15/2/22

Yo no soy Miguel Delibes - Pólvora en Salvas XVI

Esta mañana he decidido irme al coche durante la hora y media de turno partido que sufro en el trabajo y he aprovechado para leer «El manguero», un relato de Delibes recogido en su libro La partida. El protagonista de esta historia es un personaje odioso que disfruta maltratando las plantas del parque donde trabaja, algo que me viene muy bien para el TFM, pues puedo relacionarlo con un artículo en el que el vallisoletano trata la evolución del concepto de antihéroe en la novela contemporánea. Después de leer, me he puesto a almorzar y a escuchar la radio. Hacía mucho frío, pero no quería encender la calefacción, por no arrancar el motor y gastar gasolina. El sol ya se iba levantando sobre el horizonte, pero apenas calentaba. Enfrente se extendían estos descampados que hay junto al aeropuerto, que no sé muy bien hasta dónde llegan, y que poseen cierto aspecto salvaje, como de estepa, o de tundra, aunque yo no tengo muy claro cómo son las estepas ni las tundras. Es una zona que me gusta mucho, un paisaje desolado y distópico que me llena de sosiego y de nostalgia. La pena es que lo tienen hecho un asco, anegado de basura, como un vertedero. A veces me entran ganas de limpiar, de llevarme de allí cada día una bolsa llena de mierda, pero creo que podría tirarme años con la tarea y no conseguir nada. Es un área desatendida, huérfana, una especie de tierra de nadie donde no llegan barrenderos ni nada que se les parezca. En verano se alzan unos cardos borriqueros enormes, algunos más altos que yo y, mientras atraviesas los caminos para llegar al curro, ves montones de conejos que salen corriendo como locos entre los olmos y las olivardas. Naturalmente, yo no conocía los nombres de estos árboles y plantas, pero los identifiqué con una aplicación del móvil. Para bien o para mal, yo no soy Miguel Delibes. 

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