30/3/22

Javier Cercas y Vargas Llosa: metaliteratura comparada

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de mi trabajo libre sobre Soldados de Salamina para la asignatura Narrativa española actual, impartida por don Guillermo Laín Corona en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo



INTRODUCCIÓN

La amistad entre Javier Cercas y Vargas Llosa comenzó a gestarse incluso antes de que llegaran a conocerse, gracias a la influencia que el peruano ejerció sobre el español, primero a través de La ciudad y los perros y, más tarde, por el ensayo La orgía perpetua y el primer volumen de Contra viento y marea, obras que llevaron a Cercas hasta Madame Bovary y la correspondencia de Flaubert. Todas estas lecturas fueron determinantes para que Cercas «concibiera la ambición insensata de llegar a ser escritor» y vivir entregado plenamente a la literatura. 

Tiempo después, tuvo lugar un acontecimiento absolutamente decisivo para la carrera de Javier Cercas. Seis meses antes, había publicado su cuarta novela, Soldados de Salamina, de la cual había logrado vender la nada desdeñable cifra de treinta mil ejemplares, un éxito abrumador para un novelista casi desconocido cuyas obras precedentes apenas habían logrado generar interés. Pero el destino le deparaba una más que grata sorpresa y el 3 de septiembre 2001 pudo leer en El País un artículo repleto de elogios hacia su obra y que venía firmado nada menos que por su admirado Mario Vargas Llosa. «El sueño de los héroes», que así se titulaba, constituyó el empujón definitivo para transformar Soldados de Salamina en un fenómeno literario mundial, permitiendo a Cercas convertirse en escritor a tiempo completo. 

Pocos días después, el 11 de septiembre, por fin ambos novelistas pudieron estrechar sus manos. Lo hicieron en un restaurante madrileño y, tras deshacerse en agradecimientos, Cercas pudo charlar con el veterano novelista y entender cuál era su idea de literatura comprometida, que sería aquella que, sin llegar a constituir un artefacto propagandístico al estilo sartriano, sí que conlleva algún tipo de compromiso más allá del mero entretenimiento. 

Desde entonces, la amistad y la admiración entre los dos escritores se ha ido afianzando, algo que puede comprobarse en el diálogo que entablaron en 2015, pero que también ha quedado de manifiesto en muchas otras ocasiones. Así, por ejemplo, poco después de que Vargas Llosa fuese galardonado con el Nobel, Cercas advirtió a la izquierda española del error que supone rechazar al peruano por reaccionario cuando realmente es un liberal honesto y respetuoso. Al año siguiente, Cercas escribió un ensayo sobre Vargas Llosa y la vocación del escritor, en el cual declaró que el peruano era, más que un amigo, un modelo (como intelectual, como escritor y como persona) además de una parte de su biografía. Poco después, en un texto para la edición conmemorativa de La ciudad y los perros de 2012, Cercas situó a Vargas Llosa como uno de los mejores novelistas en español desde Cervantes, destacándolo asimismo como el único contemporáneo que ha logrado publicar un número elevado de obras maestras. 

Por su parte, Vargas Llosa tampoco escatima palabras de elogio hacia la obra de Cercas o su persona. Así, en un artículo de 2010 en el que destacaba las virtudes de una novela de Faciolince, aprovechó para recordar la ocasión en que leyó Soldados de Salamina, las ganas que le sobrevinieron de conocer a su autor, la satisfacción que le produjo comprobar que su calidad como persona estaba al nivel de la literaria y la convicción de que serían buenos amigos. De modo similar, hace apenas unos meses, en un artículo sobre Benito Pérez Galdós, se refirió a Cercas como «uno de los mejores escritores de nuestra lengua», como un valiente (por su oposición al independentismo) y como un amigo. No es difícil encontrar en YouTube extractos de conferencias del novelista peruano en los que califica de obras maestras tanto Soldados de Salamina como El impostor o Anatomía de un instante, poniéndolas como muestras de la buena salud de la literatura actual en español. 

A la vista de todos estos ejemplos, podría decirse que el análisis de las similitudes técnicas o temáticas entre las obras de ambos novelistas se perfilaría como un fructífero campo de estudio, máxime teniendo en cuenta que, por el momento, no parece haber recabado demasiada atención académica. Una panorámica general en ese sentido desbordaría los límites del presente trabajo, por lo que mis esfuerzos se moverán en la línea de explorar únicamente las relaciones entre tres recursos metafictivos relevantes en Soldados de Salamina y en dos de las novelas más metaliterarias de Vargas Llosa: La tía Julia y el escribidor (1977) y El hablador (1987).


FICCIÓN SOBRE LA FICCIÓN EN JAVIER CERCAS Y VARGAS LLOSA

Siguiendo a Langa Pizarro, no podríamos decir que Soldados de Salamina sea una metaficción propiamente dicha, pues estas obras, en su estado más puro, se muestran tan centradas en sí mismas que apenas consiguen atraer el interés del público. La novela de Cercas, aunque da una importancia capital al proceso creativo y aunque posee muchos otros elementos metaliterarios (protagonista escritor, abundante intertextualidad, reflexión literaria…) mantiene en todo momento un elevado nivel de referencialidad externa. Las metaficciones puras, serían hijas de los valores del posmodernismo, como la falta de compromiso social, mientras que las obras como Soldados de Salamina se circunscribirían a lo que se ha llamado «metamodernismo», es decir, el conjunto de ideas en torno al arte resultado del agotamiento del posmodernismo. Podría decirse que estas novelas, que en España empiezan a aflorar en los años noventa, utilizan lo metafictivo no como un fin en sí mismo sino como un medio para desarrollar otro tipo de objetivos, como puede ser el compromiso político o, simplemente, satisfacer el deseo de narrar historias originales (1). 

Por su parte, Vargas Llosa tampoco ha publicado metaficciones puras. Hasta los años setenta, lo metaliterario ocupó un papel poco relevante en sus novelas, predominando en ellas la complejidad estructural y la preocupación por cuestiones sociopolíticas. Narraciones de este tipo han seguido teniendo cabida en su producción literaria, pero desde la publicación de Pantaleón y las visitadoras en 1973, se han ido alternando con otra clase de novelas en las que destaca el humor, lo metaliterario, o que son adscribibles a géneros como el policiaco o el erótico. 

Teniendo en cuenta las características de Soldados de Salamina, he considerado que los tres recursos metaliterarios que plantean un mayor interés serían el narrador-escritor, el proceso creativo y la intertextualidad (2), es decir, la referencia a autores y obras literarias o la presencia de otros textos no narrativos (3). Me parece que estas tres cuestiones revisten tanto atractivo por el papel fundamental que desempeñan en la obra. Y es que, para el narrador-personaje-protagonista de Soldados de Salamina, que también se llama Javier Cercas, la literatura es un aspecto fundamental de la vida, tanto que su fracaso tratando de convertirse en un gran escritor puede llegar a postrarlo durante meses ante un televisor apagado. Muy en relación con ello, se encuentra el proceso creativo, cuyo desarrollo nos muestra la evolución del proyecto del narrador desde que es apenas una borrosa idea basada en una historia de la guerra hasta que se transforma en un ambicioso libro, pasando por fases como una crónica para un periódico o como un breve relato biográfico que cojea, que frustra al autor y que también se titula Soldados de Salamina. Por último, respecto a la intertextualidad, resulta llamativa la importancia que poseen los personajes escritores en esta obra. Tal como apuntó Vargas Llosa, aunque no tengan papeles principales, sí que intervienen en momentos clave de la trama, resultando providenciales para que el narrador alcance su objetivo. Así, es Sánchez Ferlosio quien proporciona al Cercas ficticio la historia del fusilamiento fallido de su padre y es Bolaño quien le descubre la existencia de Miralles. Es decir, los escritores le facilitan el comienzo y el final de su obra, por no mencionar que toda la investigación gira en torno a Sánchez Mazas, otro escritor. 


PRIMER RECURSO: ESCRITORES AVENTUREROS

Javier Cercas explicó que escribe «novelas de aventuras sobre la aventura de escribir novelas», un llamativo retruécano que ya había sido perfilado por Sobejano precisamente ofreciendo una definición de metaficción (4). No existe aventura sin aventurero, y el lance de escribir Soldados de Salamina lo vivirá un narrador autodiegético que se llama Javier Cercas y que tiene grandes similitudes y diferencias con el Cercas real. Para los propósitos de este trabajo, lo que interesa saber es que el Cercas real no pretende escribir un relato real, mientras que esa es justo la fuerza motriz del Cercas ficticio. Este, al igual que su creador, ha publicado algunos libros de escaso éxito y aspira a convertirse en novelista, aunque cinco años de fracasos y depresión lo llevan a regresar a su antiguo trabajo en un periódico. A pesar de todo, su vida no deja de girar en torno a la literatura, de tal modo que ahora escribe sobre escritores y, gracias a que entrevista a uno de ellos, consigue una idea que le devolverá las ganas de intentar alcanzar sus sueños. Esta vez no trabajará en una novela sino en un relato real y para ello volverá a dejar el periódico aunque por desgracia, a pesar de finalizar su obra, volverá a probar el amargo sabor del fracaso. Pero la literatura no va a abandonarle tan fácilmente y, por fin, gracias a otro escritor, conocerá al hombre que le permitirá terminar su libro, un relato real para el Cercas ficticio, un relato ficticio para el Cercas real.

Teniendo todo esto en cuenta, resulta llamativo que Javier Cercas nunca haya hecho mención a la novela El hablador. Dada su admiración por Vargas Llosa, parece probable que la hubiese leído antes de acometer la tarea de redactar Soldados de Salamina. Y es que, el protagonista de El hablador es también un narrador autodiegético que, aunque aparece innominado, es un evidente trasunto de Vargas Llosa (quizá en mayor medida que el Cercas ficticio respecto al real). Además de esto, también él ha escuchado una historia fascinante que le ha producido un irrefrenable deseo de escribir. Se trata de la historia de los habladores, una especie de cuentacuentos con un trascendente papel de cohesión social dentro de las tribus machiguengas. Al igual que el Cercas ficticio, este narrador intentará desarrollar su historia, llevará a cabo intensas investigaciones y, en principio, fracasará en su empeño, aunque por diferente motivo. Pero El hablador no constituyó el debut del novelista en el terreno de la metaficción. Dejando de lado tempranas manifestaciones, como la destreza de Alberto, el Poeta, componiendo novelitas eróticas en La ciudad y los perros, fue La tía Julia y el escribidor «la primera narración de Vargas Llosa cuyo hilo subterráneo es el del escritor escribiendo», como dijo José Miguel Oviedo. En esta obra, que contiene diez textos de seriales radiofónicos escritos por el guionista ficticio Pedro Camacho, trasunto del no ficticio Raúl Salmón, nos encontramos también con un narrador autodiegético que, igual que en Soldados de Salamina, tiene el mismo nombre que el autor real de la obra y aspira a convertirse en un gran novelista, algo que termina logrando, no sin antes golpearse varias veces contra el muro de la derrota. Sea o no Javier Cercas deudor de estos procedimientos, lo cierto es que sí que ha hablado de La tía Julia y el escribidor, situándola entre las seis mejores novelas de Vargas Llosa. 


SEGUNDO RECURSO: TRIUNFAR FRACASANDO 

Una de las lecciones que se pueden extraer de Soldados de Salamina resulta sintetizable en el dicho popular «el que la sigue la consigue». Y es que, al principio, el protagonista menciona de forma escueta un periodo de «cinco años de angustia económica, física y metafísica, tres novelas inacabadas y una depresión espantosa». Después, con todo lujo de detalle, expone a lo largo del resto de la primera parte el desarrollo de su siguiente descalabro. Y no solo eso, además, en la segunda parte podemos leer el resultado, el relato real centrado en Sánchez Mazas que no termina de funcionar ni siquiera siendo sometido a intensas revisiones, reescrituras y cambios. Será con la tercera parte muy avanzada cuando podamos empezar a ver luz al final del túnel. Todo este proceso podría parecer una especie de descenso a los infiernos, pero en realidad constituye un ejemplo de superación y perseverancia, pues, por fin, en las dos últimas páginas, el autor logra ver el libro en su cabeza, su relato real ahora completo. Ya lo dijo Vargas Llosa, lo que insufla vitalidad a Soldados de Salamina no es la historia de Sánchez Mazas, sino la de ese narrador que lucha «a muerte contra la amenaza del fracaso de su vocación». 

Periplos semejantes también los han tenido que vivir algunos narradores vargasllosianos. El Varguitas de La tía Julia y el escribidor, estimulado por el ejemplo de su amigo Pedro Camacho («Yo trabajo sobre la vida, mis obras se aferran a la realidad como la cepa a la vid», le explica al joven), se esfuerza en escrutar la realidad en busca de ideas con las que escribir sus relatos, historias basadas en sucesos reales que al final siempre terminan arrugadas en el fondo de la papelera. Sin embargo, «cuando sus demonios personales se insertan y se funden con la realidad exterior vivida, interiorizada, logra resultados positivos». En el último capítulo nos habla un Varguitas que ha vivido en París, que ha publicado libros y que se encuentra llevando a cabo investigaciones para dos próximas novelas, que a todas luces son La casa verde y Conversación en la Catedral. Eso sí, a diferencia del Cercas ficticio, él ya no investiga para crear relatos reales; ahora posee unas sólidas ideas sobre los mecanismos de la ficción literaria. Por otra parte, en El hablador no nos encontramos a un joven fracasando y luchando por escribir grandes novelas. Más bien vemos a un escritor ya maduro y exitoso que ha fallado en uno de sus proyectos: escribir un relato sobre los habladores machiguengas. Desde que descubre la existencia de estos misteriosos indígenas, nunca deja de pensar en ellos, de investigar sobre ellos, de tratar de escribir sobre ellos. Incluso, emocionado, le cuenta el proyecto a su amigo Mascarita, igual que Cercas comparte los progresos de su libro «sobre un facha» con Conchi, su pareja. Con una estructura similar a la de La tía Julia y el escribidor, la obra nos ofrece la aventura del protagonista intentando escribir sobre los habladores (y fracasando porque no consigue crearles una voz con sabor indígena pero que no suene impostada), aventura dividida por la inclusión de capítulos con historias sobre los machiguengas que reproducen, en un español alterado, la expresión oral de un hablador dirigiéndose a su pequeño auditorio. De este modo, en principio (5), podríamos entender que la novela que tenemos en las manos es el resultado final del proceso creativo, el triunfo del narrador que logra materializar la historia que perseguía, exactamente igual que el texto de Soldados de Salamina es el triunfo del Cercas ficticio (y del real, evidentemente).  


TERCER RECURSO: POR TODOS MIS COMPAÑEROS

Además de los personajes escritores ya referidos, en Soldados de Salamina aparecen mencionados muchos más: Andrés Trapiello, Lorca, Manuel y Antonio Machado, Miguel Hernández o Dionisio Ridruejo son solo unos pocos ejemplos. La presencia de la literatura es constante y se manifiesta también con la mención de numerosas obras: tres novelas de Sánchez Mazas (además del libro que no llegó a escribir, Soldados de Salamina); El Jarama, de Sánchez Ferlosio; Yo fui asesinado por los rojos, de Jesús Pascual; Don Quijote, de Cervantes; o, por terminar con un ejemplo llamativo, El móvil y El inquilino, títulos de narrativa breve del propio Cercas (tanto real como ficticio). Otras obras y autores aparecen aludidos de forma menos explícita. Por ejemplo, se dice que Bolaño acababa de recibir un premio por un libro, sin especificar que es el Rómulo Gallegos de 1999, concedido a su novela Los detectives salvajes. Del mismo modo, cuando Bolaño dice que lee hasta los papeles que encuentra por la calle, se está haciendo alusión a Cervantes, quien escribió unas palabras similares en el capítulo IX de la primera parte del Quijote. La novela incluye además diferentes textos como la crónica periodística sobre Machado, un soneto de Sánchez Mazas o algunos fragmentos del diario que este escribió mientras sobrevivía en los bosques (6). En el nivel interdiscursivo, resulta ineludible mencionar el papel que la música y el cine juegan en la obra. El pasodoble Suspiros de España, además de «la canción más triste del mundo» es como la banda sonora de la novela, constituyendo el indicio principal para la identificación soldado-Miralles. Respecto al cine, además de los procedimientos de claro sabor fílmico, como la escena de los gitanos tocando el pasodoble o el primer plano de la cara del soldado republicano, la importancia del séptimo arte queda patente en la tercera parte, la cual recibe su título de Stockton, la ciudad que aparece en la película Fat City, de John Huston. 

Toda esta rica densidad intertextual también está presente en las novelas más metaliterarias de Vargas Llosa. Por centrarme en El hablador, y sin ánimo de exhaustividad, es destacable que se menciona, entre muchos otros, a Dante, Sartre o Faulkner; se relatan entrevistas a Borges o Corín Tellado; se incluye una carta, un poema machiguenga traducido al español y se emplean en los cuentos anidados ciertas partes argumentales de La metamorfosis de Kafka o de escenas de la vida de Cristo. Además, aparece el cacique Jum, un personaje basado en un indígena real que ya había figurado en La casa verde


CONCLUSIÓN

Aunque las cuestiones tratadas en el presente trabajo podrían desarrollarse en un espacio mucho más amplio, considero que he podido demostrar que entre Soldados de Salamina y algunas obras de Vargas Llosa existe una red de relaciones entre procedimientos metafictivos y que esto ocurre independientemente de que se haya dado por parte de Cercas una voluntad consciente de emular u homenajear dichos procedimientos, los cuales, probablemente tampoco hayan sido inventados por el escritor peruano de forma absoluta.  

Desde 2001, año de publicación de Soldados de Salamina, han visto la luz seis novelas de Vargas Llosa. Teniendo en cuenta la grata impresión que le causó el libro de Cercas, y la elevada opinión que tiene sobre otros como Anatomía de un instante o El impostor, no parece descabellado pensar que la narrativa del extremeño haya podido influir también en algunas de las últimas obras del peruano. Sin embargo, he preferido centrarme solo en la posible deuda de Soldados de Salamina con algunas novelas de Vargas Llosa al ir dándome cuenta de que llevar a cabo un análisis de las influencias recíprocas sobrepasaría los límites espaciales de este ensayo. En cualquier caso, las carreras de ambos escritores parecen gozar de buena salud (a pesar de la longeva edad de don Mario) por lo que resulta muy probable que la intertextualidad entre las obras de uno y otro continúe desarrollándose, máxime siendo autores para los que tanta importancia tienen los procedimientos metaliterarios y el desarrollo de los grandes temas que nos afectan como sociedad.  


NOTAS

(1) En relación con esto, Cercas dijo sobre su obra que la novedad «es formal, porque la novela es forma y por tanto no existen temas agotados sino formas agotadas de abordarlos». En la misma línea, Vargas Llosa explicó que la historia de Sánchez Mazas es una más de las miles que suceden en las guerras y que si resulta tan apasionante en la novela de Cercas es por el modo en que el narrador se interesa por ella, por cómo se empeña en investigarla y contarla.

(2) Sobejano incluye la intertextualidad dentro de las características de la metaficción en sentido amplio, obras a las que denomina novelas autoconscientes, por contraposición a aquellas novelas que incluye en la metaficción en sentido estricto, a las que pone el marbete de autorreferenciales.

(3) Langa expone como rasgo propio de la novela autoconsciente la mezcla de procedimientos de géneros literarios, paraliterarios (artículos…) y no literarios (análisis estilístico…). Por su parte, Castro y Montejo ponen en relación con el concepto de intertextualidad el de interdiscursividad para hacer referencia a las relaciones del texto con otros discursos culturales, como podría ser el cine. Para simplificar, me gustaría emplear en este trabajo el concepto de intertextualidad de forma que comprenda todos los elementos aquí mencionados.

(4) Metaficción es aquella que «al tiempo de ser la escritura de una aventura, resulta ser la aventura de una escritura».

(5) La novela es bastante más compleja de lo que aquí puedo desarrollar. Vargas Llosa juega con la ambigüedad de tal forma que al final deja algunas decisiones en manos del lector. Así, a pesar de los indicios, resulta imposible saber seguro si Mascarita acaba convertido en un hablador. Lo que hace Cercas con Miralles es muy similar. Todo apunta a que sí es el soldado republicano pero al final somos nosotros los que tenemos que decidirlo. En mi opinión, Cercas demostró aquí una gran maestría poniendo la literatura al servicio de sus objetivos ideológicos, (difundir una idea maniquea y simplista de la guerra civil española, en la línea de las llamadas memoria histórica y memoria democrática) pues el modo en que logró construir la historia y la personalidad de Miralles da pie a que, al final, la identidad del soldado sea lo de menos.

(6) Tal como apunta Ródenas, la segunda parte podría considerarse una novela anidada al estilo de las incluidas en el Quijote, aunque tal vez sería más bien un relato biográfico anidado. En cualquier caso, constituiría también un procedimiento similar al que emplea Vargas Llosa al incluir seriales radiofónicos y cuentos machiguengas en sus dos novelas. 


BIBLIOGRAFÍA

Armas Marcelo, Juan Jesús, Vargas Llosa, el vicio de escribir, Madrid, Alfaguara, 2002.

Castro, Isabel y Montejo, Lucía, Tendencias y procedimientos de la novela española actual (1975-1988), Madrid, UNED, 1991.

Cercas, Javier, «La izquierda y Vargas Llosa», El País, 17-10-2010, en línea: https://bit.ly/izquierdavargas, consultado 8-12-20.

— «Es natural que muchos escritores nos sintamos humillados por Vargas Llosa», Turia, 97-98, 2011, pp. 331-335, en línea: https://bit.ly/autoentrevistacercas, consultado 8-12-20.

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— «La pregunta de Vargas Llosa», en Vargas Llosa, Mario, La ciudad y los perros, Madrid, RAE y ASALE, 2012, pp. 473-498.

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Cercas, Javier y Vargas Llosa, Mario, «El oficio de escribir», diálogo moderado por Pilar Reyes, ciclo Conversación en el ADDA, Diputación de Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 12-6-2015, en línea: https://youtu.be/jmMdMsktLw4, consultado 8-12-2020.

Langa Pizarro, María del Mar, Del franquismo a la postmodernidad: la novela española (1975-1999), Alicante: Universidad de Alicante, 2000.

Lorente, Antonio y Neira, Julio, Doce escritores contemporáneos, Madid, UNED, 2017.

Pereiro, Peregrina, La novela española de los noventa. Alternativas éticas a la postmodernidad, Madrid, Pliegos, 2002.

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Sobejano, Gonzalo, Novela española contemporánea 1940-1995, Madrid, Marenostrum, 2003.

Vargas Llosa, Mario, La tía Julia y el escribidor, 1977, formato eBook. 

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— «La amistad y los libros», El País, 7-2-2010, en línea: https://bit.ly/amistadlibros, consultado 8-12-2020.

— «El sueño de los héroes», en Cercas, Javier, Soldados de Salamina, Madrid, Cátedra, 2017, pp. 423-428.

— «En favor de Pérez Galdós», El País, 19-4-2020, en línea: https://bit.ly/favorgaldos, consultado 8-12-2020.

Ynduráin, Domingo, «Vargas Llosa y el escribidor», Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2009, en línea, http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcjh434, consultado 11-12-20.

8/3/22

Statu quo

 —… y, por todo ello, considero que dedicar la mitad de nuestro presupuesto a la prevención del suicidio se traduciría en un empleo más eficiente de los recursos de los que disponemos —concluyó la joven asesora.

—Es muy interesante lo que has expuesto, hermana —dijo la ministra—, pero el cometido de este ministerio, a pesar de su nombre, no es la igualdad, sino la liberación de la mujer mediante la destrucción del heteropatriarcado. Nosotras, nosotres y nosotros no podemos dedicar recursos al suicidio, pues la mayor parte de los, les y las suicidas son hombres cisgénero heterosexuales. 

—Entiendo, ministra, pero, de todas formas, si queremos salvar vidas de mujeres, tendremos muchas más posibilidades de éxito trabajando contra el suicidio, aunque también beneficiemos a los hombres. Estamos hablando de unas novecientas mujeres que se quitan la vida cada año frente a las cincuenta o sesenta asesinadas por violencia de género, una cifra que se encuentra, como ya sabemos, muy próxima a la tasa de inevitabilidad. 

—Lo que comentas es realmente interesante, hermana, y te aseguro que nos pondremos a estudiarlo lo antes posible. Ahora mismo tengo que atender otras cuestiones, pero estaremos en contacto. 

La joven asesora abandonó satisfecha y esperanzada el despacho de la ministra. Esta, por su parte, mandó llamar al jefe de su equipo de seguridad.

—Ya sabéis lo que tenéis que hacer con ella —susurró—. Y que parezca un caso de violencia machista, como siempre.