18/2/19

Comentario de texto: Luces de bohemia

MAX.-Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.  
DON LATINO.- ¡Estás completamente curda!  
MAX.-Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.  
DON LATINO.-¡Miau! ¡Te estás contagiando!  
MAX.-España es una deformación grotesca de la civilización europea.  
DON LATINO.-¡Pudiera! Yo me inhibo.  
MAX.-Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.  
DON LATINO.-Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.  
MAX.-Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.  
DON LATINO.- ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!  
MAX.-Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.  
DON LATINO.-Nos mudaremos al callejón del Gato. 



El texto que nos disponemos a analizar forma parte de la duodécima escena de Luces de bohemia, probablemente la obra más importante e innovadora de Ramón María del Valle-Inclán, publicada en 1920 en la revista España, y en su versión definitiva en formato libro en 1924, y que marca un antes y un después en su producción literaria, pues con ella funda una nueva estética, el esperpento. De hecho, el fragmento que nos ocupa es sin duda uno de los textos más trascendentes del autor, pues en él se explican, casi a la manera de los manifiestos artísticos de los ismos de vanguardia, los principios básicos de su novedosa propuesta, cuyos rasgos ya se habían vislumbrado anteriormente en farsas como La marquesa Rosalinda (1912). Si bien don Ramón María solo calificó expresamente como esperpentos cuatro de sus obras -Luces de bohemia, Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927)-, sus particularidades estéticas se dejan ver claramente en muchas otras creaciones de aquellos años, como las novelas contenidas en la serie de El ruedo ibérico o las obras de teatro que conforman Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte (1927).

Luces de bohemia se enmarca en un contexto literario de innovación y experimentación artística del que Valle-Inclán no va a quedar al margen, pues siempre se mostró como un autor inquieto y ecléctico, lo cual puede apreciarse en su evolución literaria, desde el realismo gris y rural de sus primeras obras, al modernismo de las Sonatas, y desde allí al esperpento, pasando por la etapa transicional de la trilogía de la Guerra Carlista

Desde comienzos del siglo XX se venía asistiendo a un continuo nacimiento de los llamados ismos de vanguardia. De hecho, este texto comienza haciendo referencia al Ultraísmo, uno de los más influyentes en España y que, junto al Creacionismo, suponía el triunfo de la deshumanización del arte estudiada por Ortega. El Ultraísmo surgió como rechazo del Modernismo, y, quizá por ello, nuestro autor tache aquí a sus seguidores de farsantes, por haber asumido él dicha estética en el pasado. Por otra parte, el esperpento no constituye una propuesta estética deshumanizada, ya que tiene un claro objetivo de crítica social y no aspira a convertirse en un arte para minorías, lo que también podría explicar la mención despectiva del Ultraísmo.

A partir de la segunda oración del texto, Valle-Inclán comienza, por boca de Max Estrella, el protagonista de la obra, a esbozar las propuestas estéticas del esperpento a través de enunciados breves y concisos que en un principio podrían parecer fruto de la embriaguez del personaje. Primero, apunta a su origen en una figura tan relevante como Goya. Efectivamente, en la serie de grabados Los Caprichos, el pintor se sirvió de lo grotesco, monstruoso y deforme para llevar a cabo una amplia sátira de la sociedad dieciochesca. A continuación, Valle utiliza la metáfora del espejo cóncavo para explicar su planteamiento. “Los héroes clásicos han ido a pasearse al callejón del Gato” dice Max ante la incomprensión de su amigo Don Latino. Lo que quiere decir el invidente poeta es que el esperpento deforma la realidad tal y como los espejos que antiguamente se encontraban en la calle de Álvarez Gato lo hacían con la imagen de quienes se pusieran ante ellos, de tal modo que incluso el más glorioso de los héroes clásicos se vería como un completo fantoche. 

La técnica para emplear la estética del esperpento fue explicada con mayor detalle por Valle-Inclán en una entrevista para ABC en 1928. El modo de aplicar esos espejos cóncavos a la obra literaria consistiría en que el autor se sitúe por encima de sus personajes, para que pueda mirarlos como a seres inferiores, a diferencia de lo que ocurría en la literatura clásica, como la de Homero, en que el autor mira a sus personajes de rodillas, viéndolos como seres sobrehumanos, o en la literatura realista, como la de Shakespeare, en que el autor mira a los personajes de tú a tú, apreciando todas sus virtudes y miserias. Así, tal y como leemos en Lorente y Neira (2017: 145), el protagonista de Las galas del difunto, Juanito Ventolera, no es sino una visión esperpéntica de don Juan, del mismo modo que lo es el personaje del título de la obra Los cuernos de don Friolera respecto a Otelo y a la visión calderoniana del honor, y como lo es el mismo Max Estrella frente a Homero. 

Una vez explicado el procedimiento, toca hablar de su función, que se vislumbra cuando Max habla del sentido trágico de la vida española, y de España como deformación de la civilización europea. El esperpento no sería otra cosa que la consecuencia de la preocupación de Valle-Inclán por la situación de miseria moral y material que afecta a la sociedad en su conjunto. A través del recorrido nocturno de Max y don Latino por las calles madrileñas, el autor va desfigurando todo lo que se pone a tiro, desde personajes como ministros, artistas, poetas o prostitutas hasta cuestiones como los servicios públicos, las comedias o las lecciones académicas. Nadie se salva de la mirada deformadora de Valle-Inclán, salvo un anarquista preso y un niño muerto por una bala de la policía, pues con ellos espera que aflore nuestra compasión. La crítica de don Ramón María es total, pues total es la degradación de España. Mediante el esperpento, el artista puede mirar a su país desde las alturas y ver cómo toda su pretendida gloria es transformada en monstruosidad como por efecto de los espejos antes mencionados. La voluntad transformadora del autor, su deseo de pasar de las palabras a los hechos, queda evidenciado en la última intervención de Max, una clara llamada a la acción, lo cual no es de extrañar, habida cuenta de que Valle-Inclán había transitado desde posiciones políticas conservadoras hasta otras cercanas al comunismo o al anarquismo, habiendo llegado incluso a declarar en una entrevista de 1931 a El Sol que en España había que hacer una revolución mediante una dictadura como la de Lenin. 

Alonso Zamora Vicente (2010: 23-26) explica algunas técnicas del esperpento que podemos ver en el texto. En ciertas ocasiones, por ejemplo, los personajes son vistos como fantoches, como guiñoles movidos por hilos, lo que se transmite en el estrambótico diálogo de estos dos borrachines tirados en una acera madrileña al filo de la madrugada. En otras, son animalizados, como cuando don Latino exclama “¡Miau!”. Sin embargo, la técnica esperpéntica por excelencia se basa en el lenguaje. Valle busca el efecto deformador mediante la mezcla de registros, tal como podemos ver en el texto cuando don Latino le dice a su amigo que está completamente curda, una palabra que significa borracho y que proviene del lunfardo, jerga usada por las clases bajas de Buenos Aires (el término ha sido muy usado en tangos como La última curda), para unas líneas después, pasarse al registro culto empleando la forma inhibo. También, en un contexto de conversación estético-filosófica, contrasta una expresión grotesca como “me quito el cráneo”. Este uso del lenguaje podría quedar apuntado por Max cuando dice que pretende  “transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas”, puesto que la tradición grecolatina daba mucha relevancia al decoro, al hecho de que cada personaje se exprese de un modo acorde a su condición. Por otra parte, en La lámpara maravillosa (1916), libro en el que Valle escribió sobre literatura, había dicho que los cambios en los idiomas generan cambios en las conciencias y en el alma colectiva de los pueblos, y que los creadores deben romper las cadenas que los atan a la tradición del habla, palabras en las que parece encontrarse el germen del deseo de Max de transformar las normas clásicas y de donde podría venir también todo el esfuerzo de renovación lingüística desarrollado en Luces de bohemia.



BIBLIOGRAFÍA

  • GRANADOS, V. (2011). Literatura española (1900-1939). Madrid: UNED
  • LORENTE, A., NEIRA, J. (2017). Doce escritores contemporáneos. Madrid: UNED.
  • MILLÁN, M. (2010). Textos literarios contemporáneos. Madrid: UNED. 
  • SUÁREZ, A., MILLÁN, M. (2011). Introducción a la literatura española. Guía práctica para el comentario de texto. Madrid: UNED.
  • VALLE-INCLÁN, R. (1916). La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales. Consultado en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-lampara-maravillosa-ejercicios-espirituales-876523/html/238b0e2f-9e93-4c8c-b747-61751acf444f_2.html
  • VALLE-INCLÁN, R., ZAMORA, A., VALLE-INCLÁN, J. (2010). Luces de bohemia. Madrid: Espasa.


12/2/19

Lo mejor que he visto y leído en 2018

Si este blog contase con lectores habituales, probablemente algunos de ellos se estarían preguntando por la nueva edición de Lo mejor que he visto y leído. Efectivamente, los exámenes del primer cuatrimestre han llegado a su fin y un servidor dispone de tiempo libre para invertirlo en estos asuntos. Sin embargo, viendo que no recibo comentarios desde que Bécquer escribía poesía neoclásica, he de concluir que nadie estaba esperando la llegada de esta publicación, ni siquiera los inquietantes robots rusos que me visitan en masa de vez en cuando. 

Ahora bien, ¿significa eso que vaya a dejar de mantener viva esta entrañable tradición que se remonta ya hasta tiempos tan lejanos como el uno de enero del año catorce? Supongo que no. Recuerdo que en aquella primera entrega, un ingenuo e ilusionado yo escribió que, a lo largo de 2013, había leído sesenta libros y visto ciento treinta y tres películas, sin saber muy bien de dónde había sacado el tiempo. Ja, ja, ja. Yo te lo explico, jovencísimo yo. El tiempo necesario para llevar a cabo semejante hazaña cultural lo sacaste de no estar matriculado en la UNED. Si no me crees, mira lo que me ha ocurrido en 2018, que me he pasado el verano estudiando Latín para hispanistas y Morfología de la lengua española, que he comenzado tercero de tal modo que ya iba mal de tiempo en el minuto uno, mira, como te digo, lo que ha pasado: me he leído veintinueve libros, de los cuales, veinte formaban parte de los planes de estudio. ¿Qué te parece? Lo llaman La paradoja del estudiante de Filología Hispánica. Es decir, que te metes en esta carrera, la carrera de los amantes de las letras, la carrera de los locos de los libros, de los ratones de biblioteca, y acabas leyendo muchos menos libros que antes, menos de la mitad. Y, en fin, respecto a películas, ni siquiera he llegado a ver diez, con lo cual, voy a tener que poner algunas de otros años para llenar la lista.

Nada más por hoy, queridos lectores imaginarios e inquietantes robots rusos. Aquí os dejo la primera entrada de 2019. No puedo prometeros que este vaya a ser un año repleto de sorpresas, relatos sublimes, desgarradores poemas o estimulantes artículos. Sin embargo, tampoco puedo prometeros lo contrario. 

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