29/3/17

Iliya y Andrei

Alguien de la agencia llamó a Ruth para que fuese a cuidar de unos niños aquella misma tarde. Se dirigió al lugar que le habían indicado y llamó al timbre de una bonita casa de dos plantas. Una señora extranjera algo acalorada abrió la puerta.

―Buenas tardes, cariño. Mucha prisa. Niños, arriba. Iliya y Andrei. Muy buenos. Vuelvo nueve y media. Coges lo que quieras de cocina.

La señora entregó a Ruth una copia de las llaves y un papel con su número de teléfono y se marchó. Ruth subió al segundo piso y buscó la habitación de los niños. Era un cuarto amplio, con una cama, una cuna y muchos juguetes.

―Hola, pequeños ―dijo―. Yo me llamo Ruth. Tú debes ser Iliya y este bebé tan guapo debe ser Andrei.

―Eso no es del todo cierto. Él sí que es Andrei, pero yo no soy Iliya. Yo soy un organismo cibernético de otro planeta. Tengo este aspecto de niña humana para no llamar la atención. Estoy aquí con el objetivo de robar niños para mis amos. Se divierten con ellos. Voy a ahorrarte el trauma de saber lo que les hacen exactamente para divertirse.

«Qué niña más loca» pensó Ruth.

―Al otro niño, el mayor, el llamado Iliya, me lo he llevado hace unos minutos, en cuanto la madre bajó las escaleras. Ahora estoy esperando a que me den la autorización para llevarme a éste a través del micro-agujero de gusano que conecta la habitación con la nave.

Ruth sonrió y dijo:

―Pequeña Iliya, tengo que ir un momentito al baño. Cuando vuelva, jugaremos a los marcianitos o a lo que tú quieras.

Cuando Ruth volvió del servicio no había nadie en la habitación. Miró bajo la cama y dentro del armario.

―Iliya, sal un momento, por favor.

Se puso a buscar por todas partes. Registró cada rincón de los baños, la cocina, el salón, las habitaciones, el desván, el sótano, el garaje…

―¡Iliya, esto no tiene gracia! ¡Voy a decírselo a tu madre! ¡Te castigará durante un mes entero!

Después de media hora, Ruth se sintió mareada. Le empezaron a temblar los labios y las manos. Presa del pánico, decidió llamar a la madre.

―Oiga, tengo un problema. No encuentro a los niños.

―¿Cómo no encuentras?

―Verá, la niña quería jugar a un juego extraño y yo…

―¿Qué niña? ¿Qué hablas?

―La niña... su hija Iliya.

―¡Yo no tengo niña, tengo dos niños! ¡Iliya es mi niño!

―¿Cómo dice?

―¡Yo llamo policía!

Ruth dejó caer el teléfono sobre el entarimado. Sintió que le faltaba el aire y se acercó a la ventana. Entonces observó un extraño destello anaranjado en el cielo y se preguntó cuántos años de su vida se iba a pasar en la cárcel.


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