19/9/19

Comentario de texto: «La generación de 1898». Azorín, 1913

Vamos a analizar un texto ensayístico de Azorín, seudónimo perteneciente a don José Martínez Ruiz, acuñador del término por el que se conoce al grupo de escritores del que formó parte: la generación del 98. A pesar de encontrarnos ante un único párrafo, los puntos suspensivos entre corchetes nos indican que algunos fragmentos han sido suprimidos, sin que ello haya actuado en detrimento de la unidad del conjunto, que se mantiene gracias al tono, al estilo y a los temas que lo vertebran. 

Estas reflexiones de Azorín han sido extraídas de un ensayo titulado «La generación de 1898», cuya publicación fue dividida en cuatro artículos que vieron la luz en las páginas del ABC en febrero de 1913. Acudiendo a la obra completa podríamos obtener mucha más información, pero lo que se nos pide en un comentario es analizar el texto que tenemos delante, es decir, debemos dar tan solo unas breves pinceladas sobre su contexto histórico y literario y centrarnos en desgranar su estructura, sus ejes temáticos y los recursos que utiliza el autor para comunicar sus ideas o para impregnar su discurso de literariedad. Por último, tendremos que elaborar una valoración personal razonada. 

El tema principal podría sintetizarse con una propuesta de título, como por ejemplo «Características ideológicas y estéticas de la generación del 98». Podemos observar en el texto una división en tres partes a través de las cuales se tiende a ir progresivamente desde lo ideológico hacia lo estético, a lo que habría que añadir una breve parte final a modo de conclusión. 
  • Entre la primera y la séptima línea, Azorín se centraría en detallar rasgos ideológicos de los noventayochistas, como derruir valores tradicionales, anhelar una nueva España y acompañar a los predecesores en su protesta. 
  • Después, entre la línea octava y la duodécima, podríamos observar un fragmento transicional en el que se tratan características de ambos tipos. Así, el entusiasmo por artistas antiguos y, sobre todo, por Larra, puede entenderse como una reflexión estética pero también puede caer dentro del ámbito de las ideas. Por otro lado, la reivindicación de lo rural frente a lo urbano constituyó un eje fundamental en el ideario de estos autores pero no lo fue menos a la hora de componer sus obras (Campos de Castilla, La ruta de Don Quijote, Las comedias bárbaras, Andanzas y visiones españolas...). 
  • El tercer fragmento se extendería desde el final de la línea duodécima hasta la mitad de la decimoquinta y en él nuestro autor trataría brevemente el modo en que la generación del 98 concebía la literatura: observando la realidad, desarticulando el idioma y llenándolo de “viejas palabras” que permitiesen describir esa realidad con precisión y de un modo condensado. Es decir, vemos aquí un análisis principalmente estético, del mismo modo que al principio veíamos uno fundamentalmente ideológico. 
  • Por último, la oración final sirve de conclusión o resumen de todo lo anterior. La generación del 98 es continuadora de sus predecesores en lo ideológico, pues todos eran hijos del influjo liberal que venía agitando España desde mediados del siglo XIX y que buscaba la modernización del país para sacarlo de su estancamiento económico, social y moral. Sería en el plano de las bellas letras donde Azorín y sus compañeros divergieran respecto a la generación anterior, oponiendo el subjetivismo y la sintaxis breve e impresionista frente al objetivismo y el exceso de detalle del realismo decimonónico. 
Si atendemos al estilo, podremos notar el predominio de la función referencial del lenguaje, que es lo propio en el género del ensayo, a través de oraciones enunciativas en las que destacan los verbos en presente o en formas de pasado que indican cierta cercanía temporal, como el imperfecto o el pluscuamperfecto. Sin embargo, resulta innegable que la función poética del lenguaje también se deja sentir en la literariedad que Azorín infunde al texto mediante figuras retóricas como la hipérbole (“impetuosos y ardientes artículos”), el polisíndeton (en el pasaje sobre Larra), la anáfora (“en acercarse...”, “en desarticular...”, “en agudizarlo” “en aportar...”), el hipérbaton (“y en ella deposita”) y otros recursos cuya presencia permite que un texto de no ficción pueda ser incluido en el mundo de la literatura, algo que no resultaría tan evidente con otro tipo de obras en prosa como podrían ser los manuales de historia o las crónicas de sucesos.

Como conclusión me gustaría señalar que este ensayo vio la luz en un momento cercano al auge del novecentismo, movimiento que inicia su andadura simbólicamente en 1914, con la conferencia de Ortega y Gasset “Nueva y vieja política” y que vendría a marcar un nuevo rumbo con una literatura más racionalista e intelectualizada, más europeizante y orientada hacia lo urbano. En este contexto de renovación, parece probable que Azorín, para el que han cambiado las tornas y que ahora se sitúa en el grupo de los predecesores, en el grupo de los que dejan paso a las nuevas figuras de las bellas letras, pretendiese con este ensayo recordar y remarcar todo lo positivo que él y los suyos habían aportado a la entonces reciente historia del pensamiento y la cultura españolas. 



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