28/10/21

Fragmentos sublimes de literatura española en la prensa

El artículo puede considerarse una especie de primo pequeño del ensayo y, en torno a ambos y a otras formas discursivas, como el diálogo o la biografía, y que pueden englobarse bajo etiquetas como «géneros no miméticos» (Domínguez Caparrós) o «géneros didáctico-ensayísticos» (García Berrio y Huerta Calvo), se alza la polémica sobre si deben o no ser tratados como miembros de pleno derecho de la gran familia literaria. La decisión que tomemos con relación a este asunto dependerá de la definición de literatura que decidamos adoptar: si consideramos la mímesis, la ficción, como un rasgo esencial del arte de la palabra, entonces, en principio, se quedarían excluidos; mas si sostenemos que basta para calificar a un texto como literario el hecho de que este muestre voluntad de estilo, intención artística o estética, o como queramos llamarlo, entonces el artículo podrá considerarse literatura en estado puro, especialmente cuando es ejercitado de modos tan excelsos como los que veremos a continuación. 

Nota 1: He seleccionado estos fragmentos únicamente por su belleza formal, no tengo por qué estar de acuerdo o en desacuerdo con los contenidos. 

Nota 2: Todos los fragmentos provienen de artículos compilados por el profesor Francisco Gutiérrez Carbajo en los libros Artículos periodísticos (Castalia, 1999) y Artículos literarios en la prensa (Cátedra, 2007).


EL MAL DE ESPAÑA (1903) - JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, «AZORÍN»

Pero descended al hecho; dejad el libro y el período; meteos en un pueblo, vivid en él; saturaos de sus hombres y de sus cosas. Y entonces, en este pueblecillo, toparéis con una apretada y menuda red de pasiones, de prejuicios, de sordideces, de miseria, de tristeza. La pobreza de un suelo sin agua ni árboles -que son talados bárbaramente-, sin cultivos racionales, ha contribuido a cristalizar este ambiente a lo largo de las generaciones; se vive en casas incómodas; se come apenas; se carece en invierno de leña que conforte nuestros miembros helados; en algunas partes es tanta la pobreza, que pasan las noches en tinieblas, faltos de luz artificial... ¿Cómo un hombre ha de transformar en breves años este medio y esta mentalidad, que es su corolario? Y así es toda España; quitad la región del Cantábrico, separad las estrechas estepas irrigadas de la depresión del Ebro y del Mediterráneo, y tendréis la España hórrida y muerta de las dos mesetas y la España yerma de los latifundios andaluces y extremeños...


DIVAGACIONES (1905) - ANTONIO MACHADO

En su hermoso libro Vida de Don Quijote y Sancho enaltece Unamuno la locura, el ímpetu generoso. Sóbrale razón. ¿Necesita maestros de cordura esta tierra de vividores, de fríos y discretos bellacones? Locos necesitamos, que siembran para no cosechar. Cuerdos que talen el árbol para alcanzar el fruto, abundan por desdicha. ¿Dónde están los lunáticos, los idealistas, los renunciadores, los ascetas, los románticos, que apenas se ven por ninguna parte? ¿Qué fantasmas son esos? En estas luchas de parásitos, que es la vida española, ¿quién ha visto a caballeros de la muerte? Tierra es esta de vividores. Venga en último caso quien enseñe y ayude a bien morir. 


EL INSTINTO BÉLICO DESPUÉS DE LA GUERRA (1918) – LUIS BELLO

Desde 1914 hay millones de niños que tienen a sus padres, a sus hermanos en la guerra. ¿Qué hacen? ¡Matar! Esta es una terrible «lección de cosas». Matan por defender su patria y todas las ideas ajenas a la idea de patria. Luego se extenderán por el mundo esos millones de hombres que han matado y que, sin ellos quererlo, han adquirido el hábito de la violencia y han perdido el sagrado temor de la sangre. El más noble tendrá la heroica intrepidez de un cirujano que saja en el enemigo, con sangre del enemigo, y si es preciso con sangre propia, el tumor de la agresividad bélica. Otros conservaran la impasibilidad del carnicero ante la matanza. ¿Hasta dónde llegará después la reacción contra los horrores de hoy? Esos mismos que viven días de dolor y de gloria, los de las ofensivas mortíferas, los de los avances sobre montones de carne humana, los que asaltan trincheras y las limpian de defensores, los que arrojan bombas sobre los acantonamientos, los que no sueñan sino con la destrucción y muerte del adversario, ¿qué harán después, cuando vuelvan a la paz de su hogar y acaricien la frente de un niño que quiere saber lo que su padre hizo en la guerra? ¿Continuarán la leyenda de la gloria bélica?


EL HAMBRE, LA IGLESIA Y LA NACIÓN (1934) – AMÉRICO CASTRO

Mas si no se sabe con seguridad adónde queremos arribar, ni en qué navío se va a realizar el viaje, es innegable que están ahí unos millones de seres sumidos en desventura (miseria nativa, fatalidad, ambiente sin entrañas, incapacidad propia). Tales gentes han aprendido a tener conciencia de su daño y a expresarlo. Saben que ningún dolor les menguará por espontánea iniciativa de los demás, que imperturbables les dejaran fenecer. Fracasado el ensayo cristiano de evangelizar al prójimo (siempre utópico), saben los débiles que solo les resta la serena y propia energía. Por amor y deber nadie se adelanta a satisfacer la demanda del paria -el cual, por lo demás, si mañana se hace fuerte dejará en mantillas a sus colegas en bienestar-. El naufragio de la Iglesia es en este punto cosa tan enorme, que si el plomo de la rutina no aplastara las posibilidades de discurrir, no quedaría una sola persona de buena fe que se llamará cristiana. Por qué, ¿cómo es posible que obispos, clérigos, frailes de todo linaje, amén de esas monjas que salieron a votar, no acudan en apretadas legiones a los lugares de horror donde millares de criaturas -llamadas sarcásticamente hijos de Dios- viven en dura e incalculable desdicha, y no se tornen en sus primeros sostenes y sus más ardientes valedores? Sus mimos no son para los parias, sino para los beatos (bienaventurados) en esta vida, a los que preparan en justa compensación los sedosos y aterciopelados placeres de la otra. Y esos son los agentes de la divinidad; y su agenda sirve también para las elecciones y para anestesiar a la República. 


ORACIÓN POR LOS CAIDOS (1938)  RAFAEL SÁNCHEZ MAZAS  

Esta ley moral es nuestra fuerza. Con ella venceremos dos veces al enemigo, porque acabaremos por destruir no sólo su potencia sino su odio. A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa preferimos la derrota, porque es necesario que, mientras cada golpe del enemigo sea horrendo y cobarde, cada acción nuestra sea la afirmación de un valor y una moral superiores. Aparta así, Señor, de nosotros, todo lo que otros quisieran que hiciésemos y lo que se ha solido hacer en hombre del vencedor impotente de clase, de partido o de secta, y danos heroísmo para cumplir lo que se ha hecho siempre en nombre de una Patria, en nombre de un Estado futuro, en nombre de una cristiandad civilizada y civilizadora.


TEJER Y DESTEJER (1979) - CAMILO JOSÉ CELA

Sobre el cañamazo de la historia el hombre teje, desteje y vuelve a empezar pacientemente, aplicadamente, eternamente, como si no supiera hacer más cosa que ir y venir, un pie tras otro, adelante y atrás, ayer, hoy y mañana, un día y otro día y otro, hasta que muere y se desdibuja en el horizonte familiar y en la flaca memoria de las gentes. Para Tucídides, la historia no es sino un incesante volver a empezar. 

–¡Es un supuesto muy amargo!

–No; Quizá no sea más que una evidencia sin sabor alguno. O una ilusión para no morir de hastío. 

–Quizá.


T. V. = TEDIUM VITAE (1987) – CARMEN MARTÍN GAITE

Cuando llega la noche de verano, el pirulí de televisión vigila con sus ojos encarnados el deambular de los vecinos insomnes que se trasladan sin designio de una habitación a otra, bajan a la calle a pasear un perro, riegan las adelfas achicharradas de sus terrazas, y acaban claudicando de todo, inmovilizados frente a las imágenes sincopadas que dispara el televisor, encendido aunque no lo mire nadie. Desde mi ventana abierta se ven sus ventanas abiertas, y a través de ellas se percibe, multiplicado e idéntico, el resplandor azulado que emiten los rectángulos gobernados desde el pirulí. Todos estamos mirando lo mismo, enterándonos al mismo tiempo de lo mismo, familiarizándonos con un terror inoculado como droga rutinaria, veneno neutralizado por el contraveneno del tedio con que se recibe.


VERGÜENZA BIOLÓGICA (1991) - MANUEL ALCÁNTARA  

La operación "Tormenta del Desierto" nos ha metido a todos arena en los ojos. Por eso estamos llorando. Entre las lágrimas y la arena se forma un barro sucio y es el momento de preguntarnos si no estaremos hechos de ese barro. Quizá el ser humano no tenga remedio, o quizá ocurra, así se ha pensado a veces, que el hombre es bueno y los hombres son malos. Lo cierto es que una ráfaga de pesimismo antropológico nos lleva a sentir lo que Valle-Inclán llamó vergüenza biológica. ¿Por qué tengo yo que pertenecer a esta especie cruel? La humanidad ha retrocedido de ayer a hoy, desde el mismo momento en el que empezaron los bombardeos nocturnos, que parece que los iraquíes, como los comanches, no gustan de guerrear en la noche, y el mundo es peor de lo que era. Un mesón destartalado donde los huéspedes matan y mueren. 


DUENDES EN LA GALAXIA GUTENBERG (1992) - LUIS LANDERO  

Pero, de todas aquellas academias, recuerdo sobre todo una que quedaba por Fuencarral, en un piso segundo que daba a unos patios interiores donde nunca se oía nada salvo, en días de lluvia, un canalón ciego que vertía de lo alto. Todo era allí sucio y penumbroso. Una luz trémula de oratorio apenas se bastaba para poner en fuga la vaga perspectiva de unos corredores largos, de techos encumbrados y confín ominoso. El equívoco de los claroscuros, los espejismos del silencio, los recovecos y rincones: todo invitaba allí a la levedad y al devaneo. A la larga, aquel ambiente entre hospitalario y soporífero se me revela como una imagen exacta de la época. Más de un estudiante, rendido por una jornada laboral que había empezado con el amanecer, se quedaba dormido sobre el pupitre, mientras remotamente el profesor explicaba de Hegel lo único que al parecer había entendido de él: su oscuridad. Él soñaba con Hegel y el estudiante soñaba acaso con un automóvil, una muchacha y un domingo de sol. Hijos de la misma desdicha, parecían ambos representar los sueños monstruosos o líricos de la razón desvanecida.


MELANCOLÍA (1993) - LUIS ALBERTO DE CUENCA

Ya no te sirve tu ciudad. La han convertido en un inmenso basurero donde los ciudadanos escarban buscando su ración de podredumbre, donde la fuerza bruta impera y todos desconfían de todos. ¿Qué pintas tú en esta ciudad sórdida y bronca donde nadie sonríe, plagada de automóviles, de calles levantadas, de caras antipáticas y hostiles, de jóvenes sin futuro y viejos aterrorizados? ¿Qué tienes que ver tú con una ciudad que va quitándose de encima los cafés y los cines para instalar, a cambio, en cada esquina un videoclub o una sucursal bancaria, con una ciudad que identifica el placer con el alcohol y con las drogas y que cree que sólo es posible divertirse de noche?

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