28/10/21

Fragmentos sublimes de literatura española en la prensa

El artículo puede considerarse una especie de primo pequeño del ensayo y, en torno a ambos y a otras formas discursivas, como el diálogo o la biografía, y que pueden englobarse bajo etiquetas como «géneros no miméticos» (Domínguez Caparrós) o «géneros didáctico-ensayísticos» (García Berrio y Huerta Calvo), se alza la polémica sobre si deben o no ser tratados como miembros de pleno derecho de la gran familia literaria. La decisión que tomemos con relación a este asunto dependerá de la definición de literatura que decidamos adoptar: si consideramos la mímesis, la ficción, como un rasgo esencial del arte de la palabra, entonces, en principio, se quedarían excluidos; mas si sostenemos que basta para calificar a un texto como literario el hecho de que este muestre voluntad de estilo, intención artística o estética, o como queramos llamarlo, entonces el artículo podrá considerarse literatura en estado puro, especialmente cuando es ejercitado de modos tan excelsos como los que veremos a continuación. 

Nota 1: He seleccionado estos fragmentos únicamente por su belleza formal, no tengo por qué estar de acuerdo o en desacuerdo con los contenidos. 

Nota 2: Todos los fragmentos provienen de artículos compilados por el profesor Francisco Gutiérrez Carbajo en los libros Artículos periodísticos (Castalia, 1999) y Artículos literarios en la prensa (Cátedra, 2007).


EL MAL DE ESPAÑA (1903) - JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, «AZORÍN»

Pero descended al hecho; dejad el libro y el período; meteos en un pueblo, vivid en él; saturaos de sus hombres y de sus cosas. Y entonces, en este pueblecillo, toparéis con una apretada y menuda red de pasiones, de prejuicios, de sordideces, de miseria, de tristeza. La pobreza de un suelo sin agua ni árboles -que son talados bárbaramente-, sin cultivos racionales, ha contribuido a cristalizar este ambiente a lo largo de las generaciones; se vive en casas incómodas; se come apenas; se carece en invierno de leña que conforte nuestros miembros helados; en algunas partes es tanta la pobreza, que pasan las noches en tinieblas, faltos de luz artificial... ¿Cómo un hombre ha de transformar en breves años este medio y esta mentalidad, que es su corolario? Y así es toda España; quitad la región del Cantábrico, separad las estrechas estepas irrigadas de la depresión del Ebro y del Mediterráneo, y tendréis la España hórrida y muerta de las dos mesetas y la España yerma de los latifundios andaluces y extremeños...


DIVAGACIONES (1905) - ANTONIO MACHADO

En su hermoso libro Vida de Don Quijote y Sancho enaltece Unamuno la locura, el ímpetu generoso. Sóbrale razón. ¿Necesita maestros de cordura esta tierra de vividores, de fríos y discretos bellacones? Locos necesitamos, que siembran para no cosechar. Cuerdos que talen el árbol para alcanzar el fruto, abundan por desdicha. ¿Dónde están los lunáticos, los idealistas, los renunciadores, los ascetas, los románticos, que apenas se ven por ninguna parte? ¿Qué fantasmas son esos? En estas luchas de parásitos, que es la vida española, ¿quién ha visto a caballeros de la muerte? Tierra es esta de vividores. Venga en último caso quien enseñe y ayude a bien morir. 


EL INSTINTO BÉLICO DESPUÉS DE LA GUERRA (1918) – LUIS BELLO

Desde 1914 hay millones de niños que tienen a sus padres, a sus hermanos en la guerra. ¿Qué hacen? ¡Matar! Esta es una terrible «lección de cosas». Matan por defender su patria y todas las ideas ajenas a la idea de patria. Luego se extenderán por el mundo esos millones de hombres que han matado y que, sin ellos quererlo, han adquirido el hábito de la violencia y han perdido el sagrado temor de la sangre. El más noble tendrá la heroica intrepidez de un cirujano que saja en el enemigo, con sangre del enemigo, y si es preciso con sangre propia, el tumor de la agresividad bélica. Otros conservaran la impasibilidad del carnicero ante la matanza. ¿Hasta dónde llegará después la reacción contra los horrores de hoy? Esos mismos que viven días de dolor y de gloria, los de las ofensivas mortíferas, los de los avances sobre montones de carne humana, los que asaltan trincheras y las limpian de defensores, los que arrojan bombas sobre los acantonamientos, los que no sueñan sino con la destrucción y muerte del adversario, ¿qué harán después, cuando vuelvan a la paz de su hogar y acaricien la frente de un niño que quiere saber lo que su padre hizo en la guerra? ¿Continuarán la leyenda de la gloria bélica?


EL HAMBRE, LA IGLESIA Y LA NACIÓN (1934) – AMÉRICO CASTRO

Mas si no se sabe con seguridad adónde queremos arribar, ni en qué navío se va a realizar el viaje, es innegable que están ahí unos millones de seres sumidos en desventura (miseria nativa, fatalidad, ambiente sin entrañas, incapacidad propia). Tales gentes han aprendido a tener conciencia de su daño y a expresarlo. Saben que ningún dolor les menguará por espontánea iniciativa de los demás, que imperturbables les dejaran fenecer. Fracasado el ensayo cristiano de evangelizar al prójimo (siempre utópico), saben los débiles que solo les resta la serena y propia energía. Por amor y deber nadie se adelanta a satisfacer la demanda del paria -el cual, por lo demás, si mañana se hace fuerte dejará en mantillas a sus colegas en bienestar-. El naufragio de la Iglesia es en este punto cosa tan enorme, que si el plomo de la rutina no aplastara las posibilidades de discurrir, no quedaría una sola persona de buena fe que se llamará cristiana. Por qué, ¿cómo es posible que obispos, clérigos, frailes de todo linaje, amén de esas monjas que salieron a votar, no acudan en apretadas legiones a los lugares de horror donde millares de criaturas -llamadas sarcásticamente hijos de Dios- viven en dura e incalculable desdicha, y no se tornen en sus primeros sostenes y sus más ardientes valedores? Sus mimos no son para los parias, sino para los beatos (bienaventurados) en esta vida, a los que preparan en justa compensación los sedosos y aterciopelados placeres de la otra. Y esos son los agentes de la divinidad; y su agenda sirve también para las elecciones y para anestesiar a la República. 


ORACIÓN POR LOS CAIDOS (1938)  RAFAEL SÁNCHEZ MAZAS  

Esta ley moral es nuestra fuerza. Con ella venceremos dos veces al enemigo, porque acabaremos por destruir no sólo su potencia sino su odio. A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa preferimos la derrota, porque es necesario que, mientras cada golpe del enemigo sea horrendo y cobarde, cada acción nuestra sea la afirmación de un valor y una moral superiores. Aparta así, Señor, de nosotros, todo lo que otros quisieran que hiciésemos y lo que se ha solido hacer en hombre del vencedor impotente de clase, de partido o de secta, y danos heroísmo para cumplir lo que se ha hecho siempre en nombre de una Patria, en nombre de un Estado futuro, en nombre de una cristiandad civilizada y civilizadora.


TEJER Y DESTEJER (1979) - CAMILO JOSÉ CELA

Sobre el cañamazo de la historia el hombre teje, desteje y vuelve a empezar pacientemente, aplicadamente, eternamente, como si no supiera hacer más cosa que ir y venir, un pie tras otro, adelante y atrás, ayer, hoy y mañana, un día y otro día y otro, hasta que muere y se desdibuja en el horizonte familiar y en la flaca memoria de las gentes. Para Tucídides, la historia no es sino un incesante volver a empezar. 

–¡Es un supuesto muy amargo!

–No; Quizá no sea más que una evidencia sin sabor alguno. O una ilusión para no morir de hastío. 

–Quizá.


T. V. = TEDIUM VITAE (1987) – CARMEN MARTÍN GAITE

Cuando llega la noche de verano, el pirulí de televisión vigila con sus ojos encarnados el deambular de los vecinos insomnes que se trasladan sin designio de una habitación a otra, bajan a la calle a pasear un perro, riegan las adelfas achicharradas de sus terrazas, y acaban claudicando de todo, inmovilizados frente a las imágenes sincopadas que dispara el televisor, encendido aunque no lo mire nadie. Desde mi ventana abierta se ven sus ventanas abiertas, y a través de ellas se percibe, multiplicado e idéntico, el resplandor azulado que emiten los rectángulos gobernados desde el pirulí. Todos estamos mirando lo mismo, enterándonos al mismo tiempo de lo mismo, familiarizándonos con un terror inoculado como droga rutinaria, veneno neutralizado por el contraveneno del tedio con que se recibe.


VERGÜENZA BIOLÓGICA (1991) - MANUEL ALCÁNTARA  

La operación "Tormenta del Desierto" nos ha metido a todos arena en los ojos. Por eso estamos llorando. Entre las lágrimas y la arena se forma un barro sucio y es el momento de preguntarnos si no estaremos hechos de ese barro. Quizá el ser humano no tenga remedio, o quizá ocurra, así se ha pensado a veces, que el hombre es bueno y los hombres son malos. Lo cierto es que una ráfaga de pesimismo antropológico nos lleva a sentir lo que Valle-Inclán llamó vergüenza biológica. ¿Por qué tengo yo que pertenecer a esta especie cruel? La humanidad ha retrocedido de ayer a hoy, desde el mismo momento en el que empezaron los bombardeos nocturnos, que parece que los iraquíes, como los comanches, no gustan de guerrear en la noche, y el mundo es peor de lo que era. Un mesón destartalado donde los huéspedes matan y mueren. 


DUENDES EN LA GALAXIA GUTENBERG (1992) - LUIS LANDERO  

Pero, de todas aquellas academias, recuerdo sobre todo una que quedaba por Fuencarral, en un piso segundo que daba a unos patios interiores donde nunca se oía nada salvo, en días de lluvia, un canalón ciego que vertía de lo alto. Todo era allí sucio y penumbroso. Una luz trémula de oratorio apenas se bastaba para poner en fuga la vaga perspectiva de unos corredores largos, de techos encumbrados y confín ominoso. El equívoco de los claroscuros, los espejismos del silencio, los recovecos y rincones: todo invitaba allí a la levedad y al devaneo. A la larga, aquel ambiente entre hospitalario y soporífero se me revela como una imagen exacta de la época. Más de un estudiante, rendido por una jornada laboral que había empezado con el amanecer, se quedaba dormido sobre el pupitre, mientras remotamente el profesor explicaba de Hegel lo único que al parecer había entendido de él: su oscuridad. Él soñaba con Hegel y el estudiante soñaba acaso con un automóvil, una muchacha y un domingo de sol. Hijos de la misma desdicha, parecían ambos representar los sueños monstruosos o líricos de la razón desvanecida.


MELANCOLÍA (1993) - LUIS ALBERTO DE CUENCA

Ya no te sirve tu ciudad. La han convertido en un inmenso basurero donde los ciudadanos escarban buscando su ración de podredumbre, donde la fuerza bruta impera y todos desconfían de todos. ¿Qué pintas tú en esta ciudad sórdida y bronca donde nadie sonríe, plagada de automóviles, de calles levantadas, de caras antipáticas y hostiles, de jóvenes sin futuro y viejos aterrorizados? ¿Qué tienes que ver tú con una ciudad que va quitándose de encima los cafés y los cines para instalar, a cambio, en cada esquina un videoclub o una sucursal bancaria, con una ciudad que identifica el placer con el alcohol y con las drogas y que cree que sólo es posible divertirse de noche?

21/10/21

La Biblia en los Sueños de Quevedo

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de mi trabajo final para la asignatura La Antigüedad Clásica y la Biblia en la literatura medieval y del Siglo de Oro, impartida por doña Ana Suárez Miramón en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo


INTRODUCCIÓN

Don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) nos legó una vasta y polifacética obra literaria conformada por una infinidad de textos pertenecientes a diversos géneros narrativos, poéticos y teatrales. Atendiendo al contenido de sus producciones, podemos ver que nuestro autor escribió también sobre una amplia variedad de temas utilizando distintos enfoques. Encontramos así bajo su firma narraciones satíricas, festivas, políticas, filosóficas o critico-literarias pero también poesías amorosas o burlescas, traducciones, loas, entremeses y hasta una de las más importantes novelas picarescas que se han escrito: La vida del Buscón. Dentro de su producción narrativa destacarían los Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo, barroco y expresivo título bajo el que fueron reunidas cinco obras satírico-morales escritas por Quevedo aproximadamente entre 1605 y 1621. Estos textos vivieron una amplia difusión manuscrita, de tal forma que llegaron a circular cientos de copias hasta que, en 1627, pasaron al fin por la imprenta. Ninguno de los cinco sueños puede considerarse como prototipo del género y, aunque presentan importantes diferencias, poseen también una serie de rasgos comunes, como por ejemplo: 

  • Narración autodiegética que favorece la ambigüedad autor-narrador¹. 
  • Segmentación episódica y presencia de fragmentos narrativos extensos únicamente al comienzo de cada obra, motivo por el que Ilse Nolting-Hauff los denominó pseudonarraciones o «diálogos con un marco narrativo». 
  • Procedimientos técnicos como hipérbole, concentración textual, agudeza, generalización tendenciosa o descripción grotesca, todos ellos aplicados a la reflexión moralizante y a la sátira de vicios, oficios y tipos, como sastres, falsos nobles, médicos, funcionarios de la justicia, dueñas o cornudos entre muchos otros.  
  • Elementos sobrenaturales como personificaciones alegóricas (la Muerte, el Desengaño), resurrecciones (incluso de personajes históricos como Mahoma o Lutero) o presencia de demonios y ambientaciones de la escatología cristiana (el infierno, el valle del juicio final). 

Quevedo buscó evitar en sus Sueños las habituales incongruencias presentes en sátiras menipeas²  anteriores, como el hecho de que a personajes de la mitología clásica les importase que los humanos guardasen respeto o no hacia los preceptos del cristianismo, algo que sucede por ejemplo en el Diálogo de Mercurio y Carón de Alfonso de Valdés. De este modo, nuestro autor concibió una sátira menipea cristiana con situaciones y ambientes escatológicos cristianos, lo cual supuso toda una osadía en un contexto postridentino, algo de lo que Quevedo era muy consciente, pues llegaba incluso a alardear de ello. 

Es de sobra conocido que el autor madrileño poseía un vasto conocimiento de las Escrituras y de la cultura grecolatina gracias a sus hábitos intelectuales y a su formación, pues estudió Humanidades con los jesuitas en Ocaña y en 1596 ingresó en la universidad de Alcalá, licenciándose en artes y adquiriendo una amplia formación filosófica y humanista, además del dominio de las lenguas clásicas. Posteriormente estudió Teología en la universidad de Valladolid y comenzó a dar sus primeros pasos en la literatura. Además de esto, participó en la revisión de la Biblia Regia de Arias Montano y conformó una importante biblioteca personal. Su erudición en cuestiones bíblicas le sirvió como prueba de autoridad en materias como la moral, la política o la teología. En sus obras, Quevedo utilizó las Escrituras de diferentes modos, desde la cita aislada hasta el empleo como hipotexto, variación cuantitativa que dependía del género en que trabajase, de tal forma que hacía un uso más amplio en textos religiosos, filosóficos o políticos que en los satírico-burlescos. A pesar de esto, en las próximas páginas podremos ver que el papel de la Biblia resulta muy relevante en los Sueños

Para llevar a cabo la tarea que me propongo, voy a servirme principalmente de las notas a pie de página que Ignacio Arellano redactó en su edición crítica de esta obra quevedesca para la editorial Cátedra, aunque en cada referencia acudiré directamente a la Sagrada Biblia, traducida por Félix Torres Amat directamente de la Vulgata latina. Esta última era la versión que utilizaban nuestros escritores auriseculares y, de hecho, aunque Quevedo llegó a emplear en algunas obras el Talmud, la Cábala o la Biblia de Ferrara, en más de una ocasión defendió la superioridad de la Vulgata tanto por razones estilísticas como exegéticas, mostrando así su adhesión a la ortodoxia postridentina. 

Por motivos de espacio, no me va a resultar posible realizar una relación completamente exhaustiva y detallada de la presencia escritural en los Sueños, pero confío en que la muestra resultará lo suficientemente amplia y representativa como para mostrar una imagen fidedigna del papel de la Biblia en esta obra cumbre de nuestro Siglo de Oro.


LA BIBLIA EN EL SUEÑO DEL JUICIO FINAL

El título original de esta obra era El sueño de Don Francisco de Quevedo, por lo que es posible que fuese concebida con un enfoque individual, a la manera de los sueños que habían escrito humanistas como Lipsio o Juan Maldonado. Sin embargo, Quevedo logró una enorme originalidad al tratar la postrimería del juicio final, algo que no se había hecho hasta entonces a pesar de que sí se habían dado tratamientos satíricos del infierno. Vemos así que la importancia de la Biblia se manifiesta en la misma elección de la materia temática, pues la idea del juicio final puede encontrarse tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En la introducción a la Profecía de Joel, se explica que este profetizó el juicio final; la idea se menciona en Eclesiástico, 16, 21: «¿y aquella espantosa tormenta del juicio final, que jamás habrán visto igual ojos humanos?»; ya en el Nuevo Testamento, en San Mateo, 25, podemos leer cómo Cristo explica que todas las naciones comparecerán ante Dios y que los justos irán al cielo mientras que los malditos marcharán «al fuego eterno, que fué³ destinado para el diablo y sus ángeles ó ministros»; por citar un ejemplo más, en Apocalipsis, 20, podemos leer la descripción del juicio final, donde se dice «y fueron juzgados los muertos, por las cosas escritas en los libros, según sus obras».

La primera referencia bíblica, como cabría esperar, aparece pronto en este sueño. El narrador nos explica que, una noche, se quedó dormido leyendo el libro del beato Hipólito sobre el fin del mundo y la segunda venida de Cristo y que enseguida soñó con un mancebo que tocaba una trompeta, provocando que los huesos de los muertos empezasen a salir de la tierra. Esta situación podemos leerla en 1ª Corintios 15, 52: «porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán». A continuación, Quevedo nos cuenta que los huesos empezaron a unirse unos con otros, de modo similar a como se describe en Ezequiel 37, 7: «oyóse un ruido y hé aquí una conmoción grande; y uniéronse huesos á huesos, cada uno por su propia coyuntura». Asistimos a un desfile de macabras y estrambóticas situaciones mientras pecadores de distinto tipo van recomponiendo sus cuerpos y entonces el autor menciona que se encuentran en «el día de la ira», posible alusión a San Pablo, quien dice en Romanos 2, 5: «vas atesorándote ira y mas ira para el dia de la venganza, y de la manifestación del justo juicio de Dios».

Ilse Nolting-Hauff destaca el impactante efecto que Quevedo consigue en este sueño gracias a la «tensión extraordinariamente grande entre materia bíblica y elaboración satírica». Considero que un buen ejemplo de lo que apunta la hispanista tendría lugar cuando vemos resucitar a las mujeres acusadas de corrupción, las cuales se sienten «muy alegres de verse gallardas y desnudas y que tanta gente las viese». Así, Quevedo estaría utilizando el motivo bíblico de la resurrección de los muertos para satirizar contra estas mujeres en una escena extremadamente indecorosa para los estándares morales de la época y que presumiblemente generaría un gran impacto en muchos lectores. 

Precisamente se nos dice que las mencionadas mujeres «comenzaron a caminar al valle», que no es otro que el valle de Josafat, localización del juicio final mencionada en la Profecía de Joel: «Levántense las gentes y vengan al valle de Josaphat; porque allí me sentaré yo á juzgar á todas las naciones puestas á la redonda».

Unas páginas más tarde podemos leer la descripción de Dios en su trono o solio «vestido de sí mismo, hermoso para los santos y enojado para los perdidos, el sol y las estrellas colgando de la boca, el viento quedo y mudo». Arellano comenta que estas palabras pueden evocar la visión de Dios ofrecida en Apocalipsis, 4: «y vi un solio colocado en el cielo, y un personaje sentado en el solio (…) tributaban gloria, y honor, y bendición de acción de gracias al que estaba sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos»; respecto a los rasgos meteorológicos, podrían estar aludiendo a numerosos pasajes bíblicos como por ejemplo el Salmo 96: «Circuido está de una densa y oscura nube (…) Fuego irá delante de él (…) alumbrarán sus relámpagos el orbe».

Más tarde se nos habla de una puerta «tan angosta, que los que estaban a puros ayunos flacos aún tenían algo que dejar en la estrechura», la cual hace referencia a la mencionada en San Mateo, 7: «iOh qué angosta es la puerta, y cuán estrecha la senda que conduce á la vida eterna». 

Poco después, haciendo gala de su maestría con los juegos dilógicos, Quevedo explica que la cuenta de los acusados comenzó por Adán, al que le pidieron cuentas por la manzana. Judas se pregunta sobre qué cuentas no le pedirán a él, ya que vendió «al mismo dueño un cordero». Tanto Adán como Judas son personajes fundamentales en las Escrituras. El primero es creado por Dios en Génesis 1, 27, aunque su nombre no aparece hasta Génesis 2, 19, cuando Dios lo llama para que elija los nombres de los animales. Por su parte, Judas Iscariote es mencionado por primera vez en la Biblia en San Mateo, 10, 4. Cuando Quevedo escribe que Judas vendió a un cordero, se refiere, evidentemente, a Cristo, pues en San Juan, 1, 29, podemos leer que Juan el bautista, cuando vio a Jesús, dijo «He aquí el Cordero de Dios, ved aquí el que quita los pecados del mundo». Judas aparecerá de nuevo casi al final del sueño, cuando es juzgado junto a Lutero y Mahoma, alegando en su defensa que, aunque vendió a Cristo, gracias a ello se pudo salvar la humanidad. Nolting-Hauff explica que en El sueño del Juicio Final, las apariciones de personajes bíblicos, históricos o mitológicos «hacen más bien el efecto de anticipaciones esbozadas de retratos posteriores más detallados». Así, Lutero, Mahoma y Judas reaparecerán en el Sueño del infierno protagonizando tres escenas mucho más extensas. 

Como es lógico, en este fragmento la densidad de referencias bíblicas resulta muy elevada, hasta tal punto que nuestro autor directamente explica que durante el proceso se pasó al Testamento Nuevo, tomando los apóstoles su lugar al lado de Dios. A continuación, en una compleja estructura conceptista, un demonio acusa a un hombre, el cual señaló a Cristo con la mano (porque le pegó una bofetada) como Juan bautista lo señaló con el dedo (cuando dijo que era el Cordero de Dios). Dicho hombre aparece en San Juan 18, 22: «uno de los ministros asistentes dio una bofetada á Jesús, diciendo: ¿Así respondes tú al Pontífice?».

Enseguida aparecen Pilatos y Herodes, personajes utilizados por Quevedo en innumerables ocasiones, no solo en los Sueños. Al ser conscientes de que su destino son las llamas eternas, Pilatos comenta irónicamente que eso le pasa por haber querido ser gobernador de judíos mientras que Herodes explica que no puede ir al cielo pero tampoco al limbo, pues los inocentes no se fiarían de él. Pilatos aparece en los cuatro Evangelios, en Hechos de los Apóstoles y en 1ª Timoteo. Su papel fundamental es desentenderse de la ejecución de Cristo aun considerándolo inocente, como puede leerse por ejemplo en San Mateo, 27: «Inocente soy yo de la sangre de este justo: allá os lo veáis vosotros». Por su parte, Herodes tiene presencia en San Mateo, San Marcos, San Lucas y Hechos de los Apóstoles. Como personaje bíblico es conocido por ordenar la masacre de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén para evitar ser destronado por el Rey de los Judíos anunciado por los Magos de Oriente, tal como se lee en San Mateo, 2: «y mandó matar á todos los niños, que había en Bethlehem, y en toda su comarca, de dos años abajo, conforme al tiempo de la aparición de la estrella que había averiguado de los Magos». A esto se debe la cuestión mencionada un poco más arriba: Herodes no puede ir al limbo pues este lugar se encontraría lleno de almas de niños muertos sin recibir el bautismo. 

Algunas páginas después podemos ver a un pastelero al que se acusa de haber utilizado carne de gato, oveja, caballo, perro e incluso ratones y moscas, señalando Quevedo que en sus pasteles había más animales que en el arca de Noé, donde no entraron las dos últimas especies. Según nos explica Arellano, existía la creencia popular de que estos animales nacían de la suciedad o la podredumbre, por lo que, al no requerirse un individuo de cada sexo para la procreación, no sería necesario su ingreso en el arca. El episodio del arca de Noe se desarrolla en Génesis, 6-9.

Más tarde vemos un pasaje repleto del mejor conceptismo quevedesco en el que un avaro es juzgado a la luz de los diez mandamientos. Estos aparecen en la Biblia en Éxodo, 34: «todo ese tiempo estuvo [Moisés] sin comer ni beber cosa alguna: y escribió el Señor en las tablas los diez mandamientos de la alianza». Justo a continuación, se nos dice que los ángeles de la guarda llamaron a los Evangelistas para que hiciesen de abogados. Estos son San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, cuyos Evangelios conforman aproximadamente el cuarenta por ciento del Nuevo Testamento. 

Por último, nos cuenta Quevedo que cuando el juicio terminó, Cristo subió al cielo y con él los dichosos de su Pasión. Estas palabras podrían aludir a 1ª San Pedro, 4, 13, donde se dice: «Antes bien alegraos de ser participantes de la pasión de Jesu-Christo, para que cuando se descubra su gloria, os gocéis también con él llenos de júbilo».


LA BIBLIA EN EL ALGUACIL ENDEMONIADO

Quevedo decidió llamar discurso a esta obra porque en ella el narrador no vive su experiencia sobrenatural en un sueño, sino al asistir a un exorcismo. Aunque esta narración y la anterior poseen una extensión similar y satirizan casi a los mismos tipos sociales, existen entre ellas unas notables diferencias debidas sobre todo a que este texto se basa en el diálogo entre el protagonista y un demonio que ha poseído el cuerpo de un alguacil. A pesar de ello, veremos que las Escrituras también juegan aquí un importante papel. 

Tras la prosopografía del exorcista y licenciado Calabrés, Quevedo afirma que este «era uno de los que Cristo llamó sepulcros hermosos por de fuera, blanqueados y llenos de molduras, y por dentro pudrición y gusanos». Esta referencia bíblica la encontramos en San Mateo, 23, 27: «¡Ay de vosotros, Escribas y Phariséos hipócritas! porque sois semejantes á los sepulcros blanqueados, los cuales por afuera parecen hermosos á los hombres, mas por dentro están llenos de huesos de muertos, y de todo género de podredumbre».

Poco después asistimos a una comparación entre demonios y alguaciles en la que se explica que los primeros adquirieron su condición por querer ser más que Dios. Esto puede hacer referencia, por una parte, al momento en que la serpiente incita a Eva para comer la manzana en Génesis, 3, 5, diciendo: «se abrirán vuestros ojos: y seréis como dioses, conocedores de todo del bien y del mal»; o, por otra parte, podría aludir al capítulo 12 del Apocalipsis, donde asistimos a la batalla entre el arcángel Miguel y el dragón-serpiente-Satanás, con el resultado siguiente: «Así fué abatido aquel dragón descomunal, aquella antigua serpiente, que sé llama diablo, y también Satanás, que anda engañando al orbe universo: y fué lanzado y arrojado á la tierra, y sus ángeles con él». 

El protagonista, encandilado por la charla del demonio, solicita al licenciado Calabrés que le permita seguir hablando. Así pues, el demonio comienza a describir el infierno, quejándose de los muchísimos poetas que allí se encuentran. El infierno como lugar para los pecadores aparece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, por ejemplo en Números, 16, 33: «Y cubiertos de tierra bajaron vivos al infierno»; o en San Mateo, 5, 22: «Mas quien le llamare fatuo: será reo del fuego del infierno», por citar tan solo un par de los numerosos ejemplos. 

El diablo continúa describiendo la estructura organizativa del inframundo y explica, en una nueva referencia a Judas, que a los mercaderes los colocan con este por vender (como él vendió a Cristo) mientras que a los ministros los ponen con el mal ladrón (por lo que han robado). Este mal ladrón es el que dudaba de Cristo en San Lucas 23, 39, a diferencia del buen ladrón que sí creía en Él: «Y uno de los ladrones que estaban crucificados, blasfemaba contra Jesús, diciendo: Si tú eres el Christo ó Mesías, sálvate á tí mismo y á nosotros». Al hablar de los enamorados, el demonio menciona de nuevo a Judas, diciendo que algunos se condenan, como él, por el beso. La famosísima escena del beso de Judas aparece, por ejemplo, en San Mateo, 26, 48: «Arrimándose pues luego á Jesús, dijo: Dios te guarde. Maestro. Y le besó». 

Habla después el demonio de los condenados por enamorarse de viejas y explica que tienen que mantenerlos encadenados porque si no tratarían de consumar relaciones con los propios demonios o con Barrabás. Este es un conocido personaje bíblico relacionado con el episodio de Pilatos dentro de la Pasión de Cristo y aparece en los cuatro Evangelios. Era costumbre que Pilatos soltase a un reo en la Pascua judía y les ofreció liberar a Cristo, a lo que los judíos respondieron, como podemos leer en San Juan, 18, 40: «No á ese, sino á Barrabás. Es de saber que este Barrabás era un ladrón y homicida».

Más tarde, el demonio alaba a Felipe III y explica que los españoles se ganarán el cielo si imitan sus buenas obras, pero aclara que no se refiere a palacios suntuosos «que estos a Dios son enfadosos, pues vemos nació en Belén en un portal destruido» . El episodio del nacimiento de Jesús podemos leerlo por ejemplo en San Lucas, 2, 7: «Y parió á su Hijo primogénito, y envolvióle en pañales, y recostóle en un pesebre: porque no hubo lugar para ellos en el mesón».

Llegando al final del texto, interviene el exorcista para preguntar al diablo cómo siendo el padre de la mentira se expresaba en unos términos tan apologéticos. La expresión padre de la mentira para referirse al diablo proviene San Juan, 8, 44: «cuando dice mentira, habla como quien es, por ser de suyo mentiroso, y padre de la mentira».

Finalmente, en el último párrafo, Quevedo se dirige a Vuestra Excelencia (entiendo que es al Conde de Lemos, a quien dedica el discurso) para pedirle que preste atención al texto y que no tenga en cuenta quién lo expresó (es posible que se refiera al demonio pero tal vez en otro juego conceptista se refiera también a sí mismo, empleando el tópico de la falsa modestia). Para sostener su petición, el autor recuerda que hasta Herodes profetizó. Arellano opina que con esto hace referencia al siguiente momento de San Mateo, 14: «Por aquel tiempo Herodes el tetrarcha oyó lo que la fama publicaba de Jesús. Y dijo á sus cortesanos: Éste es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos», con lo que podría considerarse que este mandatario, uno de los hijos del Herodes de la matanza de los inocentes, estaría profetizando la futura resurrección de Cristo. Por último, se cita un salmo en el que se dice que a veces recibimos salud de nuestros enemigos, pero Arellano explica que no ha podido encontrar la referencia. 


LA BIBLIA EN EL SUEÑO DEL INFIERNO

Esta obra es mucho más extensa que las dos anteriores y que El mundo por de dentro, siendo en este aspecto similar al Sueño de la muerte. En otros rasgos, sin embargo, se muestra mucho más cercana a los dos primeros textos, por ejemplo, en el tono desenfadado y en la presencia de demonios y pecadores. Con El sueño del Juicio Final tiene en común, además, el hecho de ser un sueño propiamente dicho, pues, si bien es cierto que el narrador no especifica que se quedase dormido, comenta que lo que vio fue bajo la guía de su ángel de la guarda, el cual no vuelve a ser mencionado, por lo que entiendo que se refiere a que vivió su aventura mientras dormía, ya que este es el momento en que más necesitamos la protección del ángel de la guarda, puesto que estamos inconscientes. Respecto a esto, Nolting-Hauff considera que, por influencia de Dante, el ángel de la guarda habría podido tener en un principio la función de acompañante durante la visita al infierno, algo que después Quevedo descartaría. 

La primera referencia bíblica ya había aparecido en El sueño del Juicio Final y es el motivo de la angosta senda que conduce al cielo y que se recoge en San Mateo, 7. El protagonista se aproxima a ella y pregunta a un individuo si podría pasar por allí a caballo, a lo que este le responde que San Pablo dejó el suyo para transitar aquella senda. Este comentario hace referencia a la famosa conversión de San Pablo, episodio relatado en Hechos de los Apóstoles, 9: «cuando de repente le cercó de resplandor una luz del cielo. Y cayendo en tierra asombrado oyó una voz que le decia: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Aunque es cierto que en la Biblia no se especifica que San Pablo fuese a caballo, podría darse por supuesto ya que estaba desplazándose desde Jerusalén a Damasco, dos ciudades separadas por más de doscientos kilómetros en línea recta. 

Aparece de nuevo Judas y esta vez Quevedo lo utiliza para lanzar su sátira contra unas mujeres que besaban las ropas de unos hipócritas, explicando que, el traidor al menos besó la cara de Dios. Añade Quevedo a su crítica contra estas mujeres que no entiende cómo pueden venerar a esos hipócritas cuando podrían encomendarse a San Pablo o San Pedro. Del primero acabamos de hablar pero de San Pedro cabe decir que aparece por primera vez en San Mateo 4, 18, cuando Jesús le pide a él y a su hermano Andrés que lo acompañen. Tiene un papel primordial dentro de los Apóstoles y se le considera el primer Papa sobre la base de lo que dijo Cristo en San Mateo, 16, 18: «Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». 

Unas páginas después vemos a un soldado que camina por la senda de la salvación lanzando una arenga para animar a sus compañeros descarriados a tomar el buen camino. El soldado dice: «Advertir que la vida del hombre es guerra», expresión que nos lleva a uno de los libros bíblicos favoritos de Quevedo, tanto por su contenido sapiencial como por su elaboración estilística: El libro de Job. Allí, en el capítulo 7 podemos leer el origen de la frase del soldado: «La vida del hombre sobre la tierra es una perpétua guerra».

Más adelante, ya en el interior del infierno, tras contarnos el narrador que habló con un librero, utiliza la expresión «Y es verdad Dios». Arellano explica que la identificación Verdad-Dios fue muy utilizada por Quevedo y que proviene de San Juan, 14, 6: «Respóndele Jesús: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí».

Posteriormente vemos al protagonista tiritando de frío, lo cual le extraña por hallarse en semejante lugar. Esta idea de frío infernal vendría de Job, 24, 19: «Desde aguas de nieve pasará á calores excesivos: ya que el pecado será su compañero hasta el infierno» y de San Mateo 23, 13: «arrojadle fuera á las tinieblas: donde no habrá sino llanto y crujir de dientes».

En un juego alusivo, Quevedo compara a los mercaderes, que usaban varas de medir fraudulentas, con Moisés, que con su vara sacó agua de una peña. El pasaje referido tiene lugar en Éxodo, 17, 5-6: «toma en tu mano la vara con que heriste el rio, y vete hasta la peña de Horeb, que yo estaré allí delante de tí: y herirás la peña, y brotará de ella agua para que beba el pueblo».

Más adelante un demonio le explica al narrador por qué se condenan los zurdos y para reforzar su postura recuerda que en el día del juicio los condenados se sitúan a la izquierda. Este motivo podemos encontrarlo en San Mateo, 25: «Al mismo tiempo dirá á los que estarán en la izquierda: Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno».

Después verá el protagonista a un grupo de escandalosos condenados a la pena de mutilación con tenazas. En la Biblia se menciona a los escandalosos pero se insinúa que su castigo es otro, tal como vemos en San Lucas, 17: «Menos mal seria para él que le echasen al cuello una rueda de molino, y le arrojasen al mar, que no que él escandalizara á uno de estos pequeñitos». Justo después comenta el narrador que de estos pecadores «Dios dijo qué valiera más no haber nacido». Sin embargo, Arellano apunta a una contaminación con dos pasajes similares que aluden a Judas en San Mateo y en San Marcos. En el capítulo 14 de este último, leemos: «¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre será entregado á la muerte! Mejor seria para el tal hombre, el no haber nacido».

Asistimos después a un episodio confuso en el que Judas está recibiendo su castigo y tiene un bote de perfume al lado. Quevedo lo relaciona erróneamente con María Magdalena cuando no fue ella sino María de Betania la que lavó los pies de Cristo con dicho perfume. Judas entonces protestó, como podemos ver en San Juan 12, en los siguientes términos: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios, para limosna de los pobres? Esto dijo, no porque él pasase algún cuidado por los pobres; sino porque era ladrón ratero».

Quevedo pasará también revista a los herejes anteriores a Cristo, aunque con algunos errores en sus denominaciones. Habla de aquellos que veneraron a la serpiente que engañó a Eva, pues nos permitió conocer el bien y el mal en un pasaje que ya vimos en El alguacil endemoniado. También menciona a los que alabaron a Caín, pues mostró mayor fuerza que Abel al asesinarlo. Este conocido episodio bíblico tiene lugar en Génesis, 4, 8: «Y estando los dos en el campo, Cain acometió á su hermano Abel, y le mató». Asimismo menciona a los adoradores de Seth, tercer hijo de Adán y Eva, tal como se dice en Génesis, 5, 25: «Adam todavía conoció de nuevo á su mujer: la cual parió un hijo, á quien puso por nombre Seth». Unas páginas después menciona a los adoradores de las ranas, que lo hacen por haber atacado estas al Faraón. Este pasaje se encuentra en Éxodo 8, 1-13: «Extendió Aaron su mano sobre las aguas de Egypto, y salieron fuera las ranas, y cubrieron el territorio de Egypto». Después menciona a los adoradores de ratones, cuyo origen se halla en un suceso de I Reyes, 5, por el que los filisteos tuvieron que hacer una ofrenda para librarse de una maldición: «Y pusieron sobre el carro el Arca de Dios, y el cofrecito que contenia los ratones de oro». Vienen a continuación los adoradores de moscas, cuyo sustrato se encuentra en IV Reyes, cuando el rey Ocozías, enfermo a causa de una caída, dice a unos mensajeros: «Id á consultar á Beelzebub, dios de Accaron, si podré convalecer de esta enfermedad», siendo la traducción de Belcebú ‘el señor de las moscas’. En su enumeración, el narrador alude a Baal, Astarot, Moloch y Renfán, dioses que aparecen en numerosos libros de la Biblia como Levítico, Jueces y Reyes, salvo Renfán que es nombrado una sola vez en Hechos de los Apóstoles. Por último, antes de pasar a los herejes posteriores al nacimiento de Cristo, el narrador menciona a los adoradores de Herodes, personaje del que ya hemos hablado, y a los adoradores de la serpiente de metal, la cual es destruida por Ezequías en IV Reyes, 18, 4: «Destruyó los lugares altos, quebró las estátuas, taló los bosques de los Ídolos, é hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moysés».

Durante el juicio de Mahoma, al profeta del Islam se le llama «perro esclavo, descendiente de Agar». Agar fue una concubina de Abraham, con la que tuvo a Ismael, tal como vemos en Génesis, 16-15: «En fin Agar parió un hijo á Abram: el cual le puso el nombre de Ismael».

Tendríamos una última referencia bíblica en este sueño en la enumeración de los mencionados herejes posteriores a Cristo. Al hablar del protestante Teodoro Beza, el narrador dice que estaba «leyendo sentado en cátedra de pestilencia». Esta expresión remitiría a los Salmos, 1, 1: «Dichoso aquel varón que no se deja llevar de los consejos de los malos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se asienta en la cátedra pestilencial de los libertinos».


LA BIBLIA EN EL MUNDO POR DE DENTRO

Volvió en esta ocasión Quevedo a componer un texto de extensión similar a la de los dos primeros, aunque con algunas diferencias fundamentales. La primera es que, probablemente a causa de los problemas con la censura derivados de los sueños anteriores, nuestro autor prescinde del trasfondo religioso de las postrimerías en favor de una ambientación profana de tipo fantástico-alegórico. La segunda sería que el enfoque jocoso-burlesco pierde gran parte de su fuerza en favor de una reflexión moralizante de tono grave y sombrío. Por último, el narrador, aunque continúa desarrollando las funciones de protagonista y testigo, pasa ahora a representar, no solo al autor, sino también a toda la humanidad, convirtiéndose así en otra diana de los dardos satíricos quevedescos debido a su candidez e incapacidad para vislumbrar el oscuro telón de fondo de las relaciones sociales . El protagonista contará en esta ocasión con un acompañante, el Desengaño, figura alegórica representada por un viejo. Juntos irán presenciando los sucesos que acontecen en la calle de la Hipocresía, tratando el anciano de educar al joven en los valores del neoestoicismo cristiano .

Antes de llegar a la calle de la Hipocresía, el Desengaño argumenta que el hipócrita es el peor de los pecadores, pues no solo peca contra Dios, sino con él, pues lo utiliza como instrumento de su engaño. Para reforzar su tesis, explica que Job dijo: «¿Qué esperanza es la del hipócrita?». El origen de esta pregunta se halla en Job, 27, 8: «Porque ¿qué esperanza queda al hipócrita después de sus avarientas rapiñas, si Dios no salva su alma?». Dentro del mismo discurso, el Desengaño alude también a un pasaje de San Mateo, 6 en el que el propio Cristo rechaza la actitud de los hipócritas: «Cuando ayunéis, no os pongáis caritristes como los hipócritas: que desfiguran sus rostros, para mostrar á los hombres que ayunan». Después, el Desengaño explica que Cristo también indicó a sus discípulos cómo debían comportarse: «Ya como luz, ya como sal, ya como el convidado, ya como el de los talentos». Los cuatro elementos de la enumeración pertenecen a tres pasajes de San Mateo. En el capítulo 5, Cristo dice: «Vosotros sois la sal de la tierra (…) Vosotros sois la luz del mundo». La mención del convidado hace referencia a San Mateo, 22, donde Cristo narra una parábola en la que un rey hace llamar a los invitados al banquete de bodas de su hijo. Estos rechazan la invitación y el rey manda llamar como invitados a cualquiera que vaya por las calles. Entonces a uno de los que acuden lo expulsan por no ir bien vestido. La enseñanza de la parábola sería: «Tan cierto es que muchos son los llamados y pocos los escogidos». Por último, la parábola de los talentos tiene lugar en San Mateo, 25. En ella, un señor pone a sus criados a guardar su dinero y castiga duramente al que no lo ha invertido para lograr ganancias. Su enseñanza sería que Dios espera que desarrollemos los dones que nos ha entregado. El criado perezoso recibió un duro castigo: «Ahora bien, á ese siervo inútil arrojadle á las tinieblas de afuera: allí será el llorar, y el crujir de dientes». 

Después de contemplar el cortejo fúnebre de una mujer, el viejo y el joven entran en una casa donde una viuda es acompañada en sus lamentaciones por un grupo de plañideras. El joven protagonista siente lástima de su condición y explica que Dios tuvo muy en cuenta a estas mujeres tanto en el Testamento Viejo como en San Pablo. Así, podemos leer en Job, 29, 13: «y yo confortaba el corazón de la viuda desolada»; y, por citar un ejemplo más, en Proverbios, 15, 25: «Derribará el Señor la casa de los soberbios: y mantendrá segura la heredad de la viuda». Respecto a San Pablo, en 1ª Timoteo dice: «Honra á las viudas, que verdaderamente son tales». Sin embargo, Quevedo le atribuye unas palabras diferentes, aclarando que provienen de Isaías; en el capítulo 1 de dicho libro, podemos leer: «socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, amparad á la viuda», palabras muy próximas a lo escrito por Quevedo: «Socorred al oprimido, juzgad en su inocencia al huérfano, defended a la viuda».

Justo después, el Desengaño recrimina al joven que haya hecho alarde de su erudición en lugar de mostrarse prudente para ser capaz de descubrir la hipocresía de la viuda y las plañideras. Para reprobar al protagonista por no haber esperado a escuchar lo que él tenía que decir, el Desengaño parafrasea a Job, 4, 12: «¿quién podrá contener las palabras que ahora le vienen á la boca?». 


LA BIBLIA EN EL SUEÑO DE LA MUERTE

Como ya se dijo, este sueño se encuentra alejado del resto en sentido cronológico, aunque está próximo al Sueño del infierno en extensión, a El sueño del Juicio final en la introducción erudita y a El mundo por de dentro en cuanto a la importancia de lo alegórico. Será aquí la Muerte quien acompañe al protagonista, el cual adquiere los rasgos de Quevedo con mayor fidelidad que en los textos precedentes. Llama la atención la presencia de personajes ficticios de origen idiomático como Pero Gruyo o el Rey Perico. Asimismo resulta insólito dentro del conjunto el contenido de reflexión política plasmado en el diálogo del protagonista con el Marqués de Villena. 

Vemos al principio cómo el autor versifica unos pasajes de Job. El primero es Job, 14, 1-2: «El hombre nacido de mujer vive corto tiempo, y está atestado de miserias. Él sale como una flor, y luego es cortado y se marchita; huye y desaparece como sombra, y jamás permanece en un mismo estado»; después versifica sobre Job, 7, 1: «La vida del hombre sobre la tierra es una perpétua guerra; y sus dias son como los de un infeliz jornalero»; por último, se sirve de Job, 3-11: «Perezca, mal haya el dia en que nací, y la noche en que se dijo por mí: Concebido queda un varón (…) ¿Por qué no morí yo en las entrañas de mi madre; ó salido á luz no perecí luego?».

En su crítica a los boticarios, que aparecen pronto en este sueño, Quevedo lleva a cabo otro de sus juegos conceptistas, diciendo que estos, al emplear dos veces el término «ana» (con el que indicaban en las recetas que los ingredientes tuviesen pesos iguales) generan un «Annás para condenar a un justo». Anás era el suegro de Caifás, sumo sacerdote judío, partícipes ambos en la conspiración contra Cristo, como se dice en San Mateo, 26, 3: «se juntaron los príncipes de los sacerdotes, y los magistrados del pueblo, en el palacio del Sumo Pontífice, que se llamaba Caiphás: Y tuvieron consejo para hallar medio como apoderarse con maña de Jesús, y hacerle morir».

Más adelante vemos al narrador observando a los diferentes tipos de muerte que acompañan a la Muerte en su trono. Al describir a la muerte de miedo, explica que esta se halla rodeada de tiranos, por quienes se dijo: «Fugit impius, nemine persequente». Esta sentencia latina remite a Proverbios, 28: «Huye el impío sin que nadie le persiga: mas el justo se mantiene á pié firme como el león, sin asustarse de nada».

Posteriormente el narrador habla con Juan del Encina, quien se queja de que la gente lo relaciones con cualesquiera disparates a causa de que escribió unos poemas así titulados. El poeta alega que por ejemplo no fue él quien dijo «haz bien y no cates a quien» cuando lo que expresan las Escrituras es «si hicieres bien, mira a quién». En concreto, podemos leer en Eclesiástico , 12, 1: «Si quieres hacer algún bien, mira á quién le haces».

Avanzando bastante llegamos al momento en que el protagonista habla con la dueña Quintañona. El narrador explica que, antes de hablar, esta se levantó el «abinitio et ante secula» de la cara. Esta expresión nos remite al Eclesiástico, 24, 14: «Desde el principio ó ab eterno, y antes de los siglos, ya recibí yo el sér, y no dejaré de existir en todos los siglos venideros». Quevedo emplea la frase en relación con la edad de la dueña. 

La última referencia bíblica tendría lugar cuando vemos a doña Fábula quejarse de que su marido, un poeta de comedias, no compusiese un auto protagonizado por Cristo en el que saque el azote y trastorne mesas y tiendas. Esta escena alude al episodio de la expulsión de los mercaderes del tempo, que se narra en San Juan 2, 13-22: «Y encontrando en el templo gentes que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y cambistas sentados en sus mesas; Habiendo formado de cuerdas como un azote, los echó á todos del templo».


CONCLUSIONES

Revisando toda la información expuesta en las páginas precedentes podemos observar que, aunque el papel de la Biblia resulta fundamental en el conjunto de los Sueños, no posee en todos la misma importancia. Así, en Juicio y en Infierno podemos contar en torno a veinte referencias⁴ por texto, mientras que en Alguacil, Mundo y Muerte hallaremos unas diez. Esto nos indica claramente que la Biblia adquiere mayor presencia en aquellas obras en las que el tema de las postrimerías posee un papel más destacado mientras que las Escrituras pierden trascendencia en las obras donde se enfatiza más el componente alegórico. Respecto a Juicio e Infierno, cabe decir que, aunque muestran una presencia escritural parecida en términos absolutos, lo cierto es que Infierno posee una extensión más de dos veces superior a la de Juicio, por lo que este último sería el sueño más denso en referencias bíblicas de todo el conjunto. De un modo similar, aunque Mundo y Muerte tienen una cantidad similar de alusiones escriturales, el segundo es también más de dos veces más extenso que el primero, por lo que sería el sueño menos denso en referencias bíblicas de los cinco, siendo además aquel en el que lo alegórico tiene mayor presencia. 

Hemos visto también que Quevedo emplea la Biblia de diferentes modos en sus Sueños y entre ellos destacan: la alusión implícita a algún pasaje, como cuando dice que escucha una trompeta y los muertos empiezan a resucitar; y la referencia explícita de personajes o entidades (como Herodes o Baal), lugares, tanto reales (Belén) como sobrenaturales (el infierno), sucesos y episodios (el beso de Judas) o, incluso, partes de la Biblia (Testamento Nuevo). En menor medida utiliza la cita literal o casi literal, ya sea en español, como «si hicieres bien, mira a quién», ya sea en latín, como «Fugit impius, nemine persequente».

Podemos observar asimismo que en los sueños más jocosos Quevedo emplea las Escrituras para hacer alarde de su mejor conceptismo mientras que en los más sombríos recurre a ellas sobre todo para sustentar posicionamientos morales o filosóficos. En ese sentido, como es natural, se percibe en Mundo y Muerte una mayor presencia de alusiones provenientes de libros sapienciales como Job o Eclesiástico, mientras que en los primeros destacan los libros del Nuevo Testamento, como los Evangelios, las epístolas de San Pablo o el Apocalipsis, al estar más centrados en la vida de Jesús y en las postrimerías. 

Observando los cinco textos en conjunto, podemos ver que Quevedo recurre, en mayor o menor medida, a Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Reyes, Job, Salmos, Proverbios, Isaías, Ezequiel, Joel, San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan, Hechos de los Apóstoles, Romanos, I Timoteo, I San Pedro y Apocalipsis, lo cual constituye casi un tercio de todos los libros de la Biblia, algo nada desdeñable para una obra no demasiado extensa. Por si esto fuera poco, la cantidad de personajes o seres bíblicos nombrados explícitamente resulta también abrumadora: Abel, Adán, Agar, Anás, Astarot, Baal, Barrabás, Belcebú, Caín, Cristo, Dios, Eva, Faraón, Herodes el grande, Herodes el tetrarca, Isaías, Job, Judas, María Magdalena, Moisés, Moloch, Noé, Ocozías, Pilatos, San Juan Evangelista, San Juan Bautista, San Pablo, San Pedro y Seth. 

En definitiva, considero que a lo largo de estas páginas ha quedado claro que la Biblia constituye un sustrato elemental de los Sueños de Quevedo, tanto cualitativa como cuantitativamente. Teniendo en cuenta todo lo dicho, me parece razonable pensar que cualquier persona que desee adentrarse en esta fascinante y misteriosa obra, no debería dejar de tener a mano en todo momento, no solo una buena edición crítica como la de Arellano, sino también una excelente versión de las Escrituras como la que nos dejó Torres Amat. Solo así seremos capaces de traspasar la superficie del texto y empezar a vislumbrar sus inmensas profundidades.  


NOTAS

  1. Considero conveniente señalar que en amplios pasajes podría hablarse más bien de narración homodiegética, lo cual favorecería la ambigüedad personaje-testigo.
  2. Vásquez Gázquez explica que, aunque existe discrepancia sobre la definición del género de la sátira menipea, para el contexto de nuestro Siglo de Oro puede entenderse como «la realización de la crítica satírica a través de la fantasía», entendida esta en un sentido muy amplio que incluye sueños, fábulas, alegorías, magia o escatología cristiana.
  3. Conservo siempre la ortografía original tal como aparece en la Biblia que he manejado.
  4. Es difícil dar cifras exactas porque una sola referencia podría remitir a numerosos pasajes de la Biblia. Asimismo, como expliqué en la introducción, no me ha sido posible elaborar una relación exhaustiva de alusiones bíblicas por motivo de espacio, pero también por no resultar excesivamente repetitivo pues, por ejemplo, Dios aparece nombrado más de cien veces, Judas casi treinta y Cristo más de veinte.

BIBLIOGRAFÍA 

Alborg, J. L., Historia de la literatura española. Época barroca, Madrid, Gredos, 1970. 

La Sagrada Biblia traducida de la Vulgata Latina al español, Torres Amat, Félix (trad.), Barcelona, Montaner y simón, 1883, versión digitalizada por la Biblioteca Digital de Castilla y León, en línea, https://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=31707   

Nider, V., «La prosa de Quevedo y la Biblia», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 233-264.

Nolting-Hauff, I., Visión, sátira y agudeza en los “Sueños” de Quevedo, trad. Pérez de Linares, Madrid, Gredos, 1974.

Quevedo, F. de, Los sueños, ed. Arellano, Madrid, Cátedra, 2020.

Valdés Gázquez, R., «Francisco de Quevedo por las sendas de la sátira menipea», La Perinola, 2016, pp. 221-270, en línea: http://bit.ly/3nyIvGt

13/10/21

Un minuto de compañía

Muchos años antes, agonizando sobre el hielo, el coronel Claudio Malanoche hubo de recordar aquella mañana remota en que su padre lo llevó a presenciar un fusilamiento.