25/8/21

La Biblia en la prosa barroca II: Quevedo, Gracián, Saavedra Fajardo y otros

(Esta entrada es una continuación de La Biblia en la prosa barroca I)

PRESENCIA BÍBLICA EN LA PROSA QUEVEDESCA

Quevedo poseía un profundo conocimiento de las Escrituras gracias a su formación y hábitos intelectuales. Estudió Humanidades con los jesuitas en Ocaña y en 1596 ingresó en la universidad de Alcalá, donde se licenció en arte y adquirió una amplia formación filosófica y humanista, además del dominio de las lenguas clásicas. Posteriormente estudia Teología en la universidad de Valladolid y empieza a hacerse un hueco en la corte y a dar los primeros pasos en la literatura. Además de esto, participó en la revisión de la Biblia Regia de Arias Montano y tuvo una importante biblioteca. Su erudición bíblica le sirvió como prueba de su autoridad en materias como la moral, la política o la teología. 

Quevedo utiliza las Escrituras de diversas maneras, desde la cita aislada hasta el empleo como hipotexto. Esta variación cuantitativa dependerá del género que trabaje, de tal forma que hará un uso más amplio en textos religiosos, filosóficos o políticos que en los satírico-burlescos. En línea con los escritores de su tiempo, nuestro autor mostrará una cierta predilección por libros sapienciales como los Salmos, el Libro de la Sabiduría de Salomón, Job o Eclesiastés. En su reflexión política y moral, recurre a libros históricos como Samuel o Jueces y otros centrados en personajes ejemplares en lo político como Josué y Reyes. Algunos libros como El Cantar de los cantares, las Lamentaciones de Jeremías y el Libro de Job, ejercían también sobre él una poderosa atracción desde el punto de vista estilístico, algo que demostró al imitarlos en sus traducciones en verso y prosa. Respecto al Nuevo Testamento, ocupan asimismo un lugar privilegiado en su obra los Evangelios, las Epístolas de San Pablo y los Hechos de los Apóstoles

En el estudio de la importancia de la Biblia en Quevedo resulta fundamental examinar las obras que tienen hipotexto bíblico, las cuales además evidencian su calidad como traductor. Serían: Lágrimas de Hieremías Castellanas, La constancia y paciencia del Santo Job y La caída para levantarse. Esta obras incluyen además declaraciones sobre poética, traducción y exégesis bíblica. 

Lágrimas de Hieremías castellanas es una obra compleja, terminada en 1609 aunque publicada en 1613 y que constituye una pieza clave para conocer la cultura bíblica de Quevedo y su dominio del hebreo. Contiene, siguiendo a Valentina Nider: «la transliteración del texto hebreo; la versión literal castellana; la declaración de la letra hebrea en versos sueltos; la paráfrasis de los versículos en versos sueltos; el comentario en prosa a esa paráfrasis». Las fuentes utilizadas comprendieron los comentarios católicos más relevantes de la época como el de Pedro de Figueiro o el de Juan Bautista Fernández de Navarrete, el Tetragrammaton del protestante Johanes Drusius, la Vulgata, el Talmud, la Cábala y la Biblia de Ferrara. En la obra, Quevedo proclama la excelencia de España como pueblo elegido por Dios y descendiente del pueblo hebreo, destacando lo que la gramática castellana tiene de la hebrea.

Quevedo se muestra como un gran defensor de la Vulgata, en línea con la ortodoxia postridentina y así lo declara en los preliminares de La constancia y paciencia del Santo Job, donde alaba la traducción de San Jerónimo por encima de otras versiones debido a que, en su búsqueda del significado profundo, no se aleja del sentido literal. Esta obra fue escrita por Quevedo mientras estuvo recluido en la prisión de San Marcos entre 1639 y 1643, aunque se publicó de forma póstuma en 1713 y constituye el colofón del interés que tuvo a lo largo de toda su vida por el Libro de Job. Aunque la obra está dividida en dos partes de estructura argumental basada en una pregunta (la primera sobre las virtudes de Job; la segunda sobre las intenciones de Dios al permitir la envidia de Satanás respecto al santo), Quevedo respeta la estructura original. Para Quevedo, Job es un dechado de virtudes que representa lo mejor del cristianismo y del estoicismo. Además de la Vulgata y la Biblia Regia, recurre al comentario del jesuita Pineda, con el que había tenido una polémica en torno al destino de las almas de Abel y Caín. 

En la Providencia de Dios, Quevedo anunció el proyecto de una serie de biografías sobre grandes hombres, desde Adán a Alejandro Magno pasando por Salomón. Uno de ellos era San Pablo, y esta sería la primera alusión a La caída para levantarse, una obra que se publicó en 1644, poco después de que Quevedo saliese de la cárcel. La fuente principal es el libro de Los hechos de los Apóstoles pero para las primeras y últimas etapas de la vida de San Pablo recurre también a la obra de autores como el jesuita Massuci. Quevedo debió sentirse atraído por los recursos literarios que confieren al libro de los Apóstoles rasgos propios de la novela y de la biografía. La parte dedicada a San Pablo ocupa más de la mitad de dicho libro bíblico y esta a su vez se divide en tres partes que siguen un esquema similar: el Apóstol llega a una ciudad con sus discípulos, es rechazado por los hebreos y busca a los gentiles. A partir del segundo viaje se incide en la necesidad de predicar para los paganos y se potencia la tendencia político-apologética, alegando que el Imperio romano no tiene nada que perder con la nueva religión. Quevedo, a lo largo de toda la obra, se dedica a pulir y amplificar los recursos literarios de forma que favorezcan su propia interpretación. Las epístolas paulinas también serán fundamentales en la obra y Quevedo las elogia como modelo de estilo, refiriéndose al Apóstol como «muy elocuente y elegante».

Política de Dios es un tratado en el que Quevedo expone su idea del perfecto monarca cristiano sirviéndose de los Evangelios, cuyo texto glosa, y constituye la clave para conocer su pensamiento político, ya que ofrece un sistema de gobierno completo. Se apoya también en Séneca, Tácito, los Santos Padres, la Escolástica y los humanistas del Renacimiento. La obra tiene dos partes, siendo la segunda mucho más abundante en el empleo de recursos barrocos y erudición. Los capítulos siguen una estructura similar: primero figura un texto evangélico y a continuación un comentario en forma de discurso. También se citan otros pasajes de la Biblia que sirven para extraer conclusiones políticas o morales. Se han señalado en los comentarios los rasgos del sermón y se han observado técnicas de predicador. Todos los textos se vinculan con el problema de la relación entre el rey y sus ministros. Cristo es en todo momento el modelo político y se alude a su relación con los Apóstoles. Un análisis de las citas muestra la preponderancia de la Biblia, con unas 593, frente a la patrística con 69 y las del resto de autores clásicos y filósofos que suman 79. Dentro de las bíblicas, más de la mitad proceden de los Evangelios, destacando Juan con 133. De otros libros neotestamentarios destacan los Hechos de los Apóstoles y las epístolas paulinas mientras que del Antiguo Testamento tienen prominencia los libros históricos frente a los sapienciales. 

Existe una gran cantidad de otras obras de menor tamaño y profundidad compuestas por Quevedo al modo de panfletos o memoriales que también muestran una gran cantidad de citas bíblicas. Así, por ejemplo, en la Execración contra los judíos, vinculada a la sátira contra el Conde Duque de Olivares, Quevedo recurre sobre todo a los Salmos, pero también recuerda episodios como el del ídolo de Baal y el del becerro de oro, así como el personaje de la ramera de Isaías y Nahún para atacar a los judíos. La cantidad de citas de esta obra que se repiten con la misma intención en otras como la Isla de los Monopantos, La fortuna con seso y la hora de todos y la Primera y más disimulada persecución de los judíos, hace pensar en una temprana recopilación de citas por parte de Quevedo para emplear según el tema. En el Memorial por el patronato de Santiago, Quevedo protesta contra la institución del copatronato de Santa Teresa para lo que glosa a San Pablo y anima al monarca, al que dirige la obra, a que lea el libro de los Reyes. Llama la atención la escasez de citas en otras obras de tipo político como el Chitón de las Tarabillas o el Lince de Italia, aunque sí abundan en textos circunstanciales de madurez como Rebelión de Barcelona no es para el fuero ni por el güevo

En sus obras filosóficas, Quevedo busca cristianizar las doctrinas de Séneca y Epicuro interpretándolos a la luz de las Escrituras. Por ejemplo, busca resolver el problema de la negación de la inmortalidad del alma, expuesta en la Carta del día postrero de Epicuro, sirviéndose del Libro de la Sabiduría en la Defensa de Epicuro contra la común opinión. Por otro lado, en Doctrina estoica busca establecer a Job como un antecedente de Epicteto y Séneca, idea que repetirá en otras obras como La cuna y la sepultura. Añadirá también nuestro autor ejemplos evangélicos en su traducción del Pseudo-Séneca titulada De los remedios de cualquier fortuna.

Quevedo fue acusado por algunos de sus enemigos, como Pacheco, de mezclar lo divino y lo profano en sus sátiras sin ningún decoro, aunque el propio Quevedo criticó el uso de locuciones lexicalizadas bíblicas o litúrgicas y la mezcla de autoridades. Además acusó a Montalbán de falta de rigor en el ajuste de citas y conceptos sagrados. 

A pesar de que en El Buscón abundan las reminiscencias y parodias de la liturgia, las citas bíblicas se muestran muy escasas (máxime si se compara con otra novela picaresca cercana, el Guzmán de Alfarache) y son fundamentalmente empleadas para la sátira junto a citas lexicalizadas. Así, el protagonista cuenta que es recibido por un morisco con peor cara que si hubiera sido el Santísimo Sacramento o que un estudiante se burla de él diciendo que, por cómo huele, parece un Lázaro resucitado, por mencionar un par de ejemplos.

En definitiva, hemos podido ver en este somero repaso cómo Quevedo se sirve de la materia bíblica y litúrgica para elaborar los complejos discursos de sus obras prosísticas. Pronto publicaré por aquí un estudio en profundidad sobre la influencia de la Biblia en Los sueños, de la que podemos hacernos una idea simplemente echando un vistazo al índice de nombres de la edición de Ignacio Arellano, donde encontraremos, entre otros muchos, los de Adán, Barrabás, Cleofás, Cristo, David, Elías, Isaías, Ismael, Job, Judas, Lázaro, Lucas, Magdalena, Marcos, María, Mateo, Pablo, Pedro, Salomón, Santiago o Timoteo.


GRACIÁN Y LAS ESCRITURAS

Las generaciones que llegan a la madurez en la primera mitad del XVII son herederas del humanismo pero tienen que enfrentarse a novedosos y profundos problemas como las guerras de religión o la consolidación de los estados monárquicos absolutistas. Los modelos literarios del Humanismo se modifican considerablemente. Los diálogos renacentistas se transforman en sueños y sátira menipea al tiempo que triunfa el biografismo moralizante y se desarrolla la literatura emblemática. La hegemonía de Cicerón como modelo de estilo es reemplazada por Séneca, Tácito o Plinio el joven. Lo lacónico y sentencioso de estos autores resultará fundamental para la prosa de Baltasar Gracián. La popularidad de Maquiavelo en el XVII lleva a los tratadistas ortodoxos a rechazarlo frontalmente y a proponer la Biblia como base para la construcción del discurso político (tal como vimos en Quevedo y su Política de Dios) y como fuente de doctrina moral frente al realismo maquiavélico. 

Gracián es considerado como uno de los escritores europeos más importantes del XVII. Siendo confesor, profesor de Retórica y Filosofía, catedrático de Sagrada Escritura y autor de textos morales, no resulta sorprendente el significativo papel de la Biblia en su obra. Sin embargo, debido a su inmensa formación, las citas bíblicas se constituyen a veces en una minoría dentro de un desbordante torrente de erudición general. 

En su uso de la Biblia, Gracián mantiene unas pocas constantes, como la referencia a Salomón, sabio cristiano equiparable a los del mundo grecolatino, o la importancia del Evangelio. Así, menciona a Salomón en obras como El héroe, El comulgatorio y El criticón. De esta última dirá que sus refranes son pequeños evangelios. Abundantes son las referencias escriturales en El discreto, donde se evoca, además de a Salomón, a Moisés y Elías. Del mismo modo toma numerosas imágenes bíblicas que disemina por la obra, como «sepulcros blanqueados», vasijas como metáfora del hombre u «hormiguillas del honor». Termina la obra diciendo que el discreto llega a la cima de su carrera estudiando la Biblia. 

En el Oráculo manual encontramos varias citas bíblicas empleadas sentenciosamente. Gracián se sirve del Eclesiastés, Eclesiástico, Primera epístola a los corintios, Mateo, Proverbios o Libro de la sabiduría. En Agudeza y arte de ingenio se utiliza la Biblia, los Padres de la Iglesia y la homilética renacentista como ejemplos de figuras de agudeza. Gracián lleva a cabo etimología bíblica y explica que María significa ‘Señora’ y que Nazaret es ‘Ciudad Florida’. También emplea la Biblia como ejemplario para tratar diferentes recursos retóricos, como la agudeza de improporción y disonancia, las semejanzas fundadas en misterio o los conceptos por desemejanza. 

En El criticón se presenta a Salomón como «Divino sabio» y adquiere enorme relevancia el Eclesiastés, vinculado a su figura, además de otros libros sapienciales. Encontramos evocaciones de Job, como la de que la vida del hombre en la tierra es una milicia o de Isaías, por el león y el cordero, o citas de los Proverbios y recuerdos de parábolas. En la segunda parte pueden verse recuerdos sentenciosos de Jeremías, del Génesis, del Eclesiastés o del Libro de la Sabiduría. También de los Evangelios y de las epístolas paulinas extrae Gracián algunos giros sapienciales. La tercera parte sigue una línea similar aunque con poca presencia de los Evangelios. 

Por último, cabe citar El comulgatorio, compuesto por cincuenta meditaciones para la eucaristía estructuradas en general sobre episodios evangélicos. Así, podemos observar que Gracián, con el tiempo, va incrementando el papel de las Escrituras en sus obras, desde la relativa escasez de El héroe o El político hasta la abundancia de El criticón o de El comulgatorio, obra netamente religiosa. 


SAAVEDRA FAJARDO: BIBLIA Y POLÍTICA

El murciano Diego de Saavedra Fajardo destacó en la España de Felipe IV como un gran hombre de Estado, un escritor cosmopolita y un importante pensador político. Su obra fundamental, circunscrita al género de la emblemática, se titula Idea de un príncipe político-cristiano representada en cien empresas, más conocida como Empresas políticas, que vio la luz en Múnich en 1640. En el resto de su obra, las referencias bíblicas resultan escasas pero en Empresas políticas constituyen un elemento fundamental. Hay que señalar que Saavedra Fajardo publicó una segunda edición en 1642 con numerosas modificaciones, de tal manera que si en la primera predominaban las citas de Tácito muy por encima de las bíblicas, en la segunda llegan a aproximarse. Así, de Tácito, con un 37% de las citas, el autor extrae el discurso político mientras que la Biblia, con un 30%, la utiliza para la reflexión política y moral. 

En sus Empresas, don Diego añade las referencias a los libros bíblicos que utiliza. Así por ejemplo, al tratar la cuestión de la educación en la juventud, menciona que dos hermanos pelearon bajo el seno materno e indica en los márgenes que se refiere a Esaú y Jacob, quienes aparecen en el Génesis. Tal como nos muestra Jorge García López, en un párrafo de apenas doce líneas, Saavedra Fajardo incluye unas siete citas o referencias a distintos libros bíblicos como Eclesiástico, Proverbios, Ezequiel o Lamentaciones. En la Empresa 3, que trata sobre la importancia política de la presencia exterior del príncipe, continúa el autor en esta línea, recurriendo por ejemplo a Isaías para arremeter contra el afeminamiento de la figura del monarca o al Eclesiástico para recomendar que no se juzgue por lo exterior sino por el alma. En la Empresa 4, al examinar el equilibrio entre poder y saber, se inclina por lo último apoyándose en el Libro de la Sabiduría y en la número cinco recurre al ejemplo de Josef, en los Salmos, para remarcar la importancia de que el monarca conozca otras lenguas. En la empresa siguiente recurrirá de nuevo al Libro de la Sabiduría para defender el comercio como único medio de crear riqueza. Del mismo modo se defienden en otras Empresas, diferentes ideas como el pesimismo sobre la naturaleza humana y el ambiente cortesano recurriendo a Salmos, Eclesiástico y Reyes o la teoría de la anaciclosis evocando el Génesis, Ezequiel o Jeremías.

La presencia neotestamentaria resulta mucho más reducida y comprende en torno al 7% del total de citas bíblicas. Los libros más recurrentes son los Evangelios y el Apocalipsis. Nuestro autor suele utilizarlas para hablar sobre las obligaciones, los pecados y la gloria del monarca, así como para hacer elogio y crítica de la religión, para tratar la conducta del ministro privado o para reflexionar sobre las sediciones. 

En resumen, Saavedra Fajardo no recurría a las Escrituras únicamente por motivos doctrinales sino con una amplia visión política. Educado en la carrera diplomática, era capaz de valorar la importancia de la historia y la gran cantidad de citas veterotestamentarias parecen dar fe de ello. De hecho, aunque muchas citas extraen alguna enseñanza moral, una gran cantidad de ellas se centran en el papel político-histórico de grandes personajes como David, que construyó un imperio, o los profetas de Israel.

 

LITERATURA ESPECÍFICAMENTE RELIGIOSA 

Juan Eusebio Nieremberg

Este jesuita madrileño de origen alemán poseía un extremado espíritu ascético hasta el punto de causarse graves dolencias en sus mortificaciones. Escribió sobre numerosas disciplinas pero su obra religiosa fue de corte eminentemente ascético, mostrando una permanente preocupación por la perfección y la virtud cristianas. Su obra más conocida es De la diferencia entre lo temporal y lo eterno. Crisol de desengaño (1640) sobre la mudanza de lo terreno y la realidad inmutable de la vida eterna. En otras obras se acercó a la mística, aunque no se le incluye en esa corriente. La obra más próxima a la experiencia mística es De la hermosura de Dios y su amabilidad, por las infinitas perfecciones del ser divino (1641). Trató diversos temas con tono doctrinal en unas cartas que no iban dirigidas a nadie. También estudia los problemas sociopolíticos en Obras y días (1629). La prosa de Nieremberg ha sido considerada como modélica por su fluidez y elegancia. 


Sor María de Jesús de Águeda

Fue una religiosa soriana de nombre seglar María Coronel que mantuvo una asidua correspondencia con Felipe IV, proporcionando alivio y consejo al monarca. Durante su vida experimentó visiones que contribuyeron a incrementar su fama. Murió en 1665 y sus cartas se publicaron con mucha posterioridad, en 1855. Además escribió una extensa obra a caballo entre la novela y el tratado religioso titulada Mística ciudad de Dios y vida de la Virgen manifestada por ella misma, y que también se publicó póstumamente, aunque en esta ocasión pocos años después de su fallecimiento, en 1670. En sus páginas narra con mucho detalle y familiaridad la vida de la Virgen desde su infancia, aunque muchos de los datos que ofrece no se pueden rastrear en ninguna fuente, por lo que se asume que se deben a su propia inventiva. 


Miguel de Molinos

Presbítero turolense que pasó gran parte de su vida en Roma. Fue muy perseguido a causa de su defensa de la doctrina quietista, lo que le llevó a permanecer encarcelado durante sus últimos nueve años de vida. La exposición de su doctrina la llevó a cabo en la obra Guía espiritual que desembaraza el alma y la conduce por el interior del camino, para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz, publicada en Roma en 1675. En ella plantea que para entrar en unión con Dios hay que buscar un profundo estado de quietud y ponerse en manos de la divinidad con actitud completamente pasiva. Aspectos como la penitencia, la ascética y la virtud pasan a un segundo plano en favor de la contemplación. Incluso se les quita importancia a las tentaciones, alegando que no merece la pena resistirse. La persecución por parte del Santo Oficio no se hizo esperar y se acusó al autor de apoyar la herejía de los alumbrados. En España sus ideas no tuvieron repercusión pero sí en Francia, lo que llevó al monarca galo a intervenir en el proceso de arresto de Molinos. El mismo año en que publicó su Guía salió de imprenta otra obra de menor relieve titulada Breve tratado de la comunión cotidiana.  

BIBLIOGRAFÍA

Arellano, I., «Índice de nombres», en Los sueños, Quevedo, F., Madrid, Cátedra, 2020, pp. 619-652.

García, J., «La Biblia en la prosa culta del siglo XVII», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 265-288.

Nider, V., «La prosa de Quevedo y la Biblia», en La Biblia en la literatura española. II. Siglo de Oro, dir. G. del Olmo, coord. R. Navarro, Madrid, Trotta, 2008, pp. 233-264.

Pedraza, F., Rodríguez, M., Manual de literatura española, tomo III, Barroco: Introducción, prosa y poesía, Tafalla, Cénlit Ediciones, 1980.


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