de Andrada, construido sobre la base de la filosofía antigua pero con evocaciones frecuentes de los Salmos e Isaías. 

CONCLUSIÓN

Quedará fuera de este trabajo por motivos de espacio una gran cantidad de elementos y motivos de raigambre bíblica utilizados en la poesía barroca, como podrían ser la ramita de olivo representando la esperanza, el gallo que canta tres veces, la estatua de sal o la evocación de jardines como el Edén o los paisajes del Cantar de los cantares¹⁶. Aun así, confiamos en que el contenido precedente pueda servir para hacerse una somera idea del imprescindible e inspirador papel de las Escrituras en las composiciones poéticas del XVII español. 

NOTAS

¹ Lo hizo W. Weisbach en su obra El Barroco, arte de la Contrarreforma, como se indica en Pedraza y Rodríguez, 1980b, p. 15.
² Pedraza y Rodríguez, 1980b, pp. 15-16.
³ Navarro, 2008, pp. 13-15.
⁴ Seguimos en este apartado a Gorga, 2008. 
⁵ Pedraza y Rodríguez, 1980a, pp. 573-575. 
⁶ Pedraza y Rodríguez, 1980a, p. 591.
⁷ Gorga, 2008, p. 56.
⁸ En el resto del apartado seguimos, salvo cuando se indique lo contrario, a Pedraza y Rodríguez, 1980b, pp. 764-770.
⁹ Gorga, 2008, p. 58.
¹⁰ Gorga, 2008, p. 59.
¹¹ Gorga, 2008, p. 56.
¹² Salvo otra indicación, Pedraza y Rodríguez, 1980b, pp. 349-353, 578-581 y 696-698.
¹³ Gorga, 2008, p. 65.
¹⁴ Gorga, 2008, p. 38.
¹⁵ Gorga, 2008, p. 46.
¹⁶ Gorga, 2008, pp. 67-69.

BIBLIOGRAFÍA

Gorga, G., «La Biblia en la poesía lírica y épica de la Edad de Oro», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 17-80.

Navarro, R., «Prólogo», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 9-16.

Pedraza, F., Rodríguez, M., Manual de literatura española, tomo II, Renacimiento, Tafalla, Cénlit Ediciones, 1980.

Manual de literatura española, tomo III, Barroco: Introducción, prosa y poesía, Tafalla, Cénlit Ediciones, 1980.

14/3/19

Algunos comentarios sobre las Novelas a Marcia Leonarda

LAS NOVELAS A MARCIA LEONARDA Y LA FIGURA DEL RECEPTOR FEMENINO

No destacan en las Novelas a Marcia Leonarda ni la verosimilitud ni la originalidad argumental de las historias. Sin embargo, sí que se mostró Lope bastante innovador en lo formal al construir la estructura narrativa pensando en su relación con Marta Nevares Santoyo, la cual se convierte en la receptora a la que el narrador se dirige en innumerables ocasiones a lo largo del desarrollo de las cuatro novelas breves. La intención va mucho más allá de una simple dedicatoria como la que ya le había brindado en la comedia La viuda valenciana. Según Wardropper (1983:182), no es que Lope le dedique las novelas a Marta, sino que más bien las escribe para ella, lo que da lugar a que “interrumpe frecuentemente su narración para hablar directamente con la dama. Mientras se desenvuelve la historia conversa con ella, bromea con ella, la lisonjea, la instruye, la galantea”. 

El volumen no tiene un origen unitario. En un principio, Marta le pidió a Lope que escribiese una novela para ella, demanda de la que surgió Las fortunas de Diana, publicada por primera vez en La Filomena. A la dama le gustó la obra y la siguiente petición fue un libro de novelas, escribiendo Lope La desdicha por la honra, La prudente venganza y Guzmán el Bravo, publicadas en La Circe. A pesar de ello, el conjunto muestra unidad gracias a elementos como los tipos de personajes, las peripecias y, sobre todo, la figura de Marcia Leonarda como narrataria. Es por ello por lo que podemos pensar que uno de los papeles (intencionado o no) que juega la figura del receptor femenino sería el de aportar unidad al conjunto de novelas. Sin embargo, opino que no sería su función más importante y que habría otras dos que sobresaldrían: por un lado, el deseo de Lope de diferenciar sus novelas de las escritas por Cervantes, que tanto éxito e influencia habían logrado y, por otro, manifestar, demostrar, poner en práctica el profundo amor que el literato sentía por Marta Nevares. 

Respecto al intento de alejarse de las novelas cervantinas, podemos transcribir las palabras de Agustín Redondo, citado en Carreño (2002: 36): “Lope inventa una fórmula original de novela que le permite diferenciarse de su gran rival”. En cuanto a planificar las narraciones como una especie de regalo o carta de amor, Wardropper (1983:183-185) comenta que “Lope muestra con toda naturalidad que su único propósito es divertir a su amada”, que la seduce por medio de técnicas directas e indirectas y que en estas novelas la “sutil y compleja declaración de amor es su función literaria principal”.  

Para llevar a cabo un análisis más profundo del papel de Marcia Leonarda como personaje literario (basado en Marta Nevares) que no interviene en la trama pero que juega el importantísimo rol de narrataria, debemos manejar el significado de algunos conceptos, los cuales se nos ofrecen en el estudio introductorio de Antonio Carreño a la edición de Cátedra de las Novelas a Marcia Leonarda. Tendríamos, pues: 
  • El autor, individuo real, en este caso Félix Lope de Vega, que escribe la obra; en el mismo plano también estarían los lectores, individuos igualmente reales, que en diferentes tiempos y localizaciones la han leído, la leen o la leerán. 
  • Por otro lado, nos encontramos con las figuras del autor implícito y el lector implícito, que sería el modo en que se proyecta el autor real en la obra y el modo en que proyecta a los lectores reales. 
  • Pero los elementos que más nos interesan son el del narrador y el narratario. El primero se podría entender como el personaje que narra los hechos (el Lázaro adulto del Lazarillo) y el segundo como el personaje al que se dirige el primero (Vuestra Merced, en la misma obra mencionada). 

Así pues, en estas novelas, es Marcia Leonarda la narrataria a la que se dirige el narrador (basado en el autor real) estableciéndose un diálogo, (o, quizá, más bien un monólogo o una relación epistolar de la que solo conoceríamos una parte) que marca el ritmo de la narración y que relega a un segundo plano el resto de los elementos, incluso las propias historias. Estas intervenciones del narrador son un recurso literario denominado “digresión” o excursus y a las que Lope se refirió en la propia obra como “cosas fuera de propósito” o intercolumnios.

Antonio Carreño clasifica las digresiones lopescas en instructivas, formularias, interpelativas, de ornamentación erudita, metanarrativas o moralizantes. Algunos ejemplos de estas digresiones serían: una reflexión sobre la comedia histórica, una extensa descripción de la ciudad de Constantinopla y su historia, o variados comentarios sobre temas tan dispares como la hipocresía de los hombres en sus relaciones con las mujeres, sobre el arte de novelar o sobre los escritores pedantes. 

La introducción a La desdicha por la honra constituiría un caso paradigmático de las digresiones que inundan toda la obra (aunque en esta ocasión no se trate de una interrupción de la narración, que es lo más habitual). Como vemos, el papel de la narrataria resulta fundamental desde las primeras palabras en las que el narrador se dirige a ella directamente como “vuestra merced”. Esta digresión le sirve a Lope para explicar el origen de sus novelas, para usar el tópico de la falsa modestia y para mencionar referentes de la antigüedad clásica (Homero y Virgilio) y personajes mitológicos (Leandro), demostrando así su erudición, y todo ello solo en el primer párrafo. En el siguiente, reflexiona sobre la evolución de la lengua, lo que le sirve también para incluir un pequeño cuento, técnica muy usada a la hora de seguir el principio horaciano prodesse et delectare. A continuación, nos encontramos con un fragmento clave, pues, a mi juicio, Lope se sirve del recurso de dar explicaciones a la narrataria para justificar la tónica general que los lectores van a encontrar en sus novelas, es decir, la constante interrupción de la narración. El narrador le explica a Marcia que si va a tachonar el texto con “cuanto se viniere a la pluma” es porque quiere lograr un estilo que no aburra a los menos instruidos ni parezca superficial a los más doctos. Añade que ello va en línea con su proceder en las comedias, que consiste en entretener al pueblo, lo que le sirve para mencionar que es una idea con la que estaba de acuerdo Aristóteles, lo que a su vez le da pie a plantear una implícita defensa de las lenguas vernáculas frente al latín, comentando que el estagirita no hablaba la lengua latina. Solo después de tan extenso y dispar conjunto de reflexiones, dedica Lope un par de líneas a hablar de la historia que está prologando. 

Así pues, queda bastante claro que el papel del personaje de la narrataria resulta fundamental en estas novelas y que no puede considerarse fruto de la improvisación o de la falta de destreza de Lope como prosista (de hecho, como veremos después, que Lope rebautice las digresiones y explique su función, demostraría que son consecuencia de la voluntad de estilo). Quizá no resultase descabellado, habida cuenta de todo lo dicho hasta ahora, que, además de narrataria, podamos considerar a Marcia Leonarda como la protagonista indiscutible de la obra en su conjunto.


COMENTARIO DE UN ARTÍCULO DE ANTONIO SÁNCHEZ JIMÉNEZ

En su artículo «La poética de la interrupción en las Novelas a Marcia Leonarda, en el proyecto narrativo de Lope de Vega», incluido en el libro Ficciones en la ficción: poéticas de la narración inserta (siglos XV-XVII), editado por Valentín Núñez Rivera, Antonio Sánchez Jiménez trata una de las principales particularidades de las Novelas a Marcia Leonarda: las digresiones, aspecto íntimamente ligado al papel de la narrataria, pues es la omnipresencia de esta lo que posibilita las frecuentes interrupciones en las que Lope divaga sobre innumerables temas. 

El texto comienza haciendo un repaso a las críticas negativas que estas novelas cosecharon por parte de un gran número de estudiosos, precisamente a causa de las constantes digresiones, habiendo recibido apelativos como “desafortunadas, inoportunas, malintencionadas, pedantes, insolentes y, en cualquier caso, molestas e insatisfactorias” (Sánchez, 2013:101).

A continuación, el autor analiza estas interrupciones o excursus, haciendo una tipología no demasiado exhaustiva pero sí adecuada, y deteniéndose en el carácter metaliterario de muchas de las digresiones, como cuando el narrador recuerda el principio de La Celestina o cuando informa a Marcia de que va a valerse de historias, fábulas, versos o lugares de autores para lograr un equilibrio entre el estilo grave y el desnudo. 

Sánchez inicia entonces su defensa de las Novelas a Marcia Leonarda. Dado que Lope rebautiza el recurso literario de la digresión como “intercolumnios” (se refiere a ellos también como “cosas fuera de propósito”) y que además reflexiona sobre sus funciones, que serían por un lado “paliar los efectos emocionales de la narración en la narrataria” (Ibid, 105) y, por otro “ahorrarse el esfuerzo de construir una escena de alta emotividad” (Ibid), entonces, quedaría demostrado que el enorme conjunto de digresiones incrustadas en las cuatro novelas no sería fruto de la improvisación, sino de una firme voluntad de estilo. Para reforzar esta tesis, el autor menciona la opinión positiva de varios académicos sobre las novelas lopescas y más en concreto sobre los intercolumnios, que pasan ahora a considerarse “la aportación más novedosa de Lope al arte narrativo y la esencia de su proyecto literario” (Ibid, 106). El resto del artículo es dedicado al análisis de la digresión en otras obras de Lope, como La Arcadia o La Dorotea, concluyendo que este recurso puede considerarse la “marca registrada” de la narrativa del gran literato madrileño.

A mi modo de ver, lo más destacable del presente trabajo es la consistente defensa que Antonio Sánchez lleva a cabo de las Novelas a Marcia Leonarda en general y de las digresiones que contienen en particular, al encuadrar estas últimas en el proyecto literario del escritor, no solo en la narrativa, sino también como parte fundamental de su poesía y su teatro, haciendo frente a la opinión de una buena parte de la élite académica. 




BIBLIOGRAFÍA
  • CARREÑO, A. y VEGA, L. (2002). Novelas a Marcia Leonarda. Madrid: Cátedra.
  • RICO, F. y WARDROPPER, B. (1983). Historia y crítica de la literatura española. Siglos de Oro: Barroco. Barcelona: Crítica.
  • SÁNCHEZ, A. (2013). «La poética de la interrupción en las Novelas a Marcia Leonarda, en el proyecto narrativo de Lope de Vega». Ficciones en la ficción: poéticas de la narración inserta (siglos XV-XVII), pp. 99-114.