27/10/19

Paciente (microrrelato a partir de dos disparadores creativos)

A veces puede resultar conveniente que, en caso de quedarnos sin ideas sobre las que escribir, utilicemos lo que llaman disparadores creativos. Yo lo he hecho en varias ocasiones y quería mostraros este microrrelato en el que me serví de dos de ellos. El primero consiste en elegir una frase al azar de un libro cualquiera. En mi caso, fue una de El proceso, de Kafka, y es la que abre mi texto. A partir de ahí empecé a escribir dejándome llevar, es decir, no "con mapa", sino "con brújula", que es mi modo favorito (y quizá la causa de que no me coma ni los mocos). En un momento dado, decidí usar el disparador de las noticias jodidas, como yo lo llamo, que consiste en buscar un suceso impactante o seleccionar alguno de una lista que hayamos ido confeccionando con anterioridad (lo recomiendo). Así, metí varias noticias, no como elementos de la trama, sino como parte de la programación que el protagonista veía en el televisor del hospital, un modo de dar a mi relato un toque más estrafalario (Chejov no aprobaría esta actitud, pues decía que si en el relato aparece un clavo, al final el protagonista tenía que colgarse de él, o algo por el estilo). 

Si os interesa este tema, os voy a dejar un par de enlaces. Uno es un artículo que escribí para este blog y que se titula SIETE TRUCOS CON LOS QUE OBTENER IDEAS PARA ESCRIBIR. El otro es muy similar, pero es en vídeo, por si preferís verme con mi cara de alpargata intentando sin éxito ser youtuber: CÓMO CONSEGUIR IDEAS PARA ESCRIBIR RELATOS.

Y ya por último os dejo con el microrrelato, el cual por cierto aparece en mi libro INEVITABLE Y OTROS TRASTORNOS NARRATIVOS, que se puede comprar en Amazon muy barato. 


PACIENTE

Esta joven enfermera… no sé, parece sentirse atraída por mí.
―Ey, chica, eres muy guapa―le digo.
Ella me ignora y sigue a lo suyo.
―Si vamos a ser amigos, podrías traerme morfina.
La muchacha me mira con cara de mala leche y dice:
―Eso sería ilegal.
―Isi sirii iliguil ―me burlo.
―¡Váyase a la mierda! ―grita, y se marcha dando un portazo. 
Ay, qué guapa es.
Ayer mi padre me trajo tabaco de extranjis cuando vino a visitarme. Es un buen padre, aunque no tanto como yo. Enciendo un cigarrillo y a las pocas caladas aparece el tipo de seguridad.
―¡Está prohibido fumar en las habitaciones!
―Lo siento, agente, no lo sabía.
―¡Es la tercera vez que vengo! ¡A la próxima será expulsado del hospital!
Se marcha dando un portazo. La gente por aquí anda muy cabreada con la vida. No sé qué les pasa. Deberían alegrarse de no estar en mi pellejo. Tengo la pierna rota. No puedo fumar. No puedo conseguir morfina. Cualquiera diría que estoy en el infierno. Al menos me libro de ir al trabajo, eso sí, eso está bien.
Pongo la tele. En el telediario dicen que unos hinchas brasileños decapitaron a un árbitro que previamente había apuñalado a un jugador durante un partido de fútbol. También cuentan que un hombre murió tras mantener relaciones sexuales con un espantapájaros. También informan de que mañana va a llover. Apago la tele.
―¡Enfermera! ¿Dónde estás?―grito desesperado― ¡Vuelve, por favor! ¡Te necesito! ¡Creo que me he enamorado de ti!




6/10/19

Elegía a una gatita con un corazón en la nariz

He perdido a mi gatita y la echo de menos. Ya sé que hay gente que pierde a sus hijos, a sus padres, a sus amores, pero yo he perdido a mi gatita y, en fin, la echo mucho de menos. 

Mi gatita tenía algo de perrito y corría ansiosa a saludarme cuando yo llegaba a casa y ansiosa se pegaba a mí y ansiosa me llenaba de lametones. Mi gatita era feliz a mi lado y se quedaba dormida sobre mi pecho mecida al ritmo de mis suspiros. 

Mi gatita era fuerte y valiente. Perdió toda la dentadura tras infinitos días y noches de calle, en jornadas duras y largas, destructivas, en jornadas de frío y de infierno, de hambre y peligro, de asistencia providencial en forma de señoras nobles de corazón desbordante. A mi gatita en el barrio la llamaban Chupeta, porque siempre besaba la mano que le daba de comer. 

Mi gatita tenía leucemia, calicivirus, insuficiencia renal... y diabetes y pancreatitis y también irritación crónica en el intestino, pero con amor y cuidados mi gatita logró vivir tres años desde el día en que tuve la fortuna de cruzarme con ella. 

¡Qué sucia estaba mi gatita! Algún problema en su boca le impedía limpiarse en condiciones y fue necesario raparle aquellas rastas apelmazadas. ¡Cómo debió agradecerlo mi gatita! Con lo limpia que ella era, ¡cómo debió sufrir con aquel montón de mugre pegado a sus cuartos traseros!

Mi gatita era de pelo algo largo, negro y naranja, y era de mirada despierta y de porte elegante. Le gustaba dormir siestas interminables y tumbarse al sol y devorar cuenquitos de alimento como si nunca hubiese comido. Pero ante todo mi gatita amaba la compañía humana, quería tener a alguien siempre muy cerca y, como no podría ser de otro modo, mi gatita tenía un corazón dibujado en la nariz. 

Mi gatita tenía muchas virtudes pero, por desgracia, no era indestructible, y, un día, sin saber cómo, me vi en la clínica ante una mesa metálica y mi gatita era una bolsa de huesos consumida por la ineficiencia de unos riñones que ya no servían para nada. Y mi gatita, anestesiada por última vez, sin sentido, yacía mientras la veterinaria, con mi doloroso permiso, intentaba atravesar las venas de mi gatita, sus venas quebradizas y esquivas, para inyectar el tóxico que detuviese su corazón. Y mis lágrimas caían sobre el metal y mi mano acariciaba la cabeza de mi gatita y su ausencia empezó a materializarse incluso mientras todavía estaba allí, mientras aún era posible dar marcha atrás y tenerla a mi lado uno, dos, quizás tres días a lo sumo. Pero yo quería mucho a mi gatita y no podía hacerle eso. 

Y le dije adiós como si pudiera oírme, como si, en caso de poder oírme, también pudiera entenderme. Sé que es absurdo, pero a mí me da igual. Yo le dije adiós de todas formas, y le dije que la quería y que la iba a echar de menos. Y en las noches, querría poder escuchar su ronroneo, y sentirla buscar el hueco entre el edredón y mi brazo; y en las mañanas, quisiera que me sorprendiera saltando sobre mis piernas para quedarse allí dormida mientras yo trabajo. Pero sé muy bien que nada de esto es posible. Sé que ya nunca volveré a verla. Y sé que ella era mi gatita y que la echaré de menos para siempre. 



29/9/19

Los mejores libros de la narrativa hispánica según la legendaria y novedosa 100cia de la Listología

Después de decenas de minutos de arduo trabajo, me complace anunciar al mundo que he descubierto un nuevo método completamente 100tífico para clasificar obras literarias en función de su calidad. En pos de la exactitud he de decir que no nos hallamos ante un procedimiento completamente nuevo, pues ya lo utilicé en el pasado con el objetivo de elaborar una lista conocida como Los libros más recurrentes en las mejores listas de libros. Sin embargo, es hoy cuando esta legendaria y novedosa 100cia ve la luz dotada de un nombre, una etiqueta tan bella y suntuosa como Listología (el término tampoco es totalmente original, lo sé, Google arroja 233 resultados, pero nadie lo utiliza en el mismo sentido que yo, imagino). 

El nuevo logro de esta arcaica y naciente disciplina ha sido el de engendrar una lista con las mejores obras de la literatura hispánica. Como es lógico, esta lista adolece de graves fallos [1] pues el primer postulado de la Listología establece que “Toda lista adolece de graves fallos”. Que nadie se me eche las manos a la cabeza. Por supuesto que no estamos asegurando que El invierno en Lisboa sea mejor novela que Don Quijote de la Mancha, esto no es un artículo científico sino 100tífico, no nos volvamos locos.  

Luis Landero, claro vencedor con su obra "Juegos
de la edad tardía", ganadora del Premio de la Crítica,
del Nacional de Narrativa, y que aparece en
"Los 153" y en "Las 100" de El Mundo.
La metodología seguida ha consistido en analizar las listas de los ganadores del Premio de la Crítica de narrativa castellana, del Premio Nacional de Narrativa, del Premio Cervantes, la lista de Las 100 mejores novelas en español del siglo XX según El Mundo, la de los 153 libros escritos en español que hay que leer antes de morir y la de los 111 títulos de la Biblioteca Clásica de la RAE. Los libros obtenían un punto por aparecer en cada lista (en el caso del Cervantes, que premia trayectorias y no obras concretas, todos los galardonados obtenían un punto en aquellos libros que apareciesen en otras listas o premios). Y de aquí se deriva uno de los graves problemas de este proyecto: las diferencias cronológicas entre listas. Algunas obras de escritores tan importantes como Galdós o Clarín, solo obtuvieron dos puntos, pues los premios tenidos en cuenta no se concedían en vida de estos autores, que, seguro los habrían ganado. Del mismo modo, la Biblioteca clásica de la RAE solo llega hasta el siglo XIX, con lo que permite compensar un poco la desventaja de los clásicos frente a los contemporáneos, aunque no lo suficiente. Eso son solo dos ejemplos. He de decir también que en esta lista prima un poco la actualidad y, en caso de empate, se tiene en cuenta el criterio cronológico inverso, aunque no siempre prevalece [2]. 

En cualquier caso, guste mucho o guste poco, aquí va esta nueva lista de la que, por lo menos, nadie podrá decir que carece de originalidad (o que adolece de FALTA de originalidad). ¡A leer y a disfrutar del tiempo que nos queda!


OBRAS CON CUATRO PUNTOS 
  • Juegos de la edad tardía. Luis Landero.
  • La ciudad y los perros. Mario Vargas Llosa.
  • El Jarama. Rafael Sánchez Ferlosio. 
  • Ágata ojo de gato. José Manuel Caballero Bonald.

OBRAS CON TRES PUNTOS
  • Los hijos muertos. Ana María Matute.
  • Rabos de lagartija. Juan Marsé.
  • Las ratas. Miguel Delibes.
  • La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza.
  • La saga/fuga de JB. Gonzalo Torrente Ballester.
  • Leyenda del César visionario. Francisco Umbral. 
  • El hereje. Miguel Delibes.
  • Corazón tan blanco. Javier Marías.
  • Nada. Carmen Laforet.
  • El astillero. Juan Carlos Onetti. 
  • Mortal y rosa. Francisco Umbral. 
  • Ficciones. Jorge Luis Borges. 
  • Los gozos y las sombras. Gonzalo Torrente Ballester. 
  • La colmena. Camilo José Cela.
  • Cinco horas con Mario. Miguel Delibes.
  • La cabeza del cordero. Francisco Ayala.
  • Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sabato. 
  • El siglo de las luces. Alejo Carpentier.
  • Señas de identidad. Juan Goytisolo. 
  • Tres tristes tigres. Guillermo Cabrera Infante.

OBRAS CON DOS PUNTOS
  • La fuente de la edad. Luis Mateo Díez.
  • En la orilla. Rafael Chirbes.
  • La habitación de Nona. Cristina Fernández Cubas.
  • Verdes valles, colinas rojas 3. Ramiro Pinilla.
  • Patria. Fernando Aramburu.
  • Los girasoles ciegos. Alberto Méndez.
  • La ruina del cielo. Luis Mateo Díez.
  • El invierno en Lisboa. Antonio Muñoz Molina.
  • Diecinueve de julio. Ignacio Agustí.
  • Dejemos hablar al viento. Juan Carlos Onetti.
  • El jardín de las delicias. Francisco Ayala.
  • La casa verde. Mario Vargas Llosa.
  • El embrujo de Shanghái. Juan Marsé.
  • La catira. Camilo José Cela. 
  • Gran sol. Ignacio Aldecoa.
  • La isla de los jacintos cortados. Gonzalo Torrente Ballester. 
  • Mazurca para dos muertos. Camilo José Cela.
  • Recuerdos y olvidos 2. Francisco Ayala.
  • Diario de un cazador. Miguel Delibes.
  • Los cipreses creen en Dios. José María Gironella.
  • Extramuros. Jesús Fenández Santos.
  • Primera memoria. Ana María Matute.
  • Una comedia ligera. Eduardo Mendoza.
  • La fiesta del chivo. Mario Vargas Llosa.
  • Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. Álvaro Mutis.
  • Noticias del imperio. Fernando del Paso.
  • La guerra del fin del mundo. Mario Vargas Llosa.
  • Si te dicen que caí. Juan Marsé.
  • El informe de Brodie. Jorge Luis Borges.
  • Últimas tardes con Teresa. Juan Marsé.
  • La muerte de Artemio Cruz. Carlos Fuentes.
  • El sueño de los héroes. Adolfo Bioy Casares.
  • Los pasos perdidos. Alejo Carpentier.
  • El laberinto de la soledad. Octavio Paz.
  • El túnel. Ernesto Sabato.
  • La invención de Morel. Adolfo Bioy Casares.
  • El Aleph. Jorge Luis Borges.
  • Tiempo nublado. Octavio Paz.
  • La ciudad de los prodigios. Eduardo Mendoza.
  • Las ninfas. Francisco Umbral.
  • Yo, el Supremo. Augusto Roa Bastos
  • La oscura historia de la prima Montse. Juan Marsé
  • La Habana para un infante difunto. Guillermo Cabrera Infante.
  • José Trigo. Fernando del Paso
  • Lituma en los Andes. Mario Vargas Llosa.
  • Conversación en La Catedral. Mario Vargas Llosa.
  • Pequeño teatro. Ana María Matute
  • Alfanhuí. Rafael Sánchez Ferlosio. 
  • Los santos inocentes. Miguel Delibes
  • Hombres de maíz. Miguel Ángel Asturias
  • San Camilo 1936. Camilo José Cela.
  • La sombra del ciprés es alargada. Miguel Delibes
  • Como agua para chocolate. Laura Esquivel.
  • La casa de los espíritus. Isabel Allende.
  • Cien años de soledad. Gabriel García Márquez.
  • Octubre, octubre. José Luis Sampedro. 
  • Los mares del sur. Manuel Vázquez Montalbán. 
  • Volverás a Región. Juan Benet. 
  • Rayuela. Julio Cortázar. 
  • Bomarzo. Manuel Mujica Lainez. 
  • Tiempo de silencio. Luis Martín Santos. 
  • Pedro Páramo. Juan Rulfo.
  • Réquiem por un campesino español. Ramón J. Sender.
  • El señor presidente. Miguel Ángel Asturias. 
  • El obispo leproso. Gabriel Miró.
  • Niebla. Miguel de Unamuno. 
  • Sonatas. Ramón María del Valle-Inclán.
  • Cañas y barro. Vicente Blasco Ibáñez.
  • Cuentos. Leopondo Alas "Clarín".
  • Fortunata y Jacinta. Benito Pérez Galdós.
  • Los pazos de Ulloa. Emilia Pardo Bazán.
  • La regenta. Leopondo Alas "Clarín".
  • Trafalgar. Benito Pérez Galdós.
  • Leyendas. Gustavo Adolfo Bécquer.
  • Facundo o civilización y barbarie. Domingo F. Sarmiento. 
  • El criticón. Baltasar Gracián.
  • La Dorotea. Lope de Vega.
  • Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. B. D. del Castillo.
  • La vida del Buscón. Francisco de Quevedo. 
  • Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Miguel de Cervantes.
  • Novelas ejemplares. Miguel de Cervantes. 
  • Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.
  • Guzmán de Alfarache. Mateo Alemán. 
  • Amadís de Gaula. Garci Rodríguez de Montalvo. 
  • Libro de la vida. Teresa de Jesús. 
  • La vida de Lazarillo de Tormes. Anónimo. 
  • La Celestina. Fernando de Rojas.
  • El conde Lucanor. Don Juan Manuel. 
  • Libro de buen amor. Juan Ruiz. 
  • Cantar de Mio Cid. Anónimo. 

NOTAS

[1] Por favor, utilicemos bien el verbo adolecer; no significa carecer, sino 'tener algún defecto'.
[2] El criterio básico ha sido el número de puntos logrados; en caso de empate, se tenía en cuenta, primero, el número de premios; después, se priorizaban los premios en este orden: de la Crítica, Nacional de Narrativa, Cervantes; por último, en ocasiones primaba el criterio cronológico inverso y en otras el gusto personal o las ganas de terminar. Ya hemos dicho que esto es pura 100cia

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27/9/19

Por qué ya no se tilda 'guion' (y otros desvaríos ortográficos)

La ortografía es un conjunto de reglas que permite transcribir el habla, posibilitando la comunicación escrita. Estas reglas se establecen sobre la base de diferentes criterios y, en español, el principal es el de la unidad ortográfica, seguido del etimológico. Así, por ejemplo, aunque en no todos los países hispanohablantes se pronuncian del mismo modo todas las palabras que contienen diptongos o hiatos, se han establecido unas convenciones para conformar diptongos e hiatos ortográficos iguales para todos, independientes de la pronunciación. 

Esto explica por qué dejó de tildarse la palabra guion. Si eres un hispanohablante español, es probable que la pronuncies en dos sílabas: gui-on, por lo que, siguiendo las normas generales de acentuación, la o debería llevar tilde, pues se trataría de la vocal tónica de una palabra aguda terminada en n. Sin embargo, en otros lugares esta palabra se pronuncia en una sola sílaba, por lo que no llevaría tilde. A causa de estas diferencias, la RAE estableció que, independientemente de cómo se pronuncien las palabras, si tenemos una vocal abierta (a, e, o) tónica junto a una vocal cerrada (i, u) átona, siempre se forma un diptongo ortográfico [1]. Este es el caso de guion. La vocal cerrada i es átona mientras que el acento prosódico recae en la o, que es la tónica. Por tanto, en pos de la unidad ortográfica del español, se conviene en que ahí no hay hiato ortográfico (aunque muchos hispanohablantes lo pronuncien en dos sílabas), sino diptongo ortográfico. Lo mismo ocurre por ejemplo con la palabra rio (tercera persona del singular del perfecto de reír, antiguamente *rió), la o ya no lleva tilde porque se considera, a efectos ortográficos, una palabra monosílaba. Sin embargo, en la misma forma en primera persona del singular del presente, río, sí que se mantiene la tilde en la i porque en este caso sí que existe un hiato [2]. ¿Por qué? Porque la tónica es la vocal cerrada y la átona es la abierta (lo contrario que en guion y rio). 

Una vez explicado todo esto, voy a lanzar un par de opiniones que no creo que sean muy populares. Considero que el criterio de unidad ortográfica no tendría que tener tanta relevancia. La escritura es un medio secundario del lenguaje y el habla es un medio primario. Dicho en otras palabras, la escritura es un modo de representar el habla y no al revés. Si en España decimos gui-on, y en Hispanoamérica dicen guion, pues que allí no se tilde y aquí sí. ¿Qué problema hay? ¿Es que acaso si leo un libro impreso en Buenos Aires me voy a volver loco por ver que tildan de un modo distinto unas pocas palabras? Sinceramente, lo dudo mucho. Existen considerables diferencias en el modo de hablar español entre las múltiples zonas y esto no causa mayores problemas. ¿Por qué iban a causarlos unas pequeñas diferencias en el modo de escribirlo? Quizá existan razones de peso para haber llevado a cabo esta reforma guiada por el criterio de la unidad ortográfica, pero a mí se me escapan. De hecho, entre 1999 y 2010, la RAE, a pesar de haber establecido ya el asunto de los diptongos y los hiatos ortográficos, ofrecía la posibilidad de que cada uno escribiese según su pronunciación, es decir, era válido tildar guion en España y no hacerlo fuera. ¿Recordáis que aconteciese algún tipo de catástrofe en relación con esto? Yo tampoco. 

Y aquí va la segunda opinión impopular. Ojalá una reforma ortográfica que eliminase el criterio etimológico y estableciese el de correspondencia biunívoca entre letras y fonemas. Sí, puede sonar duro, pero me encantaría, y las generaciones futuras estarían agradecidas, y es lo que creo que tendría que haber hecho la RAE en su momento, cuando se puso manos a la obra para limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra lengua. A pesar de que el español es un idioma con una ortografía bastante fonética, existen numerosos desajustes entre grafías y fonemas que no tienen ninguna justificación práctica, salvo el criterio etimológico. Así, el fonema /b/ se representa con dos grafías, b y v mientras que la letra g, sirve para representar dos fonemas, /g/ ante a, o, u, y /x/ ante e, i [3]. Por otro lado, la letra h no representa ningún fonema, mientras que la letra x representa una secuencia de dos: /ks/. Esto son solo algunos ejemplos de desajustes que hacen más compleja la ortografía y dificultan en gran medida el aprendizaje de una lengua. ¿Qué implicaría la reforma de mis sueños, y de otros locos como Juan Ramón Jiménez y Unamuno? Pues adiós a la h, adiós a la x, adiós a la v, adiós a la w, adiós a la c, adiós a la ll, para /b/ solo b, para /θ/ solo z, para /k/ solo k, para /g/ solo g, para /x/ solo j, para /ʝ/ solo y. Y alguna cosa más que se me olvidará. 

Antes de que alguien intente averiguar mi dirección para ajusticiarme, que quede claro, no lo digo en serio, solo he redactado todo esto a modo de curiosidad. Está claro que una ortografía basada en el criterio biunívoco sería más sencilla de aprender y no podrían cometerse faltas de ortografía, pero está igual de claro que llevar a cabo semejante reforma sería imposible, simplemente no puedes cambiarle a 400 millones de personas un montón de reglas de ortografía de la noche a la mañana. Si con la eliminación (muy acertada y de la que hablaré más adelante) de la tilde en el adverbio solo y en los pronombres demostrativos se volvió la gente loca y todavía pasan del tema e incluso hay algunos académicos como Reverte, que encima lo justifican, imaginad la que se liaría si se llevase a cabo la reforma loca que acabo de plantear... 

En fin, dejadme en paz, que soñar es gratis (y desvariar también). 


NOTAS

[1] Estas son las normas sobre diptongos e hiatos ortográficos que se establecieron: 
  • Diptongo: vocal abierta tónica junto a vocal cerrada átona (guion, aunar) o una i junto a una u (ciudad, ruido).
  • Hiato: vocal cerrada tónica junto a vocal abierta átona (crío, caída) o dos vocales abiertas (caer, roedor) o dos vocales iguales (chiita, cooperar).

[2] En los hiatos de vocal cerrada y vocal abierta siempre se acentúa la cerrada, aunque se contravengan las normas generales. Por ejemplo, María es una palabra llana terminada en vocal, por lo que no debería llevar tilde. Sin embargo, lleva tilde en la penúltima sílaba porque aquí no se tienen en cuenta las normas generales, sino las particulares de acentuación de hiatos. 
[3] En fonología, /g/ es un fonema que representa al sonido que hacemos al leer la letra g en gato mientras que /x/ es un fonema que representa al sonido que hacemos al leer la letra g en gemelo o la j en jarrón

CONSULTAS
  • REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2010). Ortografía básica de la lengua española. Barcelona: Espasa. 
  • «Principales novedades de la última edición de la Ortografía de la lengua española (2010)». https://www.rae.es/sites/default/files/Principales_novedades_de_la_Ortografia_de_la_lengua_espanola.pdf 
  • INFORME SEMANAL - Una ortografía algo ligera de tildes. 18-12-2010.


24/9/19

23 películas filmadas en español que hay que ver antes de morir

En el año 2003 se publicó el volumen 1001 películas que hay que ver antes de morir, al que siguieron otros títulos como el dedicado a los discos o el que se ocupa de los libros, llegando con posterioridad el de los videojuegos, el de los cuadros, el de los viajes, el de los lugares históricos, las guitarras, las batallas, las comidas, los jardines, los coches, los vinos, los güisquis e, incluso, el de los 1001 agujeros de golf que sería conveniente que todos jugásemos antes de marcharnos a dormir el sueño eterno. 

Personalmente, creo que el asunto se les ha ido un poco de las manos y que con leer 1001 libros, escuchar 1001 discos y ver 1001 películas, quizá podríamos ir apañados, aunque, por fortuna, en este mundo hay gente para todo, y seguro que algunas personas consideran que visitar tan solo 1001 jardines o conducir nada más que 1001 coches resulta incluso poca cosa. 

La cuestión es que uno de los dos volúmenes de la colección que yo suelo utilizar es el de las películas. El otro, evidentemente, es el de los libros. Hace poco quise saber cuántas obras de las contenidas en este último habían sido escritas en nuestro idioma, por lo que publiqué la entrada «153 libros escritos en español que hay que leer antes de morir». Y, hace un poco menos, se me ocurrió que podría llevar a cabo algo parecido con las películas. En esta ocasión, la lista resultante ha sido mucho menor, máxime cuando he tenido que expandirla un poco añadiendo películas en español ganadoras del Óscar a la mejor película de habla no inglesa para que quedase algo más vistosa (y, ni por esas). 

No soy un experto en cine (ni en ninguna otra cuestión relacionada con la realidad) pero me parece un verdadero ultraje que los recopiladores no incluyesen ni un solo filme de Luis García Berlanga, ni uno, cuando, por ejemplo, aparecen nueve títulos de Luis Buñuel (en español y otras lenguas). Y que no se me malinterprete, no digo que el Luis turolense sea peor cineasta que el Luis valenciano, pero tampoco creo que lo supere en una medida tal que justifique semejante diferencia de representación en el conjunto. 

En fin, no parece que el idioma español haya tenido mucha importancia en la historia del cine, al menos si nos fiamos de la relevancia que en esta lista se otorga al celuloide filmado en nuestra lengua. Aunque, tal vez, un "fallo" como dejarse fuera a Berlanga podría llevarnos a pensar que quizás sea esta lista la que no merece demasiada atención. Y es que, resulta un poco extraño que de todo el conjunto de los hispanohablantes (en la actualidad el español es la lengua materna de 442 millones de personas) a lo largo del siglo XX y de lo que llevamos del XXI haya surgido tan exiguo puñado de películas dignas de gozar de un espacio entre las 1001 mejores de la historia. En cualquier caso, aquí va la lista:

1. Las Hurdes - Luis Buñuel
2. Los olvidados - Luis Buñuel
3. Viridiana - Luis Buñuel
4. Memorias del subdesarrollo - Tomás Gutiérrez Alea
5. Lucía - Humberto Solás
6. El topo - Alejandro Jodorowsy
7. Tristana - Luis Buñuel
8. El espíritu de la colmena - Víctor Erice
9. Cría cuervos - Carlos Saura
10. Volver a empezar - José Luis Garci
11. La historia oficial - Luis Puenzo
12. Mujeres al borde un ataque de nervios - Pedro Almodóvar
13. Belle époque - Fernando Trueba
14. Abre los ojos - Alejandro Amenábar
15. Todo sobre mi madre - Pedro Almodóvar
16. Nueve reinas - Fabián Bielinsky
17. Amores perros - Alejandro González Iñárritu
18. Y tu mamá también - Alfonso Cuarón
19. Hable con ella - Pedro Almodóvar
20. Mar adentro - Alejandro Amenábar
21. Volver - Pedro Almodóvar
22. El laberinto del fauno - Guillermo del Toro
23. El secreto de sus ojos - Juan José Campanella

Buñuel, Saura y Berlanga


22/9/19

Etapas en el cine de Luis García Berlanga

La producción cinematográfica de Luis García Berlanga, desarrollada entre 1951 y 1999, puede ser dividida en tres etapas, aunque es posible apreciar ciertos rasgos constantes a lo largo de toda su carrera, como la combinación de tradición y modernidad, el tratamiento de elementos populares y folklóricos, el humor, la influencia del neorrealismo italiano o diferentes niveles de crítica social, motivo por el que tuvo que sufrir en no pocas ocasiones las inconveniencias de la censura franquista. 

Siguiendo a Augusto Torres (1999: 204-207), podríamos denominar al primer periodo de producción berlanguiana como «Etapa de ¡Bienvenido, Míster Marshall!», que abarcaría desde su primera coproducción, Esa pareja feliz (1951), hasta la comedia religiosa Los jueves, milagro (1957); el segundo periodo, que denominaremos «Etapa de El verdugo», se extiende desde el año de estreno de Plácido (1961) hasta su última película bajo la dictadura, Tamaño natural (1973); el último periodo, al que voy a llamar «Etapa de La escopeta nacional», se inicia con esta misma película, estrenada en 1978, y finaliza con su última producción, París-Tombuctú (1999). Pasemos a ver estas etapas y sus componentes con algo más de detalle, para lo que nos serviremos principalmente de la obra Luis García Berlanga, de Francisco Perales.

ETAPA DE ¡BIENVENIDO, MÍSTER MARSHALL!

Esta primera parte del trabajo de Berlanga se caracteriza por acoger a su título más universal, ¡Bienvenido Míster Marshall!, así como por la creación de microcosmos de base social y por la influencia del neorrealismo italiano, sin olvidarnos de sus primeros problemas con la censura.

Esa pareja feliz (1951). Codirigida con Juan Antonio Bardem, supuso el debut de nuestro cineasta. En ella se nos cuentan las dificultades de un humilde matrimonio que acaba convertido en el centro de atención social al obtener el premio a la “pareja feliz”, otorgado por una empresa de jabones. Este acontecimiento no logra mejorar su situación sustancialmente y la pareja termina por aceptar sus circunstancias. El final amargo fue buscado deliberadamente por los directores en su intento de diferenciarse del cine comercial que se estaba rodando en aquellos momentos. Cabe decir que contaron con un bajísimo presupuesto y que tuvieron tantas dificultades después de rodarla, que se acabó estrenando en 1953, con posterioridad al estreno (y gracias al éxito) de ¡Bienvenido, Míster Marshall!

Resultado de imagen de bienvenido mister marshall¡Bienvenido, Míster Marshall! (1952). Fue dirigida en solitario por Berlanga, aunque contó con el dramaturgo Miguel Miura y, de nuevo, con Bardem, como coguionistas. Es sin duda su obra más conocida e inmortal y el primer éxito internacional del cine español. Nos narra el desengaño sufrido por los habitantes de un pueblecito castellano que, ante la supuesta noticia de que una delegación estadounidense iba a visitarlos, se embarcan en un derroche de esfuerzo con el fin de transformar su entorno en un lugar próspero y luminoso para que, finalmente, los americanos pasen de largo sin detenerse. Fue un rodaje duro y lleno de dificultades (rodar fuera de Madrid, enfrentamientos entre los profesionales…) pero finalmente llegó a buen puerto, siendo seleccionada para Cannes, obteniendo una mención especial del jurado y unánimes elogios de la crítica. Cabe destacar algunas anécdotas, como que un plano en que se veía una bandera americana río abajo hubo de ser eliminado para poder proyectarse en Cannes o que el realizador y los productores acabaron en comisaría por haber impreso unos dólares falsos con las caras de los protagonistas con intención publicitaria. 

Novio a la vista (1953). Berlanga continúa dirigiendo en solitario y colaborando en el guion, esta vez junto al dramaturgo y cineasta Edgar Neville y, de nuevo, Juan Antonio Bardem. Este filme nos cuenta las vivencias de unos adolescentes en un lugar de veraneo. Para evitar el matrimonio de conveniencia de la protagonista, deciden fingir entre todos el secuestro de esta. A pesar de todo, el desenlace posee el sabor a desengaño de las películas precedentes, pues Loli acaba sintiéndose atraída por el hombre designado por su familia, mientras que el joven Enrique es descartado y ni siquiera logra aprobar las asignaturas para las que había estado estudiando. La película recibió bastantes críticas negativas, tachándola de superficial e intrascendente, aunque su éxito pudo haber sido mucho mayor, pues a punto estuvo de ser protagonizada por una todavía desconocida Brigitte Bardot, que poco después se convertiría en un icono del cine europeo. 

Calabuch (1956). Un científico americano, cansado de su trabajo, decide huir y refugiarse en un pueblo llamado Calabuch. Allí se dedica a hacer todo tipo de trabajos, entre ellos, cohetes, que, gracias a sus conocimientos, se elevarán más de lo normal, llamando la atención de las autoridades internacionales, que acuden en su busca. Todo el pueblo se vuelca en impedir que se lo lleven, pero él finalmente decide aceptar su destino. La película triunfó en el festival de Venecia y supuso uno de los mayores éxitos comerciales de su primera etapa. La crítica indicó que toda la película rebosaba un tierno sentido del humor y se ha considerado como la producción más ingenua de Berlanga. 

Los jueves, milagro (1957). Esta fue la primera vez en que Berlanga se vio en serios problemas con la censura, de tal modo que el resultado final acabó distando mucho de lo que él había ideado en un principio. En estos tiempos, casi toda la cartelera constaba de filmes intrascendentes y entretenidos, como no podía ser de otro modo dada la situación política. Una película que criticase el fervor religioso (muchas veces cercano al fanatismo) de la sociedad española, no podía verse exenta de polémicas y dificultades. El argumento gira en torno a un grupo de personas que organiza un falso milagro cada jueves con el fin de ganar dinero, quedando totalmente descolocados cuando, de repente, empiezan a suceder milagros reales. Fue el mayor fracaso comercial de Berlanga junto con Novio a la vista, a pesar de haber obtenido algunos premios y de contener rasgos característicos de la marca del cineasta. 

ETAPA DE EL VERDUGO

Esta etapa se caracteriza, según Torres, A. (1999: 205) por la participación del guionista Rafael Azcona, por la transición temática desde el “ternurismo” hacia el humor negro y por la evolución técnica desde los planos sencillos y cortos a otros más largos y complejos. 

Plácido (1961). Tras el fracaso anterior, Berlanga abandonó los rodajes durante cinco años, en los cuales reflexionó sobre su obra, llevándole a iniciar una nueva etapa con cambios sustanciales. Su primer proyecto fue Plácido, concebido con la idea de lanzar una irónica crítica sobre las desigualdades sociales. Nos narra la historia de un pueblo en el que se promueve la iniciativa de invitar a un mendigo a cenar en Nochebuena. Plácido, el protagonista, se encuentra inmerso en el agobio de tener que pagar la primera letra de su motociclo, que vence esa misma noche. No solo no logrará su objetivo, sino que su familia terminará por perderlo casi todo. A pesar de ridiculizar las bases del régimen, la cinta acabó representando a España en la categoría de “mejor película de habla no inglesa” en los Oscars.

La muerte y el leñador (1962). Este cortometraje fue rodado para formar parte de una película compuesta por cuatro pequeñas historias de sendos directores. Trata de las extremas dificultades de un organillero para salir adelante, dificultades que lo llevan a un intento de suicidio frustrado. La obra se convirtió en la más polémica de su carrera, pues se interpretó que daba una imagen nefasta de España, mostrándola como un país atrasado, desolado y brutal. Se llegó a decir que una escena en la que un burro orinaba en una piscina simbolizaba a Franco orinando sobre los españoles. 

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El verdugo (1963). La obra maestra de Berlanga nos narra la historia de José Luis, un enterrador que, por diferentes acontecimientos personales, termina trabajando como verdugo. La ausencia de ejecuciones le permite llevar una vida económicamente desahogada, aunque vive en permanente desasosiego, pendiente de las noticias de sucesos, por si de algún horrible crimen se derivase la necesidad de poner en practica su cometido. La cinta se enfrentó a considerables dificultades tras ser denunciada por un embajador español como un libelo comunista, a pesar de lo cual se convirtió en uno de los mayores éxitos del Festival de Venecia. El original tratamiento del humor negro fue unánimemente aplaudido por la crítica. 

La boutique (1967). Con este filme, Berlanga busca hacerse un hueco en el cine comercial tras la agitación de la película anterior, aunque sin renunciar a su irónico sello personal. El argumento gira en torno a un matrimonio, las mentiras, los desengaños y los cambios de conducta que en ellos se producen. Las dificultades técnicas fueron mayúsculas, debido a las exigencias del productor, Cesáreo González. Berlanga consideró que La boutique fue su mejor guion y su peor película. 

¡Vivan los novios! (1969). Un hombre mediocre fracasa intentando tener una aventura antes de casarse y al llegar a casa encuentra a su madre muerta, a pesar de lo cual, su novia lo insta a seguir adelante con la boda. Azcona y Berlanga buscaban ideas renovadoras pero comerciales y eligieron mostrar el contraste entre los desinhibidos turistas que veraneaban en España y las miserias y problemas sufridos por los autóctonos. No recibió el aplauso ni del público ni de la crítica.  

Tamaño natural (1973). Tras el fracaso anterior, Berlanga se dio un nuevo descanso de cuatro años, retomando la actividad con esta película, en la que nos cuenta la estrambótica historia de amor de un hombre y una muñeca de poliuretano de tamaño natural. Rodada en París, con la Paramount entre los productores, fue calificada como “X” en Gran Bretaña y prohibida en España, no pudiendo estrenarse hasta 1978. La crítica valoró su originalidad y valentía, pero el gran público la ignoró, pues se encontraba compitiendo en cartelera nada menos que con Star Wars.  

ETAPA DE LA ESCOPETA NACIONAL

Este periodo se ve caracterizado principalmente por los acontecimientos políticos. Berlanga se verá por fin libre para expresarse sin temor a la censura. Continuará la colaboración con Azcona en los guiones, creando filmes en los que destacan el humor popular y el retrato de la sociedad española. Algunos críticos cuestionan la calidad de sus últimas películas, al considerar que abandonó su sello personal para centrarse en crear cine comercial y de fácil aceptación para el público. 

Resultado de imagen de la escopeta nacionalLa “trilogía nacional” (1978-1982). Esta saga nos muestra la transición de la dictadura a la democracia a través de las vivencias de la familia monárquica Leguineche. En La escopeta nacional (1978), ambientada en los últimos años del franquismo, Jaume Canivell, empresario catalán, se ve obligado a mediar en un conflicto amoroso acaecido en la finca del marqués de Leguineche para evitar un problema de dimensiones políticas nacionales. Con este filme, Berlanga volvía a rodar tras cinco años de inactividad. Fue acogido en loor de multitudes y logró su mayor éxito comercial hasta la fecha (salvo ¡Bienvenido, Míster Marshall! y Calabuch, sus películas apenas habían logrado recuperar la inversión). Patrimonio Nacional (1980) constituye la segunda entrega de la trilogía, y en ella vemos a la familia Leguineche trasladarse a la capital en busca de un estatus social perdido hace tiempo. Fue acogida por la crítica con cierta frialdad y escasos elogios. Nacional III (1982) cierra la saga con una familia Leguineche en clara decadencia, intentando pasar los restos de su fortuna por la frontera francesa. Fue con diferencia la cinta peor valorada y con menor éxito de las tres. 

La vaquilla (1985). Con esta película, Berlanga se suma al fructífero subgénero de la Guerra Civil Española, narrando la historia de unos republicanos que se ven obligados a permanecer en territorio franquista tras haber llevado a cabo una incursión con el objetivo de sabotear los festejos populares de los sublevados. Berlanga retoma así una idea que databa de 1948, tiempos en que habría resultado imposible de llevar a cabo, dada la censura y los costes de producción inasumibles. Algunos críticos acusaron a Berlanga de frívolo por su tratamiento de la Guerra Civil, pero lo cierto es que fue la película que el cineasta más tiempo logró mantener en cartelera, a pesar de competir con títulos como Terminator, Amadeus, o Érase una vez en América

Moros y cristianos (1987). Este filme narra las desventuras de una familia de turroneros de Alicante en su intento por adaptar el negocio familiar a los nuevos tiempos. Influido por el cine de Mariano Ozores, Berlanga quiso realizar una cinta en la que primase la risa por la risa, sin más pretensiones. Obtuvo una acogida negativa de crítica y público. 

Todos a la cárcel (1993). Otro periodo de inactividad, esta vez de seis años, precede a la realización de esta película que versa sobre los acontecimientos sucedidos en torno a la celebración del “Día del preso político” en la cárcel de Valencia, los cuales desembocan en un motín. Participaron casi cien actores y más de mil extras. Estamos ante la primera cinta desde 1960 en la que no participa Rafael Azcona en el guion, siendo sustituido por Jorge Berlanga, hijo del cineasta. Berlanga consiguió el Goya al mejor director y a la mejor película. La crítica destacó su ácido humor y su sátira de la corrupta sociedad noventera y estableció conexiones con Plácido y La escopeta nacional

París-Tombuctú (1999). El último largometraje de Berlanga resulta ser el único que no alcanza el aprobado en el popular portal de cine Filmaffinity, quedándose con un deshonroso 4,9. Podemos encontrar críticas elogiosas, pero también muy desfavorables. El guion principalmente corrió a cargo de su hijo, y el argumento narra las aventuras de un cirujano que, hastiado de su vida, decide emprender en bicicleta la ruta París-Tombuctú. 

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BIBLIOGRAFÍA
  • BORAU, J. L. (1998). Diccionario del cine español. Madrid: Alianza Editorial. 
  • FILMAFFINITY. «París-Tombuctú». Consultado el 19 de marzo de 2019. https://www.filmaffinity.com/es/film572401.html 
  • PERALES, F. (1997). Luis García Berlanga. Madrid: Cátedra. 
  • TORRES, A. M. (1999). Enciclopedia Espasa del cine. Tomo 1. Madrid: Espasa Calpe. 


19/9/19

Comentario de texto: «La generación de 1898». Azorín, 1913

Vamos a analizar un texto ensayístico de Azorín, seudónimo perteneciente a don José Martínez Ruiz, acuñador del término por el que se conoce al grupo de escritores del que formó parte: la generación del 98. A pesar de encontrarnos ante un único párrafo, los puntos suspensivos entre corchetes nos indican que algunos fragmentos han sido suprimidos, sin que ello haya actuado en detrimento de la unidad del conjunto, que se mantiene gracias al tono, al estilo y a los temas que lo vertebran. 

Estas reflexiones de Azorín han sido extraídas de un ensayo titulado «La generación de 1898», cuya publicación fue dividida en cuatro artículos que vieron la luz en las páginas del ABC en febrero de 1913. Acudiendo a la obra completa podríamos obtener mucha más información, pero lo que se nos pide en un comentario es analizar el texto que tenemos delante, es decir, debemos dar tan solo unas breves pinceladas sobre su contexto histórico y literario y centrarnos en desgranar su estructura, sus ejes temáticos y los recursos que utiliza el autor para comunicar sus ideas o para impregnar su discurso de literariedad. Por último, tendremos que elaborar una valoración personal razonada. 

El tema principal podría sintetizarse con una propuesta de título, como por ejemplo «Características ideológicas y estéticas de la generación del 98». Podemos observar en el texto una división en tres partes a través de las cuales se tiende a ir progresivamente desde lo ideológico hacia lo estético, a lo que habría que añadir una breve parte final a modo de conclusión. 
  • Entre la primera y la séptima línea, Azorín se centraría en detallar rasgos ideológicos de los noventayochistas, como derruir valores tradicionales, anhelar una nueva España y acompañar a los predecesores en su protesta. 
  • Después, entre la línea octava y la duodécima, podríamos observar un fragmento transicional en el que se tratan características de ambos tipos. Así, el entusiasmo por artistas antiguos y, sobre todo, por Larra, puede entenderse como una reflexión estética pero también puede caer dentro del ámbito de las ideas. Por otro lado, la reivindicación de lo rural frente a lo urbano constituyó un eje fundamental en el ideario de estos autores pero no lo fue menos a la hora de componer sus obras (Campos de Castilla, La ruta de Don Quijote, Las comedias bárbaras, Andanzas y visiones españolas...). 
  • El tercer fragmento se extendería desde el final de la línea duodécima hasta la mitad de la decimoquinta y en él nuestro autor trataría brevemente el modo en que la generación del 98 concebía la literatura: observando la realidad, desarticulando el idioma y llenándolo de “viejas palabras” que permitiesen describir esa realidad con precisión y de un modo condensado. Es decir, vemos aquí un análisis principalmente estético, del mismo modo que al principio veíamos uno fundamentalmente ideológico. 
  • Por último, la oración final sirve de conclusión o resumen de todo lo anterior. La generación del 98 es continuadora de sus predecesores en lo ideológico, pues todos eran hijos del influjo liberal que venía agitando España desde mediados del siglo XIX y que buscaba la modernización del país para sacarlo de su estancamiento económico, social y moral. Sería en el plano de las bellas letras donde Azorín y sus compañeros divergieran respecto a la generación anterior, oponiendo el subjetivismo y la sintaxis breve e impresionista frente al objetivismo y el exceso de detalle del realismo decimonónico. 
Si atendemos al estilo, podremos notar el predominio de la función referencial del lenguaje, que es lo propio en el género del ensayo, a través de oraciones enunciativas en las que destacan los verbos en presente o en formas de pasado que indican cierta cercanía temporal, como el imperfecto o el pluscuamperfecto. Sin embargo, resulta innegable que la función poética del lenguaje también se deja sentir en la literariedad que Azorín infunde al texto mediante figuras retóricas como la hipérbole (“impetuosos y ardientes artículos”), el polisíndeton (en el pasaje sobre Larra), la anáfora (“en acercarse...”, “en desarticular...”, “en agudizarlo” “en aportar...”), el hipérbaton (“y en ella deposita”) y otros recursos cuya presencia permite que un texto de no ficción pueda ser incluido en el mundo de la literatura, algo que no resultaría tan evidente con otro tipo de obras en prosa como podrían ser los manuales de historia o las crónicas de sucesos.

Como conclusión me gustaría señalar que este ensayo vio la luz en un momento cercano al auge del novecentismo, movimiento que inicia su andadura simbólicamente en 1914, con la conferencia de Ortega y Gasset “Nueva y vieja política” y que vendría a marcar un nuevo rumbo con una literatura más racionalista e intelectualizada, más europeizante y orientada hacia lo urbano. En este contexto de renovación, parece probable que Azorín, para el que han cambiado las tornas y que ahora se sitúa en el grupo de los predecesores, en el grupo de los que dejan paso a las nuevas figuras de las bellas letras, pretendiese con este ensayo recordar y remarcar todo lo positivo que él y los suyos habían aportado a la entonces reciente historia del pensamiento y la cultura españolas. 



24/7/19

153 libros escritos en español que hay que leer antes de morir

Uno de mis objetivos vitales consiste en completar la lista 1001 libros que hay que leer antes de morir. Hasta la fecha he logrado finalizar la lectura de 117 obras, una cifra muy inferior al número de volúmenes que aún no he abierto, aunque no es esto algo que me genere intranquilidad, pues tengo la esperanza de vivir muchos años todavía y, de no ser así, tampoco me daré cuenta de mi fracaso, pues los muertos no se enteran de nada, y el hecho de no haber completado la lista no me causará ningún malestar, a no ser que exista otra vida, en cuyo caso no veo motivo para no poder alcanzar el objetivo a lo largo de ella, por lo que dicho malestar no llegaría a acontecer, más bien al contrario, la perspectiva de una nueva existencia me provocaría con toda probabilidad un desmedido regocijo. 

La cuestión es que, como buen estudiante que soy, andaba yo no hace mucho pensando en mis estudios, cuando se me ocurrió que sería interesante saber qué títulos de la mencionada lista corresponden a obras escritas en lengua española. Y como a mí me gusta compartir cosas interesantes y también hay que actualizar de vez en cuando el blog si es que uno quiere que este conserve algún atisbo de vitalidad, aquí os traigo esta nueva lista de libros que espero os resulte provechosa y deleitable. 

  1. Cantar de Mío Cid - Anónimo
  2. Libro del buen amor - Juan Ruiz "Arcipreste de Hita
  3. El Conde Lucanor - Don Juan Manuel
  4. La Celestina - Fernando de Rojas
  5. Amadís de Gaula - Garci Rodríguez de Montalvo
  6. Lazarillo de Tormes - Anónimo
  7. Libro de la vida - Teresa de Jesús
  8. Guzmán de Alfarache - Mateo Alemán
  9. Novelas ejemplares - Miguel de Cervantes Saavedra
  10. Don Quijote de La Mancha - Miguel de Cervantes Saavedra
  11. Los trabajos de Persiles y Segismunda - Miguel de Cervantes Saavedra
  12. El Buscón - Francisco de Quevedo
  13. Historia verdadera de la conquista de la Nuaeva España - Bernal Díaz del Castillo
  14. La Dorotea - Lope de Vega
  15. El Criticón - Baltasar Gracián
  16. Facundo - Domingo Faustino Sarmiento
  17. Leyendas - Gustavo Adolfo Bécquer
  18. Episodios nacionales - Benito Pérez Galdós
  19. Pepita Jiménez - Juan Valera
  20. Martín Fierro - José Hernández
  21. El amigo manso - Benito Pérez Galdós
  22. La regenta - Leopoldo Alas, "Clarín"
  23. Sotileza - José María de Pereda
  24. Fortunata y Jacinta - Benito Pérez Galdós
  25. Los pazos de Ulloa - Emilia Pardo Bazán
  26. Doña Berta. Cuervo. Superchería - Leopoldo Alas, "Clarín"
  27. Misericordia - Benito Pérez Galdós
  28. Cañas y barro - Vicente Blasco Ibáñez
  29. Sonatas - Ramón María del Valle-Inclán
  30. El árbol de la ciencia - Pío Baroja
  31. Castilla - Azorín
  32. Memorias de un hombre de acción - Pío Baroja
  33. Platero y yo - Juan Ramón Jimenez
  34. Niebla - Miguel de Unamuno
  35. Los de abajo - Mariano Azuela
  36. Cuentos - Horacio Quiroga
  37. Belarmino y Apolonio - Ramón Pérez de Ayala
  38. Nuestro padre San Daniel y el Obispo leproso - Gabriel Miró
  39. El incongruente - Ramón Gómez de la Serna
  40. Don Segundo Sombra - Ricardo Güiraldes
  41. Tirano Banderas - Ramón María del Valle-Inclán
  42. El ruedo ibérico - Ramón del Valle-Inclán
  43. Doña Bárbara - Rómulo Gallegos
  44. Imán - Ramón J. Sender
  45. San Manuel Bueno, mártir y tres historias más - Miguel de Unamuno
  46. Huasipungo - Jorge Icaza
  47. La invención de Morel - Adolfo Bioy Casares
  48. El mundo es ancho y ajeno - Ciro Alegría. 
  49. Crónica del alba - Ramón J. Sender
  50. El laberinto mágico - Max Aub
  51. Ficciones - Jorge Luis Borges
  52. Memorias de Leticia Valle - Rosa Chacel
  53. Nada - Carmen Laforet
  54. El señor presidente - Miguel Ángel Asturias
  55. El hombre perdido - Ramón Gómez de la Serna
  56. Viaje a la Alcarria - Camilo José Cela
  57. El túnel - Ernesto Sábato
  58. La cabeza del cordero - Francisco Ayala
  59. El Aleph - Jorge Luis Borges
  60. El laberinto de la soledad - Octavio Paz
  61. La colmena - Camilo José Cela
  62. Los pasos perdidos - Alejo Carpentier
  63. El llano en llamas - Juan Rulfo
  64. Réquiem por un campesino español - Ramón J. Sender
  65. El sueño de los héroes - Adolfo Bioy Casares
  66. Los bravos - Jesús Fernández Santos
  67. Pedro Páramo - Juan Rulfo
  68. El Jarama - Rafael Sánchez Ferlosio
  69. Gran sol - Ignacio Aldecoa
  70. Los gozos y las sombras - Gonzalo Torrente Ballester
  71. Merlín y familia - Álvaro Cunqueiro
  72. Gabriela, clavo y canela - Jorge Amado
  73. Los ríos profundos - José María Arguedas
  74. La parranda - Eduardo Blanco Amor
  75. Obras completas (y otros cuentos) - Augusto Monterroso
  76. Las armas secretas - Julio Cortázar
  77. Primera memoria - Ana María Matute
  78. El astillero - Juan Carlos Onetti
  79. Sobre héroes y tumbas - Ernesto Sábato
  80. El siglo de las luces - Alejo Carpentier
  81. Las ratas - Miguel Delibes
  82. Bomarzo - Manuel Mujica Láinez
  83. Tiempo de silencio - Luis Martín Santos
  84. La muerte de Artemio Cruz - Carlos Fuentes
  85. La ciudad y los perros - Mario Vargas Llosa
  86. Rayuela - Julio Cortázar
  87. Tres tristes tigres - Guillermo Cabrera Infante
  88. Últimas tardes con Teresa - Juan Marsé
  89. Señas de identidad - Juan Goytisolo
  90. Cinco horas con Mario - Miguel Delibes
  91. Cien años de soledad - Gabriel García Márquez
  92. Volverás a Región - Juan Benet
  93. Tienda de los milagros - Jorge Amado
  94. El informe de Brodie - Jorge Luis Borges
  95. Un mundo para Julius - Alfredo Bryce Echenique
  96. El gran momento de Mary Tribune - Juan García Hortelano
  97. Si te dicen que caí - Juan Marsé
  98. Antagonía - Luis Goytisolo
  99. Ágata ojo de gato - José Manuel Caballero Bonald
  100. Mortal y rosa - Francisco Umbral
  101. La verdad sobre el caso Savolta - Eduardo Mendoza
  102. El otoño del patriarca - Gabriel García Márquez
  103. Visión del ahogado - Juan José Millás
  104. El cuarto de atrás - Carmen Martín Gaite
  105. Los mares del sur - Manuel Vázquez Montalbán
  106. Saúl ante Samuel - Juan Benet
  107. Octubre, octubre - José Luis Sampedro
  108. El río de la luna - José María Guelbenzu
  109. La guerra del fin del mundo - Mario Vargas Llosa
  110. La casa de los espíritus - Isabel Allende
  111. Larva. Babel de una noche de San Juan - Julián Ríos
  112. El entenado - Juan José Saer
  113. El Griffón - Alfredo Conde
  114. El héroe de las mansardas de Mansard - Álvaro Pombo
  115. La orilla oscura - José María Merino
  116. El amor en los tiempos del cólera - Gabriel García Márquez
  117. Beatus ille - Antonio Muñoz Molina
  118. La fuente de la edad - Luis Mateo Díez
  119. Todas las almas - Javier Marías
  120. Noticias del Imperio - Fernando del Paso
  121. Camino de sirga - Jesús Moncada
  122. Como agua para chocolate - Laura Esquivel
  123. La magnitud de la tragedia - Quim Monzó
  124. Juegos de la edad tardía - Luis Landero
  125. El metro de platino iridiado / Álvaro Pombo
  126. Un millón de vacas - Manuel Rivas
  127. Corazón tan blanco - Javier Marías
  128. Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero - Álvaro Mutis
  129. El club Dumas - Arturo Pérez-Reverte
  130. Tic-tac - Suso de Toro
  131. La Virgen de los Sicarios - Fernando Vallejo
  132. Tonto, muerto, bastardo e invisible / Juan José Millás
  133. Una comedia ligera - Eduardo Mendoza
  134. Carreteras secundarias - Ignacio Martínez de Pisón
  135. Fuegos con limón - Fernando Aramburu
  136. Plenilunio - Antonio Muñoz Molina
  137. Plata quemada - Ricardo Piglia
  138. Bella en las tinieblas - Manuel de Lope
  139. El hereje - Miguel Delibes
  140. Los detectives salvajes - Roberto Bolaño
  141. Bartleby y compañía - Enrique Vila-Matas
  142. La Fiesta del Chivo - Mario Vargas Llosa
  143. Soldados de Salamina - Javier Cercas
  144. Los aires difíciles - Almudena Grandes
  145. La sombra del viento - Carlos Ruiz Zafón
  146. Erec y Enide - Manuel Vázquez Montalbán
  147. La dama número trece - José Carlos Somoza
  148. Blanco sobre negro - Rubén Gallego
  149. Tu rostro mañana - Javier Marías
  150. El testigo - Juan Villoro 
  151. 2666 - Roberto Bolaño 
  152. Al morir Don Quijote - Andrés Trapiello
  153. La Biblia de barro - Julia Navarro

5/6/19

Cioránica

Queridos lectores, me complace comunicaros que finalmente obtuve el tercer premio en el VIII Certamen de Poesía “ASEAPO 2019”. Desde aquí reitero mi agradecimiento al jurado por valorar tan positivamente mi poema, que compitió con unas 140 obras. Cabe decir además, que en esta ocasión se eligieron catorce finalistas en vez de diez, pues, según aseguraron los organizadores, la calidad general de los poemas había sido mayor de lo habitual, lo cual evidentemente me hace sentir aún más orgulloso. En fin, ya paro de tirarme flores, aquí va mi laureado poema romántico-nihilista-barroco-existencialista en octavas reales.


Pensamientos amargos como plantos,
macilentos augurios, asechanzas,
promesas rotas, miedos, desencantos,
injusticias, torturas y matanzas.
Miseria por doquier, ruina de tantos
que sufren su dolor sin esperanzas.
Condena de cadenas tenebrosas
que arrastran con sus piernas temblorosas.

Clavados al banquete de la vida
cual Cristo redentor crucificado
los inocentes sueñan con la huida
del mundo que los ha martirizado.
Perdieron de antemano la partida,
su sangre sin piedad se ha derramado.
No hay llantos por sus sinos luctuosos
ni rezos de lamentos lacrimosos.

Las sombras que se alargan inquietantes
se ciernen sobre tu alma desdichada.
Te abatirán y cuando te levantes
de nuevo te verás frente a la nada.
Quimeras de los tiempos ya distantes
laceran tu interior cual puñalada.
Ventiscas de matices taciturnos
agitan tus océanos nocturnos.

Tragedia allí donde la vista enfoca.
Fragor de gritos y derrota eterna.
La gota horada sin cesar la roca.
La herida avanza por la carne tierna.
Sabrás que toda precaución es poca
que nada calma la agonía interna.
Milagro de sentido incomprensible.
Proceso largo, lóbrego y horrible.

Prodigio absurdo en medio del desastre,
enferma y negra sociedad deforme.
Nacer cual máquina soltando lastre,
vivir cayendo en un vacío enorme.
Verás horror cuando la red te arrastre
cuando la luz oscura te transforme.
Aguarda la llegada del ocaso
y asume lo forzoso del fracaso.


Road Amidst Bare Trees

29/5/19

La novela española desde 1939: un rápido vistazo


La Guerra Civil provocó que la narrativa española tomase dos caminos a partir de 1939, cada uno con sus propias particularidades. Por un lado, los novelistas que se vieron abocados al exilio desarrollaron su labor literaria en libertad y sin aislamiento cultural, aunque condicionados por el hecho de tener que empezar una nueva vida en un país extranjero, habiendo dejado atrás seres queridos y propiedades, y sufriendo la incertidumbre en torno al posible regreso y al destino de sus compatriotas. Por otro lado, aquellos narradores que se quedaron en España tendrían que enfrentarse a considerables inconvenientes a la hora de concebir sus obras, como la censura, especialmente férrea en los primeros lustros, así como a la imposibilidad o extrema dificultad de acceder a las nuevas técnicas literarias que se fuesen desarrollando en el plano internacional.

LA NARRATIVA DEL EXILIO

Los exiliados, aislados del desarrollo de la sociedad española, centraron sus obras en la guerra civil y sus consecuencias. La experiencia del exilio o los problemas sociales del mundo occidental constituyeron también fuentes primarias de material narrativo. En cuanto a su estilo literario, podemos decir que son representantes de un realismo de carácter innovador, salvo en algunos casos como el de Arturo Barea, cuyas obras resultan herederas de un realismo de corte más clásico. En cualquier caso, hemos de tener presente que, como no puede ser de otro modo, en un grupo de autores tan numeroso tiene que existir una gran heterogeneidad. 

Rosa Chacel se exilió en Brasil y Argentina, pudiendo realizar un primer viaje a España en 1962. Sus novelas son lentas, con poca trama argumental y muy centradas en el mundo psicológico de los personajes. La memoria es un elemento fundamental. Entre sus obras del exilio destacan Memorias de Leticia Valle (1945), sobre las reflexiones intelectuales de una niña, y La sinrazón (1960) que constituye su novela más importante, en la que de nuevo la autora se proyecta en el protagonista para plasmar una serie de recuerdos y cavilaciones, algunas sobre España. Entre el exilio y su regreso escribe la trilogía compuesta por Barrio de Maravillas (1976), Acrópolis (1984) y Ciencias naturales (1988), en la cual trata los temas típicos de la narrativa de los desterrados: la realidad social de España desde comienzos del XX hasta la guerra y la experiencia del exilio. 

Ramón J. Sénder se exilia en Francia a finales 1938 desde donde viajará a México y Estados Unidos. Su obra pasa del compromiso político anterior a la guerra, a una amplia pluralidad de enfoques. Sus libros empiezan a conocerse en España en los sesenta, y muestran preocupación por los problemas del ser humano, tanto individuales como colectivos. Su estilo es por lo general sobrio, claro y preciso. Réquiem por un campesino español, publicada en 1953 (con el título de Mosén Millán) es una de sus mejores obras y en ella muestra dos planos temporales entrecruzados, bellas escenas costumbristas, y una trama originada en los acontecimientos relacionados con la segunda república y el estallido de la guerra. 

Francisco Ayala marcha exiliado a Buenos Aires en 1939 y regresa por primera vez a España en 1960. Sus novelas se centran en la crisis de valores en occidente a partir de los horrores de las guerras mundiales. Maneja con maestría la diversidad de perspectivas y se decanta por el uso de la primera persona frente al narrador omnisciente. Su estilo es elaborado, de expresión precisa, e intenta imprimir originalidad en su prosa. Una de sus principales obras del exilio es Los usurpadores (1949), una colección de relatos vertebrados en torno a la idea del abuso de poder y ambientados en una España de tiempos remotos. 

Arturo Barea se exilia primero en Francia y después en Inglaterra, donde vivirá el resto de su vida. Toma como referentes a Galdós y Baroja y practica un realismo sencillo y eficaz no exento de un tono íntimo y entrañable. Logró un éxito impresionante con la trilogía La forja de un rebelde (1941-1944), publicada primero en inglés, saliendo de imprenta en España en 1971, cuando ya era conocida en numerosas lenguas. Los tres volúmenes narran la vida del autor y ofrecen un detallado panorama de la sociedad española desde principios de siglo hasta la guerra civil. 

Max Aub se exilió en Méjico en 1942. En 1939 había escrito la primera novela de El laberinto mágico, su saga sobre la guerra civil, que se compondría de los títulos Campo cerrado (1943), Campo de sangre (1945), Campo abierto (1951), Campo del Moro (1963), Campo francés (1965) y Campo de los almendros (1967). Es considerada como una de las obras narrativas más amplias y profundas sobre el conflicto. 

Pasemos ahora a centrarnos en aquellos autores que se quedaron en España, donde irán sucediéndose diferentes corrientes literarias muy influidas por el devenir de los acontecimientos culturales, sociales y políticos, las cuales, por convención, se han ido emparejando con sucesivas décadas del siglo XX. De este modo, tendríamos, por ejemplo, la llamada novela existencial en los años cuarenta, la novela social en los cincuenta, o la novela experimental o estructural en los sesenta. Aunque nos vamos a ocupar de estas corrientes predominantes, es necesario señalar que existieron otras tendencias al margen de ellas. Por ejemplo, una serie de novelistas como Juan Antonio de Zunzunegui o Elisabeth Mulder se mantuvieron fieles a un realismo de tipo decimonónico mientras que otros como Pedro de Lorenzo y Eulalia Galvarriato compusieron obras basadas en un realismo esteticista de prosa muy cuidada. Alejados de los moldes del realismo pero también con una esmerada estética, tendríamos a escritores como Álvaro Cunqueiro o Joan Perucho, que concibieron historias enmarcables en la fantasía medieval o legendaria. Es de destacar, por último, una narrativa humorística escrita por autores como Miguel Mihura o Antonio Mingote que, aunque en ocasiones dejaba traslucir algún atisbo de crítica social, por lo general evitaba buscar problemas con la censura. 

LOS AÑOS CUARENTA Y LA NOVELA EXISTENCIAL

La novela existencial tuvo entre sus principales representantes a Camilo José Cela, Miguel Delibes y Carmen Laforet, autores que vivieron la guerra siendo adultos y que mostraron cierto aislamiento o independencia respecto a sus compañeros de profesión. Algunos de sus temas básicos son la incomunicación y la incertidumbre del destino humano. Sus personajes son seres desorientados que caminan a la deriva dando bandazos ante un impasible desarrollo de los acontecimientos, marcados por el sinsentido, la desesperación y la muerte. En el aspecto técnico, destaca el uso de la primera persona, el relato autobiográfico, el monólogo interior y la narración objetiva de los hechos, en ocasiones brutales. Estas novelas, a pesar de la censura, describieron con crudeza la situación de miseria y angustia social, mostrándose como inquietantes anomalías dentro del panorama literario triunfalista afín al régimen, de un modo similar a como también se mostró el poemario de Dámaso Alonso Hijos de la ira

La familia de Pascual Duarte (1942) es la obra puntera de la corriente que se vino a llamar tremendismo, un tipo de novela existencialista construida mediante un brutal realismo expresionista de cuidada elaboración formal que narra hechos violentos y desagradables. Cela cosechó un extraordinario éxito con su debut como novelista, haciendo tambalearse los cimientos del panorama literario de posguerra y escandalizando a buena parte de la sociedad, ganándose el rechazo de la iglesia, que tachó la obra de inmoral y repulsivamente realista. Entre sus influencias se encuentra la novela picaresca, el naturalismo o la narrativa cervantina, en especial por el uso de la técnica del manuscrito encontrado. Cela fue un escritor que se caracterizó por la innovación, de tal forma que llevaba a cabo un nuevo ensayo en cada obra. Así, sus siguientes novelas, no repitieron la fórmula del tremendismo a pesar del éxito que le había reportado. Pabellón de reposo (1943), a la que Cela se refirió como “el anti-Pascual”, es una novela de ritmo lento que, con una rica prosa poética, nos habla sobre los internos de un sanatorio. Por su parte, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944) supuso un intento de traer a nuestros tiempos el género picaresco. Así pues, vemos que Cela se negó a transitar el camino que él mismo había dejado abierto. 

Nada (1945) de Carmen Laforet, ganadora de la primera edición del Premio Nadal, constituye la segunda obra fundamental del existencialismo tremendista, aunque de una violencia más psicológica que física, sin verse exenta de esta última. Es una novela pesimista y desoladora en la que sus seis personajes viven atormentados en un ruinoso piso de Barcelona. Algunas características de la narrativa de Laforet se muestran claramente en esta novela, como la construcción de agresivos personajes sumidos en un ambiente hostil y la síntesis narrativa entre invención y recuerdo. En 1952 vio la luz La isla y los demonios, una novela similar a la anterior, aunque algunos críticos señalan que la supera en cuanto a técnica narrativa. Posteriormente, Laforet publicó varias novelas breves de gran calidad caracterizadas por sus nuevas inquietudes religiosas. 

Al igual que Cela y Laforet, Miguel Delibes también logró un gran éxito con su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1948), ya que obtuvo el premio Nadal. En esta obra y en la siguiente, Aún es de día (1949), Delibes todavía no había desarrollado todo su potencial, y su narrativa se basaba en un existencialismo cristiano en busca respuestas al sinsentido de la vida. Sus mejores novelas empezarían a llegar en la siguiente década. 

LOS AÑOS CINCUENTA Y LA NOVELA SOCIAL 

La nueva década va a encontrarse dominada en lo literario por el llamado realismo social, que se manifestará en la novela, la poesía y el teatro. Su principales representantes vivieron la guerra siendo niños y se mostraron más solidarios, entre sí y hacia su pueblo, que sus predecesores (Sobejano, 2003: 16). Como es natural, podemos observar distintas sub-corrientes dentro de la tendencia general. Así, María Clementa Millán (2010: 260) propone hablar de un realismo objetivista, capitaneado por Rafael Sánchez Ferlosio frente a un realismo crítico, formado por una nómina de autores como Ignacio Aldecoa o Jesús Fernández Santos. Otras subdivisiones pueden establecerse en función del entorno en que se desarrollan los hechos: rural, por ejemplo en Aldecoa, urbano en Luis Romero. O, siguiendo a Sobejano, dependiendo de si la obra se centra en la defensa del pueblo (Aldecoa, López Pacheco…), en el ataque a la burguesía (García Hortelano, Juan Marsé…) o en la crítica social desde el enfoque del individuo (Carmen Martín Gaite, Ana María Matute…). Curiosamente, va a ser de nuevo Camilo José Cela quien comience a andar el camino de la nueva década y de la nueva corriente literaria con su obra La colmena (1951), una novela bisagra entre el existencialismo y el realismo social en la que se muestran las dificultades de la sociedad madrileña de 1942 mediante el uso del protagonista colectivo. Otro miembro destacado de la etapa anterior, Miguel Delibes, contribuirá a la nueva corriente con algunas obras de fuerte componente crítico, como El camino (1950) o Las ratas (1962).

Con una prosa elegante y cuidada y una equilibrada combinación de objetivismo y subjetividad, Ignacio Aldecoa aportó dos novelas en las que se muestra la tragedia de sus humildes personajes sin caer en el proselitismo ideológico. Son El fulgor y la sangre (1954) y Con el viento Solano (1956) en las que se narran las consecuencias de un asesinato desde perspectivas diferentes. Más tarde, publicaría dos novelas sin apenas trama en las que se centra en describir minuciosamente la vida de los pescadores: Gran Sol (1957) y Parte de una historia (1967). Por su parte, Jesús Fernández Santos, con una prosa precisa y unos diálogos llenos de naturalidad, publica también hitos del realismo social, como Los bravos (1954), sobre la cotidianidad de los habitantes de un pueblecito leonés o En la hoguera (1957), sobre las angustiosas vivencias de un tuberculoso. 

Con El Jarama (1955), Rafael Sánchez Ferlosio obtuvo el Premio Nadal y el Premio de la Crítica.  Esta obra se considera el ejemplo paradigmático del realismo objetivista, siendo destacable su equilibrio entre prosaísmo y lirismo (Pedraza y Rodríguez, 2000: 584). Se da una elevada concentración temporal y espacial y una trama escasa, destacando el diálogo por encima de la narración. El conjunto de personajes, protagonistas colectivos, mantiene su lucha contra el aburrimiento hasta que en un momento dado aflora la tragedia. 

En estos años publica Carmen Martín Gaite su novela más famosa, Entre visillos (1958), la cual se adscribe a un realismo social de tipo más intimista. En esta obra vemos un conjunto de personajes de vidas frustradas a través de la mirada de dos puntos de vista, uno más objetivo y otro más visceral. Por su parte, Ana María Matute publica también en 1958 su obra más ambiciosa, Los hijos muertos, ganadora del Premio de la Crítica y del Premio Nacional de Literatura. En ella, mediante la alternancia entre el presente y el recuerdo, se nos narra la tragedia de la Guerra Civil y sus consecuencias a través de dos generaciones. 

LOS AÑOS SESENTA Y LA NOVELA EXPERIMENTAL

Aunque hubo autores que continuaron cultivando el realismo social o incluso la novela existencial, la llegada de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos en 1962 supuso el comienzo de una nueva etapa en la literatura española. El continuo proceso de aperturismo político había ido permitiendo por fin la llegada de nuevas técnicas literarias ensayadas en el extranjero desde hacía tiempo a través de la pluma de autores como Joyce, Faulkner, Dos Passos, Steinbeck o los escritores del Boom de la novela sudamericana. 

La innovación se apreciará principalmente en lo formal, afectando a todos los elementos de la novela. Se narran las historias en segunda persona, se rompe la linealidad temporal con retrospecciones y anticipaciones, así como por la simultaneidad de hechos que ocurren en tiempos diferentes, se prescinde del narrador omnisciente en pos de una pluralidad de voces, testimonios y testigos, abunda el estilo indirecto libre, el flujo de conciencia o el monólogo interior y se invita al lector a participar en la ficción, dejando huecos vacíos que deberá rellenar. 

Serán partícipes de este movimiento autores consagrados como Cela y Delibes. El primero publicará Vísperas, festividad y octava de San Camilo del año 1936 en Madrid (1969), cuya acción se enmarca en los días 17, 18 y 19 de julio de 1936, sirviéndose de tres niveles narrativos entremezclados: el de los enfrentamientos entre las tropas sublevadas y los habitantes de Madrid, el de la vida cotidiana de numerosos personajes al estilo de La colmena y el del narrador protagonista en segunda persona. Por su parte, Miguel Delibes aportará una de sus más célebres obras, Cinco horas con Mario (1966), en la que la protagonista mantiene un larguísimo diálogo (lógicamente unidireccional) con el cadáver de su marido que sirve para dejar su alma al desnudo y trazar un profundo retrato social. 

Gonzalo Torrente Ballester realiza su aportación a la literatura experimental de modo más tardío, en 1972, con La saga/fuga de J.B. A pesar de llevar por entonces unos treinta años dedicándose a las letras, aquella fue la primera ocasión en que cosechó un notable éxito. En esta obra, el autor gallego logra una exitosa fusión de realidad y fantasía que ya había ensayado con menor fortuna en Don Juan (1963). Entre sus innovaciones se encuentra la de estar formada por tres capítulos de un solo párrafo cada uno, el presentar la acción sin seguir un orden cronológico o la alternancia entre el monólogo en primera persona del protagonista y un narrador impersonal. 

Un autor más joven pero también con cierta trayectoria que dejará su huella en esta etapa será Juan Goytisolo con su Señas de Identidad (1966), primera parte de la autobiográfica trilogía de Álvaro Mendiola. Con esta obra se propone desmitificar España y para ello se sirve de técnicas experimentales como la fragmentación del relato, el discurso caótico, el incumplimiento de las normas de puntuación o la combinación de voces narrativas, incluida la segunda persona. En una situación similar tenemos a José Manuel Caballero Bonald, que, con una considerable obra poética publicada, debuta como novelista en 1962 con Dos días de septiembre, una obra enmarcable dentro del ya moribundo realismo social. Sin embargo, de un modo también tardío, se sumará a la corriente experimental con Ágata ojo de gato (1974). Las innovaciones en esta obra se manifiestan en un uso anómalo del lenguaje y en la inserción de largos fragmentos en cursiva exentos de signos de puntuación. 

La primera novela de Juan Benet fue Volverás a Región (1967), aunque su germen se encuentra en el libro de relatos de 1961 Nunca llegarás a nada. La obra no muestra tan alto grado de experimentación como otras coetáneas, pero Benet reconoció su deuda con Faulkner, del que toma técnicas como el monólogo interior, el uso peculiar del tiempo, el perspectivismo o la estructura compleja. Pero, sin duda, el autor más representativo de esta corriente fue, como ya apuntamos antes, Luis Martín Santos. Tiempo de silencio se publicó en 1962 con varias mutilaciones censoras, no viendo la luz completa hasta 1980. El argumento puede llegar a considerarse melodramático y folletinesco (Pedraza y Rodríguez, 2000: 821), aunque también es cierto que el autor suple la falta llevando a cabo una degradación paródica de dichos géneros. Aunque inicia una nueva etapa, no deja de ser heredera de la corriente del realismo social por sus ambientes, personajes y desarrollo de los acontecimientos. Pero lo que llevó a esta novela a ocupar un lugar privilegiado en la historia de nuestra literatura fue su técnica y estilo. Destaca el empleo de recursos como el monólogo interior, el tratamiento no lineal del tiempo, el perspectivismo, el uso de diferentes voces narrativas, la yuxtaposición de escenas, una sintaxis original y un vocabulario sorprendente. El autor inventa palabras compuestas como abretaxi o destripaterrónica, utiliza neologismos cultos como atrabiliagenésicas, tecnicismos médicos como algodón hidrófilo, voces de germanía como chorbo o parodias de expresiones latinas como jubilatio in carne feminae.   

LA NUEVA NARRATIVA EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL SIGLO XX

Los años setenta estuvieron marcados por la transición a la democracia y, los ochenta, por el desarrollo económico y la definitiva modernización e incorporación de España a la esfera internacional. Los exiliados pudieron regresar (aunque muchos ya lo habían ido haciendo a lo largo de los sesenta) y los artistas de la palabra pudieron desarrollar su labor sin el miedo a la censura. 

En la narrativa, la nota dominante va a ser la diversidad y el placer de contar buenas historias, pasando a un segundo plano la experimentación formal, que todavía dará unas pocas muestras, como las obras de Cela Mazurca para dos muertos (1983) o Cristo versus Arizona (1988). Se produce un gran auge de la novela de género, como la policiaca, con Manuel Vázquez Montalbán o Eduardo Mendoza, o la histórica, cultivada por escritores como Carme Riera o Pérez Reverte. La huella de la experimentación de la década precedente se deja notar a veces en la mezcla de géneros y lenguajes. Autores consagrados como Delibes, Matute o el propio Cela, continúan con sus carreras, adaptándose a los nuevos tiempos y recibiendo grandes reconocimientos como el Cervantes o el Príncipe de Asturias. 

Los temas predominantes, por influencia del neorrealismo norteamericano, van a ser los desarrollados en ambientes urbanos, girando en torno a problemas de la vida contemporánea. También se va a recurrir a buscar la materia novelesca en los recuerdos de la infancia o la primera juventud, en general con una mirada más nostálgica o irónica que crítica. 

Se considera que La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza es la obra inaugural de este periodo. En ella destaca el uso del autor omnisciente que combina la primera y tercera persona y que transmite sus preocupaciones existenciales, así como la síntesis entre novela histórica y policíaca. En años posteriores, Eduardo Mendoza se consolidará como uno de los grandes novelistas de nuestro tiempo, revelándose como un autor poliédrico capaz de continuar fusionando con maestría diferentes géneros, como en Sin noticias de Gurb (1991) en la que mezcla el humor, la ciencia-ficción y el género detectivesco, al tiempo que compone novelas más sobrias y clásicas como La ciudad de los prodigios (1986). 

Manuel Vázquez Montalbán vendrá a ser el gran autor de novela policíaca, con su saga sobre el detective Carvalho, que generó grandes obras como Los mares del sur (1979) o Los pájaros de Bangkok (1983). Muchos de los procedimientos de este género se dejaron ver en obras de otros autores, como en Beltenebros (1989) de Antonio Muñoz Molina o Letra Muerta (1984) de Juan José Millás

El éxito de novelas históricas extranjeras como las de Umberto Eco, Robert Graves y Marguerite Yourcenar, provoca una gran eclosión de este género en España. Los tratamientos fueron diversos, como en el enfoque irónico de Torrente Ballester en Crónica del rey pasmado (1989) o el de Vázquez Montalbán en Autobiografía del General Franco (1989) por un lado, o en una mirada más seria en obras como En el último azul (1984) de Carme Riera o la serie Episodios de una guerra interminable, de Almudena Grandes, en la que se van narrando historias relacionadas con la resistencia antifranquista que operó entre 1939 y 1964. 

Otro de los caminos seguidos por la narrativa fue el de la llamada metaliteratura, que tuvo antecedentes clásicos en Cervantes o Calderón y algo más cercanos en Unamuno o Lorca. Algunos ejemplos de estas décadas son Gramática parda (1982) de Juan García Hortelano o Beatus Ille (1986) de Antonio Muñoz Molina. No está de más remarcar que en el inmenso panorama de la novela española reciente, cada autor posee sus propias particularidades, creando mundos narrativos personales, ensayando diferentes modelos y participando en multitud de géneros y enfoques. 

LA NOVELA A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

A lo largo de los años noventa y en lo que llevamos de siglo XXI, han ido falleciendo las grandes personalidades que renovaron la narrativa española a partir de la guerra: Gonzalo Torrente Ballester (1999), Camilo José Cela (2002), Carmen Laforet (2004), Miguel Delibes (2010), Ana María Matute (2014) Juan Goytisolo (2017) o, muy recientemente, Rafael Sánchez Ferlosio. Otros escritores tomaron el relevo a la cabeza de las bellas letras españolas y continúan desarrollando sus obras. Nuevas generaciones y movimientos han ido buscando su sitio, como la Generación X o el After pop, con destacados e innovadores novelistas como el profesor Juan Francisco Ferré

Quizá todavía sea pronto para teorizar sobre la novela de estas últimas tres décadas en las que no parecen haberse dado grandes fracturas y sí una continuidad marcada por la diversidad de estilos, temas y géneros. Lo que probablemente podemos tener por seguro es que no vamos a dejar de contar con autores atentos a los problemas y desafíos del presente dispuestos a ofrecernos grandes historias que merezca la pena leer.

BIBLIOGRAFÍA

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