14/5/22

Reseña de «Parábola del náufrago», de Miguel Delibes

Parábola del náufrago es una pequeña joya poco conocida y, probablemente, muy infravalorada dentro de, al menos, cuatro ámbitos: la narrativa delibesiana, la novela experimental, la literatura surrealista y el género de la distopía. Así, no suele ser incluida entre las mejores novelas de Miguel Delibes, siendo, en mi opinión, muy superior a otras aclamadas con mayor unanimidad, como El hereje o Señora de rojo sobre fondo gris. En lo referente a la narrativa experimental, los manuales de historia de la literatura suelen prestar mayor atención a obras como Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos o Volverás a Región, de Juan Benet, pero el experimentalismo de Parábola no tiene nada que envidiar al de sus compañeras de tendencia, pues es comedido y plenamente justificado, ya que Delibes se proponía narrar una pesadilla. Con respecto al surrealismo, sorprende que esta novela no sea conocida como una obra señera de ese tipo de literatura, pues las situaciones que ofrece, como la castración de César Fuentes, la degradación perruna de Genaro Martín o los castigos aplicados a los insurgentes durante las fiestas patronales, son realmente exquisitas. 

Sin embargo, es la poca relevancia que la Parábola ha logrado dentro del fascinante género de las distopías lo que más llama la atención, aunque es probable que esto se deba justamente a sus mencionados rasgos surrealistas y experimentales, pues no suelen ser frecuentes entre las grandes novelas distópicas, como Nosotros, de Zamiatin, 1984, de Orwell, Un mundo feliz, de Huxley y Fahrenheit 451, de Bradbury, que más bien siguen los cauces de un realismo de corte clásico. 

Parábola del náufrago tiene su propio Gran Hermano, llamado Don Abdón, y que más que hermano es, a la vez, padre y madre de todos los empleados y habitantes de la ciudad. También posee su propia neolengua, inventada por el protagonista, Jacinto San José, llamada contracto, y cuyo objetivo no es tanto evitar el pensamiento racional como reducir los conflictos derivados de la comunicación humana. Y, del mismo modo, está impregnada de una crítica frontal hacia el totalitarismo, crítica inspirada por un viaje de Delibes a la República Checa comunista y por su propia experiencia durante el franquismo (curiosamente, en España se publicó sin problemas en 1969; habría que haberlo visto en la Rusia soviética).

Pero esta atípica obra delibesiana goza de otros elementos y virtudes de las que carecen las demás distopías, como el poderoso simbolismo del seto plantado en el refugio de recuperación, que crece impasible e inexpugnable, resistiendo como si nada los violentos y desesperados ataques de Jacinto; o la deliciosa prosa poética cargada de tecnicismos y onomatopeyas que nos regala el autor; o las apasionantes y angustiosas páginas durante las cuales la conciencia del protagonista le describe a este la aterradora parábola del náufrago que da título a la novela. 

Por supuesto, esta obra ofrece muchísimo más, pero confío en que estas palabras hayan podido animar a leerla a cualquier amante de la narrativa de Delibes, del experimentalismo, de la literatura surrealista o, especialmente, de las novelas de ciencia-ficción distópica. 

13/5/22

Algunas notas en torno a la evolución de Demetrio Macías en «Los de abajo»

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de mi PEC para la asignatura De la novela de la Revolución a la revolución de la novela hispanoamericana, impartida por don Antonio Lorente Medina en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo


Los de abajo, obra maestra del realismo americano y posible punto de partida de la narrativa contemporánea de México, recoge tanto las esperanzas como las decepciones de su autor, Mariano Azuela, en torno al desarrollo de la Revolución Mexicana. Para plasmar todo ese torbellino de sentimientos y experiencias, el novelista concibió un conjunto de personajes que habrían de transitar una sucesión de escenas yuxtapuestas (no en vano, el subtítulo primitivo de la novela era «Cuadros y escenas de la Revolución») estructuradas en tres partes que reflejarían diferentes momentos de la Revolución: una primera fase caracterizada por el idealismo y el optimismo; una segunda fase en la que predominan la barbarie y la decadencia; una fase final triste y pesimista en la que las actividades bélicas se van extinguiendo.

Seymour Menton ha interpretado la novela en clave de epopeya de la Revolución Mexicana y del pueblo mexicano en general, por lo que también ha propuesto el estudio de la figura del protagonista, Demetrio Macías, como héroe épico inspirado en personajes como Héctor, el Cid o Roldán, aunque pasado por el tamiz desidealizador del siglo XX. Este enfoque resulta de lo más sugestivo pero considero que la evolución de Demetrio Macías también podría explorarse como un reflejo del desarrollo de los acontecimientos derivados de la Revolución que tienen lugar en la obra y que se dividen en las tres fases o periodos señalados más arriba. 

Al comenzar la novela nos encontramos con un humilde padre de familia que, a pesar de ver cómo unos federales matan a su perro e intentan propasarse con su mujer, decide perdonarles la vida, incluso sabiendo que regresarán para ajustar cuentas. Al día siguiente, reúne a sus hombres y demuestra su generosidad compartiendo lo poco que tiene: una botella y algo de comida. Demetrio se muestra también como un hombre lleno de optimismo y vigor: «ya ven que aparte de mi treinta-treinta, no contamos más que con veinte armas. Si son pocos, les damos hasta no dejar uno; si son muchos aunque sea un buen susto les hemos de sacar». En los capítulos siguientes, vemos en Demetrio a una persona amable que agradece con sinceridad todos los cuidados que le prodigan los serranos mientras se encuentra convaleciente a causa de una herida de bala. Durante este periodo entra en escena Luis Cervantes, un joven de origen acomodado que encarna el más alto idealismo revolucionario. Aunque Demetrio es un hombre más bien pragmático que solo desea volver a su casa, lo cierto es que Cervantes consigue entusiasmarlo con su retórica hasta el punto de hacer que sus ojos brillen, algo que no sucede con frecuencia. De este modo, el joven médico logra convencer a su jefe de que su motivación es mucho más elevada de lo que cree y de que no está huyendo de un cacique, sino luchando contra todo el caciquismo. En definitiva, logra inyectar en la personalidad de Demetrio el idealismo propio de esta fase de la Revolución y de esta parte de la novela. 

Pero los periodos históricos no son compartimentos estancos y homogéneos, y aunque la Revolución se encuentre en una fase pura e idealista puede ir mostrando signos de corrupción, del mismo modo que los valores elevados pueden seguir manifestándose en la fase de barbarie. En este sentido, podemos ver que Demetrio no ha tardado demasiado tiempo en olvidarse de su mujer y echarle el ojo (y la mano) a la joven Camila. A pesar de que no «es tan mujeriego como sus compañeros» lo cierto es que se propasa con Camila, quien lo tacha de «viejo malcriado» y «viejo sinvergüenza». No sabemos la edad de la joven, pero el narrador se refiere a ella como «moza», por lo que es prácticamente seguro que sea menor de edad. No caben dudas en ese sentido respecto a la novia que presenta Cervantes ya en la segunda parte de la novela y a la que Demetrio clava «su mirada de ave de rapiña». Poco antes de esta escena hemos visto cómo Demetrio se marchaba hacia el hotel con la Pintada, a la que acababa de conocer  y no mucho después podremos ver cómo finalmente se hace con los favores de Camila. Pero la mayor evidencia de la degradación experimentada por Demetrio en este sentido tal vez se encuentre en la transformación de sus aspiraciones: del «No quiero yo otra cosa, sino que me dejen en paz para volver a mi casa» pasa al «con que no me falte el trago y con traer una chamaquita que me cuadre, soy el hombre más feliz del mundo».

Parece que podemos ver una degradación similar en cuanto al sentido de justicia de Demetrio. Ya vimos cómo perdona la vida a los federales que asaltan su casa al comienzo de la novela y lo vemos actuar con la misma magnanimidad ante don Mónico, ya bien entrada la segunda parte, cuando decide no ejecutar al cacique (al menos no se dice lo contrario) pero ordena que se queme la casa con todas sus pertenencias dentro, lo cual es exactamente lo que le hicieron a él. El castigo resulta proporcionado, pero sin embargo vemos que a Demetrio no le tiembla el pulso al ejecutar por la espalda a un joven recluta que se disponía a proceder al pillaje, como venía siendo la norma. La arbitrariedad de Demetrio se evidencia todavía más cuando deja sin castigo al güero Margarito en un episodio en que, al igual que el joven recluta mencionado, desobedece las órdenes de Macías, además ejerciendo una violencia brutal sobre un campesino que había solicitado que no le robasen todo el maíz que necesitaba para alimentar a su familia. En cualquier caso, nada de esto puede sorprendernos pues la indiferencia de Demetrio por la vida humana empezaba a manifestarse ya al final de la primera parte, cuando aparecen muertos una prostituta y dos reclutas después de una fiesta y dice: «¡Psch!... Pos que los entierren…».

Por último, en la tercera parte vemos a un Demetrio sumido en el pesimismo. Perdió a Camila, es recibido con desprecio en los poblados y se entera de la derrota de Villa. Cervantes, que huyó a Estados Unidos, ha sido sustituido por Valderrama, el nuevo curro que aporta a Demetrio el espíritu revolucionario del momento, que no es otro que el del desencanto. Este joven ensalza a los serranos (tan maltratados por los de Macías), rebaja a los grandes generales y ama la Revolución. Sus palabras hacen pensar a Demetrio y sus canciones lo hacen llorar. Nuestro protagonista vuelve al punto de partida, a su casa, pero no puede quedarse . Como la Revolución, tiene que seguir adelante sin saber por qué. 


BIBLIOGRAFÍA

Azuela, M. (1988). Los de abajo. Madrid-París-Roma: ALCCA. 

Lorente, A. (2008). «La novela de la Revolución Mexicana», en Barrera, Trinidad, coord., Historia de la literatura hispanoamericana, tomo III, siglo XX, 43-56. Madrid: Cátedra.

Menton, S. (1998). «Texturas épicas de Los de abajo», en Azuela, M., Los de abajo, 239-250. Madrid-París-Roma: ALCCA.

Ruffinelli, J. (1988). «Introducción del coordinador», en Azuela, M., Los de abajo. Madrid-París-Roma: ALCCA.

3/5/22

Vuestras tetas no asustan a nadie - Pólvora en salvas XXI

Rigoberta Bandini acaba de publicar el esperadísimo videoclip de su éxito Ay mamá (sí, con la coma vocativa fusilada), cosechando seiscientas mil visitas en un día y situándose como número dos en la lista de tendencias musicales de YouTube. La canción resulta muy pegadiza y, por lo estrambótico de sus melodías, podría llegar a considerarse original y audaz. Con respecto al vídeo, es innegable que genera un potente impacto visual, mostrando a varias mujeres bailando disfrazadas con grotescos atuendos, como si fueran una dantesca manada de neurodivergentes homenajeando a los malos de Los juegos del hambre y de La naranja mecánica. La letra trata de ser, creo, una muestra de reconocimiento a las madres del mundo, algo que nunca está de más, pero finalmente desemboca en un risible alegato femilóquer donde la cantante se pregunta por qué genera tanto miedo el busto femenino. 

Vamos a ver, a nadie le asustan vuestras mamas, igual que a nadie le escandalizan vuestros pelos axilares. Estamos en 2022, no en 1960. Vuestra ideología es el credo oficial del sistema, el cual se enseña en el colegio y es asumido por el estado, los organismos internacionales y las megacorporaciones. Si se censuran los pezones femeninos en (algunas de) las redes sociales (en las redes pornográficas se pueden ver por trillones) es porque en este mundo, gracias a Dios, todavía existe (algo de) pudor, decoro y decencia. Y es que, los pechos femeninos no son equivalentes a los masculinos porque a los hombres nos excitan (no nos asustan) los vuestros mientras que a vosotras os la refanfinflan los nuestros. No, en las redes sociales generalistas no se ven pechos femeninos, pero tampoco penes, testículos, anos o vulvas, y no es porque nadie tenga miedo a ninguno de estos órganos, sino porque determinadas cuestiones deben estar reservadas para determinados espacios y momentos. 

Sin embargo, resulta curioso que, al final, quien puede tener algo de miedo a las tetillas es la propia Rigoberta Bandini, pues se decidió eliminar del videoclip una serie de tomas de pechos reales que habrían grabado exprofeso, un hecho denunciado en Twitter por la dueña de alguno de aquellos senos descartados, algo que no deja de resultar llamativo y que se presta a diferentes especulaciones sobre su causa. Así, Lucía Etxebarria, que últimamente anda muy voxeadora y se está ganando a pulso una cancelación a gran escala por parte de las hordas de la justicia social, apuesta precisamente por el miedo a la cancelación, en este caso, a través de una acusación de transfobia contra Rigoberta Bandini por no haber incluido ningún pecho perteneciente a una mujer con pene. Por su parte, un servidor prefiere apuntar a una causa puramente pecuniaria, la cual no es incompatible con la anterior. Y es que, si el vídeo mostrase pechos reales, aunque tal vez YouTube no aplicase la censura, sí que podría impedir que se monetizase, lo cual no solo imposibilitaría hacer caja, sino que limitaría su difusión. Rigoberta Bandini no es tonta y sabe perfectamente que, a estas alturas del partido, el feminismo tiene ya poco de ideología y todo de negocio. Y la pela es la pela, nen.