14/2/22

La figura de Ignacio Aguirre como héroe trágico en «La sombra del caudillo»

Nota preliminar: El contenido de este artículo proviene de mi PEC para la asignatura De la novela de la Revolución a la revolución de la novela hispanoamericana, impartida por don Antonio Lorente Medina en el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo


Martín Luis Guzmán se basó, a la hora de construir al general Ignacio Aguirre, protagonista de La sombra del Caudillo, en características y vivencias de los generales mexicanos Adolfo de la Huerta y Francisco Serrano y, en menor medida, de Francisco Madero y Pancho Villa. Sin embargo, Guzmán no se limitó a elaborar un híbrido de personalidades históricas sino que además buscó que su personaje siguiera la estela de los héroes trágicos y, además (o para ello), lo sometió a un proceso de dignificación a lo largo de toda la novela . 

Estas dos cuestiones, modelo del héroe trágico y dignificación del protagonista, responden bien al contexto literario de la obra; por un lado, un rasgo habitual de la novelística de la Revolución Mexicana es una esencia épica (1) en la presentación de los acontecimientos relacionados con el conflicto; por otro lado, considero que el mencionado proceso de dignificación del protagonista podría responder, del mismo modo que la idealización en Don Segundo Sombra, al alejamiento de la novela regionalista del realismo tradicional, subordinando los personajes al tema. En este caso, Guzmán, con el objetivo de denunciar las corruptelas de la política mexicana de su tiempo, construye un protagonista a la manera de los héroes trágicos pero se ve empujado a dignificarlo, es decir, a rebajar su realismo como personaje complejo capaz de actuar en pos tanto del bien como del mal, al tiempo que potencia su idealización (2).  

Una primera señal de la esencia épica que contiene la novela podríamos encontrarla en el apellido del protagonista, Aguirre, que muestra un notable parecido fonético con el nombre del héroe homérico Aquiles, máxime cuando lo vemos en varias ocasiones acompañado por sustantivos como cólera, ira o rabia (3). Más allá de este hecho, tal vez casual y anecdótico, encontramos abundantes evidencias de que Guzmán, conocedor de los estudios clásicos, quiso que Aguirre se mirase en el espejo de los héroes griegos. 

Acudiendo a la tipología del héroe propuesta por Northorp Frye, podemos ver que la figura del general Aguirre encaja bien en el tercero de sus cinco modos trágicos, aquel que corresponde a lo mimético elevado, el propio de «composiciones que relatan la caída del héroe, como la epopeya y la tragedia». El héroe sería en estos casos superior a los demás hombres, aunque no a su entorno. Demetrio Estébanez  complementa la caracterización de Frye con lo aportado por Hegel en esta cuestión, explicando que este tipo de héroe, además debe tener una ascendencia superior, hacer gala de una conducta ejemplar que favorezca el afloramiento de la catarsis en los receptores de la obra y encontrarse sometido a un fatal destino que lo llevará a la destrucción. 

Es cierto que Aguirre no puede considerarse superior a los demás hombres en el sentido de la literatura clásica y que tampoco corre sangre real o divina por sus venas, pero sí que se encuentra en una posición de poder y privilegio respecto a la práctica totalidad del pueblo mexicano gracias a sus cargos como general y ministro de guerra, una situación compartida con los individuos de su entorno, como Emilio Olivier o Hilario Jiménez, hombres que pueden llegar incluso a situarse por encima de él, como sería el caso del Caudillo, a la sazón presidente de México; además, Aguirre sí que es un hijo de la Revolución (4), la cual parece poseer una especie de aura divina («las fuerzas ocultas, esos poderes tenebrosos a que los hombres de la Revolución no logramos dar término» expresa en un discurso el diputado hilarista Ricalde). 

Con respecto a la conducta ejemplar, entraría en juego el proceso de dignificación de Aguirre, ampliamente analizado por Antonio Lorente, quien explica que caracterizar al protagonista como un héroe desde el principio, habría perjudicado la transmisión del mensaje de la novela. Además de esto, considero que, dentro de una sociedad carcomida por el crimen y la violencia, no resultaría verosímil que un individuo de moral intachable alcanzase la posición de Ignacio Aguirre. Así, Guzmán nos presenta un personaje que en un principio tan solo parece poseer una moralidad algo laxa (mujeriego, corruptible), aunque casi al final descubrimos que en realidad era un siniestro criminal que durante la Revolución participó en todo tipo de fechorías, desde raptos y estupros hasta fusilamientos en masa. De este modo su transformación resulta mucho más extrema, potenciando el efecto de la dignificación del héroe y favoreciendo que los lectores experimenten la piedad y el temor de la catarsis cuando ven a Aguirre recibir un balazo en el pecho y caer al suelo sintiéndose «lavado de sus flaquezas».

Por último, en paralelo a este proceso podemos observar los signos del destino aciago del héroe clásico en los movimientos políticos en torno a la candidatura de Aguirre a la presidencia de México, los cuales «presagian vientos de tragedia y un futuro fatalista». Y es que desde las primeras páginas, el general se muestra firme en su decisión de no aceptar la candidatura y de apoyar a Hilario Jiménez, candidato del Caudillo, pues Aguirre se encuentra unido por lazos de amistad y lealtad a este último. Sin embargo no tardamos en descubrir que ya hay resortes moviéndose en pos de la candidatura aguirrista a través del entusiasmo de «radicales progresistas y otros elementos afines». No importa que Axcaná trate de convencer a Olivier, no importa que el propio Aguirre niegue (5) su interés en la candidatura ante el mismo Hilario Jiménez. La infausta suerte del héroe lleva ya mucho tiempo echada (6). 

NOTAS

1. Aunque existen diferencias importantes entre la epopeya y la tragedia, en este trabajo daré mayor relevancia a algunas de sus similitudes, como son la imitación de hombres esforzados y el hecho de tener argumento, como indica Domínguez, 2002, p. 125. Es decir, al hablar de «esencia épica» o de «héroes trágicos», entiendo que estamos haciendo referencia a los personajes, la atmósfera, los acontecimientos, de obras literarias no cómicas y no líricas de la antigua Grecia. Esto tal vez peque de simplista, pero considero que puede resultar operativo para mis propósitos. 

2. Llama la atención que, igual que Güiraldes sometió a Don Segundo Sombra a un persistente proceso de eliminación de sustrato real, tal como se explica en Gálvez, 2008c, p. 102, Guzmán también llevó a cabo una técnica similar en La sombra del caudillo, eliminando episodios enteros por resultar incongruentes «respecto a la caracterización de los personajes o al sentido trágico que quería infundir en el relato», Lorente, 2002, p. 46.

3. Citando por Guzmán, 2002, Aguirre siente que la cólera lo arrebata, p. 142, y nota una enorme marejada de ira, p. 145, en dos momentos de su entrevista con Hilario Jiménez. Asimismo, cuando lee en el periódico la calumnia de que se ha levantado en armas se queda «embrutecido por una rabia inexpresiva y muda», p. 311. Ahora bien, es cierto que en el héroe de Guzmán no es la cólera el sentimiento cuyas consecuencias resultan funestas para los suyos, sino «una mezcla de indecisión y de soberbia», Lorente, 2002, p.50.

4. Difícil no recordar en este punto la famosa sentencia de Jacques Mallet «A l'exemple de Saturne, la révolution dévore ses enfants».

5. Los numerosos rechazos de Aguirre me han recordado a «La negativa del héroe», una de las fases de «La aventura del héroe» desarrollada por Joseph Campbell en su obra El héroe de las mil caras, algo curioso, pues su publicación data de 1949, aunque tal vez no tan curioso teniendo en cuenta que Guzmán y Campbell conocían bien las letras clásicas.  

6. Con algo más de espacio podría analizarse también el heroísmo de Aguirre a través de lo planteado por Miekel Bal, 2019, pp. 104-105, que nos permitiría incluir al general dentro de la categoría de «héroe víctima», pues fracasa al enfrentarse a sus oponentes. Además, podríamos ver que Aguirre posee características habituales de los héroes, especialmente funcionales, como tener la capacidad de llegar a acuerdos, vencer a oponentes y desenmascarar a traidores. 

BIBLIOGRAFÍA

Bal, Mieke, Teoría de la narrativa, Madrid, Cátedra, 2019.

Campbell, Joseph, El héroe de las mil caras, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2015.

Domínguez, José, Teoría de la Literatura, Madrid, Ramón Areces, 2002. 

Estébanez, Demetrio, Diccionario de términos literarios, Madrid, Alianza, 2016. 

Gálvez, Marina, «La narrativa regionalista», en Barrera, Trinidad, coord., Historia de la literatura hispanoamericana, tomo III, siglo XX, Madrid, Cátedra, 2008, pp. 79-84.

— «Ricardo Güiraldes», en Barrera, Trinidad, coord., Historia de la literatura hispanoamericana, tomo III, siglo XX, Madrid, Cátedra, 2008, pp. 99-106.

Garrido, Antonio, El texto narrativo, Madrid, Síntesis, 2007.

Guzmán, Martín Luis, La sombra del caudillo, Madrid, Castalia, 2002.

Lorente, Antonio, «Introducción biográfica y crítica», en Guzmán, Martín Luis, La sombra del caudillo, Madrid, Castalia, 2002, pp. 7-74. 

— «La novela de la Revolución Mexicana», en Barrera, Trinidad, coord., Historia de la literatura hispanoamericana, tomo III, siglo XX, Madrid, Cátedra, 2008, pp. 43-56.

Oviedo, José Miguel, Historia de la literatura hispanoamericana 3. Postmodernismo, Vanguardia, Regionalismo, Madrid, Alianza Editorial, 2001. 



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