11/3/25

Reseña de «La chica que leía El viejo y el mar», de Gonzalo Calcedo

Cuando me jubile, dentro de un incierto y probablemente elevado número de años, me gustaría embarcarme en la homérica tarea de gestar un doctorado sobre la obra del que para mí es el mejor escritor español vivo: don Gonzalo Calcedo Juanes. Dicho doctorado podría estar ya en marcha si hubiese sido capaz acceder a una beca que me permitiera dejar mi trabajo, pero como semejante fantasía no pudo ser, nos toca esperar.

Así pues, como todavía no he podido sumergirme el la obra de este cuentista palentino con toda la minuciosidad que merece, no puedo asegurar que todos y cada uno de los libros de Gonzalo Calcedo posean un hilo conductor que enhebre las historias dotando de unidad al conjunto, pero sí estoy convencido que muchos de ellos lo tienen. A veces puede apreciarse un tema común, como los viajes (Esperando al enemigo) o la adolescencia (Las inglesas) o una epidemia global (Como ánades); otras veces podemos hablar más bien de elementos de ambientación, como las condiciones climáticas (Temporada de huracanes) o la ciudad en la que se desarrollan los cuentos (El prisionero de la Avenida Lexington). Sin embargo, en algunas ocasiones nuestro autor elige un distintivo formal a la hora de agrupar sus relatos, como por ejemplo a la extensión de estos. Así sucedió en La carga de la brigada ligera, una colección de cuentos bastante largos (unas cuarenta páginas cada uno) y así sucede también en el último libro publicado por nuestro autor hasta la fecha, La chica que leía El viejo y el mar, solo que en esta ocasión Calcedo nos ofrece un conjunto de historias más breves de lo habitual, nada menos que diecinueve narraciones de menos de diez páginas cada una en promedio. 

Adentrarnos entre las páginas de este libro nos permite descubrir que don Gonzalo mantiene muy elevado el nivel de su narrativa tras casi treinta años de carrera. Cada una de sus historias nos ofrece la posibilidad de echar un breve vistazo a las vidas de personajes solitarios y melancólicos que se cruzan con individuos similares a ellos y que, en esos encuentros providenciales, hacen saltar chispas que prenden la magia de la realidad. Son historias altamente cinematográficas, cargadas de significado, creadas con la bellísima prosa que constituye el sello distintivo de nuestro autor, cuya observación analítica y precisa de la existencia consigue arrancar grandiosidad y lirismo hasta del más insignificante detalle de nuestro mundo. 

No pierdan más tiempo y lean este libro inolvidable. Acompañen a un tipo que saca continuamente cafés en una máquina del aeropuerto para calentarse las manos; a una mujer que roba flores por amor; a un padre que recurre a su hijo para evitar un piquete; a un anciano que acoge a un gato perdido; a un pasajero de avión que descubre algo muy personal de la joven que viaja a su lado; y a muchos, muchos otros personajes fascinantes que iluminarán su corazón durante el tiempo que tarden en leer un puñado de páginas. 

Créanme si les digo que no se arrepentirán. 

12/2/25

Tercer episodio Verba Latentia Podcast. El símil homérico

Ya está disponible el tercer episodio de Verba Latentia Podcast. En esta ocasión hablaremos del símil homérico. Esperamos que disfruten escuchándolo y les recordamos que agradecemos profusamente cualquier tipo de apoyo en forma de comentario, me gusta, difusión o cualesquiera que tengan a bien brindarnos. 

11/2/25

Épica prosaica

—Homero, amado mío, bienvenido a tu hogar. ¿Cómo te encuentras?

—Como cuando en un silencioso paraje de un bosque umbrío irrumpe un monstruoso jabalí, de albos colmillos y curvas mandíbulas que, asediado por las dentelladas de los perros, de frondosos pelajes, y por los dardos de los cazadores, de inquebrantable empeño, huye desesperado tratando de salvar su vida y justo entonces Zeus Crónida, que las nubes reúne, decide desatar una oscura tormenta sobre la tierra, desde la cual se precipitan fragorosos rayos sobre los árboles, de recias copas, y uno de esos rayos arranca de raíz un poderoso roble, el cual, en su caída, golpea al jabalí en los cuartos traseros, astillando sus huesos al tiempo que, a pocos metros de allí, un caudaloso río se desborda, arrastrando toneladas de rocas y de lodo, y arrambla con los animales contendientes, provocando la muerte del jabalí por ahogamiento a la vez que sufre las mordidas letales de los cánidos y el dolor insoportable de las extremidades quebrantadas, así es como yo me encuentro.

—Vamos, que sigues estreñido.

—Eso es.


NOTA: Este texto trata de hacer humor por contraste al situar a Homero, autor de la Ilíada y la Odisea, en un contexto rebosante de cotidianidad. El largo párrafo relatado por el aedo constituye un recurso estilístico llamado precisamente símil homérico en su honor. Por supuesto, también pretende ser un humilde homenaje a tan eximia y épica figura de las letras universales.


Si te ha gustado este microrrelato, te recomiendo mi libro PULSACIONES. Puedes comprarlo en este enlace

8/1/25

Balance lector de 2024

El recientemente finiquitado año 2024 ha resultado increíblemente positivo para mí, sobre todo porque me ha dispensado cantidades muy pequeñas de problemas y de sufrimiento. Esperemos que 2025 siga su estela en ese sentido.

Centrándonos en la lectura, que es la cuestión que nos atañe ahora, se puede decir que ha sido bastante flojo, ya que me he leído tan solo 25 libros, cuando otros años la cifra suele andar más cerca de los 35. En cualquier caso, es más del doble que la media nacional (que supuestamente está en 10 libros al año, aunque yo no me la creo, e intuyo que será más bien de cero coma algo) y también es una pequeña fracción de lo que devoran los superlectores, esa gente superior.

Ha sido un año atípico también en el hecho de que, de verdad, no sé por qué, me he desentendido bastante de las bellas letras, no leyendo ninguna obra de teatro ni ningún poemario, y realizando tan solo ocho incursiones en el terreno de la narrativa, con dos novelas y seis libros de relatos. Las novelas fueron, La voluntad, de Azorín, de la que destaca su prosa sublime y sus reflexiones existencialistas, y En una noche oscura salí de mi casa sosegada, del premio Nobel austriaco Peter Handke, que me leí porque me la encontré en el trabajo y me llamó la atención, al ser su título un verso de San Juan de la Cruz (Handke es un reconocido hispanófilo). Es una obra misteriosa y surrealista que no recomendaría a todo el mundo, pero que yo no me arrepiento en absoluto de haber leído. En cuanto a los libros de relatos, destacan Madrid, Nebraska, al que dediqué este artículo; La reliquia viviente, de Turgueniev, del que me fascinaron sobre todo sus inolvidables personajes de los bosques rusos; el último libro de Gonzalo Calcedo, La chica que leía El viejo y el mar, del que estoy pendiente de escribir una reseña; y, sobre todo, los Nueve cuentos de Salinger, que me dejaron completamente fascinado y con ganas locas de volver a escribir ficción (estamos en ello jejejejeje). 

Pero no menos extraño ha sido que me haya dado por aventurarme entre las páginas de dos libros de filosofía dura, con, nada más y nada menos que Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche, que me leí casi por completo en los descansos entre series del gimnasio y del que quiero hacer un artículo de fragmentos sublimes porque, madre mía el colega, qué prosa poética se gastaba. La otra obra filosófica fue El amor, las mujeres y la muerte, de otro alemán, Arthur Schopenhauer, gran influencia de Azorín y otros noventayochistas. Es un librito maravillosamente escrito y que contiene ideas muy locas y sombrías. 

El resto de libros encajan en lo que sería una de las obsesiones de mi vida reciente, el desarrollo personal. Las gran decepción de este año sería Padre rico, padre pobre, que me resultó muy aburrido y repetitivo y que podría resumirse en una sola frase (no compres pasivos financieros, compra activos financieros). Sin embargo, la mayoría fueron lecturas valiosas que voy a recomendar sin extenderme demasiado: Cómo ganar amigos e influir en las personas (extremadamente útil, aunque con enormes cantidades de relleno evitable, quizá merezca más la pena ver video-resúmenes que leerlo); Imbatible, de Tony Robins, una joya al que le dediqué esta reseña; La medusa inmortal, de Nick Brendborg, que es muy interesante para leerlo como libro de divulgación científica pero que acepta una lectura muy valiosa como libro para la optimización de la salud. Por último, quiero mencionar dos obras que necesito volver a leer detenidamente tomando amplias notas: El paradigma, de Bob Proctor y El camino del hombre superior, de David Deida.

Quiero cerrar comentando que este año voy a pasar de plantearme muchos objetivos de lectura, ya que el año pasado me confeccioné una lista de unos veinte títulos de los cuales apenas llegué a atacar tres o cuatro. Creo que mejor voy a dejar que la cosa fluya, aunque hay ciertas obras que tengo en el punto de mira. Debería leer la Odisea y la Divina comedia ya de una vez, pero no sé si lo haré. En estos momentos estoy obsesionado con la narrativa breve y ando leyendo a Hemingway, Alice Munro, Tobias Wolff... y espero ir pronto a por Cheever, Chejov, relecturas de Carver y Bukowski, seguir profundizando en la obra Gonzalo Calcedo, explorar los cuentos completos de Carson McCullers, de Flannery O'Connor, de Soledad Puertolas, de Shirley Jackson, de Ignacio Aldecoa, unas veinte antologías variadas que he ido acumulando en mi estantería, desde cuentos rusos a cuentos tradicionales españoles pasando por magazines de misterio o relatos de fantasmas, cuentos medievales, leyendas ecuatorianas... 

Veremos cómo queda finalmente el balance lector de 2025, dentro de un año lo descubriremos. 

23/11/24

Breves apuntes sobre el corpus narrativo de Miguel Delibes

Resulta complicado determinar con precisión cuántas historias, de entre las que escribió Miguel Delibes, pueden ser categorizadas como novelas y cuántas como relatos. Las proporciones dependerán de cómo consideremos un pequeño conjunto de narraciones fronterizas. 

Así. es seguro que Delibes publicó, como mínimo, 20 novelas, que serían las siguientes:

  1. La sombra del ciprés es alargada.
  2. Aún es de día.
  3. El camino.
  4. Mi idolatrado hijo Sisí.
  5. Diario de un cazador.
  6. Diario de un emigrante.
  7. La hoja roja.
  8. Las ratas.
  9. Cinco horas con Mario.
  10. Parábola del náufrago.
  11. El príncipe destronado.
  12. Las guerras de nuestros antepasados.
  13. El disputado voto del señor Cayo.
  14. Los santos inocentes.
  15. Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso.
  16. El tesoro.
  17. Madera de héroe.
  18. Señora de rojo sobre fondo gris.
  19. Diario de un jubilado.
  20. El hereje.
Por otro lado, también es seguro que publicó 29 relatos, que serían:
  • Del libro La partida: «El refugio», «Una peseta para el tranvía», «El manguero», «El campeonato», «El traslado», «El primer pitillo», «La contradicción», «En una noche así» y «La conferencia».
  • Del libro La mortaja: «El amor propio de Juanito Osuna», «El patio de vecindad», «El sol», «La fe», «El conejo», «La perra», «Navidad sin ambiente» y «Las visiones».
  • Del libro Tres pájaros de cuenta y tres cuentos olvidados: «El otro hombre», «La vocación», «Bodas de plata», «La grajilla», «El cuco» y «El cárabo».
  • Otros relatos: «La bruja Leopoldina», «Envidia», «El duro», «La broma», «La barbería», «La milana».

Ahora bien, las cifras definitivas dependerán del género que le asignemos, por un lado, al libro Viejas historias de Castilla la Vieja y, por otro, a las narraciones «La partida», «La mortaja», «El loco», «Los nogales» y «Los raíles».  

Con respecto a la primera cuestión, no me veo capaz de decir mucho y me limitaré a reflejar lo que opinaron algunos expertos. Gonzalo Sobejano no incluyó Viejas historias de Castilla la Vieja entre los libros de relatos de Delibes, mientras que los editores del volumen Viejas historias y cuentos completos y la Fundación Miguel Delibes, sí que lo hicieron. Por su parte, Ramón García Domínguez en principio no se posiciona pero después dice que Delibes publicó veintinueve cuentos, lo que implica que no considera como tales a los capítulos de Viejas historias de Castilla la Vieja, sino como partes de una novela, igual que Sobejano. 

En cuanto a la segunda cuestión, considero que, por su extensión de entre 4000 y 9500 palabras, las narraciones «Los nogales», «La partida» y «La mortaja» no pueden llegar a considerarse novelas breves sino relatos extensos. Por su parte, «Los raíles» y «El loco» sí que permitirían debate al respecto dadas sus extensiones de unas 15000 y 19000 palabras. Esta dificultad no pasó desapercibida para Delibes y así y se lo comentó a Ramón García Domínguez: «hay ciertos relatos míos que resulta difícil clasificarlos: si como cuentos largos o novelas cortas. La mortaja, por ejemplo. O El loco, o Los raíles…».

En definitiva, ante la imposibilidad de determinar si Viejas historias de Castilla la Vieja es una novela o un conjunto de relatos, y de dilucidar si «Los raíles» y «El loco» son relatos extensos o novelas breves, considero que la única conclusión certera a la que podemos llegar es a que Delibes publicó entre 20 y 23 novelas, y entre 32 y 51 relatos, que, en cualquier, caso darían un total de entre 55 (23 novelas + 32 relatos) y 71 (20 novelas + 51 relatos) narraciones. 

Ahora bien, todo este asunto podría complicarse si tenemos en cuenta que el vallisoletano poseía una opinión ambigua respecto a las narraciones breves, pues, por un lado, veía «más mérito en escribir breve que largo, en encerrar en diez folios una historia cabal sin necesidad de estirarla porque sí» y por otro consideraba que una «novela, breve o larga, es algo más complejo». Pero resulta interesante que Delibes, más que atendiendo a la extensión, diferenciaba los dos géneros narrativos precisamente en función de su complejidad, de tal forma que el cuento sería una historia lineal y simple mientras que en una novela se entrecruzarían historias y personajes. Tal vez de esto podríamos concluir que pudiera darse una obra A de una extensión menor que otra B, pero que debido a la complejidad en cuanto a historias y personajes, llegase a considerarse A como novela breve y B como relato extenso. 

En cualquier caso, resulta curioso que Delibes se alejase del cuento después de los años sesenta, ya que en 1993 declaró que este género constituía su «espacio literario natural», debido a la importancia que otorgaba a los personajes, pues, cuanto más breve es la narración, mayor papel juegan, de tal forma que en el cuento «basta una viñeta sensible del personaje central para imprimir a la narración un hálito de vida». Es probable que Delibes no se animase a escribir más cuentos por dos motivos. El primero, que el desarrollo de su carrera como novelista le fuese aportando la holgura económica necesaria para no tener que depender de la publicación de cuentos en revistas [1] y, el segundo, que sus novelas en general tenían una extensión lo bastante breve como para sentirse cómodo con ellas [2]. 



NOTAS

[1] Delibes explicó que recurría a los cuentos porque estaban bien pagados y se cobraban pronto, sin esperar a liquidaciones de derechos de autor.

[2] «no me digas que algunas de mis novelas no son narraciones notablemente… breves, al menos para lo que tradicionalmente se considera una novela», le dijo a Ramón García Domínguez.


BIBLIOGRAFÍA
  • DELIBES, M. (2007). Viejas historias y cuentos completos. Palencia: Menoscuarto. 
  • GARCÍA DOMÍNGUEZ, R. (2020). Miguel Delibes de cerca. Barcelona: Destino. 
  • SOBEJANO, G. (1984). «Introducción». En La Mortaja, Delibes, M., 11-66. Madrid: Cátedra.