9/6/24

Sí que era para tanto - Pólvora en salvas XVII

Poseo un par de títulos superiores en literatura, pero, aun así, no puedo evitar que el síndrome del impostor se apodere de mí cada vez que me dispongo a dar una turra sobre bellas letras. Imagínense entonces cómo se siento cuando me da por hablar de cine, un arte del que no tengo ni pajolera idea y del que apenas consumo dos o tres producciones al año, aunque hace tiempo sí que solía clavarme quince o veinte películas casi todos los meses. 

Esta vez no me ha quedado más remedio. Hoy he venido aquí a hablar sobre cine porque hace unos días, para bien o para mal, vi Martyrs (2008). Sabía de la existencia de esta cinta francesa porque en algún momento de la última década llegó a mis ojos algún perturbador fotograma que hizo que no quisiera saber más del asunto. Sin embargo, hace unos días, me dio por buscar en Internet información sobre Edwart Bryant, autor de un fantástico relato de zombis titulado Un triste último amor en el bar de los malditos, contenido en la maravillosa antología El libro de los muertos. Fue cuestión de un par de clics el que apareciese un enlace a algún contenido de la película Martyrs y fue cuestión de un par de segundos que un atávico y masoca sentimiento morboso me empujase a pinchar en él.

Desde ese momento vivo obsesionado con la película. Lo estoy incluso desde bastantes días antes de atreverme a verla. Antes incluso de aventurarme a mirar imágenes fijas en Google, puesto que me puse a leer reseñas en Filmaffinity y allí empezó la locura. Para empezar, me llamó la atención que tuviese una puntuación de 6.4, probablemente demasiado alta teniendo en cuenta que fue una película muy polémica debido a las devastadoras imágenes de violencia y tortura que pueblan su metraje, algo que llevaría a muchas personas a puntuar la obra con notas ínfimas simplemente por haber sufrido un daño brutal en su sensibilidad. Si resulta razonable pensar que la obra recibiría muchos ceros y tiene de media casi un notable, podemos concluir que quizás también ha logrado muchos dieces. Me inclino a pensar que no vivimos inmersos en una mayoría social conformada por sádicos, así pues, esta película tenía que ofrecer algo más que una colección de carnicerías. 

Después, la lectura de un buen puñado de reseñas no hizo más que disparar mi curiosidad porque, como era de esperar, se encontraban altamente polarizadas. Algunas personas calificaban la película de auténtica obra maestra del séptimo arte, mientras que otras decían que no se nos ocurriera verla, que nos iba a dejar destrozados. Me dio mucha pena una chica llamada Jimena que contaba cómo Martyrs la había hecho sentir. Creo que merece la pena transcribir algunos fragmentos: 

Es horrorosa, repugnante, odiosa, cruel hasta límites inimaginables...nunca me había pasado que una película me deje mal cuerpo, me haga tener pesadillas toda una noche, me deje sin fuerzas y me rompa el ánimo y el espíritu en dos.

Mi amiga se fue a casa sin mediar palabra, con los ojos brillantes, apaleada y torturada como yo. Nunca me había pasado que una escena destroce así el ambiente y el buen rollo entre dos personas que hasta ese momento estaban pasando un buen rato. "Lo siento" es lo único que acerté a decirle, ya que la película (en qué hora) la había elegido yo.

Nunca me había pasado que me levanto a la mañana siguiente y la vida me parece un poco más oscura y más triste y no me sale la risa tan fácil, pese a que en los Alpes brilla el sol y la ciudad irradia energía.

Tengo que reconocer que soy bastante cagueta para el cine de terror, a pesar de que, en principio, ni creo ni dejo de creer en cosas raras, y que por ello no soy muy dado a ese tipo de cine dentro de que ya soy poco dado al cine en general, pero no podía parar de pensar en la película. Despertaba mucho mi curiosidad, y no por el hecho de contemplar las escenas de violencia como si un servidor fuera un maldito perturbado, sino por conocer el argumento, el desarrollo de la acción, la motivación de esas personas que trataban tan brutalmente a sus víctimas y, como no terminaba de atreverme a ver la película, pero estaba absolutamente devorado por la intriga, decidí meterme en Wikipedia, donde se ofrece un resumen muy detallado del argumento.  

Ya conocía la esencia de la historia y las motivaciones de los malos, porque, sí, una de las grandes virtudes de Martyrs es que los malos no son (solo) unos psicópatas zumbados, sino que con sus brutales actos persiguen dar respuesta a una de las preguntas más inquietantes de la existencia, a saber, ¿qué hay después de la muerte? Sí, los malos de Martyrs conforman una sociedad secreta de hijos de puta convencidos de que las personas sometidas a martirio adquieren la facultad de echar un vistazo al más allá mientras todavía siguen vivos. Y esta sociedad secreta de hijos de puta no escatima en medios para lograr saciar su curiosidad. Nunca nadie llevó a la práctica de un modo tan extremadamente desgarrador la sentencia «el fin justifica los medios», aforismo de cabecera de todos los grandes sacos de mierda de la historia. 

Supongo que a nadie sorprenderá que la lectura del resumen, por muy completo que este fuere, no solo me supiese a poco, sino que más bien disparase mi curiosidad de forma inusitada. Pero como todavía me daba miedo tener pesadillas siniestras o que mi sensibilidad se viese demasiado destruida, decidí dar un paso intermedio entre leer el resumen y ver la película: buscar en YouTube. Allí descubrí un vídeo de trece minutos que contaba y mostraba lo esencial del film, el cual me dejó trastocado durante varios días. Finalmente, llegó un momento en que no pude soportar más la inquietud de la incertidumbre y el deseo loco de saciar mi curiosidad y me decidí a buscar la película por internet y verla de principio a fin. 

Cuando ante mí apareció el rótulo final que muestra la definición etimológica de mártir como testigo, hecho que contribuye a redondear la perfección de la cinta, y el plano acercándose a lo que queda de Anna, a su mirada perdida en lo incognoscible y el fundido a negro que da paso a los créditos finales, acompañados de preciosas imágenes de las dos protagonistas cuando tenían diez años jugando felices y despreocupadas en el orfanato mientras suena una de las piezas de la increíble banda sonora, entonces me dije a mí mismo algo como «bueno, no ha sido para tanto». Pensé en lo exagerada que es la gente y lo desproporcionados que me parecían algunos hechos como las arcadas, los vómitos y las ambulancias en las salas de cine, o el haber clasificado la película como +18 en Francia, algo que rara vez ocurre. Pero también me dije a mí mismo que aquella gente se sentó en la butaca sin saber muy bien a lo que iban a enfrentarse y que se tragaron sin anestesia toda la brutalidad de una de las películas más devastadoras que se hayan filmado. Probablemente si yo hubiera experimentado Martyrs de ese modo habría necesitado asistencia psicológica. 

Pero es que, además, yo estaba equivocado. La película sí que era para tanto, y solo pude ser consciente de ello con el paso de las horas y los días. Imagino que mi sistema nervioso, tan poco acostumbrado a semejantes estímulos, debió verse un poco sobrepasado y no me permitió asimilar adecuadamente todo lo que acababa de ver. Tuve la sensación de que realmente yo ya lo había visto todo en el resumen de YouTube, pero no, me había faltado mucho por ver, infinitos detalles de todo tipo que, con el transcurrir del tiempo, fueron asentándose poco a poco sobre mi alma, como una fina lluvia de un líquido muy denso, removiendo y cambiando mi interior y mi modo de percibir la existencia hasta el punto de que, desde entonces, todas las noches me duermo pensando en la cinta de Pascal Laugier.

Se podría decir que Mártires no es una película, sino dos. La primera posee un ritmo frenético, unas cantidades industriales de sangre, un terror de estilo sobrenatural y típico de películas orientales (mujeres en posturas anatómicamente imposibles y caras monstruosas que te dejan sin respiración) y se encuentra claramente protagonizada por Lucie (Mylène Jampanoï). La segunda película, que ocupa más o menos la última mitad del metraje, se encuentra, por su parte, claramente protagonizada por Anna (Morjana Alaoui) y ofrece un ritmo lentísimo, sin ningún tipo de susto diarreico, y un terror de un estilo mucho más psicológico y brutal, con un lenguaje artístico mucho más bello y elaborado, además de contener casi toda la carga filosófica o intelectual de la película. 

Siento decepcionar a quienes hayan llegado a este artículo buscando una explicación para el final, que es a mi modo de ver uno de los mejores de la historia del cine, porque aquí no va a encontrar nada en ese sentido. He leído un montón de teorías posibles y ninguna resulta convincente del todo. De hecho, es probable que la película realmente no pueda tener un final satisfactorio al cien por cien, ya que ni siquiera el propio director sabe lo que Anna le dijo a la hija de puta de Mademoiselle, pues quería dejarlo totalmente abierto para que cada espectador le buscase su propia explicación. Pero el problema es que todas las explicaciones tienen algún fallo. Ya sea que Anna le dijese a Mademoiselle que no había visto nada o que ha visto el cielo o el infierno o que ha visto lo indescriptible o lo incomprensible o lo incognoscible o le dijera que no pensaba contárselo o le dijera una mentira o incoherencias o le dijera cualquier cosa, por lo menos cualquiera de las que hasta ahora he leído o se me han ocurrido, siempre se podrá encontrar algún fallo, ya sea en la decisión que toma la vieja conchuda, en la conversación con el ayudante, en la duración de las palabras de Anna o en cualquier otro detalle. Y es que las cosas son así, puede que esta película no tenga un final con una explicación satisfactoria y que ese enigma tan cabrón sea lo que lo convierta en el mejor final de la historia del cine (o en uno de los mejores, no he visto todas las películas que se han grabado).

Pascal Laugier comentó en una entrevista muy jugosa que su película está ambientada en «un mundo moribundo, casi como un pre-apocalipsis, un mundo donde el mal triunfó hace mucho tiempo, donde las conciencias han muerto bajo el reinado del dinero y donde la gente pasa el tiempo haciéndose daño unos a otros». Estas palabras describen la realidad de la historia a la perfección. No hay más que ver el modo impasible en que los verdugos tratan a las víctimas, su ausencia total de empatía y piedad, de misericordia, o el comportamiento miserable de los miembros de la sociedad secreta, que son capaces de dormir tranquilos mientras sus víctimas sufren los peores tormentos imaginables. Por si fuera poco, este atajo de hijos de puta no escatima en cinismo, pues manifiestan una especie de veneración hacia Anna, diciendo que es una persona muy especial y que todos deben rezar una oración por ella, como si la pobre muchacha se hubiera sacrificado voluntariamente para satisfacer sus inquietudes existenciales.

¿Recomendaría yo ver esta película? La verdad es que esa es una pregunta complicada. ¿Me arrepiento de haberla visto? En absoluto. No me arrepiento, y eso que soy una persona extremadamente sensible para cuestiones relacionadas con la tortura y bastante cagueta en cuestiones relacionadas con la ficción de terror, pero no, no me arrepiento, porque esta es una película que te marca, que te cambia la vida, que te va a acompañar para siempre y porque creo que eso es, en definitiva, lo que hace a una verdadera obra de arte. 

Quiero concluir diciendo que todas las mujeres torturadas que aparecen en esta película, especialmente Anna, se han convertido para mí en personajes cuasi reales cuyo sufrimiento me causa dolor, así como frustración me genera el no poder ayudarlas, no poder consolarlas, no poder, de algún modo, acompañarlas en su martirio y en su soledad, en su tristísima y desgarradora soledad, y siendo consciente desde mi lado racional de que estoy hablando de personajes de ficción, algo dentro de mí me pide que reescriba la historia cambiando el final, de forma que un personaje, yo, por ejemplo, entre en esos lugares tenebrosos armado con un fusil de asalto y libere a esas pobres chicas de su condena. 

De verdad, daría lo que fuera por poder ayudarlas.

¿Alguien puede explicarme esta imagen? (mira las esposas)


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