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21/10/21

La Biblia en los Sueños de Quevedo

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de mi trabajo final para la asignatura La Antigüedad Clásica y la Biblia en la literatura medieval y del Siglo de Oro, impartida por doña Ana Suárez Miramón en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo


INTRODUCCIÓN

Don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) nos legó una vasta y polifacética obra literaria conformada por una infinidad de textos pertenecientes a diversos géneros narrativos, poéticos y teatrales. Atendiendo al contenido de sus producciones, podemos ver que nuestro autor escribió también sobre una amplia variedad de temas utilizando distintos enfoques. Encontramos así bajo su firma narraciones satíricas, festivas, políticas, filosóficas o critico-literarias pero también poesías amorosas o burlescas, traducciones, loas, entremeses y hasta una de las más importantes novelas picarescas que se han escrito: La vida del Buscón. Dentro de su producción narrativa destacarían los Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo, barroco y expresivo título bajo el que fueron reunidas cinco obras satírico-morales escritas por Quevedo aproximadamente entre 1605 y 1621. Estos textos vivieron una amplia difusión manuscrita, de tal forma que llegaron a circular cientos de copias hasta que, en 1627, pasaron al fin por la imprenta. Ninguno de los cinco sueños puede considerarse como prototipo del género y, aunque presentan importantes diferencias, poseen también una serie de rasgos comunes, como por ejemplo: 

  • Narración autodiegética que favorece la ambigüedad autor-narrador¹. 
  • Segmentación episódica y presencia de fragmentos narrativos extensos únicamente al comienzo de cada obra, motivo por el que Ilse Nolting-Hauff los denominó pseudonarraciones o «diálogos con un marco narrativo». 
  • Procedimientos técnicos como hipérbole, concentración textual, agudeza, generalización tendenciosa o descripción grotesca, todos ellos aplicados a la reflexión moralizante y a la sátira de vicios, oficios y tipos, como sastres, falsos nobles, médicos, funcionarios de la justicia, dueñas o cornudos entre muchos otros.  
  • Elementos sobrenaturales como personificaciones alegóricas (la Muerte, el Desengaño), resurrecciones (incluso de personajes históricos como Mahoma o Lutero) o presencia de demonios y ambientaciones de la escatología cristiana (el infierno, el valle del juicio final). 

Quevedo buscó evitar en sus Sueños las habituales incongruencias presentes en sátiras menipeas²  anteriores, como el hecho de que a personajes de la mitología clásica les importase que los humanos guardasen respeto o no hacia los preceptos del cristianismo, algo que sucede por ejemplo en el Diálogo de Mercurio y Carón de Alfonso de Valdés. De este modo, nuestro autor concibió una sátira menipea cristiana con situaciones y ambientes escatológicos cristianos, lo cual supuso toda una osadía en un contexto postridentino, algo de lo que Quevedo era muy consciente, pues llegaba incluso a alardear de ello. 

Es de sobra conocido que el autor madrileño poseía un vasto conocimiento de las Escrituras y de la cultura grecolatina gracias a sus hábitos intelectuales y a su formación, pues estudió Humanidades con los jesuitas en Ocaña y en 1596 ingresó en la universidad de Alcalá, licenciándose en artes y adquiriendo una amplia formación filosófica y humanista, además del dominio de las lenguas clásicas. Posteriormente estudió Teología en la universidad de Valladolid y comenzó a dar sus primeros pasos en la literatura. Además de esto, participó en la revisión de la Biblia Regia de Arias Montano y conformó una importante biblioteca personal. Su erudición en cuestiones bíblicas le sirvió como prueba de autoridad en materias como la moral, la política o la teología. En sus obras, Quevedo utilizó las Escrituras de diferentes modos, desde la cita aislada hasta el empleo como hipotexto, variación cuantitativa que dependía del género en que trabajase, de tal forma que hacía un uso más amplio en textos religiosos, filosóficos o políticos que en los satírico-burlescos. A pesar de esto, en las próximas páginas podremos ver que el papel de la Biblia resulta muy relevante en los Sueños

Para llevar a cabo la tarea que me propongo, voy a servirme principalmente de las notas a pie de página que Ignacio Arellano redactó en su edición crítica de esta obra quevedesca para la editorial Cátedra, aunque en cada referencia acudiré directamente a la Sagrada Biblia, traducida por Félix Torres Amat directamente de la Vulgata latina. Esta última era la versión que utilizaban nuestros escritores auriseculares y, de hecho, aunque Quevedo llegó a emplear en algunas obras el Talmud, la Cábala o la Biblia de Ferrara, en más de una ocasión defendió la superioridad de la Vulgata tanto por razones estilísticas como exegéticas, mostrando así su adhesión a la ortodoxia postridentina. 

Por motivos de espacio, no me va a resultar posible realizar una relación completamente exhaustiva y detallada de la presencia escritural en los Sueños, pero confío en que la muestra resultará lo suficientemente amplia y representativa como para mostrar una imagen fidedigna del papel de la Biblia en esta obra cumbre de nuestro Siglo de Oro.


LA BIBLIA EN EL SUEÑO DEL JUICIO FINAL

El título original de esta obra era El sueño de Don Francisco de Quevedo, por lo que es posible que fuese concebida con un enfoque individual, a la manera de los sueños que habían escrito humanistas como Lipsio o Juan Maldonado. Sin embargo, Quevedo logró una enorme originalidad al tratar la postrimería del juicio final, algo que no se había hecho hasta entonces a pesar de que sí se habían dado tratamientos satíricos del infierno. Vemos así que la importancia de la Biblia se manifiesta en la misma elección de la materia temática, pues la idea del juicio final puede encontrarse tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En la introducción a la Profecía de Joel, se explica que este profetizó el juicio final; la idea se menciona en Eclesiástico, 16, 21: «¿y aquella espantosa tormenta del juicio final, que jamás habrán visto igual ojos humanos?»; ya en el Nuevo Testamento, en San Mateo, 25, podemos leer cómo Cristo explica que todas las naciones comparecerán ante Dios y que los justos irán al cielo mientras que los malditos marcharán «al fuego eterno, que fué³ destinado para el diablo y sus ángeles ó ministros»; por citar un ejemplo más, en Apocalipsis, 20, podemos leer la descripción del juicio final, donde se dice «y fueron juzgados los muertos, por las cosas escritas en los libros, según sus obras».

La primera referencia bíblica, como cabría esperar, aparece pronto en este sueño. El narrador nos explica que, una noche, se quedó dormido leyendo el libro del beato Hipólito sobre el fin del mundo y la segunda venida de Cristo y que enseguida soñó con un mancebo que tocaba una trompeta, provocando que los huesos de los muertos empezasen a salir de la tierra. Esta situación podemos leerla en 1ª Corintios 15, 52: «porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán». A continuación, Quevedo nos cuenta que los huesos empezaron a unirse unos con otros, de modo similar a como se describe en Ezequiel 37, 7: «oyóse un ruido y hé aquí una conmoción grande; y uniéronse huesos á huesos, cada uno por su propia coyuntura». Asistimos a un desfile de macabras y estrambóticas situaciones mientras pecadores de distinto tipo van recomponiendo sus cuerpos y entonces el autor menciona que se encuentran en «el día de la ira», posible alusión a San Pablo, quien dice en Romanos 2, 5: «vas atesorándote ira y mas ira para el dia de la venganza, y de la manifestación del justo juicio de Dios».

Ilse Nolting-Hauff destaca el impactante efecto que Quevedo consigue en este sueño gracias a la «tensión extraordinariamente grande entre materia bíblica y elaboración satírica». Considero que un buen ejemplo de lo que apunta la hispanista tendría lugar cuando vemos resucitar a las mujeres acusadas de corrupción, las cuales se sienten «muy alegres de verse gallardas y desnudas y que tanta gente las viese». Así, Quevedo estaría utilizando el motivo bíblico de la resurrección de los muertos para satirizar contra estas mujeres en una escena extremadamente indecorosa para los estándares morales de la época y que presumiblemente generaría un gran impacto en muchos lectores. 

Precisamente se nos dice que las mencionadas mujeres «comenzaron a caminar al valle», que no es otro que el valle de Josafat, localización del juicio final mencionada en la Profecía de Joel: «Levántense las gentes y vengan al valle de Josaphat; porque allí me sentaré yo á juzgar á todas las naciones puestas á la redonda».

Unas páginas más tarde podemos leer la descripción de Dios en su trono o solio «vestido de sí mismo, hermoso para los santos y enojado para los perdidos, el sol y las estrellas colgando de la boca, el viento quedo y mudo». Arellano comenta que estas palabras pueden evocar la visión de Dios ofrecida en Apocalipsis, 4: «y vi un solio colocado en el cielo, y un personaje sentado en el solio (…) tributaban gloria, y honor, y bendición de acción de gracias al que estaba sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos»; respecto a los rasgos meteorológicos, podrían estar aludiendo a numerosos pasajes bíblicos como por ejemplo el Salmo 96: «Circuido está de una densa y oscura nube (…) Fuego irá delante de él (…) alumbrarán sus relámpagos el orbe».

Más tarde se nos habla de una puerta «tan angosta, que los que estaban a puros ayunos flacos aún tenían algo que dejar en la estrechura», la cual hace referencia a la mencionada en San Mateo, 7: «iOh qué angosta es la puerta, y cuán estrecha la senda que conduce á la vida eterna». 

Poco después, haciendo gala de su maestría con los juegos dilógicos, Quevedo explica que la cuenta de los acusados comenzó por Adán, al que le pidieron cuentas por la manzana. Judas se pregunta sobre qué cuentas no le pedirán a él, ya que vendió «al mismo dueño un cordero». Tanto Adán como Judas son personajes fundamentales en las Escrituras. El primero es creado por Dios en Génesis 1, 27, aunque su nombre no aparece hasta Génesis 2, 19, cuando Dios lo llama para que elija los nombres de los animales. Por su parte, Judas Iscariote es mencionado por primera vez en la Biblia en San Mateo, 10, 4. Cuando Quevedo escribe que Judas vendió a un cordero, se refiere, evidentemente, a Cristo, pues en San Juan, 1, 29, podemos leer que Juan el bautista, cuando vio a Jesús, dijo «He aquí el Cordero de Dios, ved aquí el que quita los pecados del mundo». Judas aparecerá de nuevo casi al final del sueño, cuando es juzgado junto a Lutero y Mahoma, alegando en su defensa que, aunque vendió a Cristo, gracias a ello se pudo salvar la humanidad. Nolting-Hauff explica que en El sueño del Juicio Final, las apariciones de personajes bíblicos, históricos o mitológicos «hacen más bien el efecto de anticipaciones esbozadas de retratos posteriores más detallados». Así, Lutero, Mahoma y Judas reaparecerán en el Sueño del infierno protagonizando tres escenas mucho más extensas. 

Como es lógico, en este fragmento la densidad de referencias bíblicas resulta muy elevada, hasta tal punto que nuestro autor directamente explica que durante el proceso se pasó al Testamento Nuevo, tomando los apóstoles su lugar al lado de Dios. A continuación, en una compleja estructura conceptista, un demonio acusa a un hombre, el cual señaló a Cristo con la mano (porque le pegó una bofetada) como Juan bautista lo señaló con el dedo (cuando dijo que era el Cordero de Dios). Dicho hombre aparece en San Juan 18, 22: «uno de los ministros asistentes dio una bofetada á Jesús, diciendo: ¿Así respondes tú al Pontífice?».

Enseguida aparecen Pilatos y Herodes, personajes utilizados por Quevedo en innumerables ocasiones, no solo en los Sueños. Al ser conscientes de que su destino son las llamas eternas, Pilatos comenta irónicamente que eso le pasa por haber querido ser gobernador de judíos mientras que Herodes explica que no puede ir al cielo pero tampoco al limbo, pues los inocentes no se fiarían de él. Pilatos aparece en los cuatro Evangelios, en Hechos de los Apóstoles y en 1ª Timoteo. Su papel fundamental es desentenderse de la ejecución de Cristo aun considerándolo inocente, como puede leerse por ejemplo en San Mateo, 27: «Inocente soy yo de la sangre de este justo: allá os lo veáis vosotros». Por su parte, Herodes tiene presencia en San Mateo, San Marcos, San Lucas y Hechos de los Apóstoles. Como personaje bíblico es conocido por ordenar la masacre de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén para evitar ser destronado por el Rey de los Judíos anunciado por los Magos de Oriente, tal como se lee en San Mateo, 2: «y mandó matar á todos los niños, que había en Bethlehem, y en toda su comarca, de dos años abajo, conforme al tiempo de la aparición de la estrella que había averiguado de los Magos». A esto se debe la cuestión mencionada un poco más arriba: Herodes no puede ir al limbo pues este lugar se encontraría lleno de almas de niños muertos sin recibir el bautismo. 

Algunas páginas después podemos ver a un pastelero al que se acusa de haber utilizado carne de gato, oveja, caballo, perro e incluso ratones y moscas, señalando Quevedo que en sus pasteles había más animales que en el arca de Noé, donde no entraron las dos últimas especies. Según nos explica Arellano, existía la creencia popular de que estos animales nacían de la suciedad o la podredumbre, por lo que, al no requerirse un individuo de cada sexo para la procreación, no sería necesario su ingreso en el arca. El episodio del arca de Noe se desarrolla en Génesis, 6-9.

Más tarde vemos un pasaje repleto del mejor conceptismo quevedesco en el que un avaro es juzgado a la luz de los diez mandamientos. Estos aparecen en la Biblia en Éxodo, 34: «todo ese tiempo estuvo [Moisés] sin comer ni beber cosa alguna: y escribió el Señor en las tablas los diez mandamientos de la alianza». Justo a continuación, se nos dice que los ángeles de la guarda llamaron a los Evangelistas para que hiciesen de abogados. Estos son San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, cuyos Evangelios conforman aproximadamente el cuarenta por ciento del Nuevo Testamento. 

Por último, nos cuenta Quevedo que cuando el juicio terminó, Cristo subió al cielo y con él los dichosos de su Pasión. Estas palabras podrían aludir a 1ª San Pedro, 4, 13, donde se dice: «Antes bien alegraos de ser participantes de la pasión de Jesu-Christo, para que cuando se descubra su gloria, os gocéis también con él llenos de júbilo».


LA BIBLIA EN EL ALGUACIL ENDEMONIADO

Quevedo decidió llamar discurso a esta obra porque en ella el narrador no vive su experiencia sobrenatural en un sueño, sino al asistir a un exorcismo. Aunque esta narración y la anterior poseen una extensión similar y satirizan casi a los mismos tipos sociales, existen entre ellas unas notables diferencias debidas sobre todo a que este texto se basa en el diálogo entre el protagonista y un demonio que ha poseído el cuerpo de un alguacil. A pesar de ello, veremos que las Escrituras también juegan aquí un importante papel. 

Tras la prosopografía del exorcista y licenciado Calabrés, Quevedo afirma que este «era uno de los que Cristo llamó sepulcros hermosos por de fuera, blanqueados y llenos de molduras, y por dentro pudrición y gusanos». Esta referencia bíblica la encontramos en San Mateo, 23, 27: «¡Ay de vosotros, Escribas y Phariséos hipócritas! porque sois semejantes á los sepulcros blanqueados, los cuales por afuera parecen hermosos á los hombres, mas por dentro están llenos de huesos de muertos, y de todo género de podredumbre».

Poco después asistimos a una comparación entre demonios y alguaciles en la que se explica que los primeros adquirieron su condición por querer ser más que Dios. Esto puede hacer referencia, por una parte, al momento en que la serpiente incita a Eva para comer la manzana en Génesis, 3, 5, diciendo: «se abrirán vuestros ojos: y seréis como dioses, conocedores de todo del bien y del mal»; o, por otra parte, podría aludir al capítulo 12 del Apocalipsis, donde asistimos a la batalla entre el arcángel Miguel y el dragón-serpiente-Satanás, con el resultado siguiente: «Así fué abatido aquel dragón descomunal, aquella antigua serpiente, que sé llama diablo, y también Satanás, que anda engañando al orbe universo: y fué lanzado y arrojado á la tierra, y sus ángeles con él». 

El protagonista, encandilado por la charla del demonio, solicita al licenciado Calabrés que le permita seguir hablando. Así pues, el demonio comienza a describir el infierno, quejándose de los muchísimos poetas que allí se encuentran. El infierno como lugar para los pecadores aparece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, por ejemplo en Números, 16, 33: «Y cubiertos de tierra bajaron vivos al infierno»; o en San Mateo, 5, 22: «Mas quien le llamare fatuo: será reo del fuego del infierno», por citar tan solo un par de los numerosos ejemplos. 

El diablo continúa describiendo la estructura organizativa del inframundo y explica, en una nueva referencia a Judas, que a los mercaderes los colocan con este por vender (como él vendió a Cristo) mientras que a los ministros los ponen con el mal ladrón (por lo que han robado). Este mal ladrón es el que dudaba de Cristo en San Lucas 23, 39, a diferencia del buen ladrón que sí creía en Él: «Y uno de los ladrones que estaban crucificados, blasfemaba contra Jesús, diciendo: Si tú eres el Christo ó Mesías, sálvate á tí mismo y á nosotros». Al hablar de los enamorados, el demonio menciona de nuevo a Judas, diciendo que algunos se condenan, como él, por el beso. La famosísima escena del beso de Judas aparece, por ejemplo, en San Mateo, 26, 48: «Arrimándose pues luego á Jesús, dijo: Dios te guarde. Maestro. Y le besó». 

Habla después el demonio de los condenados por enamorarse de viejas y explica que tienen que mantenerlos encadenados porque si no tratarían de consumar relaciones con los propios demonios o con Barrabás. Este es un conocido personaje bíblico relacionado con el episodio de Pilatos dentro de la Pasión de Cristo y aparece en los cuatro Evangelios. Era costumbre que Pilatos soltase a un reo en la Pascua judía y les ofreció liberar a Cristo, a lo que los judíos respondieron, como podemos leer en San Juan, 18, 40: «No á ese, sino á Barrabás. Es de saber que este Barrabás era un ladrón y homicida».

Más tarde, el demonio alaba a Felipe III y explica que los españoles se ganarán el cielo si imitan sus buenas obras, pero aclara que no se refiere a palacios suntuosos «que estos a Dios son enfadosos, pues vemos nació en Belén en un portal destruido» . El episodio del nacimiento de Jesús podemos leerlo por ejemplo en San Lucas, 2, 7: «Y parió á su Hijo primogénito, y envolvióle en pañales, y recostóle en un pesebre: porque no hubo lugar para ellos en el mesón».

Llegando al final del texto, interviene el exorcista para preguntar al diablo cómo siendo el padre de la mentira se expresaba en unos términos tan apologéticos. La expresión padre de la mentira para referirse al diablo proviene San Juan, 8, 44: «cuando dice mentira, habla como quien es, por ser de suyo mentiroso, y padre de la mentira».

Finalmente, en el último párrafo, Quevedo se dirige a Vuestra Excelencia (entiendo que es al Conde de Lemos, a quien dedica el discurso) para pedirle que preste atención al texto y que no tenga en cuenta quién lo expresó (es posible que se refiera al demonio pero tal vez en otro juego conceptista se refiera también a sí mismo, empleando el tópico de la falsa modestia). Para sostener su petición, el autor recuerda que hasta Herodes profetizó. Arellano opina que con esto hace referencia al siguiente momento de San Mateo, 14: «Por aquel tiempo Herodes el tetrarcha oyó lo que la fama publicaba de Jesús. Y dijo á sus cortesanos: Éste es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos», con lo que podría considerarse que este mandatario, uno de los hijos del Herodes de la matanza de los inocentes, estaría profetizando la futura resurrección de Cristo. Por último, se cita un salmo en el que se dice que a veces recibimos salud de nuestros enemigos, pero Arellano explica que no ha podido encontrar la referencia. 


LA BIBLIA EN EL SUEÑO DEL INFIERNO

Esta obra es mucho más extensa que las dos anteriores y que El mundo por de dentro, siendo en este aspecto similar al Sueño de la muerte. En otros rasgos, sin embargo, se muestra mucho más cercana a los dos primeros textos, por ejemplo, en el tono desenfadado y en la presencia de demonios y pecadores. Con El sueño del Juicio Final tiene en común, además, el hecho de ser un sueño propiamente dicho, pues, si bien es cierto que el narrador no especifica que se quedase dormido, comenta que lo que vio fue bajo la guía de su ángel de la guarda, el cual no vuelve a ser mencionado, por lo que entiendo que se refiere a que vivió su aventura mientras dormía, ya que este es el momento en que más necesitamos la protección del ángel de la guarda, puesto que estamos inconscientes. Respecto a esto, Nolting-Hauff considera que, por influencia de Dante, el ángel de la guarda habría podido tener en un principio la función de acompañante durante la visita al infierno, algo que después Quevedo descartaría. 

La primera referencia bíblica ya había aparecido en El sueño del Juicio Final y es el motivo de la angosta senda que conduce al cielo y que se recoge en San Mateo, 7. El protagonista se aproxima a ella y pregunta a un individuo si podría pasar por allí a caballo, a lo que este le responde que San Pablo dejó el suyo para transitar aquella senda. Este comentario hace referencia a la famosa conversión de San Pablo, episodio relatado en Hechos de los Apóstoles, 9: «cuando de repente le cercó de resplandor una luz del cielo. Y cayendo en tierra asombrado oyó una voz que le decia: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Aunque es cierto que en la Biblia no se especifica que San Pablo fuese a caballo, podría darse por supuesto ya que estaba desplazándose desde Jerusalén a Damasco, dos ciudades separadas por más de doscientos kilómetros en línea recta. 

Aparece de nuevo Judas y esta vez Quevedo lo utiliza para lanzar su sátira contra unas mujeres que besaban las ropas de unos hipócritas, explicando que, el traidor al menos besó la cara de Dios. Añade Quevedo a su crítica contra estas mujeres que no entiende cómo pueden venerar a esos hipócritas cuando podrían encomendarse a San Pablo o San Pedro. Del primero acabamos de hablar pero de San Pedro cabe decir que aparece por primera vez en San Mateo 4, 18, cuando Jesús le pide a él y a su hermano Andrés que lo acompañen. Tiene un papel primordial dentro de los Apóstoles y se le considera el primer Papa sobre la base de lo que dijo Cristo en San Mateo, 16, 18: «Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». 

Unas páginas después vemos a un soldado que camina por la senda de la salvación lanzando una arenga para animar a sus compañeros descarriados a tomar el buen camino. El soldado dice: «Advertir que la vida del hombre es guerra», expresión que nos lleva a uno de los libros bíblicos favoritos de Quevedo, tanto por su contenido sapiencial como por su elaboración estilística: El libro de Job. Allí, en el capítulo 7 podemos leer el origen de la frase del soldado: «La vida del hombre sobre la tierra es una perpétua guerra».

Más adelante, ya en el interior del infierno, tras contarnos el narrador que habló con un librero, utiliza la expresión «Y es verdad Dios». Arellano explica que la identificación Verdad-Dios fue muy utilizada por Quevedo y que proviene de San Juan, 14, 6: «Respóndele Jesús: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí».

Posteriormente vemos al protagonista tiritando de frío, lo cual le extraña por hallarse en semejante lugar. Esta idea de frío infernal vendría de Job, 24, 19: «Desde aguas de nieve pasará á calores excesivos: ya que el pecado será su compañero hasta el infierno» y de San Mateo 23, 13: «arrojadle fuera á las tinieblas: donde no habrá sino llanto y crujir de dientes».

En un juego alusivo, Quevedo compara a los mercaderes, que usaban varas de medir fraudulentas, con Moisés, que con su vara sacó agua de una peña. El pasaje referido tiene lugar en Éxodo, 17, 5-6: «toma en tu mano la vara con que heriste el rio, y vete hasta la peña de Horeb, que yo estaré allí delante de tí: y herirás la peña, y brotará de ella agua para que beba el pueblo».

Más adelante un demonio le explica al narrador por qué se condenan los zurdos y para reforzar su postura recuerda que en el día del juicio los condenados se sitúan a la izquierda. Este motivo podemos encontrarlo en San Mateo, 25: «Al mismo tiempo dirá á los que estarán en la izquierda: Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno».

Después verá el protagonista a un grupo de escandalosos condenados a la pena de mutilación con tenazas. En la Biblia se menciona a los escandalosos pero se insinúa que su castigo es otro, tal como vemos en San Lucas, 17: «Menos mal seria para él que le echasen al cuello una rueda de molino, y le arrojasen al mar, que no que él escandalizara á uno de estos pequeñitos». Justo después comenta el narrador que de estos pecadores «Dios dijo qué valiera más no haber nacido». Sin embargo, Arellano apunta a una contaminación con dos pasajes similares que aluden a Judas en San Mateo y en San Marcos. En el capítulo 14 de este último, leemos: «¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre será entregado á la muerte! Mejor seria para el tal hombre, el no haber nacido».

Asistimos después a un episodio confuso en el que Judas está recibiendo su castigo y tiene un bote de perfume al lado. Quevedo lo relaciona erróneamente con María Magdalena cuando no fue ella sino María de Betania la que lavó los pies de Cristo con dicho perfume. Judas entonces protestó, como podemos ver en San Juan 12, en los siguientes términos: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios, para limosna de los pobres? Esto dijo, no porque él pasase algún cuidado por los pobres; sino porque era ladrón ratero».

Quevedo pasará también revista a los herejes anteriores a Cristo, aunque con algunos errores en sus denominaciones. Habla de aquellos que veneraron a la serpiente que engañó a Eva, pues nos permitió conocer el bien y el mal en un pasaje que ya vimos en El alguacil endemoniado. También menciona a los que alabaron a Caín, pues mostró mayor fuerza que Abel al asesinarlo. Este conocido episodio bíblico tiene lugar en Génesis, 4, 8: «Y estando los dos en el campo, Cain acometió á su hermano Abel, y le mató». Asimismo menciona a los adoradores de Seth, tercer hijo de Adán y Eva, tal como se dice en Génesis, 5, 25: «Adam todavía conoció de nuevo á su mujer: la cual parió un hijo, á quien puso por nombre Seth». Unas páginas después menciona a los adoradores de las ranas, que lo hacen por haber atacado estas al Faraón. Este pasaje se encuentra en Éxodo 8, 1-13: «Extendió Aaron su mano sobre las aguas de Egypto, y salieron fuera las ranas, y cubrieron el territorio de Egypto». Después menciona a los adoradores de ratones, cuyo origen se halla en un suceso de I Reyes, 5, por el que los filisteos tuvieron que hacer una ofrenda para librarse de una maldición: «Y pusieron sobre el carro el Arca de Dios, y el cofrecito que contenia los ratones de oro». Vienen a continuación los adoradores de moscas, cuyo sustrato se encuentra en IV Reyes, cuando el rey Ocozías, enfermo a causa de una caída, dice a unos mensajeros: «Id á consultar á Beelzebub, dios de Accaron, si podré convalecer de esta enfermedad», siendo la traducción de Belcebú ‘el señor de las moscas’. En su enumeración, el narrador alude a Baal, Astarot, Moloch y Renfán, dioses que aparecen en numerosos libros de la Biblia como Levítico, Jueces y Reyes, salvo Renfán que es nombrado una sola vez en Hechos de los Apóstoles. Por último, antes de pasar a los herejes posteriores al nacimiento de Cristo, el narrador menciona a los adoradores de Herodes, personaje del que ya hemos hablado, y a los adoradores de la serpiente de metal, la cual es destruida por Ezequías en IV Reyes, 18, 4: «Destruyó los lugares altos, quebró las estátuas, taló los bosques de los Ídolos, é hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moysés».

Durante el juicio de Mahoma, al profeta del Islam se le llama «perro esclavo, descendiente de Agar». Agar fue una concubina de Abraham, con la que tuvo a Ismael, tal como vemos en Génesis, 16-15: «En fin Agar parió un hijo á Abram: el cual le puso el nombre de Ismael».

Tendríamos una última referencia bíblica en este sueño en la enumeración de los mencionados herejes posteriores a Cristo. Al hablar del protestante Teodoro Beza, el narrador dice que estaba «leyendo sentado en cátedra de pestilencia». Esta expresión remitiría a los Salmos, 1, 1: «Dichoso aquel varón que no se deja llevar de los consejos de los malos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se asienta en la cátedra pestilencial de los libertinos».


LA BIBLIA EN EL MUNDO POR DE DENTRO

Volvió en esta ocasión Quevedo a componer un texto de extensión similar a la de los dos primeros, aunque con algunas diferencias fundamentales. La primera es que, probablemente a causa de los problemas con la censura derivados de los sueños anteriores, nuestro autor prescinde del trasfondo religioso de las postrimerías en favor de una ambientación profana de tipo fantástico-alegórico. La segunda sería que el enfoque jocoso-burlesco pierde gran parte de su fuerza en favor de una reflexión moralizante de tono grave y sombrío. Por último, el narrador, aunque continúa desarrollando las funciones de protagonista y testigo, pasa ahora a representar, no solo al autor, sino también a toda la humanidad, convirtiéndose así en otra diana de los dardos satíricos quevedescos debido a su candidez e incapacidad para vislumbrar el oscuro telón de fondo de las relaciones sociales . El protagonista contará en esta ocasión con un acompañante, el Desengaño, figura alegórica representada por un viejo. Juntos irán presenciando los sucesos que acontecen en la calle de la Hipocresía, tratando el anciano de educar al joven en los valores del neoestoicismo cristiano .

Antes de llegar a la calle de la Hipocresía, el Desengaño argumenta que el hipócrita es el peor de los pecadores, pues no solo peca contra Dios, sino con él, pues lo utiliza como instrumento de su engaño. Para reforzar su tesis, explica que Job dijo: «¿Qué esperanza es la del hipócrita?». El origen de esta pregunta se halla en Job, 27, 8: «Porque ¿qué esperanza queda al hipócrita después de sus avarientas rapiñas, si Dios no salva su alma?». Dentro del mismo discurso, el Desengaño alude también a un pasaje de San Mateo, 6 en el que el propio Cristo rechaza la actitud de los hipócritas: «Cuando ayunéis, no os pongáis caritristes como los hipócritas: que desfiguran sus rostros, para mostrar á los hombres que ayunan». Después, el Desengaño explica que Cristo también indicó a sus discípulos cómo debían comportarse: «Ya como luz, ya como sal, ya como el convidado, ya como el de los talentos». Los cuatro elementos de la enumeración pertenecen a tres pasajes de San Mateo. En el capítulo 5, Cristo dice: «Vosotros sois la sal de la tierra (…) Vosotros sois la luz del mundo». La mención del convidado hace referencia a San Mateo, 22, donde Cristo narra una parábola en la que un rey hace llamar a los invitados al banquete de bodas de su hijo. Estos rechazan la invitación y el rey manda llamar como invitados a cualquiera que vaya por las calles. Entonces a uno de los que acuden lo expulsan por no ir bien vestido. La enseñanza de la parábola sería: «Tan cierto es que muchos son los llamados y pocos los escogidos». Por último, la parábola de los talentos tiene lugar en San Mateo, 25. En ella, un señor pone a sus criados a guardar su dinero y castiga duramente al que no lo ha invertido para lograr ganancias. Su enseñanza sería que Dios espera que desarrollemos los dones que nos ha entregado. El criado perezoso recibió un duro castigo: «Ahora bien, á ese siervo inútil arrojadle á las tinieblas de afuera: allí será el llorar, y el crujir de dientes». 

Después de contemplar el cortejo fúnebre de una mujer, el viejo y el joven entran en una casa donde una viuda es acompañada en sus lamentaciones por un grupo de plañideras. El joven protagonista siente lástima de su condición y explica que Dios tuvo muy en cuenta a estas mujeres tanto en el Testamento Viejo como en San Pablo. Así, podemos leer en Job, 29, 13: «y yo confortaba el corazón de la viuda desolada»; y, por citar un ejemplo más, en Proverbios, 15, 25: «Derribará el Señor la casa de los soberbios: y mantendrá segura la heredad de la viuda». Respecto a San Pablo, en 1ª Timoteo dice: «Honra á las viudas, que verdaderamente son tales». Sin embargo, Quevedo le atribuye unas palabras diferentes, aclarando que provienen de Isaías; en el capítulo 1 de dicho libro, podemos leer: «socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, amparad á la viuda», palabras muy próximas a lo escrito por Quevedo: «Socorred al oprimido, juzgad en su inocencia al huérfano, defended a la viuda».

Justo después, el Desengaño recrimina al joven que haya hecho alarde de su erudición en lugar de mostrarse prudente para ser capaz de descubrir la hipocresía de la viuda y las plañideras. Para reprobar al protagonista por no haber esperado a escuchar lo que él tenía que decir, el Desengaño parafrasea a Job, 4, 12: «¿quién podrá contener las palabras que ahora le vienen á la boca?». 


LA BIBLIA EN EL SUEÑO DE LA MUERTE

Como ya se dijo, este sueño se encuentra alejado del resto en sentido cronológico, aunque está próximo al Sueño del infierno en extensión, a El sueño del Juicio final en la introducción erudita y a El mundo por de dentro en cuanto a la importancia de lo alegórico. Será aquí la Muerte quien acompañe al protagonista, el cual adquiere los rasgos de Quevedo con mayor fidelidad que en los textos precedentes. Llama la atención la presencia de personajes ficticios de origen idiomático como Pero Gruyo o el Rey Perico. Asimismo resulta insólito dentro del conjunto el contenido de reflexión política plasmado en el diálogo del protagonista con el Marqués de Villena. 

Vemos al principio cómo el autor versifica unos pasajes de Job. El primero es Job, 14, 1-2: «El hombre nacido de mujer vive corto tiempo, y está atestado de miserias. Él sale como una flor, y luego es cortado y se marchita; huye y desaparece como sombra, y jamás permanece en un mismo estado»; después versifica sobre Job, 7, 1: «La vida del hombre sobre la tierra es una perpétua guerra; y sus dias son como los de un infeliz jornalero»; por último, se sirve de Job, 3-11: «Perezca, mal haya el dia en que nací, y la noche en que se dijo por mí: Concebido queda un varón (…) ¿Por qué no morí yo en las entrañas de mi madre; ó salido á luz no perecí luego?».

En su crítica a los boticarios, que aparecen pronto en este sueño, Quevedo lleva a cabo otro de sus juegos conceptistas, diciendo que estos, al emplear dos veces el término «ana» (con el que indicaban en las recetas que los ingredientes tuviesen pesos iguales) generan un «Annás para condenar a un justo». Anás era el suegro de Caifás, sumo sacerdote judío, partícipes ambos en la conspiración contra Cristo, como se dice en San Mateo, 26, 3: «se juntaron los príncipes de los sacerdotes, y los magistrados del pueblo, en el palacio del Sumo Pontífice, que se llamaba Caiphás: Y tuvieron consejo para hallar medio como apoderarse con maña de Jesús, y hacerle morir».

Más adelante vemos al narrador observando a los diferentes tipos de muerte que acompañan a la Muerte en su trono. Al describir a la muerte de miedo, explica que esta se halla rodeada de tiranos, por quienes se dijo: «Fugit impius, nemine persequente». Esta sentencia latina remite a Proverbios, 28: «Huye el impío sin que nadie le persiga: mas el justo se mantiene á pié firme como el león, sin asustarse de nada».

Posteriormente el narrador habla con Juan del Encina, quien se queja de que la gente lo relaciones con cualesquiera disparates a causa de que escribió unos poemas así titulados. El poeta alega que por ejemplo no fue él quien dijo «haz bien y no cates a quien» cuando lo que expresan las Escrituras es «si hicieres bien, mira a quién». En concreto, podemos leer en Eclesiástico , 12, 1: «Si quieres hacer algún bien, mira á quién le haces».

Avanzando bastante llegamos al momento en que el protagonista habla con la dueña Quintañona. El narrador explica que, antes de hablar, esta se levantó el «abinitio et ante secula» de la cara. Esta expresión nos remite al Eclesiástico, 24, 14: «Desde el principio ó ab eterno, y antes de los siglos, ya recibí yo el sér, y no dejaré de existir en todos los siglos venideros». Quevedo emplea la frase en relación con la edad de la dueña. 

La última referencia bíblica tendría lugar cuando vemos a doña Fábula quejarse de que su marido, un poeta de comedias, no compusiese un auto protagonizado por Cristo en el que saque el azote y trastorne mesas y tiendas. Esta escena alude al episodio de la expulsión de los mercaderes del tempo, que se narra en San Juan 2, 13-22: «Y encontrando en el templo gentes que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y cambistas sentados en sus mesas; Habiendo formado de cuerdas como un azote, los echó á todos del templo».


CONCLUSIONES

Revisando toda la información expuesta en las páginas precedentes podemos observar que, aunque el papel de la Biblia resulta fundamental en el conjunto de los Sueños, no posee en todos la misma importancia. Así, en Juicio y en Infierno podemos contar en torno a veinte referencias⁴ por texto, mientras que en Alguacil, Mundo y Muerte hallaremos unas diez. Esto nos indica claramente que la Biblia adquiere mayor presencia en aquellas obras en las que el tema de las postrimerías posee un papel más destacado mientras que las Escrituras pierden trascendencia en las obras donde se enfatiza más el componente alegórico. Respecto a Juicio e Infierno, cabe decir que, aunque muestran una presencia escritural parecida en términos absolutos, lo cierto es que Infierno posee una extensión más de dos veces superior a la de Juicio, por lo que este último sería el sueño más denso en referencias bíblicas de todo el conjunto. De un modo similar, aunque Mundo y Muerte tienen una cantidad similar de alusiones escriturales, el segundo es también más de dos veces más extenso que el primero, por lo que sería el sueño menos denso en referencias bíblicas de los cinco, siendo además aquel en el que lo alegórico tiene mayor presencia. 

Hemos visto también que Quevedo emplea la Biblia de diferentes modos en sus Sueños y entre ellos destacan: la alusión implícita a algún pasaje, como cuando dice que escucha una trompeta y los muertos empiezan a resucitar; y la referencia explícita de personajes o entidades (como Herodes o Baal), lugares, tanto reales (Belén) como sobrenaturales (el infierno), sucesos y episodios (el beso de Judas) o, incluso, partes de la Biblia (Testamento Nuevo). En menor medida utiliza la cita literal o casi literal, ya sea en español, como «si hicieres bien, mira a quién», ya sea en latín, como «Fugit impius, nemine persequente».

Podemos observar asimismo que en los sueños más jocosos Quevedo emplea las Escrituras para hacer alarde de su mejor conceptismo mientras que en los más sombríos recurre a ellas sobre todo para sustentar posicionamientos morales o filosóficos. En ese sentido, como es natural, se percibe en Mundo y Muerte una mayor presencia de alusiones provenientes de libros sapienciales como Job o Eclesiástico, mientras que en los primeros destacan los libros del Nuevo Testamento, como los Evangelios, las epístolas de San Pablo o el Apocalipsis, al estar más centrados en la vida de Jesús y en las postrimerías. 

Observando los cinco textos en conjunto, podemos ver que Quevedo recurre, en mayor o menor medida, a Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Reyes, Job, Salmos, Proverbios, Isaías, Ezequiel, Joel, San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan, Hechos de los Apóstoles, Romanos, I Timoteo, I San Pedro y Apocalipsis, lo cual constituye casi un tercio de todos los libros de la Biblia, algo nada desdeñable para una obra no demasiado extensa. Por si esto fuera poco, la cantidad de personajes o seres bíblicos nombrados explícitamente resulta también abrumadora: Abel, Adán, Agar, Anás, Astarot, Baal, Barrabás, Belcebú, Caín, Cristo, Dios, Eva, Faraón, Herodes el grande, Herodes el tetrarca, Isaías, Job, Judas, María Magdalena, Moisés, Moloch, Noé, Ocozías, Pilatos, San Juan Evangelista, San Juan Bautista, San Pablo, San Pedro y Seth. 

En definitiva, considero que a lo largo de estas páginas ha quedado claro que la Biblia constituye un sustrato elemental de los Sueños de Quevedo, tanto cualitativa como cuantitativamente. Teniendo en cuenta todo lo dicho, me parece razonable pensar que cualquier persona que desee adentrarse en esta fascinante y misteriosa obra, no debería dejar de tener a mano en todo momento, no solo una buena edición crítica como la de Arellano, sino también una excelente versión de las Escrituras como la que nos dejó Torres Amat. Solo así seremos capaces de traspasar la superficie del texto y empezar a vislumbrar sus inmensas profundidades.  


NOTAS

  1. Considero conveniente señalar que en amplios pasajes podría hablarse más bien de narración homodiegética, lo cual favorecería la ambigüedad personaje-testigo.
  2. Vásquez Gázquez explica que, aunque existe discrepancia sobre la definición del género de la sátira menipea, para el contexto de nuestro Siglo de Oro puede entenderse como «la realización de la crítica satírica a través de la fantasía», entendida esta en un sentido muy amplio que incluye sueños, fábulas, alegorías, magia o escatología cristiana.
  3. Conservo siempre la ortografía original tal como aparece en la Biblia que he manejado.
  4. Es difícil dar cifras exactas porque una sola referencia podría remitir a numerosos pasajes de la Biblia. Asimismo, como expliqué en la introducción, no me ha sido posible elaborar una relación exhaustiva de alusiones bíblicas por motivo de espacio, pero también por no resultar excesivamente repetitivo pues, por ejemplo, Dios aparece nombrado más de cien veces, Judas casi treinta y Cristo más de veinte.

BIBLIOGRAFÍA 

Alborg, J. L., Historia de la literatura española. Época barroca, Madrid, Gredos, 1970. 

La Sagrada Biblia traducida de la Vulgata Latina al español, Torres Amat, Félix (trad.), Barcelona, Montaner y simón, 1883, versión digitalizada por la Biblioteca Digital de Castilla y León, en línea, https://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=31707   

Nider, V., «La prosa de Quevedo y la Biblia», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 233-264.

Nolting-Hauff, I., Visión, sátira y agudeza en los “Sueños” de Quevedo, trad. Pérez de Linares, Madrid, Gredos, 1974.

Quevedo, F. de, Los sueños, ed. Arellano, Madrid, Cátedra, 2020.

Valdés Gázquez, R., «Francisco de Quevedo por las sendas de la sátira menipea», La Perinola, 2016, pp. 221-270, en línea: http://bit.ly/3nyIvGt

25/8/21

La Biblia en la prosa barroca II: Quevedo, Gracián, Saavedra Fajardo y otros

(Esta entrada es una continuación de La Biblia en la prosa barroca I)

PRESENCIA BÍBLICA EN LA PROSA QUEVEDESCA

Quevedo poseía un profundo conocimiento de las Escrituras gracias a su formación y hábitos intelectuales. Estudió Humanidades con los jesuitas en Ocaña y en 1596 ingresó en la universidad de Alcalá, donde se licenció en arte y adquirió una amplia formación filosófica y humanista, además del dominio de las lenguas clásicas. Posteriormente estudia Teología en la universidad de Valladolid y empieza a hacerse un hueco en la corte y a dar los primeros pasos en la literatura. Además de esto, participó en la revisión de la Biblia Regia de Arias Montano y tuvo una importante biblioteca. Su erudición bíblica le sirvió como prueba de su autoridad en materias como la moral, la política o la teología. 

Quevedo utiliza las Escrituras de diversas maneras, desde la cita aislada hasta el empleo como hipotexto. Esta variación cuantitativa dependerá del género que trabaje, de tal forma que hará un uso más amplio en textos religiosos, filosóficos o políticos que en los satírico-burlescos. En línea con los escritores de su tiempo, nuestro autor mostrará una cierta predilección por libros sapienciales como los Salmos, el Libro de la Sabiduría de Salomón, Job o Eclesiastés. En su reflexión política y moral, recurre a libros históricos como Samuel o Jueces y otros centrados en personajes ejemplares en lo político como Josué y Reyes. Algunos libros como El Cantar de los cantares, las Lamentaciones de Jeremías y el Libro de Job, ejercían también sobre él una poderosa atracción desde el punto de vista estilístico, algo que demostró al imitarlos en sus traducciones en verso y prosa. Respecto al Nuevo Testamento, ocupan asimismo un lugar privilegiado en su obra los Evangelios, las Epístolas de San Pablo y los Hechos de los Apóstoles

En el estudio de la importancia de la Biblia en Quevedo resulta fundamental examinar las obras que tienen hipotexto bíblico, las cuales además evidencian su calidad como traductor. Serían: Lágrimas de Hieremías Castellanas, La constancia y paciencia del Santo Job y La caída para levantarse. Esta obras incluyen además declaraciones sobre poética, traducción y exégesis bíblica. 

Lágrimas de Hieremías castellanas es una obra compleja, terminada en 1609 aunque publicada en 1613 y que constituye una pieza clave para conocer la cultura bíblica de Quevedo y su dominio del hebreo. Contiene, siguiendo a Valentina Nider: «la transliteración del texto hebreo; la versión literal castellana; la declaración de la letra hebrea en versos sueltos; la paráfrasis de los versículos en versos sueltos; el comentario en prosa a esa paráfrasis». Las fuentes utilizadas comprendieron los comentarios católicos más relevantes de la época como el de Pedro de Figueiro o el de Juan Bautista Fernández de Navarrete, el Tetragrammaton del protestante Johanes Drusius, la Vulgata, el Talmud, la Cábala y la Biblia de Ferrara. En la obra, Quevedo proclama la excelencia de España como pueblo elegido por Dios y descendiente del pueblo hebreo, destacando lo que la gramática castellana tiene de la hebrea.

Quevedo se muestra como un gran defensor de la Vulgata, en línea con la ortodoxia postridentina y así lo declara en los preliminares de La constancia y paciencia del Santo Job, donde alaba la traducción de San Jerónimo por encima de otras versiones debido a que, en su búsqueda del significado profundo, no se aleja del sentido literal. Esta obra fue escrita por Quevedo mientras estuvo recluido en la prisión de San Marcos entre 1639 y 1643, aunque se publicó de forma póstuma en 1713 y constituye el colofón del interés que tuvo a lo largo de toda su vida por el Libro de Job. Aunque la obra está dividida en dos partes de estructura argumental basada en una pregunta (la primera sobre las virtudes de Job; la segunda sobre las intenciones de Dios al permitir la envidia de Satanás respecto al santo), Quevedo respeta la estructura original. Para Quevedo, Job es un dechado de virtudes que representa lo mejor del cristianismo y del estoicismo. Además de la Vulgata y la Biblia Regia, recurre al comentario del jesuita Pineda, con el que había tenido una polémica en torno al destino de las almas de Abel y Caín. 

En la Providencia de Dios, Quevedo anunció el proyecto de una serie de biografías sobre grandes hombres, desde Adán a Alejandro Magno pasando por Salomón. Uno de ellos era San Pablo, y esta sería la primera alusión a La caída para levantarse, una obra que se publicó en 1644, poco después de que Quevedo saliese de la cárcel. La fuente principal es el libro de Los hechos de los Apóstoles pero para las primeras y últimas etapas de la vida de San Pablo recurre también a la obra de autores como el jesuita Massuci. Quevedo debió sentirse atraído por los recursos literarios que confieren al libro de los Apóstoles rasgos propios de la novela y de la biografía. La parte dedicada a San Pablo ocupa más de la mitad de dicho libro bíblico y esta a su vez se divide en tres partes que siguen un esquema similar: el Apóstol llega a una ciudad con sus discípulos, es rechazado por los hebreos y busca a los gentiles. A partir del segundo viaje se incide en la necesidad de predicar para los paganos y se potencia la tendencia político-apologética, alegando que el Imperio romano no tiene nada que perder con la nueva religión. Quevedo, a lo largo de toda la obra, se dedica a pulir y amplificar los recursos literarios de forma que favorezcan su propia interpretación. Las epístolas paulinas también serán fundamentales en la obra y Quevedo las elogia como modelo de estilo, refiriéndose al Apóstol como «muy elocuente y elegante».

Política de Dios es un tratado en el que Quevedo expone su idea del perfecto monarca cristiano sirviéndose de los Evangelios, cuyo texto glosa, y constituye la clave para conocer su pensamiento político, ya que ofrece un sistema de gobierno completo. Se apoya también en Séneca, Tácito, los Santos Padres, la Escolástica y los humanistas del Renacimiento. La obra tiene dos partes, siendo la segunda mucho más abundante en el empleo de recursos barrocos y erudición. Los capítulos siguen una estructura similar: primero figura un texto evangélico y a continuación un comentario en forma de discurso. También se citan otros pasajes de la Biblia que sirven para extraer conclusiones políticas o morales. Se han señalado en los comentarios los rasgos del sermón y se han observado técnicas de predicador. Todos los textos se vinculan con el problema de la relación entre el rey y sus ministros. Cristo es en todo momento el modelo político y se alude a su relación con los Apóstoles. Un análisis de las citas muestra la preponderancia de la Biblia, con unas 593, frente a la patrística con 69 y las del resto de autores clásicos y filósofos que suman 79. Dentro de las bíblicas, más de la mitad proceden de los Evangelios, destacando Juan con 133. De otros libros neotestamentarios destacan los Hechos de los Apóstoles y las epístolas paulinas mientras que del Antiguo Testamento tienen prominencia los libros históricos frente a los sapienciales. 

Existe una gran cantidad de otras obras de menor tamaño y profundidad compuestas por Quevedo al modo de panfletos o memoriales que también muestran una gran cantidad de citas bíblicas. Así, por ejemplo, en la Execración contra los judíos, vinculada a la sátira contra el Conde Duque de Olivares, Quevedo recurre sobre todo a los Salmos, pero también recuerda episodios como el del ídolo de Baal y el del becerro de oro, así como el personaje de la ramera de Isaías y Nahún para atacar a los judíos. La cantidad de citas de esta obra que se repiten con la misma intención en otras como la Isla de los Monopantos, La fortuna con seso y la hora de todos y la Primera y más disimulada persecución de los judíos, hace pensar en una temprana recopilación de citas por parte de Quevedo para emplear según el tema. En el Memorial por el patronato de Santiago, Quevedo protesta contra la institución del copatronato de Santa Teresa para lo que glosa a San Pablo y anima al monarca, al que dirige la obra, a que lea el libro de los Reyes. Llama la atención la escasez de citas en otras obras de tipo político como el Chitón de las Tarabillas o el Lince de Italia, aunque sí abundan en textos circunstanciales de madurez como Rebelión de Barcelona no es para el fuero ni por el güevo

En sus obras filosóficas, Quevedo busca cristianizar las doctrinas de Séneca y Epicuro interpretándolos a la luz de las Escrituras. Por ejemplo, busca resolver el problema de la negación de la inmortalidad del alma, expuesta en la Carta del día postrero de Epicuro, sirviéndose del Libro de la Sabiduría en la Defensa de Epicuro contra la común opinión. Por otro lado, en Doctrina estoica busca establecer a Job como un antecedente de Epicteto y Séneca, idea que repetirá en otras obras como La cuna y la sepultura. Añadirá también nuestro autor ejemplos evangélicos en su traducción del Pseudo-Séneca titulada De los remedios de cualquier fortuna.

Quevedo fue acusado por algunos de sus enemigos, como Pacheco, de mezclar lo divino y lo profano en sus sátiras sin ningún decoro, aunque el propio Quevedo criticó el uso de locuciones lexicalizadas bíblicas o litúrgicas y la mezcla de autoridades. Además acusó a Montalbán de falta de rigor en el ajuste de citas y conceptos sagrados. 

A pesar de que en El Buscón abundan las reminiscencias y parodias de la liturgia, las citas bíblicas se muestran muy escasas (máxime si se compara con otra novela picaresca cercana, el Guzmán de Alfarache) y son fundamentalmente empleadas para la sátira junto a citas lexicalizadas. Así, el protagonista cuenta que es recibido por un morisco con peor cara que si hubiera sido el Santísimo Sacramento o que un estudiante se burla de él diciendo que, por cómo huele, parece un Lázaro resucitado, por mencionar un par de ejemplos.

En definitiva, hemos podido ver en este somero repaso cómo Quevedo se sirve de la materia bíblica y litúrgica para elaborar los complejos discursos de sus obras prosísticas. Pronto publicaré por aquí un estudio en profundidad sobre la influencia de la Biblia en Los sueños, de la que podemos hacernos una idea simplemente echando un vistazo al índice de nombres de la edición de Ignacio Arellano, donde encontraremos, entre otros muchos, los de Adán, Barrabás, Cleofás, Cristo, David, Elías, Isaías, Ismael, Job, Judas, Lázaro, Lucas, Magdalena, Marcos, María, Mateo, Pablo, Pedro, Salomón, Santiago o Timoteo.


GRACIÁN Y LAS ESCRITURAS

Las generaciones que llegan a la madurez en la primera mitad del XVII son herederas del humanismo pero tienen que enfrentarse a novedosos y profundos problemas como las guerras de religión o la consolidación de los estados monárquicos absolutistas. Los modelos literarios del Humanismo se modifican considerablemente. Los diálogos renacentistas se transforman en sueños y sátira menipea al tiempo que triunfa el biografismo moralizante y se desarrolla la literatura emblemática. La hegemonía de Cicerón como modelo de estilo es reemplazada por Séneca, Tácito o Plinio el joven. Lo lacónico y sentencioso de estos autores resultará fundamental para la prosa de Baltasar Gracián. La popularidad de Maquiavelo en el XVII lleva a los tratadistas ortodoxos a rechazarlo frontalmente y a proponer la Biblia como base para la construcción del discurso político (tal como vimos en Quevedo y su Política de Dios) y como fuente de doctrina moral frente al realismo maquiavélico. 

Gracián es considerado como uno de los escritores europeos más importantes del XVII. Siendo confesor, profesor de Retórica y Filosofía, catedrático de Sagrada Escritura y autor de textos morales, no resulta sorprendente el significativo papel de la Biblia en su obra. Sin embargo, debido a su inmensa formación, las citas bíblicas se constituyen a veces en una minoría dentro de un desbordante torrente de erudición general. 

En su uso de la Biblia, Gracián mantiene unas pocas constantes, como la referencia a Salomón, sabio cristiano equiparable a los del mundo grecolatino, o la importancia del Evangelio. Así, menciona a Salomón en obras como El héroe, El comulgatorio y El criticón. De esta última dirá que sus refranes son pequeños evangelios. Abundantes son las referencias escriturales en El discreto, donde se evoca, además de a Salomón, a Moisés y Elías. Del mismo modo toma numerosas imágenes bíblicas que disemina por la obra, como «sepulcros blanqueados», vasijas como metáfora del hombre u «hormiguillas del honor». Termina la obra diciendo que el discreto llega a la cima de su carrera estudiando la Biblia. 

En el Oráculo manual encontramos varias citas bíblicas empleadas sentenciosamente. Gracián se sirve del Eclesiastés, Eclesiástico, Primera epístola a los corintios, Mateo, Proverbios o Libro de la sabiduría. En Agudeza y arte de ingenio se utiliza la Biblia, los Padres de la Iglesia y la homilética renacentista como ejemplos de figuras de agudeza. Gracián lleva a cabo etimología bíblica y explica que María significa ‘Señora’ y que Nazaret es ‘Ciudad Florida’. También emplea la Biblia como ejemplario para tratar diferentes recursos retóricos, como la agudeza de improporción y disonancia, las semejanzas fundadas en misterio o los conceptos por desemejanza. 

En El criticón se presenta a Salomón como «Divino sabio» y adquiere enorme relevancia el Eclesiastés, vinculado a su figura, además de otros libros sapienciales. Encontramos evocaciones de Job, como la de que la vida del hombre en la tierra es una milicia o de Isaías, por el león y el cordero, o citas de los Proverbios y recuerdos de parábolas. En la segunda parte pueden verse recuerdos sentenciosos de Jeremías, del Génesis, del Eclesiastés o del Libro de la Sabiduría. También de los Evangelios y de las epístolas paulinas extrae Gracián algunos giros sapienciales. La tercera parte sigue una línea similar aunque con poca presencia de los Evangelios. 

Por último, cabe citar El comulgatorio, compuesto por cincuenta meditaciones para la eucaristía estructuradas en general sobre episodios evangélicos. Así, podemos observar que Gracián, con el tiempo, va incrementando el papel de las Escrituras en sus obras, desde la relativa escasez de El héroe o El político hasta la abundancia de El criticón o de El comulgatorio, obra netamente religiosa. 


SAAVEDRA FAJARDO: BIBLIA Y POLÍTICA

El murciano Diego de Saavedra Fajardo destacó en la España de Felipe IV como un gran hombre de Estado, un escritor cosmopolita y un importante pensador político. Su obra fundamental, circunscrita al género de la emblemática, se titula Idea de un príncipe político-cristiano representada en cien empresas, más conocida como Empresas políticas, que vio la luz en Múnich en 1640. En el resto de su obra, las referencias bíblicas resultan escasas pero en Empresas políticas constituyen un elemento fundamental. Hay que señalar que Saavedra Fajardo publicó una segunda edición en 1642 con numerosas modificaciones, de tal manera que si en la primera predominaban las citas de Tácito muy por encima de las bíblicas, en la segunda llegan a aproximarse. Así, de Tácito, con un 37% de las citas, el autor extrae el discurso político mientras que la Biblia, con un 30%, la utiliza para la reflexión política y moral. 

En sus Empresas, don Diego añade las referencias a los libros bíblicos que utiliza. Así por ejemplo, al tratar la cuestión de la educación en la juventud, menciona que dos hermanos pelearon bajo el seno materno e indica en los márgenes que se refiere a Esaú y Jacob, quienes aparecen en el Génesis. Tal como nos muestra Jorge García López, en un párrafo de apenas doce líneas, Saavedra Fajardo incluye unas siete citas o referencias a distintos libros bíblicos como Eclesiástico, Proverbios, Ezequiel o Lamentaciones. En la Empresa 3, que trata sobre la importancia política de la presencia exterior del príncipe, continúa el autor en esta línea, recurriendo por ejemplo a Isaías para arremeter contra el afeminamiento de la figura del monarca o al Eclesiástico para recomendar que no se juzgue por lo exterior sino por el alma. En la Empresa 4, al examinar el equilibrio entre poder y saber, se inclina por lo último apoyándose en el Libro de la Sabiduría y en la número cinco recurre al ejemplo de Josef, en los Salmos, para remarcar la importancia de que el monarca conozca otras lenguas. En la empresa siguiente recurrirá de nuevo al Libro de la Sabiduría para defender el comercio como único medio de crear riqueza. Del mismo modo se defienden en otras Empresas, diferentes ideas como el pesimismo sobre la naturaleza humana y el ambiente cortesano recurriendo a Salmos, Eclesiástico y Reyes o la teoría de la anaciclosis evocando el Génesis, Ezequiel o Jeremías.

La presencia neotestamentaria resulta mucho más reducida y comprende en torno al 7% del total de citas bíblicas. Los libros más recurrentes son los Evangelios y el Apocalipsis. Nuestro autor suele utilizarlas para hablar sobre las obligaciones, los pecados y la gloria del monarca, así como para hacer elogio y crítica de la religión, para tratar la conducta del ministro privado o para reflexionar sobre las sediciones. 

En resumen, Saavedra Fajardo no recurría a las Escrituras únicamente por motivos doctrinales sino con una amplia visión política. Educado en la carrera diplomática, era capaz de valorar la importancia de la historia y la gran cantidad de citas veterotestamentarias parecen dar fe de ello. De hecho, aunque muchas citas extraen alguna enseñanza moral, una gran cantidad de ellas se centran en el papel político-histórico de grandes personajes como David, que construyó un imperio, o los profetas de Israel.

 

LITERATURA ESPECÍFICAMENTE RELIGIOSA 

Juan Eusebio Nieremberg

Este jesuita madrileño de origen alemán poseía un extremado espíritu ascético hasta el punto de causarse graves dolencias en sus mortificaciones. Escribió sobre numerosas disciplinas pero su obra religiosa fue de corte eminentemente ascético, mostrando una permanente preocupación por la perfección y la virtud cristianas. Su obra más conocida es De la diferencia entre lo temporal y lo eterno. Crisol de desengaño (1640) sobre la mudanza de lo terreno y la realidad inmutable de la vida eterna. En otras obras se acercó a la mística, aunque no se le incluye en esa corriente. La obra más próxima a la experiencia mística es De la hermosura de Dios y su amabilidad, por las infinitas perfecciones del ser divino (1641). Trató diversos temas con tono doctrinal en unas cartas que no iban dirigidas a nadie. También estudia los problemas sociopolíticos en Obras y días (1629). La prosa de Nieremberg ha sido considerada como modélica por su fluidez y elegancia. 


Sor María de Jesús de Águeda

Fue una religiosa soriana de nombre seglar María Coronel que mantuvo una asidua correspondencia con Felipe IV, proporcionando alivio y consejo al monarca. Durante su vida experimentó visiones que contribuyeron a incrementar su fama. Murió en 1665 y sus cartas se publicaron con mucha posterioridad, en 1855. Además escribió una extensa obra a caballo entre la novela y el tratado religioso titulada Mística ciudad de Dios y vida de la Virgen manifestada por ella misma, y que también se publicó póstumamente, aunque en esta ocasión pocos años después de su fallecimiento, en 1670. En sus páginas narra con mucho detalle y familiaridad la vida de la Virgen desde su infancia, aunque muchos de los datos que ofrece no se pueden rastrear en ninguna fuente, por lo que se asume que se deben a su propia inventiva. 


Miguel de Molinos

Presbítero turolense que pasó gran parte de su vida en Roma. Fue muy perseguido a causa de su defensa de la doctrina quietista, lo que le llevó a permanecer encarcelado durante sus últimos nueve años de vida. La exposición de su doctrina la llevó a cabo en la obra Guía espiritual que desembaraza el alma y la conduce por el interior del camino, para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz, publicada en Roma en 1675. En ella plantea que para entrar en unión con Dios hay que buscar un profundo estado de quietud y ponerse en manos de la divinidad con actitud completamente pasiva. Aspectos como la penitencia, la ascética y la virtud pasan a un segundo plano en favor de la contemplación. Incluso se les quita importancia a las tentaciones, alegando que no merece la pena resistirse. La persecución por parte del Santo Oficio no se hizo esperar y se acusó al autor de apoyar la herejía de los alumbrados. En España sus ideas no tuvieron repercusión pero sí en Francia, lo que llevó al monarca galo a intervenir en el proceso de arresto de Molinos. El mismo año en que publicó su Guía salió de imprenta otra obra de menor relieve titulada Breve tratado de la comunión cotidiana.  

BIBLIOGRAFÍA

Arellano, I., «Índice de nombres», en Los sueños, Quevedo, F., Madrid, Cátedra, 2020, pp. 619-652.

García, J., «La Biblia en la prosa culta del siglo XVII», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 265-288.

Nider, V., «La prosa de Quevedo y la Biblia», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 233-264.

Pedraza, F., Rodríguez, M., Manual de literatura española, tomo III, Barroco: Introducción, prosa y poesía, Tafalla, Cénlit Ediciones, 1980.


9/7/21

La Biblia en la prosa barroca I: Cervantes, Lope, María de Zayas, Mateo Alemán

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de PEC para la asignatura La Antigüedad Clásica y la Biblia en la literatura medieval y del Siglo de Oro, impartida por doña Ana Suárez Miramón en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo


INTRODUCCIÓN

La prosa del Siglo de Oro, al igual que la poesía, experimentó un poderoso influjo bíblico en todas sus manifestaciones y no solo en aquellos textos de inequívoco carácter religioso, didáctico o moralizante . Así, podemos encontrar elementos y motivos escriturales en la novela de caballerías, en la pastoril, en la picaresca, la morisca, la cortesana o la bizantina. Muchas referencias podrían pasarnos desapercibidas a los lectores actuales pero es seguro que se percibían mucho mejor en los tiempos en que se escribieron aquellas obras dada la enorme trascendencia social de la que gozaban la Iglesia y la religión. Escritores como Lope y Cervantes, hombres de su tiempo, conscientes del mundo en que vivían, se esforzaron en recoger adecuadamente en sus obras todo ese torrente bíblico que circulaba en textos sagrados, evangelios apócrifos, sermones, autos sacramentales, historias de santos, mitos clásicos cristianizados por los Padres de la Iglesia, poemas épicos, salterios, paráfrasis de las escrituras o, sencillamente, en el acervo cultural común. María del Mar Cortés explica que en las novelas del periodo se percibe la influencia tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento y que algunos de los libros que más destacan son Génesis, Éxodo, Libro de Job, Salmos, Eclesiastés, Eclesiástico, Isaías, Libro de Jonás, los Evangelios y las epístolas de Santiago, San Juan y San Pablo. 


EL INFLUJO BÍBLICO EN LA NARRATIVA CERVANTINA

Una formidable eclosión de géneros narrativos tuvo lugar a lo largo del Siglo de Oro español. Algunos, como la novela pastoril o la bizantina, poseían un trasfondo idealista, mientras que la picaresca se sustentaba en planteamientos más acordes con realidad. Una de las grandes virtudes de Cervantes fue la de ensayar todos esos géneros narrativos (por no hablar de los poéticos y dramáticos) mezclándolos, reinventándolos o dándoles una última vuelta de tuerca, ofreciendo en cualquier caso versiones originales y valiosas que han contribuido a configurar el destino toda la literatura posterior. 

Respecto a la relación de Cervantes con las Escrituras, la crítica parece discrepar en algunas cuestiones y no albergar dudas en otras. En relación con lo primero, hay desacuerdo en cuanto al nivel de erudición bíblica del novelista (1) o sobre el modo en que acudía a los materiales (sumas y compendios, textos religiosos, ascético-místicos, espirituales, diferentes versiones de la Biblia…). Donde se produce mayor consenso es en el mismo hecho de que Cervantes aluda de diferentes modos a la Biblia en sus textos. Según los datos de Carlos Bañeza, en la obra cervantina aparecen unas trescientas alusiones a la Biblia, entre las que se encuentran citas literales en latín o en español, reminiscencias de palabras, hechos o instituciones escriturales, personajes como ejemplos de virtud, grandes hazañas o refranes, proverbios y sentencias populares cuyo origen se encuentra en el texto sagrado. El otro aspecto sobre el que no existe discusión es el profundo respeto que nuestro novelista profesa hacia la Biblia, algo que dejó meridianamente claro en el prólogo a la primera parte del Quijote, donde la describe como «divina, santa, sacra o palabra del mismo Dios».

Ecos bíblicos y paralelismos evangélicos en el Quijote

El inabarcable estudio del Quijote llevado a cabo por la crítica ha permitido descubrir una gran cantidad de huellas bíblicas en la obra maestra cervantina. Así, en las frecuentes alusiones a lo breve y miserable de la existencia humana, se ha detectado el uso reiterado de ciertas metáforas y comparaciones procedentes del texto sagrado. Un ejemplo de ello sería cuando Cervantes escribe que la vida o las alegrías pasan como sombras o humo o se marchitan como flores, tropos habituales en numerosos libros veterotestamentarios como Paralipómenos, Job, Salmos, Eclesiastés, Isaías… 

No han faltado estudiosos que equiparasen a don Quijote con Jesucristo (2), por ejemplo sobre la base de la comparación entre la predicación del nazareno y los intentos de deshacer entuertos del manchego. También se ha visto relación entre la actitud mesiánica del protagonista y la vida de los profetas abrahámicos. Pero las simbologías evangélicas de la novela se han llegado a explicitar con más detalle, de tal modo que el momento en que don Quijote se arma caballero bajo las antiguas leyes de la caballería se ha equiparado con el episodio en que Jesús es circuncidado siguiendo la Ley. Del mismo modo, se ha querido ver en el muchacho atado a un árbol y azotado por su amo, a la humanidad atacada por las mentiras de sabios y filósofos y, en la intervención de don Quijote, a Cristo salvando a la humanidad al restaurar la Verdad. También se ha identificado a Sancho con san José, fiel seguidor de Jesús; el establo donde se hospedan, con el portal de Belén; la liberación de los diez galeotes, con la curación de diez leprosos (en ambos casos solo uno da las gracias); el traslado de don Quijote enjaulado, con el via crucis. El presbítero Miguel Cotacero y Velasco concluyó que todos estos paralelismos respondían al deseo de Cervantes de criticar las novelas de caballerías por carentes de belleza y moral, y que el mejor modo de ofrecer una obra moral y bella sería el de construirla con cimientos evangélicos. 

Otros autores opinan que el Quijote no puede leerse como un libro religioso, sino como el libro de un escritor de su tiempo, un tiempo en el que la religión católica (y, por tanto, la Biblia) constituía una pieza fundamental en la forma en que los seres humanos vivían la vida y entendían el mundo. La cita de fragmentos bíblicos y la alusión a personajes de las Escrituras buscando ejemplificar ideas, actitudes o comportamientos no tendría por qué responder a una intención de celebración y vivencia de lo divino, sino, simplemente, a un intento de reflejar su entorno. La locura de don Quijote ha sido vista en términos de participación heroica en la obra de Dios y también, conectando con san Pablo, como reflejo del amor místico del que el caballero obtiene su impulso y su fuerza.

La Galatea: cristianización de la Arcadia

Lo primero que publicó Cervantes fue una novela pastoril titulada La Galatea. Como no podría ser de otro modo, nuestro autor no se limitó a componer una obra más, sino que optó por trastocar las convenciones del género, por ejemplo, introduciendo al comienzo del primer libro un brutal asesinato a sangre fría en mitad de un locus amoenus pastoril. Además de esto, los críticos han destacado la importante religiosidad de los personajes, cuyo comportamiento es cristianizado por Cervantes, tal como se aprecia en las exequias de Meliso, la presentación del ermitaño Silerio o la devoción del desengañado Timbrio. 

Las referencias y alusiones bíblicas de la novela tienden a concentrarse más en los poemas que en las partes prosísticas y destacan las procedentes de Génesis, Eclesiastés, Job, Mateo y Santiago. El acervo bíblico se utiliza para elogiar la vida templada, reflexionar sobre la mudanza de lo humano, advertir sobre lo sencillo que es circular por el ancho camino que lleva a la perdición, recordar que la fe sin obras no sirve de nada. Se les da sentido humano a expresiones como que los preceptos de Dios no son una carga pesada, aplicándolo al yugo del amor, o se mencionan hechos y personajes veterotestamentarios como Lot y sus hijas, David y Betsabé, Amnón y Tamar, Sansón y Dalila o Herodes y la hija de Herodías. Algunas sentencias bíblicas resuenan en paráfrasis como «es una guerra nuestra vida sobre la tierra» o «eres peña y en peña te has de volver», por citar solo algunos casos. 

Ejemplos escriturales en las Novelas ejemplares

Cervantes también cultivó con maestría el género de la novela italiana o novela corta. Algunas las incluyó dentro del Quijote y otras las publicó bajo el título Novelas ejemplares. Como es de esperar, en ellas también encontramos la influencia de la Biblia. 

En La gitanilla se hace alusión al día del juicio final en referencia a las señales de una mula. La parábola del hijo pródigo es evocada en La ilustre fregona pero cobra un papel esencial en la estructura de El celoso extremeño, de la que se han destacado sus referencias a la mitología, la Biblia y el folclore. En esta última novela también se menciona a Absalón, aunque Cervantes parece estar cometiendo un error de fuentes al situarlo en relación con la música. Se utilizan también personajes bíblicos para hacer comparaciones, como Matusalén, un ángel o un demonio. En La española inglesa se da un diálogo que recuerda a las palabras de Cristo en Getsemaní, el monté donde oró antes de ser arrestado. En la novela picaresca Rinconete y Cortadillo, se compara a un personaje con Judas Macabeo a causa de su valentía. En El licenciado vidriera destaca la aparición de citas literales en latín. Por último, en El coloquio de los perros se habla de Moisés y los doce hijos de Jacob para sustentar una crítica contra los moriscos. 

Persiles y Sigismunda: novela bizantina tridentina

En la Biblia se simboliza con frecuencia la vida como un camino y al ser humano como un peregrino que lo recorre. Esto puede verse en la travesía por el desierto del libro del Éxodo o en cómo San Pablo se refiere a Cristo como el camino correcto. Este tópico del homo viator ‘hombre viajero, peregrino’ fue muy apreciado por los escritores del Siglo de Oro, y Cervantes lo utilizó en su obra póstuma Los trabajos de Persiles y Sigismunda . Los protagonistas de la novela constituyen un modelo de amor casto que, además, es puesto en contraste con otros ejemplos impuros y lascivos durante toda la narración. En su largo peregrinaje a Roma, vivirán un sinfín de penalidades y aventuras que favorecerán su perfeccionamiento interior. La novela está plagada de simbolismo y referencias cristianas y parte de la crítica ha visto en ella una clara defensa de la doctrina tridentina. 

De entre las alusiones directas a la Biblia destacan las que se hacen al Antiguo Testamento. En el soneto que canta Rutilo hace referencia al Génesis y a Isaías y en el mismo capítulo se habla de la prohibición a los no preparados de interpretar sueños que se establece en el Levítico. En el siguiente capítulo se recuerda la historia de la mujer de Potifar, que trató de tentar a José en el Génesis. Más adelante, Clodio, sintiéndose Moisés, trae a colación la huida de Egipto cuando anima a Auristela (Sigismunda) a marcharse con él y olvidar a su enamorado. Posteriormente, Periandro (Persiles), a causa de los celos de su amada, le ruega que no haga un monte de un grano de mostaza, hipérbole que remite a Mateo, Marcos y Lucas


LA PROSA DE LOPE COMO COMPENDIO ERUDITO

Lope de Vega hizo gala de una amplia erudición bíblica, mitológica e histórica, hasta el punto de recibir burlas o críticas por parte rivales como Góngora o Cervantes, quien en el prólogo a la primera parte del Quijote, probablemente aluda al Fénix al lanzar una crítica velada a los autores que llenan sus textos de citas eruditas: «no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos…».

Aunque los géneros predilectos de Lope fueron el dramático y el poético, publicó asimismo varias obras narrativas en las que, lógicamente, aprovechó también para diseminar sentencias, referencias y alusiones bíblicas, las cuales son abundantes en su novela pastoril La Arcadia o en su novela bizantina El peregrino en su patria, en la cual la estructura narrativa se fundamenta, al igual que el Persiles de Cervantes, en el tópico del homo viator

Sin embargo, por encima de ellas destaca su novela pastoril a lo divino Pastores de Belén. Esta obra se considera un compendio de erudición bíblica debido a la enorme presencia del Antiguo Testamento en sus páginas, además de contar con historiografía antigua, relatos apócrifos y descripciones minuciosas de genealogías. Las fuentes utilizadas por el Fénix fueron la Vulgata latina y otras secundarias como algunos Speculum o la Leyenda áurea de Jacobo Vorágine. El argumento ocupa en los tres primeros libros el camino de los pastores hacia Belén y, en los dos últimos, la persecución de Herodes y la huida a Egipto de la Sagrada Familia. 

La obra comienza con un personaje bíblico, el pastor Aminadab, miembro de la genealogía de David y Judá. Ya en el primer párrafo, Lope menciona a Jacob, José, María, la creación del mundo, Abraham, el diluvio, la Torá y Moisés, al que se refiere como Capitán de Israel. Mientras la narración sigue el camino de Aminadab, se introducen pasajes bíblicos como el de la pasión de David por la esposa de Urías, el del asesinato de Amnón a manos de Abasalón en venganza por haber violado a Tamar o el de los ancianos lapidados por difamar a la casta Susana.

El objetivo de la obra es elogiar a la Virgen y para ello los pastores narrarán su historia, alabando en verso la pureza y perfección de la madre de Dios. Después se presencia el nacimiento de Cristo, que Lope relata con descripciones de la cotidianidad familiar, contribuyendo, por un lado, a la popularización de la Biblia y, por otro, mostrándose acorde a la religiosidad franciscana que promovía una espiritualidad más emotiva, para lo que resultaba conveniente fijarse en los aspectos humanos de Jesús y en los maternales de la Virgen.

La obra finaliza cuando el pastor Belardo, trasunto de Lope, se marcha feliz de haber cantado las alabanzas de la hermosa Virgen, no como antiguamente, cuando perdía el tiempo empleando su zampoña en vanos amores e historias inútiles y llenas de mentiras, haciendo referencia a su novela La Arcadia


BIBLIA, NOVELAS Y DESENGAÑOS EN MARÍA DE ZAYAS

María de Zayas y Sotomayor fue una de las grandes continuadoras del género de la novela breve italiana que Cervantes aclimató al contexto español. Publicó sus novelas, algunas muy breves, en dos volúmenes de diez historias cada uno. El primero se tituló Novelas amorosas y ejemplares y, el segundo, Desengaños amorosos. Los textos de Zayas son refinados y sensuales, con rasgos prerrománticos, pero también profusos en episodios morbosos como adulterios, lo que le valió calificativos como impúdica y licenciosa . 

En una de las novelitas, El prevenido engañado, además de referencias mitológicas, se alude a Nemrod, un personaje bíblico relacionado con la leyenda de la Torre de Babel. Encontramos también alusiones al Dios justiciero del Antiguo Testamento en La burlada Aminta y venganza de honor, donde se menciona que Dios es el fiscal de todos y en Desengaño octavo, donde se dice: «Vayan, que la justicia de Dios va tras ellos». En el Desengaño noveno se nombra la pasión de Dios, se lanzan invocaciones al cielo y se elogia a la Virgen como Madre de Dios y Divina Señora. En el Desengaño sexto se mencionan a Jacob y Raquel y en el Desengaño décimo una doncella recurre al primer Libro de Samuel para animar a su señora a matar a su rival igual que David mató a Urías. 


PROFUSIÓN ESCRITURAL EN MATEO ALEMÁN

Guzmán de Alfarache, escrita por Mateo Alemán, es una importante novela picaresca que posee una serie de rasgos en común con el Lazarillo (narración en primera persona de hechos pasados contemplados desde el presente, experiencias con diferentes amos…) pero también diferencias (obra firmada, el relato de la vida del pícaro se ofrece como ejemplo de lo que no hay que hacer…). Como obra de su tiempo (1599) muestra en sus páginas una gran cantidad de sustrato bíblico. 

Antes de empezar la novela, el autor ya recurre a Santiago para explicar que su libro, aunque no de gran calidad, puede servir de algún provecho a los lectores. En la primera parte se da una importante presencia del Antiguo Testamento y San Pablo. Se hace uso de Ezequiel para hablar de la influencia de los padres pecadores del protagonista, se tacha a las dueñas de ministras de Satanás, se evocan palabras de Mateo para contar que la madre de Guzmán sobrevivió a la viudedad gracias al robo y Guzmán alude al becerro de oro cuando decide marcharse a la aventura. 

El capítulo cuarto, desarrollado en ambiente eclesiástico, destaca por su cantidad de citas bíblicas literales puestas en la boca de un clérigo que menciona fragmentos de los Evangelios como la idea de poner la otra mejilla o la de perdonar a los enemigos y hacer el bien a quien nos hace el mal. También se menciona la parábola del trigo que solo crece si cae en buena tierra. Se habla en el quinto capítulo de la idea de Dios como médico y también como cocinero y asimismo se expone la idea paulina de la vida del hombre como milicia equipada con las armas de Dios contra el mal. 

Ya en el libro segundo, el protagonista oye un sermón extraído de Mateo y por la noche, insomne, reflexiona sobre él de tal modo que afloran otras referencias, por ejemplo de Corintios I o del Evangelio de Lucas. Guzmán reflexiona también sobre cuestiones filosóficas como la vanidad y las desigualdades sociales sirviéndose del Eclesiastés y del Eclesiástico. La virtud de la caridad será exaltada recurriendo a la parábola de los talentos bien empleados de Mateo y Juan y, más tarde, se retoma el tema recordando la historia de Caín y Abel. 

La primera parte de la novela termina dejando un inmenso rastro de referencias bíblicas expuestas tanto a través del protagonista como de los sermones y discursos morales de personajes clericales. En la segunda parte la cantidad de alusiones disminuye, aunque siguen siendo numerosas. Se menciona a Jonás, Josef y Susana y se recuerda la exigencia de Santiago de acompañar la fe con obras, entre otras muchas. El Evangelio más presente a lo largo de esta parte es el de Mateo.


NOTAS

(1) Comentan Pedraza y Domínguez (1980b, p. 97-98) que durante un tiempo, una parte de la crítica apoyó la idea de que Cervantes fue un genio lego, es decir, alguien con mucho talento y poca cultura y formación. Sin embargo, estudiosos de la talla de Menéndez Pelayo y Américo Castro se opusieron posteriormente a esta idea. Existen evidencias sobradas de que Cervantes fue un ávido lector que, aunque no consiguiera un título académico, desarrolló una amplia formación humanística por su cuenta, conociendo a los clásicos grecolatinos y a los autores sagrados, siendo capaz de leer en latín aunque no dominase del todo la lengua y dejando en su obras miles de referencias cultas. Teniendo todo esto en cuenta no parece demasiado razonable sostener que nuestro autor no gozase de un amplio conocimiento de las Escrituras. 

(2) Ortega lo definió bellamente como una imitación triste de Cristo, un Cristo gótico macerado en angustias modernas (Cortés, 2008, p. 187).


BIBLIOGRAFÍA

Bañeza, C, «La providencia divina en Cervantes», en Anales Cervantinos, tomo 28, 1990, p. 219-230, dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=774703, consultado el 29-11-2020.

Cortés, M., «La Biblia en Cervantes y la novela de la Edad de Oro», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 181-232.

Gorga, G., «La Biblia en la poesía lírica y épica de la Edad de Oro», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 17-80.

Pedraza, F., Rodríguez, M., Manual de literatura española, tomo III, Barroco: Introducción, prosa y poesía, Tafalla, Cénlit Ediciones, 1980.


19/9/19

Comentario de texto: «La generación de 1898». Azorín, 1913

Vamos a analizar un texto ensayístico de Azorín, seudónimo perteneciente a don José Martínez Ruiz, acuñador del término por el que se conoce al grupo de escritores del que formó parte: la generación del 98. A pesar de encontrarnos ante un único párrafo, los puntos suspensivos entre corchetes nos indican que algunos fragmentos han sido suprimidos, sin que ello haya actuado en detrimento de la unidad del conjunto, que se mantiene gracias al tono, al estilo y a los temas que lo vertebran. 

Estas reflexiones de Azorín han sido extraídas de un ensayo titulado «La generación de 1898», cuya publicación fue dividida en cuatro artículos que vieron la luz en las páginas del ABC en febrero de 1913. Acudiendo a la obra completa podríamos obtener mucha más información, pero lo que se nos pide en un comentario es analizar el texto que tenemos delante, es decir, debemos dar tan solo unas breves pinceladas sobre su contexto histórico y literario y centrarnos en desgranar su estructura, sus ejes temáticos y los recursos que utiliza el autor para comunicar sus ideas o para impregnar su discurso de literariedad. Por último, tendremos que elaborar una valoración personal razonada. 

El tema principal podría sintetizarse con una propuesta de título, como por ejemplo «Características ideológicas y estéticas de la generación del 98». Podemos observar en el texto una división en tres partes a través de las cuales se tiende a ir progresivamente desde lo ideológico hacia lo estético, a lo que habría que añadir una breve parte final a modo de conclusión. 
  • Entre la primera y la séptima línea, Azorín se centraría en detallar rasgos ideológicos de los noventayochistas, como derruir valores tradicionales, anhelar una nueva España y acompañar a los predecesores en su protesta. 
  • Después, entre la línea octava y la duodécima, podríamos observar un fragmento transicional en el que se tratan características de ambos tipos. Así, el entusiasmo por artistas antiguos y, sobre todo, por Larra, puede entenderse como una reflexión estética pero también puede caer dentro del ámbito de las ideas. Por otro lado, la reivindicación de lo rural frente a lo urbano constituyó un eje fundamental en el ideario de estos autores pero no lo fue menos a la hora de componer sus obras (Campos de Castilla, La ruta de Don Quijote, Las comedias bárbaras, Andanzas y visiones españolas...). 
  • El tercer fragmento se extendería desde el final de la línea duodécima hasta la mitad de la decimoquinta y en él nuestro autor trataría brevemente el modo en que la generación del 98 concebía la literatura: observando la realidad, desarticulando el idioma y llenándolo de “viejas palabras” que permitiesen describir esa realidad con precisión y de un modo condensado. Es decir, vemos aquí un análisis principalmente estético, del mismo modo que al principio veíamos uno fundamentalmente ideológico. 
  • Por último, la oración final sirve de conclusión o resumen de todo lo anterior. La generación del 98 es continuadora de sus predecesores en lo ideológico, pues todos eran hijos del influjo liberal que venía agitando España desde mediados del siglo XIX y que buscaba la modernización del país para sacarlo de su estancamiento económico, social y moral. Sería en el plano de las bellas letras donde Azorín y sus compañeros divergieran respecto a la generación anterior, oponiendo el subjetivismo y la sintaxis breve e impresionista frente al objetivismo y el exceso de detalle del realismo decimonónico. 
Si atendemos al estilo, podremos notar el predominio de la función referencial del lenguaje, que es lo propio en el género del ensayo, a través de oraciones enunciativas en las que destacan los verbos en presente o en formas de pasado que indican cierta cercanía temporal, como el imperfecto o el pluscuamperfecto. Sin embargo, resulta innegable que la función poética del lenguaje también se deja sentir en la literariedad que Azorín infunde al texto mediante figuras retóricas como la hipérbole (“impetuosos y ardientes artículos”), el polisíndeton (en el pasaje sobre Larra), la anáfora (“en acercarse...”, “en desarticular...”, “en agudizarlo” “en aportar...”), el hipérbaton (“y en ella deposita”) y otros recursos cuya presencia permite que un texto de no ficción pueda ser incluido en el mundo de la literatura, algo que no resultaría tan evidente con otro tipo de obras en prosa como podrían ser los manuales de historia o las crónicas de sucesos.

Como conclusión me gustaría señalar que este ensayo vio la luz en un momento cercano al auge del novecentismo, movimiento que inicia su andadura simbólicamente en 1914, con la conferencia de Ortega y Gasset “Nueva y vieja política” y que vendría a marcar un nuevo rumbo con una literatura más racionalista e intelectualizada, más europeizante y orientada hacia lo urbano. En este contexto de renovación, parece probable que Azorín, para el que han cambiado las tornas y que ahora se sitúa en el grupo de los predecesores, en el grupo de los que dejan paso a las nuevas figuras de las bellas letras, pretendiese con este ensayo recordar y remarcar todo lo positivo que él y los suyos habían aportado a la entonces reciente historia del pensamiento y la cultura españolas.