15/6/21

Salvadores potenciales - Pólvora en salvas X

El otro día, en el trabajo, a raíz de la aparición del cadáver de la niña Olivia, que en paz descanse, una compañera dijo: «pero, en serio, ¿qué les pasa a los hombres?». «A los hombres no», intervine. «A una pequeñísima parte de los hombres, en todo caso». Y es que, en España hay unos 20 millones de varones mayores de catorce años, a los cuales vamos a suponer la potencialidad de cometer un asesinato. Teniendo en cuenta que en nuestro país se perpetran unos 300 homicidios anuales y que de cada 100 casos, 90 son imputables a hombres, tendríamos unos 270 homicidas varones cada año. Es decir, de los aproximadamente 20 millones de hombres con capacidad de asesinar, solo lo hace un 0,0013%. Sobre la base de esta irrisoria cifra tenemos que soportar la permanente generalización que nos criminaliza en los medios, en las redes o en las conversaciones informales. 

Extender las características nefastas de las peores alimañas de la sociedad hacia todo el conjunto de los varones es una práctica de lo más habitual y podemos detectarla también entre los estudiosos. La psiquiatra Genoveva Rojo, por ejemplo, declaró en Lo País que «Cualquier hombre es potencialmente un violador en un sentido amplio de la palabra: está preparado para ello y puede llegar a hacerlo». Este tipo de afirmaciones son recurrentes y pueden encontrarse con facilidad buscando en Google. Sin embargo, jamás hallaremos a nadie diciendo que las mujeres son violadoras potenciales, a pesar de que 303 mujeres fueron detenidas o investigadas en 2019 por delitos contra la libertad e indemnidad sexual. Son pocos casos al lado de los imputables a varones (como ocurre en la mayor parte de los crímenes) pero la cuestión es que, a pesar de que están preparadas para ello y pueden llegar a hacerlo (y, de hecho, lo hacen), nadie las llama violadoras en potencia. 

Lo contrario, sin embargo, no suele verse nunca. Es decir, cuando un hombre salva a otra persona, incluso perdiendo la vida en ello, si acaso llegamos a enterarnos, pues estas noticias no suelen interesar a la variopinta patulea de buitres, hienas y sanguijuelas de medios, ministerios y organizaciones sí gubernamentales, si acaso nos enteramos, digo, nadie habla entonces de los hombres como potenciales salvadores, haciendo extensible al conjunto de los varones las cualidades encomiables del héroe en cuestión. 

Pues bien, yo vengo hoy aquí a hacer precisamente eso, a combatir la infame corriente maligna que trata de criminalizarnos por las fechorías de un porcentaje despreciable (en las dos acepciones del término) de nosotros. Me da igual que generalizar sea irracional, yo hoy lo voy a hacer conscientemente, no me escondo. Voy a lanzar al vuelo esta inmensa generalización positiva. Los hombres somos potenciales salvadores y lo somos gracias a héroes como el valerosísimo niño Bridger Walker, que rescató a su hermanita del ataque de un perro y que tuvo que recibir noventa puntos de sutura como resultado de las graves heridas que el animal infligió en su rostro. 

O gracias al trabajador ferroviario indio Mayur Shelke, quien recientemente no dudó en lanzarse a las vías para sacar a un niño que acababa de caerse y que estuvo a punto de ser arrollado por el tren. 

También gracias a Nguyen Ngoc Manh, un repartidor vietnamita que logró salvar a una niña de tres años que había caído desde un decimotercer piso, atrapándola al vuelo. 

O al británico Kevin Viles, que salvó de morir ahogados a seis miembros de una misma familia, entre ellos dos menores. 

Sin salir de nuestras fronteras, podemos recordar a un anónimo extremeño que se arrojó al pozo donde su mujer había caído y estaba inconsciente, manteniéndola a flote hasta que vinieron a rescatarlos. 

O al motorista madrileño que salvó a un conductor que sufrió un infarto después de que este hubiese ayudado al primero con una avería en la moto. 

O a Fernando Ruiz Corrales, un malagueño que no dudó en lanzarse al mar para salvar a una mujer que estaba siendo arrastrada por la corriente.

En ocasiones, estas heroicas intervenciones no tienen un final feliz. Es el caso de Jonathan Stevens, un galés que murió ahogado tras salvar la vida a tres de sus hijos. 

Dentro de España, tenemos el caso de un ciudadano anónimo que falleció evitando que un anciano se ahogase en La Manga del Mar Menor.

Por su parte, el nigeriano Joseph Blankson salvó la vida de trece personas antes de perder la suya durante un accidente de barco.

Algunos hombres están dispuestos incluso a arriesgar la vida por los animales. Es el caso del joven Pablo Fustec, que falleció tratando de salvar a su perra de morir ahogada.

En el río Támesis tuvo lugar un suceso por el que dos hombres se lanzaron al agua para salvar a una mujer que se había caído. Uno de ellos perdió la vida. 

También tenemos el caso de un joven de tan solo 19 años, que dio la vida tratando de salvar la de su novia en Gijón. 

O el de un hombre que murió evitando que su esposa quedara sepultada en un desprendimiento.

O el de Christopher Schultz, que falleció salvando a su hijo de 3 años de morir ahogado. 

O el de Li Guowu, un empleado chino que murió aplastado tratando de salvar la vida de una mujer que se había lanzado al vacío con intención de suicidarse. Todavía habrá quien lo acuse de machista por no respetar la libertad de las mujeres para hacer con su cuerpo lo que quieran. 

De China tenemos también el caso de Yu Hongjiang, quien salvó nada menos que a 120 personas atrapadas como resultado de las graves inundaciones que asolaron al país en 2010. Este ciudadano realizó ocho viajes con su tractor pero falleció en el noveno intento. 

Por último, mencionaremos la emocionante hazaña de Brian Wood, quien ante la inminente colisión contra una furgoneta que había invadido su carril, logró realizar una maniobra con su vehículo de forma que el lado del conductor recibiera el impacto, muriendo en el acto y salvando la vida de su esposa y del bebé que esperaban, pues la mujer iba en el asiento del copiloto. 

Podría, literalmente, pasarme la tarde entera recopilando noticias de hombres que salvaron la vida de otras personas, tanto de familiares como de desconocidos, en las más diversas situaciones, y aun así muchas se quedarían fuera. Y no solo porque no me diera tiempo a registrarlas sino porque ha de haber una infinidad de las que no se tiene constancia. Y es que, por más que se empeñen en pintarnos como una especie de macro-comando terrorista organizado para aniquilar a las mujeres, lo cierto es que la mayor parte de los hombres somos ciudadanos funcionales que amamos a nuestros seres queridos y que respetamos a nuestro prójimo. En definitiva, individuos preparados y capaces tanto para hacer el bien como para hacer el mal, pero que en la inmensa mayoría de los casos optan por lo primero, aunque los buitres, hienas y sanguijuelas pongan todo su empeño en situar el foco en la despreciable minoría que elige causar daño en lugar de evitarlo.