18/3/21

Amistad e ideología - Pólvora en Salvas VIII

Hace muchos años, estaba yo en una mesa informativa animalista cuando un tipo de pelo cano y ojos claros se detuvo a echar un vistazo a nuestros panfletos y camisetas. El hombre, con gesto compungido, sacó un billete de veinte euros y lo introdujo en la hucha murmurando algo como «es que ya no sé qué más podemos hacer». Nos dedicó una mirada llena ternura y complicidad y se marchó, perdiéndose entre las multitudes matritenses. Aquel tipo no era otro que Jorge Vestrynge

Un tiempo después pude verlo en uno de los programas de Sánchez Dragó. Estaba allí para hablar de un informe que había elaborado recientemente. Dijo algo como: «no me lo publican en ningún medio porque no saben si es demasiado de izquierdas o demasiado de derechas». Dragó lo miró con cierta perplejidad y le respondió en estos términos: «querido Jorge, en esta casa nunca tendrás problemas de ese estilo».

Los años continuaron transcurriendo y los españoles asistimos a los acontecimientos del 15 de mayo de 2011 y a la irrupción de Podemos en la arena política. En torno a aquella nueva formación estaba Vestrynge y en algún momento debí informarme sobre su persona, de tal forma que supe que a lo largo de su vida había ido transitando desde posiciones cercanas al nazismo hasta las izquierdistas actuales, pasando por Alianza Popular, el PSOE, el Partido Comunista e Izquierda Unida. También en algún momento descubrí que Sánchez Dragó había experimentado un periplo similar, solo que partiendo de la clandestinidad antifranquista de los cincuenta y los sesenta (lo que le llevó a pasar dieciséis meses en prisión y siete años en el exilio) y evolucionando hacia algún tipo de anarcocapitalismo barnizado de filosofía oriental, simpatizando en ciertos momentos también con PP y PSOE y llegando en la actualidad a apoyar a VOX por su oposición al multiculturalismo globalista.

Piénsese lo que se piense sobre estos eximios caballeros, la cuestión es que, en tiempos más recientes, concretamente a principios de abril del fatídico año pasado, escuché una entrevista a don Fernando en la que salió a colación aquel rumor sobre el posible lío entre Pablo Iglesias y Lilith Vestrynge, la cual es, efectivamente, la hija de don Jorge. Dragó dijo que él no tenía nada que comentar sobre ese asunto pero no quiso desaprovechar la ocasión para deshacerse en elogios hacia su viejo amigo, asegurando que es una de las mejores personas que conoce

Todo este rodeo ha servido para llegar al tema que quería tratar hoy. Resulta muy sencillo ser amigo de una persona que, además de caerte bien, coincide contigo en cuestiones ideológicas pero, ¿qué sucede cuando esta segunda cláusula no se cumple? Desde luego no parece que suponga el menor problema para Dragó y Vestrynge y esto es algo que enternece mi corazón. Bajo mi punto de vista, la amistad posee un valor infinito y no puede compararse con la ideología, que es turbia, sucia, traicionera y, como hemos visto, bastante mudable. Nadie debería perder un amigo por cuestiones ideológicas. A mí me ha pasado y, joder, la verdad es que es una auténtica mierda. 

Si se me permite, me gustaría ofrecer un par de consejos que pueden servir para mantener una amistad a salvo del veneno de la ideología cuando esta última amenaza con morder a la primera. Por un lado, debemos evitar creer que nuestro amigo es una mala persona por pensar como piensa (entiéndase que hablo dentro de ciertos límites; si nuestro amigo es partidario de exterminar a sectores enteros de la población, entonces sí es una mala persona, aunque algo muy diferente es que nosotros pretendamos asignar a nuestro amigo esas inclinaciones cuando en realidad no las tiene). Decía Sir Roger Scruton que a los progresistas les cuesta ser amigos de los conservadores porque creen que son malas personas mientras que él podía tener amigos progresistas porque tan solo pensaba que estaban equivocados. Creo que esto en realidad ocurre en ambas direcciones y que todos tendríamos que intentar seguir el ejemplo del filósofo inglés (y el de don Jorge y don Fernando, claro). 

El segundo consejo es sencillo: no hables de política con tu amigo, y si vuestras diferencias son religiosas, no habléis de religión, y si sois de equipos distintos... ¡no habléis del puto fútbol! Existen miles de temas sobre los que conversar, dejad de lado los asuntos conflictivos. Hablad de esas cosas con los amigos afines y, con los otros, con los discrepantes, hablad de música, de literatura, de recetas, de mujeres, de hombres o de mampostería. Tenemos el cerebro infestado de sesgos cognitivos, profesamos un intenso amor por nuestras estúpidas ideas (especialmente por las políticas) y nos molesta mucho que las ataquen. No lo hagáis. Tratad bien a vuestros amigos no afines en lo ideológico. Pasad de sus ideas; apreciad su amistad como el tesoro que es

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