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22/7/23

Tierra y paz

se despedaza la tierra y se destierra la paz que nunca llega y que sangra sangre sangrante y esputa su propio ser digestionado porque se despedaza la paz y la tierra llora muerte y la muerte empapa los ríos empedrados y las piedras caen por las largas laderas y las laceradas pieles anuncian el ocaso del tiempo del espacio de la luz y todo el espacio se llena de luz verdosa y todo lo vacía la pala del enterrador con paladas de sesos y de huesos y de cráneos y con paladas de paladares abocados a bocados de ternura sobre tiernas ternillas de terneras huérfanas nacidas sobre tierra terrosa como niños y niñas aterradas y como niñas y niños de mirada triste y piel de nieve y noche y como niños y niñas atados a una caja con sus pieles de llanto brillante brillando en brilloso líquido amniótico en la cárcel-orfanato mientras lloran atadas por el cuello a una pared como paredes que bloquean el paso de la paz y como la paz que no existe porque no puede nacer porque la muerte es la prima hermana de la paz y es lo más parecido a la paz que se permite por esta tierra, por esta tierra, por esta triste tierra…

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1/6/17

Sobre aviso

Cristales acerados contra el cielo, acero puro en llamas, detergente de esperanza espantosa que busca la sinonimia de los cuerpos nacarados y, ¿qué tal te vendría pensar un poco más en aquello que no puedes desprestigiar? Yo creo que la verdad está por encima de las ciudades, está por encima de los tumultos, los tumultos no entienden de pesadillas, la pesada carga que retrocede ante la luna, la anulación, el desafuero, el desamparo, la lluvia, los trozos de alma… ¿Quieres que siga preguntando a los hombres desvalidos por el sentido de la locura? ¿Quieres que refuerce la piedad de las circunstancias? No siempre voy a estar ahí para decirte que las venas se cortan en paralelo a la miseria, el perfecto abismo no se abre para ti ni para mí a cambio de nada, nada es gratis, nada tiene precio, nada en ríos de sangre, vuela en mares de petróleo gangrenoso, revisa el horizonte vertical, atraca por la espalda a la naturaleza, ella no merece lo que estás pensando, déjame que lo adivine, es mejor que no te lo diga, quizá te de por mirar detrás de ti, si lo hicieras, en fin, si lo hicieras no podrías decir que no estabas sobre aviso.


2/6/16

Las crónicas de alquitrán

Entiendo que pueda caerte mal. No soy gracioso y tengo algo de chepa. No me gusta hablar y mi voz es desagradable. De pequeño no tenía muchos amigos. Recuerdo que una tarde salí a pasear porque no sabía qué hacer. No había Internet, no había nada. Estuve caminando por las sórdidas calles de mi barrio-cementerio, mirando las grietas de las paredes, dejando escapar suspiros agónicos. Me aburrí enseguida, pero no quería volver a casa. No me gustaba leer ni dibujar ni jugar al fútbol. Supongo que quería estar con una chica, pero no conocía a ninguna. Tenía once años. Las farolas me iluminaban mientras caía la noche. Todo el mundo había muerto o algo parecido. ¿Qué podría haber más allá de la autopista? Yonkis chutándose, parejas follando en sus coches y todas aquellas leyendas urbanas. 

En mi familia se han dado dos suicidios, uno por la rama paterna y otro por la materna. Quizás eso me otorgue muchas papeletas en la lotería genética pero yo de momento aguanto, aunque, si lo piensas, vivir es como suicidarse, pero muy despacio. Si no estás de acuerdo, al menos reconocerás que sí que es un poco pérdida de tiempo porque vas a morir de todas formas, hagas lo que hagas, salvo si naces en la generación que descubra el secreto de la inmortalidad, estimo que dentro de doce o trece décadas.

Aquella tarde caminé arrastrando mis once años de existencia, aburrido, cansado, perdido, y no encontré nada; nada cambió para mí. Lo único que hice fue moverme sin saber a dónde iba, igual que me ocurre ahora mismo mientras escribo esta mierda insufrible.

NOTA: Este texto pertenece a mi poemario Lo peor. Puedes comprarlo aquí en e-book y aquí en papel para apoyar mi trabajo.






3/8/14

Lagartos del porvenir

Miguel se puso a vaciar las bolsas de la compra sobre la mesa de la cocina y de una de ellas salió un pequeño lagarto. Era aquél un animalillo alegre y avispado y lo primero que hizo fue intentar fornicar con el salero. Estuvo un buen rato ahí, dale que te pego, hasta que se cansó. Miguel se divertía mucho con la escena. Entonces pensó que quizás el bichejo tuviera hambre. Miguel no tenía ni puta idea de lo que comen los lagartos, pero supuso que le gustaría la harina cruda (así era Miguel) por lo que extendió un puñado de harina sobre la mesa. El lagarto se volvió medio loco y empezó a rebozarse como si le fuese la vida en ello. Cuando se apartó, Miguel pudo observar unos números marcados en el polvo blanco. Sin pensarlo dos veces fue corriendo a jugar a la lotería con esos números. Se gastó todos sus ahorros y, como cabría esperar, le tocaron miles de millones, tantos que provocó la quiebra del sistema de lotería, el cual controlaba en la sombra al sistema de pensiones, que también se vino abajo, arrastrando consigo al sistema bursátil, el cual controlaba en la sombra… Y así, en una inefable concatenación de colapsos de sistemas, toda la sociedad se precipitó al vacío y los seres humanos empezaron a comerse los unos a los otros hasta llegar al borde de la extinción. Fue entonces cuando los lagartos comenzaron la invasión desde sus pequeñas naves espaciales, las cuales tenían escondidas detrás de la Luna. Robaron todos nuestros saleros y se marcharon a su planeta para siempre. Y ése, niños, es el motivo por el que los seres humanos de hoy en día cocinamos sin sal y vivimos más de mil años.


Alentar los presagios

Me desperté borracho y, bueno, sí, también bastante pasado de cocaína: dolor de mandíbula, taquicardia, ansiedad y demás efectos que ustedes conocen de sobra. Todo esto no tenía nada de particular. Lo extraño fue que llevaba una mochila puesta. Al principio no le di mucha importancia. «Vale, llevo puesta una puta mochila de Hello Kitty. Tampoco es lo más raro que me ha pasado», pensé mientras recordaba lo más raro que me había pasado. Sin embargo, unos minutos después, empecé a reflexionar, a divagar, a obsesionarme con el tema. ¿Debería quitármela? ¿O debería quizás seguir con ella puesta hasta el día de mi muerte, ese día en que encontrarían mi cadáver parcialmente devorado por plantas carnívoras, tal como dijeron en el telediario del futuro? ¿Quién era yo para quitármela? Si alguien la había puesto ahí, seguramente habría un motivo de peso. ¿Y si de ello dependiese el destino de la humanidad? Al final, opté por dejarla donde estaba y con los años se acabó fusionando con mi cuerpo y los niños del barrio empezaron a llamarme ‘El Viejo Jorobas’ y a tirarme piedras al pasar por mi lado. Y nada, un buen día, la policía encontró mi cadáver parcialmente devorado por plantas carnívoras. La humanidad sigue existiendo y cada año las cosas van mejor. No puedo evitar pensar que todo se debe a que decidí no quitarme aquella jodida mochila. 


21/5/13

Bocadillo de aire comprimido en Fa semitendinoso

Los tentáculos retráctiles del ascensor
rezuman una niebla
esponjosa y cuneiforme. Varias
ecuaciones totalitarias anacronizan su
interior, estigmatizando
plomo
por
las pesadillas.

Resquebrajantes insolvencias mendigan
un remilgo en sepia taciturno
a pesar del frío añejo
e historiador
de
las entretelas errantes.

A día de hoy
las baldías introspecciones
acostumbran a desarmar
ficciones de mermelada.

Este ambiente centrípeto
facilita
que un noble amanecer, el
último tormento de la guerra
ignífuga
se enamore,
extraterrestremente,
de
sus
propios
designios.