29/9/19

Los mejores libros de la narrativa hispánica según la legendaria y novedosa 100cia de la Listología

Después de decenas de minutos de arduo trabajo, me complace anunciar al mundo que he descubierto un nuevo método completamente 100tífico para clasificar obras literarias en función de su calidad. En pos de la exactitud he de decir que no nos hallamos ante un procedimiento completamente nuevo, pues ya lo utilicé en el pasado con el objetivo de elaborar una lista conocida como Los libros más recurrentes en las mejores listas de libros. Sin embargo, es hoy cuando esta legendaria y novedosa 100cia ve la luz dotada de un nombre, una etiqueta tan bella y suntuosa como Listología (el término tampoco es totalmente original, lo sé, Google arroja 233 resultados, pero nadie lo utiliza en el mismo sentido que yo, imagino). 

El nuevo logro de esta arcaica y naciente disciplina ha sido el de engendrar una lista con las mejores obras de la literatura hispánica. Como es lógico, esta lista adolece de graves fallos [1] pues el primer postulado de la Listología establece que “Toda lista adolece de graves fallos”. Que nadie se me eche las manos a la cabeza. Por supuesto que no estamos asegurando que El invierno en Lisboa sea mejor novela que Don Quijote de la Mancha, esto no es un artículo científico sino 100tífico, no nos volvamos locos.  

Luis Landero, claro vencedor con su obra "Juegos
de la edad tardía", ganadora del Premio de la Crítica,
del Nacional de Narrativa, y que aparece en
"Los 153" y en "Las 100" de El Mundo.
La metodología seguida ha consistido en analizar las listas de los ganadores del Premio de la Crítica de narrativa castellana, del Premio Nacional de Narrativa, del Premio Cervantes, la lista de Las 100 mejores novelas en español del siglo XX según El Mundo, la de los 153 libros escritos en español que hay que leer antes de morir y la de los 111 títulos de la Biblioteca Clásica de la RAE. Los libros obtenían un punto por aparecer en cada lista (en el caso del Cervantes, que premia trayectorias y no obras concretas, todos los galardonados obtenían un punto en aquellos libros que apareciesen en otras listas o premios). Y de aquí se deriva uno de los graves problemas de este proyecto: las diferencias cronológicas entre listas. Algunas obras de escritores tan importantes como Galdós o Clarín, solo obtuvieron dos puntos, pues los premios tenidos en cuenta no se concedían en vida de estos autores, que, seguro los habrían ganado. Del mismo modo, la Biblioteca clásica de la RAE solo llega hasta el siglo XIX, con lo que permite compensar un poco la desventaja de los clásicos frente a los contemporáneos, aunque no lo suficiente. Eso son solo dos ejemplos. He de decir también que en esta lista prima un poco la actualidad y, en caso de empate, se tiene en cuenta el criterio cronológico inverso, aunque no siempre prevalece [2]. 

En cualquier caso, guste mucho o guste poco, aquí va esta nueva lista de la que, por lo menos, nadie podrá decir que carece de originalidad (o que adolece de FALTA de originalidad). ¡A leer y a disfrutar del tiempo que nos queda!


OBRAS CON CUATRO PUNTOS 
  • Juegos de la edad tardía. Luis Landero.
  • La ciudad y los perros. Mario Vargas Llosa.
  • El Jarama. Rafael Sánchez Ferlosio. 
  • Ágata ojo de gato. José Manuel Caballero Bonald.

OBRAS CON TRES PUNTOS
  • Los hijos muertos. Ana María Matute.
  • Rabos de lagartija. Juan Marsé.
  • Las ratas. Miguel Delibes.
  • La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza.
  • La saga/fuga de JB. Gonzalo Torrente Ballester.
  • Leyenda del César visionario. Francisco Umbral. 
  • El hereje. Miguel Delibes.
  • Corazón tan blanco. Javier Marías.
  • Nada. Carmen Laforet.
  • El astillero. Juan Carlos Onetti. 
  • Mortal y rosa. Francisco Umbral. 
  • Ficciones. Jorge Luis Borges. 
  • Los gozos y las sombras. Gonzalo Torrente Ballester. 
  • La colmena. Camilo José Cela.
  • Cinco horas con Mario. Miguel Delibes.
  • La cabeza del cordero. Francisco Ayala.
  • Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sabato. 
  • El siglo de las luces. Alejo Carpentier.
  • Señas de identidad. Juan Goytisolo. 
  • Tres tristes tigres. Guillermo Cabrera Infante.

OBRAS CON DOS PUNTOS
  • La fuente de la edad. Luis Mateo Díez.
  • En la orilla. Rafael Chirbes.
  • La habitación de Nona. Cristina Fernández Cubas.
  • Verdes valles, colinas rojas 3. Ramiro Pinilla.
  • Patria. Fernando Aramburu.
  • Los girasoles ciegos. Alberto Méndez.
  • La ruina del cielo. Luis Mateo Díez.
  • El invierno en Lisboa. Antonio Muñoz Molina.
  • Diecinueve de julio. Ignacio Agustí.
  • Dejemos hablar al viento. Juan Carlos Onetti.
  • El jardín de las delicias. Francisco Ayala.
  • La casa verde. Mario Vargas Llosa.
  • El embrujo de Shanghái. Juan Marsé.
  • La catira. Camilo José Cela. 
  • Gran sol. Ignacio Aldecoa.
  • La isla de los jacintos cortados. Gonzalo Torrente Ballester. 
  • Mazurca para dos muertos. Camilo José Cela.
  • Recuerdos y olvidos 2. Francisco Ayala.
  • Diario de un cazador. Miguel Delibes.
  • Los cipreses creen en Dios. José María Gironella.
  • Extramuros. Jesús Fenández Santos.
  • Primera memoria. Ana María Matute.
  • Una comedia ligera. Eduardo Mendoza.
  • La fiesta del chivo. Mario Vargas Llosa.
  • Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. Álvaro Mutis.
  • Noticias del imperio. Fernando del Paso.
  • La guerra del fin del mundo. Mario Vargas Llosa.
  • Si te dicen que caí. Juan Marsé.
  • El informe de Brodie. Jorge Luis Borges.
  • Últimas tardes con Teresa. Juan Marsé.
  • La muerte de Artemio Cruz. Carlos Fuentes.
  • El sueño de los héroes. Adolfo Bioy Casares.
  • Los pasos perdidos. Alejo Carpentier.
  • El laberinto de la soledad. Octavio Paz.
  • El túnel. Ernesto Sabato.
  • La invención de Morel. Adolfo Bioy Casares.
  • El Aleph. Jorge Luis Borges.
  • Tiempo nublado. Octavio Paz.
  • La ciudad de los prodigios. Eduardo Mendoza.
  • Las ninfas. Francisco Umbral.
  • Yo, el Supremo. Augusto Roa Bastos
  • La oscura historia de la prima Montse. Juan Marsé
  • La Habana para un infante difunto. Guillermo Cabrera Infante.
  • José Trigo. Fernando del Paso
  • Lituma en los Andes. Mario Vargas Llosa.
  • Conversación en La Catedral. Mario Vargas Llosa.
  • Pequeño teatro. Ana María Matute
  • Alfanhuí. Rafael Sánchez Ferlosio. 
  • Los santos inocentes. Miguel Delibes
  • Hombres de maíz. Miguel Ángel Asturias
  • San Camilo 1936. Camilo José Cela.
  • La sombra del ciprés es alargada. Miguel Delibes
  • Como agua para chocolate. Laura Esquivel.
  • La casa de los espíritus. Isabel Allende.
  • Cien años de soledad. Gabriel García Márquez.
  • Octubre, octubre. José Luis Sampedro. 
  • Los mares del sur. Manuel Vázquez Montalbán. 
  • Volverás a Región. Juan Benet. 
  • Rayuela. Julio Cortázar. 
  • Bomarzo. Manuel Mujica Lainez. 
  • Tiempo de silencio. Luis Martín Santos. 
  • Pedro Páramo. Juan Rulfo.
  • Réquiem por un campesino español. Ramón J. Sender.
  • El señor presidente. Miguel Ángel Asturias. 
  • El obispo leproso. Gabriel Miró.
  • Niebla. Miguel de Unamuno. 
  • Sonatas. Ramón María del Valle-Inclán.
  • Cañas y barro. Vicente Blasco Ibáñez.
  • Cuentos. Leopondo Alas "Clarín".
  • Fortunata y Jacinta. Benito Pérez Galdós.
  • Los pazos de Ulloa. Emilia Pardo Bazán.
  • La regenta. Leopondo Alas "Clarín".
  • Trafalgar. Benito Pérez Galdós.
  • Leyendas. Gustavo Adolfo Bécquer.
  • Facundo o civilización y barbarie. Domingo F. Sarmiento. 
  • El criticón. Baltasar Gracián.
  • La Dorotea. Lope de Vega.
  • Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. B. D. del Castillo.
  • La vida del Buscón. Francisco de Quevedo. 
  • Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Miguel de Cervantes.
  • Novelas ejemplares. Miguel de Cervantes. 
  • Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.
  • Guzmán de Alfarache. Mateo Alemán. 
  • Amadís de Gaula. Garci Rodríguez de Montalvo. 
  • Libro de la vida. Teresa de Jesús. 
  • La vida de Lazarillo de Tormes. Anónimo. 
  • La Celestina. Fernando de Rojas.
  • El conde Lucanor. Don Juan Manuel. 
  • Libro de buen amor. Juan Ruiz. 
  • Cantar de Mio Cid. Anónimo. 

NOTAS

[1] Por favor, utilicemos bien el verbo adolecer; no significa carecer, sino 'tener algún defecto'.
[2] El criterio básico ha sido el número de puntos logrados; en caso de empate, se tenía en cuenta, primero, el número de premios; después, se priorizaban los premios en este orden: de la Crítica, Nacional de Narrativa, Cervantes; por último, en ocasiones primaba el criterio cronológico inverso y en otras el gusto personal o las ganas de terminar. Ya hemos dicho que esto es pura 100cia

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27/9/19

Por qué ya no se tilda 'guion' (y otros desvaríos ortográficos)

La ortografía es un conjunto de reglas que permite transcribir el habla, posibilitando la comunicación escrita. Estas reglas se establecen sobre la base de diferentes criterios y, en español, el principal es el de la unidad ortográfica, seguido del etimológico. Así, por ejemplo, aunque en no todos los países hispanohablantes se pronuncian del mismo modo todas las palabras que contienen diptongos o hiatos, se han establecido unas convenciones para conformar diptongos e hiatos ortográficos iguales para todos, independientes de la pronunciación. 

Esto explica por qué dejó de tildarse la palabra guion. Si eres un hispanohablante español, es probable que la pronuncies en dos sílabas: gui-on, por lo que, siguiendo las normas generales de acentuación, la o debería llevar tilde, pues se trataría de la vocal tónica de una palabra aguda terminada en n. Sin embargo, en otros lugares esta palabra se pronuncia en una sola sílaba, por lo que no llevaría tilde. A causa de estas diferencias, la RAE estableció que, independientemente de cómo se pronuncien las palabras, si tenemos una vocal abierta (a, e, o) tónica junto a una vocal cerrada (i, u) átona, siempre se forma un diptongo ortográfico [1]. Este es el caso de guion. La vocal cerrada i es átona mientras que el acento prosódico recae en la o, que es la tónica. Por tanto, en pos de la unidad ortográfica del español, se conviene en que ahí no hay hiato ortográfico (aunque muchos hispanohablantes lo pronuncien en dos sílabas), sino diptongo ortográfico. Lo mismo ocurre por ejemplo con la palabra rio (tercera persona del singular del perfecto de reír, antiguamente *rió), la o ya no lleva tilde porque se considera, a efectos ortográficos, una palabra monosílaba. Sin embargo, en la misma forma en primera persona del singular del presente, río, sí que se mantiene la tilde en la i porque en este caso sí que existe un hiato [2]. ¿Por qué? Porque la tónica es la vocal cerrada y la átona es la abierta (lo contrario que en guion y rio). 

Una vez explicado todo esto, voy a lanzar un par de opiniones que no creo que sean muy populares. Considero que el criterio de unidad ortográfica no tendría que tener tanta relevancia. La escritura es un medio secundario del lenguaje y el habla es un medio primario. Dicho en otras palabras, la escritura es un modo de representar el habla y no al revés. Si en España decimos gui-on, y en Hispanoamérica dicen guion, pues que allí no se tilde y aquí sí. ¿Qué problema hay? ¿Es que acaso si leo un libro impreso en Buenos Aires me voy a volver loco por ver que tildan de un modo distinto unas pocas palabras? Sinceramente, lo dudo mucho. Existen considerables diferencias en el modo de hablar español entre las múltiples zonas y esto no causa mayores problemas. ¿Por qué iban a causarlos unas pequeñas diferencias en el modo de escribirlo? Quizá existan razones de peso para haber llevado a cabo esta reforma guiada por el criterio de la unidad ortográfica, pero a mí se me escapan. De hecho, entre 1999 y 2010, la RAE, a pesar de haber establecido ya el asunto de los diptongos y los hiatos ortográficos, ofrecía la posibilidad de que cada uno escribiese según su pronunciación, es decir, era válido tildar guion en España y no hacerlo fuera. ¿Recordáis que aconteciese algún tipo de catástrofe en relación con esto? Yo tampoco. 

Y aquí va la segunda opinión impopular. Ojalá una reforma ortográfica que eliminase el criterio etimológico y estableciese el de correspondencia biunívoca entre letras y fonemas. Sí, puede sonar duro, pero me encantaría, y las generaciones futuras estarían agradecidas, y es lo que creo que tendría que haber hecho la RAE en su momento, cuando se puso manos a la obra para limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra lengua. A pesar de que el español es un idioma con una ortografía bastante fonética, existen numerosos desajustes entre grafías y fonemas que no tienen ninguna justificación práctica, salvo el criterio etimológico. Así, el fonema /b/ se representa con dos grafías, b y v mientras que la letra g, sirve para representar dos fonemas, /g/ ante a, o, u, y /x/ ante e, i [3]. Por otro lado, la letra h no representa ningún fonema, mientras que la letra x representa una secuencia de dos: /ks/. Esto son solo algunos ejemplos de desajustes que hacen más compleja la ortografía y dificultan en gran medida el aprendizaje de una lengua. ¿Qué implicaría la reforma de mis sueños, y de otros locos como Juan Ramón Jiménez y Unamuno? Pues adiós a la h, adiós a la x, adiós a la v, adiós a la w, adiós a la c, adiós a la ll, para /b/ solo b, para /θ/ solo z, para /k/ solo k, para /g/ solo g, para /x/ solo j, para /ʝ/ solo y. Y alguna cosa más que se me olvidará. 

Antes de que alguien intente averiguar mi dirección para ajusticiarme, que quede claro, no lo digo en serio, solo he redactado todo esto a modo de curiosidad. Está claro que una ortografía basada en el criterio biunívoco sería más sencilla de aprender y no podrían cometerse faltas de ortografía, pero está igual de claro que llevar a cabo semejante reforma sería imposible, simplemente no puedes cambiarle a 400 millones de personas un montón de reglas de ortografía de la noche a la mañana. Si con la eliminación (muy acertada y de la que hablaré más adelante) de la tilde en el adverbio solo y en los pronombres demostrativos se volvió la gente loca y todavía pasan del tema e incluso hay algunos académicos como Reverte, que encima lo justifican, imaginad la que se liaría si se llevase a cabo la reforma loca que acabo de plantear... 

En fin, dejadme en paz, que soñar es gratis (y desvariar también). 


NOTAS

[1] Estas son las normas sobre diptongos e hiatos ortográficos que se establecieron: 
  • Diptongo: vocal abierta tónica junto a vocal cerrada átona (guion, aunar) o una i junto a una u (ciudad, ruido).
  • Hiato: vocal cerrada tónica junto a vocal abierta átona (crío, caída) o dos vocales abiertas (caer, roedor) o dos vocales iguales (chiita, cooperar).

[2] En los hiatos de vocal cerrada y vocal abierta siempre se acentúa la cerrada, aunque se contravengan las normas generales. Por ejemplo, María es una palabra llana terminada en vocal, por lo que no debería llevar tilde. Sin embargo, lleva tilde en la penúltima sílaba porque aquí no se tienen en cuenta las normas generales, sino las particulares de acentuación de hiatos. 
[3] En fonología, /g/ es un fonema que representa al sonido que hacemos al leer la letra g en gato mientras que /x/ es un fonema que representa al sonido que hacemos al leer la letra g en gemelo o la j en jarrón

CONSULTAS
  • REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2010). Ortografía básica de la lengua española. Barcelona: Espasa. 
  • «Principales novedades de la última edición de la Ortografía de la lengua española (2010)». https://www.rae.es/sites/default/files/Principales_novedades_de_la_Ortografia_de_la_lengua_espanola.pdf 
  • INFORME SEMANAL - Una ortografía algo ligera de tildes. 18-12-2010.


24/9/19

23 películas filmadas en español que hay que ver antes de morir

En el año 2003 se publicó el volumen 1001 películas que hay que ver antes de morir, al que siguieron otros títulos como el dedicado a los discos o el que se ocupa de los libros, llegando con posterioridad el de los videojuegos, el de los cuadros, el de los viajes, el de los lugares históricos, las guitarras, las batallas, las comidas, los jardines, los coches, los vinos, los güisquis e, incluso, el de los 1001 agujeros de golf que sería conveniente que todos jugásemos antes de marcharnos a dormir el sueño eterno. 

Personalmente, creo que el asunto se les ha ido un poco de las manos y que con leer 1001 libros, escuchar 1001 discos y ver 1001 películas, quizá podríamos ir apañados, aunque, por fortuna, en este mundo hay gente para todo, y seguro que algunas personas consideran que visitar tan solo 1001 jardines o conducir nada más que 1001 coches resulta incluso poca cosa. 

La cuestión es que uno de los dos volúmenes de la colección que yo suelo utilizar es el de las películas. El otro, evidentemente, es el de los libros. Hace poco quise saber cuántas obras de las contenidas en este último habían sido escritas en nuestro idioma, por lo que publiqué la entrada «153 libros escritos en español que hay que leer antes de morir». Y, hace un poco menos, se me ocurrió que podría llevar a cabo algo parecido con las películas. En esta ocasión, la lista resultante ha sido mucho menor, máxime cuando he tenido que expandirla un poco añadiendo películas en español ganadoras del Óscar a la mejor película de habla no inglesa para que quedase algo más vistosa (y, ni por esas). 

No soy un experto en cine (ni en ninguna otra cuestión relacionada con la realidad) pero me parece un verdadero ultraje que los recopiladores no incluyesen ni un solo filme de Luis García Berlanga, ni uno, cuando, por ejemplo, aparecen nueve títulos de Luis Buñuel (en español y otras lenguas). Y que no se me malinterprete, no digo que el Luis turolense sea peor cineasta que el Luis valenciano, pero tampoco creo que lo supere en una medida tal que justifique semejante diferencia de representación en el conjunto. 

En fin, no parece que el idioma español haya tenido mucha importancia en la historia del cine, al menos si nos fiamos de la relevancia que en esta lista se otorga al celuloide filmado en nuestra lengua. Aunque, tal vez, un "fallo" como dejarse fuera a Berlanga podría llevarnos a pensar que quizás sea esta lista la que no merece demasiada atención. Y es que, resulta un poco extraño que de todo el conjunto de los hispanohablantes (en la actualidad el español es la lengua materna de 442 millones de personas) a lo largo del siglo XX y de lo que llevamos del XXI haya surgido tan exiguo puñado de películas dignas de gozar de un espacio entre las 1001 mejores de la historia. En cualquier caso, aquí va la lista:

1. Las Hurdes - Luis Buñuel
2. Los olvidados - Luis Buñuel
3. Viridiana - Luis Buñuel
4. Memorias del subdesarrollo - Tomás Gutiérrez Alea
5. Lucía - Humberto Solás
6. El topo - Alejandro Jodorowsy
7. Tristana - Luis Buñuel
8. El espíritu de la colmena - Víctor Erice
9. Cría cuervos - Carlos Saura
10. Volver a empezar - José Luis Garci
11. La historia oficial - Luis Puenzo
12. Mujeres al borde un ataque de nervios - Pedro Almodóvar
13. Belle époque - Fernando Trueba
14. Abre los ojos - Alejandro Amenábar
15. Todo sobre mi madre - Pedro Almodóvar
16. Nueve reinas - Fabián Bielinsky
17. Amores perros - Alejandro González Iñárritu
18. Y tu mamá también - Alfonso Cuarón
19. Hable con ella - Pedro Almodóvar
20. Mar adentro - Alejandro Amenábar
21. Volver - Pedro Almodóvar
22. El laberinto del fauno - Guillermo del Toro
23. El secreto de sus ojos - Juan José Campanella

Buñuel, Saura y Berlanga


22/9/19

Etapas en el cine de Luis García Berlanga

La producción cinematográfica de Luis García Berlanga, desarrollada entre 1951 y 1999, puede ser dividida en tres etapas, aunque es posible apreciar ciertos rasgos constantes a lo largo de toda su carrera, como la combinación de tradición y modernidad, el tratamiento de elementos populares y folklóricos, el humor, la influencia del neorrealismo italiano o diferentes niveles de crítica social, motivo por el que tuvo que sufrir en no pocas ocasiones las inconveniencias de la censura franquista. 

Siguiendo a Augusto Torres (1999: 204-207), podríamos denominar al primer periodo de producción berlanguiana como «Etapa de ¡Bienvenido, Míster Marshall!», que abarcaría desde su primera coproducción, Esa pareja feliz (1951), hasta la comedia religiosa Los jueves, milagro (1957); el segundo periodo, que denominaremos «Etapa de El verdugo», se extiende desde el año de estreno de Plácido (1961) hasta su última película bajo la dictadura, Tamaño natural (1973); el último periodo, al que voy a llamar «Etapa de La escopeta nacional», se inicia con esta misma película, estrenada en 1978, y finaliza con su última producción, París-Tombuctú (1999). Pasemos a ver estas etapas y sus componentes con algo más de detalle, para lo que nos serviremos principalmente de la obra Luis García Berlanga, de Francisco Perales.

ETAPA DE ¡BIENVENIDO, MÍSTER MARSHALL!

Esta primera parte del trabajo de Berlanga se caracteriza por acoger a su título más universal, ¡Bienvenido Míster Marshall!, así como por la creación de microcosmos de base social y por la influencia del neorrealismo italiano, sin olvidarnos de sus primeros problemas con la censura.

Esa pareja feliz (1951). Codirigida con Juan Antonio Bardem, supuso el debut de nuestro cineasta. En ella se nos cuentan las dificultades de un humilde matrimonio que acaba convertido en el centro de atención social al obtener el premio a la “pareja feliz”, otorgado por una empresa de jabones. Este acontecimiento no logra mejorar su situación sustancialmente y la pareja termina por aceptar sus circunstancias. El final amargo fue buscado deliberadamente por los directores en su intento de diferenciarse del cine comercial que se estaba rodando en aquellos momentos. Cabe decir que contaron con un bajísimo presupuesto y que tuvieron tantas dificultades después de rodarla, que se acabó estrenando en 1953, con posterioridad al estreno (y gracias al éxito) de ¡Bienvenido, Míster Marshall!

Resultado de imagen de bienvenido mister marshall¡Bienvenido, Míster Marshall! (1952). Fue dirigida en solitario por Berlanga, aunque contó con el dramaturgo Miguel Miura y, de nuevo, con Bardem, como coguionistas. Es sin duda su obra más conocida e inmortal y el primer éxito internacional del cine español. Nos narra el desengaño sufrido por los habitantes de un pueblecito castellano que, ante la supuesta noticia de que una delegación estadounidense iba a visitarlos, se embarcan en un derroche de esfuerzo con el fin de transformar su entorno en un lugar próspero y luminoso para que, finalmente, los americanos pasen de largo sin detenerse. Fue un rodaje duro y lleno de dificultades (rodar fuera de Madrid, enfrentamientos entre los profesionales…) pero finalmente llegó a buen puerto, siendo seleccionada para Cannes, obteniendo una mención especial del jurado y unánimes elogios de la crítica. Cabe destacar algunas anécdotas, como que un plano en que se veía una bandera americana río abajo hubo de ser eliminado para poder proyectarse en Cannes o que el realizador y los productores acabaron en comisaría por haber impreso unos dólares falsos con las caras de los protagonistas con intención publicitaria. 

Novio a la vista (1953). Berlanga continúa dirigiendo en solitario y colaborando en el guion, esta vez junto al dramaturgo y cineasta Edgar Neville y, de nuevo, Juan Antonio Bardem. Este filme nos cuenta las vivencias de unos adolescentes en un lugar de veraneo. Para evitar el matrimonio de conveniencia de la protagonista, deciden fingir entre todos el secuestro de esta. A pesar de todo, el desenlace posee el sabor a desengaño de las películas precedentes, pues Loli acaba sintiéndose atraída por el hombre designado por su familia, mientras que el joven Enrique es descartado y ni siquiera logra aprobar las asignaturas para las que había estado estudiando. La película recibió bastantes críticas negativas, tachándola de superficial e intrascendente, aunque su éxito pudo haber sido mucho mayor, pues a punto estuvo de ser protagonizada por una todavía desconocida Brigitte Bardot, que poco después se convertiría en un icono del cine europeo. 

Calabuch (1956). Un científico americano, cansado de su trabajo, decide huir y refugiarse en un pueblo llamado Calabuch. Allí se dedica a hacer todo tipo de trabajos, entre ellos, cohetes, que, gracias a sus conocimientos, se elevarán más de lo normal, llamando la atención de las autoridades internacionales, que acuden en su busca. Todo el pueblo se vuelca en impedir que se lo lleven, pero él finalmente decide aceptar su destino. La película triunfó en el festival de Venecia y supuso uno de los mayores éxitos comerciales de su primera etapa. La crítica indicó que toda la película rebosaba un tierno sentido del humor y se ha considerado como la producción más ingenua de Berlanga. 

Los jueves, milagro (1957). Esta fue la primera vez en que Berlanga se vio en serios problemas con la censura, de tal modo que el resultado final acabó distando mucho de lo que él había ideado en un principio. En estos tiempos, casi toda la cartelera constaba de filmes intrascendentes y entretenidos, como no podía ser de otro modo dada la situación política. Una película que criticase el fervor religioso (muchas veces cercano al fanatismo) de la sociedad española, no podía verse exenta de polémicas y dificultades. El argumento gira en torno a un grupo de personas que organiza un falso milagro cada jueves con el fin de ganar dinero, quedando totalmente descolocados cuando, de repente, empiezan a suceder milagros reales. Fue el mayor fracaso comercial de Berlanga junto con Novio a la vista, a pesar de haber obtenido algunos premios y de contener rasgos característicos de la marca del cineasta. 

ETAPA DE EL VERDUGO

Esta etapa se caracteriza, según Torres, A. (1999: 205) por la participación del guionista Rafael Azcona, por la transición temática desde el “ternurismo” hacia el humor negro y por la evolución técnica desde los planos sencillos y cortos a otros más largos y complejos. 

Plácido (1961). Tras el fracaso anterior, Berlanga abandonó los rodajes durante cinco años, en los cuales reflexionó sobre su obra, llevándole a iniciar una nueva etapa con cambios sustanciales. Su primer proyecto fue Plácido, concebido con la idea de lanzar una irónica crítica sobre las desigualdades sociales. Nos narra la historia de un pueblo en el que se promueve la iniciativa de invitar a un mendigo a cenar en Nochebuena. Plácido, el protagonista, se encuentra inmerso en el agobio de tener que pagar la primera letra de su motociclo, que vence esa misma noche. No solo no logrará su objetivo, sino que su familia terminará por perderlo casi todo. A pesar de ridiculizar las bases del régimen, la cinta acabó representando a España en la categoría de “mejor película de habla no inglesa” en los Oscars.

La muerte y el leñador (1962). Este cortometraje fue rodado para formar parte de una película compuesta por cuatro pequeñas historias de sendos directores. Trata de las extremas dificultades de un organillero para salir adelante, dificultades que lo llevan a un intento de suicidio frustrado. La obra se convirtió en la más polémica de su carrera, pues se interpretó que daba una imagen nefasta de España, mostrándola como un país atrasado, desolado y brutal. Se llegó a decir que una escena en la que un burro orinaba en una piscina simbolizaba a Franco orinando sobre los españoles. 

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El verdugo (1963). La obra maestra de Berlanga nos narra la historia de José Luis, un enterrador que, por diferentes acontecimientos personales, termina trabajando como verdugo. La ausencia de ejecuciones le permite llevar una vida económicamente desahogada, aunque vive en permanente desasosiego, pendiente de las noticias de sucesos, por si de algún horrible crimen se derivase la necesidad de poner en practica su cometido. La cinta se enfrentó a considerables dificultades tras ser denunciada por un embajador español como un libelo comunista, a pesar de lo cual se convirtió en uno de los mayores éxitos del Festival de Venecia. El original tratamiento del humor negro fue unánimemente aplaudido por la crítica. 

La boutique (1967). Con este filme, Berlanga busca hacerse un hueco en el cine comercial tras la agitación de la película anterior, aunque sin renunciar a su irónico sello personal. El argumento gira en torno a un matrimonio, las mentiras, los desengaños y los cambios de conducta que en ellos se producen. Las dificultades técnicas fueron mayúsculas, debido a las exigencias del productor, Cesáreo González. Berlanga consideró que La boutique fue su mejor guion y su peor película. 

¡Vivan los novios! (1969). Un hombre mediocre fracasa intentando tener una aventura antes de casarse y al llegar a casa encuentra a su madre muerta, a pesar de lo cual, su novia lo insta a seguir adelante con la boda. Azcona y Berlanga buscaban ideas renovadoras pero comerciales y eligieron mostrar el contraste entre los desinhibidos turistas que veraneaban en España y las miserias y problemas sufridos por los autóctonos. No recibió el aplauso ni del público ni de la crítica.  

Tamaño natural (1973). Tras el fracaso anterior, Berlanga se dio un nuevo descanso de cuatro años, retomando la actividad con esta película, en la que nos cuenta la estrambótica historia de amor de un hombre y una muñeca de poliuretano de tamaño natural. Rodada en París, con la Paramount entre los productores, fue calificada como “X” en Gran Bretaña y prohibida en España, no pudiendo estrenarse hasta 1978. La crítica valoró su originalidad y valentía, pero el gran público la ignoró, pues se encontraba compitiendo en cartelera nada menos que con Star Wars.  

ETAPA DE LA ESCOPETA NACIONAL

Este periodo se ve caracterizado principalmente por los acontecimientos políticos. Berlanga se verá por fin libre para expresarse sin temor a la censura. Continuará la colaboración con Azcona en los guiones, creando filmes en los que destacan el humor popular y el retrato de la sociedad española. Algunos críticos cuestionan la calidad de sus últimas películas, al considerar que abandonó su sello personal para centrarse en crear cine comercial y de fácil aceptación para el público. 

Resultado de imagen de la escopeta nacionalLa “trilogía nacional” (1978-1982). Esta saga nos muestra la transición de la dictadura a la democracia a través de las vivencias de la familia monárquica Leguineche. En La escopeta nacional (1978), ambientada en los últimos años del franquismo, Jaume Canivell, empresario catalán, se ve obligado a mediar en un conflicto amoroso acaecido en la finca del marqués de Leguineche para evitar un problema de dimensiones políticas nacionales. Con este filme, Berlanga volvía a rodar tras cinco años de inactividad. Fue acogido en loor de multitudes y logró su mayor éxito comercial hasta la fecha (salvo ¡Bienvenido, Míster Marshall! y Calabuch, sus películas apenas habían logrado recuperar la inversión). Patrimonio Nacional (1980) constituye la segunda entrega de la trilogía, y en ella vemos a la familia Leguineche trasladarse a la capital en busca de un estatus social perdido hace tiempo. Fue acogida por la crítica con cierta frialdad y escasos elogios. Nacional III (1982) cierra la saga con una familia Leguineche en clara decadencia, intentando pasar los restos de su fortuna por la frontera francesa. Fue con diferencia la cinta peor valorada y con menor éxito de las tres. 

La vaquilla (1985). Con esta película, Berlanga se suma al fructífero subgénero de la Guerra Civil Española, narrando la historia de unos republicanos que se ven obligados a permanecer en territorio franquista tras haber llevado a cabo una incursión con el objetivo de sabotear los festejos populares de los sublevados. Berlanga retoma así una idea que databa de 1948, tiempos en que habría resultado imposible de llevar a cabo, dada la censura y los costes de producción inasumibles. Algunos críticos acusaron a Berlanga de frívolo por su tratamiento de la Guerra Civil, pero lo cierto es que fue la película que el cineasta más tiempo logró mantener en cartelera, a pesar de competir con títulos como Terminator, Amadeus, o Érase una vez en América

Moros y cristianos (1987). Este filme narra las desventuras de una familia de turroneros de Alicante en su intento por adaptar el negocio familiar a los nuevos tiempos. Influido por el cine de Mariano Ozores, Berlanga quiso realizar una cinta en la que primase la risa por la risa, sin más pretensiones. Obtuvo una acogida negativa de crítica y público. 

Todos a la cárcel (1993). Otro periodo de inactividad, esta vez de seis años, precede a la realización de esta película que versa sobre los acontecimientos sucedidos en torno a la celebración del “Día del preso político” en la cárcel de Valencia, los cuales desembocan en un motín. Participaron casi cien actores y más de mil extras. Estamos ante la primera cinta desde 1960 en la que no participa Rafael Azcona en el guion, siendo sustituido por Jorge Berlanga, hijo del cineasta. Berlanga consiguió el Goya al mejor director y a la mejor película. La crítica destacó su ácido humor y su sátira de la corrupta sociedad noventera y estableció conexiones con Plácido y La escopeta nacional

París-Tombuctú (1999). El último largometraje de Berlanga resulta ser el único que no alcanza el aprobado en el popular portal de cine Filmaffinity, quedándose con un deshonroso 4,9. Podemos encontrar críticas elogiosas, pero también muy desfavorables. El guion principalmente corrió a cargo de su hijo, y el argumento narra las aventuras de un cirujano que, hastiado de su vida, decide emprender en bicicleta la ruta París-Tombuctú. 

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BIBLIOGRAFÍA
  • BORAU, J. L. (1998). Diccionario del cine español. Madrid: Alianza Editorial. 
  • FILMAFFINITY. «París-Tombuctú». Consultado el 19 de marzo de 2019. https://www.filmaffinity.com/es/film572401.html 
  • PERALES, F. (1997). Luis García Berlanga. Madrid: Cátedra. 
  • TORRES, A. M. (1999). Enciclopedia Espasa del cine. Tomo 1. Madrid: Espasa Calpe. 


19/9/19

Comentario de texto: «La generación de 1898». Azorín, 1913

Vamos a analizar un texto ensayístico de Azorín, seudónimo perteneciente a don José Martínez Ruiz, acuñador del término por el que se conoce al grupo de escritores del que formó parte: la generación del 98. A pesar de encontrarnos ante un único párrafo, los puntos suspensivos entre corchetes nos indican que algunos fragmentos han sido suprimidos, sin que ello haya actuado en detrimento de la unidad del conjunto, que se mantiene gracias al tono, al estilo y a los temas que lo vertebran. 

Estas reflexiones de Azorín han sido extraídas de un ensayo titulado «La generación de 1898», cuya publicación fue dividida en cuatro artículos que vieron la luz en las páginas del ABC en febrero de 1913. Acudiendo a la obra completa podríamos obtener mucha más información, pero lo que se nos pide en un comentario es analizar el texto que tenemos delante, es decir, debemos dar tan solo unas breves pinceladas sobre su contexto histórico y literario y centrarnos en desgranar su estructura, sus ejes temáticos y los recursos que utiliza el autor para comunicar sus ideas o para impregnar su discurso de literariedad. Por último, tendremos que elaborar una valoración personal razonada. 

El tema principal podría sintetizarse con una propuesta de título, como por ejemplo «Características ideológicas y estéticas de la generación del 98». Podemos observar en el texto una división en tres partes a través de las cuales se tiende a ir progresivamente desde lo ideológico hacia lo estético, a lo que habría que añadir una breve parte final a modo de conclusión. 
  • Entre la primera y la séptima línea, Azorín se centraría en detallar rasgos ideológicos de los noventayochistas, como derruir valores tradicionales, anhelar una nueva España y acompañar a los predecesores en su protesta. 
  • Después, entre la línea octava y la duodécima, podríamos observar un fragmento transicional en el que se tratan características de ambos tipos. Así, el entusiasmo por artistas antiguos y, sobre todo, por Larra, puede entenderse como una reflexión estética pero también puede caer dentro del ámbito de las ideas. Por otro lado, la reivindicación de lo rural frente a lo urbano constituyó un eje fundamental en el ideario de estos autores pero no lo fue menos a la hora de componer sus obras (Campos de Castilla, La ruta de Don Quijote, Las comedias bárbaras, Andanzas y visiones españolas...). 
  • El tercer fragmento se extendería desde el final de la línea duodécima hasta la mitad de la decimoquinta y en él nuestro autor trataría brevemente el modo en que la generación del 98 concebía la literatura: observando la realidad, desarticulando el idioma y llenándolo de “viejas palabras” que permitiesen describir esa realidad con precisión y de un modo condensado. Es decir, vemos aquí un análisis principalmente estético, del mismo modo que al principio veíamos uno fundamentalmente ideológico. 
  • Por último, la oración final sirve de conclusión o resumen de todo lo anterior. La generación del 98 es continuadora de sus predecesores en lo ideológico, pues todos eran hijos del influjo liberal que venía agitando España desde mediados del siglo XIX y que buscaba la modernización del país para sacarlo de su estancamiento económico, social y moral. Sería en el plano de las bellas letras donde Azorín y sus compañeros divergieran respecto a la generación anterior, oponiendo el subjetivismo y la sintaxis breve e impresionista frente al objetivismo y el exceso de detalle del realismo decimonónico. 
Si atendemos al estilo, podremos notar el predominio de la función referencial del lenguaje, que es lo propio en el género del ensayo, a través de oraciones enunciativas en las que destacan los verbos en presente o en formas de pasado que indican cierta cercanía temporal, como el imperfecto o el pluscuamperfecto. Sin embargo, resulta innegable que la función poética del lenguaje también se deja sentir en la literariedad que Azorín infunde al texto mediante figuras retóricas como la hipérbole (“impetuosos y ardientes artículos”), el polisíndeton (en el pasaje sobre Larra), la anáfora (“en acercarse...”, “en desarticular...”, “en agudizarlo” “en aportar...”), el hipérbaton (“y en ella deposita”) y otros recursos cuya presencia permite que un texto de no ficción pueda ser incluido en el mundo de la literatura, algo que no resultaría tan evidente con otro tipo de obras en prosa como podrían ser los manuales de historia o las crónicas de sucesos.

Como conclusión me gustaría señalar que este ensayo vio la luz en un momento cercano al auge del novecentismo, movimiento que inicia su andadura simbólicamente en 1914, con la conferencia de Ortega y Gasset “Nueva y vieja política” y que vendría a marcar un nuevo rumbo con una literatura más racionalista e intelectualizada, más europeizante y orientada hacia lo urbano. En este contexto de renovación, parece probable que Azorín, para el que han cambiado las tornas y que ahora se sitúa en el grupo de los predecesores, en el grupo de los que dejan paso a las nuevas figuras de las bellas letras, pretendiese con este ensayo recordar y remarcar todo lo positivo que él y los suyos habían aportado a la entonces reciente historia del pensamiento y la cultura españolas.