—¡Sí!
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Resulta complicado determinar con precisión cuántas historias, de entre las que escribió Miguel Delibes, pueden ser categorizadas como novelas y cuántas como relatos. Las proporciones dependerán de cómo consideremos un pequeño conjunto de narraciones fronterizas.
Así. es seguro que Delibes publicó, como mínimo, 20 novelas, que serían las siguientes:
Ahora bien, las cifras definitivas dependerán del género que le asignemos, por un lado, al libro Viejas historias de Castilla la Vieja y, por otro, a las narraciones «La partida», «La mortaja», «El loco», «Los nogales» y «Los raíles».
Con respecto a la primera cuestión, no me veo capaz de decir mucho y me limitaré a reflejar lo que opinaron algunos expertos. Gonzalo Sobejano no incluyó Viejas historias de Castilla la Vieja entre los libros de relatos de Delibes, mientras que los editores del volumen Viejas historias y cuentos completos y la Fundación Miguel Delibes, sí que lo hicieron. Por su parte, Ramón García Domínguez en principio no se posiciona pero después dice que Delibes publicó veintinueve cuentos, lo que implica que no considera como tales a los capítulos de Viejas historias de Castilla la Vieja, sino como partes de una novela, igual que Sobejano.
En cuanto a la segunda cuestión, considero que, por su extensión de entre 4000 y 9500 palabras, las narraciones «Los nogales», «La partida» y «La mortaja» no pueden llegar a considerarse novelas breves sino relatos extensos. Por su parte, «Los raíles» y «El loco» sí que permitirían debate al respecto dadas sus extensiones de unas 15000 y 19000 palabras. Esta dificultad no pasó desapercibida para Delibes y así y se lo comentó a Ramón García Domínguez: «hay ciertos relatos míos que resulta difícil clasificarlos: si como cuentos largos o novelas cortas. La mortaja, por ejemplo. O El loco, o Los raíles…».
En definitiva, ante la imposibilidad de determinar si Viejas historias de Castilla la Vieja es una novela o un conjunto de relatos, y de dilucidar si «Los raíles» y «El loco» son relatos extensos o novelas breves, considero que la única conclusión certera a la que podemos llegar es a que Delibes publicó entre 20 y 23 novelas, y entre 32 y 51 relatos, que, en cualquier, caso darían un total de entre 55 (23 novelas + 32 relatos) y 71 (20 novelas + 51 relatos) narraciones.
Ahora bien, todo este asunto podría complicarse si tenemos en cuenta que el vallisoletano poseía una opinión ambigua respecto a las narraciones breves, pues, por un lado, veía «más mérito en escribir breve que largo, en encerrar en diez folios una historia cabal sin necesidad de estirarla porque sí» y por otro consideraba que una «novela, breve o larga, es algo más complejo». Pero resulta interesante que Delibes, más que atendiendo a la extensión, diferenciaba los dos géneros narrativos precisamente en función de su complejidad, de tal forma que el cuento sería una historia lineal y simple mientras que en una novela se entrecruzarían historias y personajes. Tal vez de esto podríamos concluir que pudiera darse una obra A de una extensión menor que otra B, pero que debido a la complejidad en cuanto a historias y personajes, llegase a considerarse A como novela breve y B como relato extenso.
En cualquier caso, resulta curioso que Delibes se alejase del cuento después de los años sesenta, ya que en 1993 declaró que este género constituía su «espacio literario natural», debido a la importancia que otorgaba a los personajes, pues, cuanto más breve es la narración, mayor papel juegan, de tal forma que en el cuento «basta una viñeta sensible del personaje central para imprimir a la narración un hálito de vida». Es probable que Delibes no se animase a escribir más cuentos por dos motivos. El primero, que el desarrollo de su carrera como novelista le fuese aportando la holgura económica necesaria para no tener que depender de la publicación de cuentos en revistas [1] y, el segundo, que sus novelas en general tenían una extensión lo bastante breve como para sentirse cómodo con ellas [2].
Avanzó atravesando la calma solemne del templo mientras la voz del sacerdote reverberaba ceremoniosa: «La vida no termina con la muerte, no tengamos miedo…». Se aproximó a Daniel, de apenas ocho años, y le abrochó el cordón de un zapato. Luego, acercó su mano al hombro de Marta, que lloraba desconsolada; tras unos segundos de agotador esfuerzo, logró imbuir algo de sosiego en su corazón. Entonces, se llegó hasta el ataúd.
«Dios mío, qué desastre de maquillaje» pensó, divertido.
De camino a casa, anduvo reflexionando. ¿Quién podía haber imaginado que sería obligatorio trabajar después de morir? Aunque, bien pensado, ¿qué mejor empleo desempeñar que el de ángel guardián de tu propia familia?
Esta historia forma parte de mi libro PULSACIONES, 99 MICRORRELATOS DE INFARTO. Puedes comprarlo en este enlace.
Desde hace años, vengo buscando y escuchando todas las canciones que me encuentro durante mis lecturas. Me encantan las relaciones intertextuales (por ejemplo, cuando en una novela hablan de otra novela) pero también las interdiscursivas (por ejemplo, cuando en una novela hablan de un cuadro) y precisamente estas, las que se dan entre música y literatura, me resultan de lo más fascinantes, ya que hablamos de dos artes altamente disfrutables.
Así pues, a partir de ahora voy a ir llevando en este artículo un registro de todas esas canciones que la literatura decida regalarme (trataré de localizar unas cuantas que descubrí en el pasado y que ahora mismo no estoy seguro de de dónde salieron).
Podéis escuchar todas estas canciones en la siguiente lista de Spotify que he creado, la cual puede estar incompleta si en aquella plataforma faltan algunos temas, pero que normalmente contendrá más elementos, puesto que es más rápido añadirlos allí que aquí.
(EN CONSTRUCCIÓN PERMANENTE)
When It's Sleepy Time Down South, de Wynton Marsalis
Esta joya es un arreglo de un clásico del jazz llevado a cabo por el prestigioso trompetista Wynton Marsalis. Gonzalo Calcedo menciona a este músico en uno de sus maravillosos relatos, titulado Mal de mer, y que forma parte de su último libro publicado hasta la fecha, La chica que leía El viejo y el mar. La canción en sí no aparece en el cuento, la he elegido porque es la más reproducida en Spotify (este será más o menos el procedimiento que seguiré para aquellos libros que mencionen a un músico pero no una canción concreta).
I am the walrus, The Beatles
Hallada en el relato «Menos que un zombi», de Douglas E. Winter, el cual forma parte del maravilloso volumen El libro de los muertos. Esta canción, que es una de mis menos favoritas de la banda de Liverpool (la odio) es versionada dentro de la historia por un grupo llamado Tres en un club donde los chavales protagonistas acaban de vivir una de las escenas más locas que yo haya leído: el visionado de una película snuff en la que torturan brutalmente a una zombi.
Black Light Trap, Shriekback
Hallada en el mismo relato que la anterior, este oscuro tema post-punk experimental simplemente suena de fondo en el club donde los chicos presenciaran la dantesca película mencionada. Sin embargo, parece improbable que el autor la haya elegido al azar o tan solo porque su atmósfera quedaría bien en un lugar tan bizarro. Y es que, la letra del tema, muy enigmática, hermética y surrealista, puede servir para lanzar guiños a la trama, no solo por el título, «trampa de luz negra», sino por fragmentos como «el desastre imperial en su furioso declive», «el aire está denso con el olor a decadencia» o «en el corazón de la ciudad, una sociedad secreta». Si leéis el relato comprenderéis a qué me refiero.
Children of God, Swans
También en el mismo relato, aparece al principio, al mencionarse que la pandilla estuvo en un concierto de esta banda de rock experimental y que uno de los chicos se estaba meando en mitad de este temazo denso y oscuro como la sangre. Como puede verse, aparece mucha música en la historia y es que al parecer es una seña del autor las referencias constantes a la cultura popular. De hecho, el propio relato es una especie de parodia-homenaje de la novela Menos que cero, de Bret Easton Ellis, el autor de American psycho.
Tight Fittin´Jeans, Conway Twitty
Cambiamos de relato, más no de libro, para adentrarnos en el memorable Un triste último amor en el bar de los malditos, de Edward Bryant, uno de mis favoritos de esta antología. Esta historia es también bastante musical, al desarrollarse en un bar-restaurante de carretera. La canción country tan pegadiza que os presento no aparece explícitamente en el cuento, sino que el antagonista, un psicópata y maniaco sexual, pide a la protagonista, una bellísima camarera, que quite la canción que está sonando, de la que hablaremos en seguida, y que ponga algo de Conway Twitty, que es cojonudo. Esto me generó curiosidad y decidí buscar uno de sus temas y creo que este va muy bien, pues en su letra el cantante elogia los encantos de una mujer vestida con unos ajustados vaqueros a la que conoció en un bar.
Sweet Jane, The Velvet Underground y Happy boy, The Beat Farmers
En el mismo relato, se nos informa de que en un momento dado suena en la radio la versión de Sweet Jane perteneciente a un grupo llamado The Beat Farmers. Sin embargo, como no he podido encontrar dicha versión, os ofrezco la propuesta original perteneciente a los famosísimos The Velver Underground y, para no quedarnos con la duda, también la canción con más reproducciones de The Beat Farmers, un tema humorístico que contiene una cualidad extremadamente original que me ha dejado un poco loco: un solo de... gárgaras.
Crazy Lemon, Joe Ely
Terminando ya con el relato de Bryant tenemos esta curiosa canción que narra las aventuras de Limón Loco, un delincuente que roba un camión de cerveza, que trafica con «aspirinas» y que en definitiva siempre anda viviendo su libertad huyendo de las autoridades.
Varias canciones en Saxofón, de Nicholas Boyle
Este fue uno de los relatos que menos me gustó de El libro de los muertos. Ambientado en el apocalipsis zombi pero al otro lado del telón de acero, nos ofrece un confuso maremágnum de bandas criminales y muertos que no pierden la conciencia. Realmente no recuerdo o no entendí muy bien la trama pero, como se puede adivinar por el título, es un relato muy musical que señala un puñado de buenas canciones que voy a enlazar sin más, pues no puedo aportar ningún comentario valioso.
These Foolish Things (Remind Me of You), Nat King Cole. Esta balada melancólica compuesta entre tragos de café y vodca relata una infinidad de cosas que al cantante le recuerdan a su amor prohibido, como columpios, el sonido de un piano, un parque por la noche, el gemido de los vapores o el aroma ardiente de las hojas.
Anthropology, Elvin Jones. Animada canción de jazz instrumental.
St. Thomas, Sonny Rollings. Alegre pieza de jazz instrumental cuya melodía se basa en una canción folclórica de las Bahamas.
You don´t know what love is, Dinah Whashington. Balada jazz estándar que explora el dolor y la melancolía del amor perdido. La letra describe cómo el amor verdadero solo se comprende cuando se ha experimentado la pérdida y el dolor de la separación. Esta versión de la canción se considera una de las interpretaciones definitivas y un testimonio del increíble talento de Dinah Washington como vocalista de jazz.
I found a new baby,
Now´s the time, Charlie Parker Quartet
Mack the knife, Bobby Darin. En Smargasbord, en Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
Don´t think twice, it´s all right, Bob Dylan, en Dos chicos y una chica, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
Born to lose, Ray Charles, en Dos chicos y una chica, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
Oh, pretty woman, Roy Orbison en Dos chicos y una chica, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
Come softly to me, The Fleetwoods, en Dos chicos y una chica, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
I pagliacci, ópera. en Dos chicos y una chica, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
South pacific. Película musical, en Héroes del aire, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
I´ll take you home again, Kathleen, Victor Young, El mentiroso, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
Stars fell on Alabama. Ella Fitgerald. En Polvo, Aquí empieza nuestra historia, Tobías Wolff.
Let me call you sweetheart, Bing Crosby, en El periodo azul de Daumier Smith, 9 cuentos, Salinger
Plastic Jesus, Tia Blake. En El día de la mariposa, en Danza de las sombras, Alice Munro.
May the circle be unbroken, Spacemen 3. En La hora de la muerte, en Danza de las sombras, Alice Munro.
It is no secret, what God can do?, Elvis Presley. En La hora de la muerte, en Danza de las sombras, Alice Munro.
Danse macabre, Camille Saint-Saens. En Mejor el remedio, en Danza de las sombras, Alice Munro.
Ballerina, Nat King Cole. En Mejor el remedio, en Danza de las sombras, Alice Munro.
Slow boat to China, Jenie Luvv. En Mejor el remedio, en Danza de las sombras, Alice Munro.
NOTA: este ensayo no es más que el grueso del guion del segundo episodio de mi podcast, Verba Latentia, que puede escucharse en este enlace. He decidido ofrecerlo en forma escrita por si algunos de los escasos y apreciadísimos seguidores de estas humildes publicaciones prefieren leerlo antes que escucharlo.
Un servidor considera que el mejor modo de entender las cosas es a base de ejemplos, por lo que podría resultar oportuno acercarnos a la definición de microrrelato a través de la lectura de uno de los microrrelatos más famosos del mundo. Hablamos, como no podría ser de otro modo, de El dinosaurio, de Augusto Monterroso, que consta de las siguientes siete palabras:
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
¿Qué podríamos decir de semejante genialidad? Pues que es un texto literario, ya que su autor busca usar el lenguaje de forma artística, además de narrativo, puesto que tiene narrador, que está escrito en prosa, ya que no tiene versos, que es ficticio, ya que no habla de un suceso real y que es muy breve. De este modo, podríamos tener una primera definición general de microrrelato: aquellas obras literarias narrativas de ficción en prosa y de extensión muy breve. A esto podríamos añadirle una característica fundamental: la trama de los microrrelatos suele quedar, al menos en parte, sobreentendida a través de un lenguaje muy preciso a la vez que elíptico y connotado similar al de la poesía. Esto sería una consecuencia de su brevedad, dada la imperiosa necesidad de economizar al máximo las pocas palabras de que dispone el autor para contar su historia.
Esto es algo que se ve clarísimamente en el microrrelato de Augusto Monterroso. Al leerlo nos asalta una infinidad de preguntas sobre el protagonista y sobre el dinosaurio. En lo que a mí respecta, este cuento siempre se ha representado en mi mente como una persona que se encuentra escondida en un refugio esperando a que un dinosaurio que la acecha se marche. Esta persona se queda dormida y, al despertar, descubre que todavía no puede salir del refugio por lo que todos sabemos. Sin embargo, otras personas consideran que el protagonista vio primero al dinosaurio en sus sueños y después este apareció en la realidad. Incluso han llegado a interpretar este relato simbólicamente identificando al dinosaurio con la figura de un dictador (por cierto, levemente inspirado en el cuento de Augusto Monterroso estaría mi microrrelato Desesperación).
El microrrelato, como género literario se insertaría, por su extensión, al final de la serie narrativa formada por la saga, la novela, la novela corta, el relato extenso y el relato breve, aunque es importante comentar que no se reduce a un simple recorte de palabras con respecto al cuento o relato, sino que posee sus propia estructura y dinámicas internas, las cuales se caracterizan por una síntesis narrativa extrema, depuración elíptica de lo superfluo y la tensión entre lo dicho y lo sugerido, y entre la contención y la intensidad expresivas.
En este sentido, el mejor y más característico, el que más ampliamente representaría la esencia del género que yo haya podido crear sería el titulado ¿Estamos muertos?, que consta de tan solo tres palabras incluidas las dos del título, y que podrán encontrar insertado en mi cuento El microrrelato más breve del universo.
Con respecto al origen y desarrollo del microrrelato, se ha apuntado a que tuvo lugar en la confluencia de múltiples géneros breves, folclóricos y literarios, antiguos y modernos, especulativos y ficcionales, narrativos y líricos. Así, algunos autores, como Ramón Gómez de la Serna, habrían podido avanzar hacia el microrrelato durante las vanguardias del siglo XX gracias a la depuración del cuento y el deseo de traspasar barreras genéricas, mientras que otros, como Juan Ramón Jiménez, lo habrían hecho mediante la contención descriptiva y el aumento de la narratividad del poema.
Para no extendernos demasiado y no provocar un desajuste entre forma y contenido, vamos a terminar hablando brevemente sobre las causas del éxito del microrrelato desde los años ochenta hasta la actualidad. Dicho éxito sería consecuencia o reflejo de los sentimientos de inconsistencia, fugacidad e intrascendencia inherentes a lo que se ha llamado episteme moderna, ya que satisface la predilección por lo contingente y relativo, por el mestizaje de discursos y registros, y por la derogación de las diferencias entre la alta cultura y la cultura popular. Además de esto existirían razones de tipo sociológico, pues los lectores, inmersos en nuestra vertiginosa sociedad de consumo, se encontrarían predispuestos a la demanda de productos culturales breves, análogos a los que ofrecían los medios de comunicación a finales del siglo XX, como los cortos cinematográficos, el tráiler, el anuncio publicitario o los blogs, o los que se ofrecen en la actualidad, con el ejemplo paradigmático de los vídeos en redes sociales, cada vez más breves hasta dar lugar a las llamadas stories o reels, de apenas unos segundos de duración y que se consumen en grandes cantidades una detrás de otra.
Me complace comunicar a mis apreciadísimos y eximios lectores que acabo de subir al pandemónium editorial amazónico mi nuevo libro, intitulado NARRADORES DE LA JUNGLA: INDIGENISMO Y METALITERATURA EN EL HABLADOR, DE MARIO VARGAS LLOSA.
Los más sagaces ya se habrán percatado de que dicho encabezamiento suena muy similar al de mi TFG, lo cual es lógico, ya que NARRADORES DE LA JUNGLA no es otra cosa que mi TFG revisado, retocado, liberado de notas bibliográficas innecesarias y embellecido con una flamante portada.
Considero que NARRADORES DE LA JUNGLA podrá resultar de provecho y deleite para varios perfiles de personas, como por ejemplo:
En este sentido, la publicación más eficiente que yo he leído en mi vida teniendo en cuenta el valor que aporta con relación a su tamaño y al esfuerzo que cuesta leerlo es, sin ningún género de dudas, Imbatible, de Tony Robbins. Si pudiera viajar al pasado, como en la segunda parte de Regreso al futuro, y llevarle al tarambana de mi yo de aquellos tiempos un libro (y que no fuera el almanaque de los resultados deportivos, claro), le llevaría este, porque no solamente te da las claves para construir a largo plazo tu libertad financiera, sino que también dedica uno de sus capítulos finales a darte las claves de lo que podríamos llamar tu libertad emocional. Es decir, que este libro, en apenas doscientas páginas puede aportarnos el 80% de los máximos resultados que pudiéramos alcanzar en finanzas y el 80% de los máximos resultados que podríamos alcanzar en algo un poco impreciso que podríamos llamar estabilidad emocional, templanza, fortaleza, o algo por el estilo. No está nada, nada mal, creo yo.
Sin ánimo de destripar la obra (de hecho recomiendo encarecidamente que todo el mundo la lea de principio a fin) quiero compartir unas pocas ideas esenciales que ofrece Imbatible simplemente a modo de pequeñas dosis de información para despertar la curiosidad de los potenciales lectores. Me centraré solo en la parte económica pero de verdad considero que el capítulo final sobre la riqueza interior merecen muchísimo la pena.
Eso sí, quiero dejar claro que nada de lo que aparezca en este artículo constituye ningún consejo de inversión por mi parte y que cada persona debe tomar sus decisiones financieras informándose ampliamente al respecto y, preferiblemente, con asesoramiento experto. Ahora sí, vamos con esta recopilación de ideas:
Se le acabaron las ideas y decidió probar con las drogas. En un callejón, un tipo extraño con la piel verdosa le vendió un bote de pastillas. Decía que hacían volar la mente. Eso era justo lo que necesitaba.
Ya en casa, tomó tres píldoras de golpe y se sentó frente al ordenador. Antes de escribir una sola línea, empezó a marearse y perdió el conocimiento.
Despertó en la cama y vio que en el procesador de textos había un relato escrito. Era buenísimo y trataba sobre un tipo que se encontraba un maletín lleno de dinero.
Al día siguiente, regresando del trabajo, se encontró un maletín lleno de dinero.
Repitió el procedimiento casi todas las noches, y no solo dio a luz docenas de narraciones impresionantes que le granjearon un gran prestigio como escritor, sino que todo lo que salía de sus dedos se hacía realidad. Y, así, se acostó con modelos, rejuveneció diez años, conoció secretos históricos, evitó graves accidentes…
Pero un día despertó y vio su propio cuerpo ensangrentado yaciendo sobre la cama. Aturdido e impactado, se acercó al escritorio y pudo ver que la pantalla del ordenador mostraba un fascinante relato sobre homicidios y fantasmas.
Esta historia forma parte de mi libro PULSACIONES, 99 MICRORRELATOS DE INFARTO. Puedes comprarlo en este enlace.
NOTA 1: puedes apoyarme comprando Rimas y leyendas de Bécquer en este enlace.
NOTA 2: este comentario de texto puede ser de ayuda a estudiantes del Grado en Lengua y Literatura Españolas de la UNED, en concreto si cursan la asignatura Literatura Española de los siglos XVIII y XIX.
Este poema pertenece al libro Rimas, publicado por los amigos de Gustavo Adolfo Bécquer en 1871, poco después de la muerte del poeta. El número romano del título hace referencia a la posición que ocupa en dicho libro. La obra poética becqueriana ha sido clasificada en cuatro apartados temáticos:
La rima que nos disponemos a
analizar pertenece a este último grupo.
Estamos ante una composición de enfoque lírico y trasfondo
filosófico en la que el autor aprovecha la descripción de sus sentimientos para
lanzar una profunda reflexión sobre la vida. Podemos ver cómo Bécquer se sirve
de las cuatro primeras estrofas para ir relatando la sensación de monotonía y
vacío que experimenta, recurriendo a un gran número de metáforas y
personificaciones, las cuales le permiten utilizar la tercera persona, logrando
que su discurso parezca estar expresado en términos generales. Al llegar a la
quinta estrofa, el poeta realiza una especie de síntesis de los versos
anteriores, pero de un modo más claro y directo, con un lenguaje más denotativo.
Finalmente, nada más comenzar la última estrofa, vemos aparecer por primera y
única vez al yo poético, lo que nos indica que todo lo expresado en los versos
anteriores no son reflexiones generales sobre la vida, sino que responden a la
propia experiencia de Bécquer. En los dos últimos versos, se abandona de nuevo
la primera persona para, ahora sí, entregarnos una cruda conclusión de carácter
universal: el dolor es amargo, pero «padecer es vivir», lo cual resulta
preferible a encontrarse muerto en vida «sin goce ni dolor».
El poema se compone de seis estrofas de cuatro versos que se
acercan al esquema del cuarteto lira, una estructura recurrente en la poesía de
nuestro autor. Los versos impares son endecasílabos mientras que los pares
tienen cinco sílabas en la primera estrofa y siete en las restantes. Dentro de
cada estrofa, los impares quedan sin rima y los pares riman en consonante en
las estrofas 2, 3, 4 y 6 y en asonante en la 1 y 5. Para que cuadre el cómputo
silábico es necesario asumir una dialefa al final del primer verso, entre las
palabras como y hoy, así como sendas diéresis en las dos ocasiones en que aparece
la palabra cae, en los versos 15 y 16
(en realidad en el 15 no sería necesario pues si no se hace diéresis se queda
en palabra monosilábica y el cómputo resultaría de 10 + 1). Este poema posee un
número de versos relativamente alto con relación al conjunto de las Rimas, a pesar de lo cual no deja de ser
una composición breve y condensada que se aleja del estilo narrativo, extenso y
grandilocuente de los poetas románticos, características que han permitido a
Bécquer proyectarse hacia el futuro y convertirse en una referencia de primer
orden para autores posteriores.
Como es lógico tratándose de un poema lírico, la función
referencial del lenguaje no se muestra muy relevante (aunque puede apreciarse
por ejemplo en el verso 17) dejando el protagonismo a la función expresiva (que
se manifiesta en las exclamaciones de las estrofas 1 y 6 o en la descripción de
sentimientos del verso 20) y, sobre todo, a la función poética, algo que
podemos notar por los numerosos recursos empleados, como la epanadiplosis combinada
con quiasmo del primer verso, el paralelismo del tercero, la anáfora en los
versos 2 y 4, el encabalgamiento abrupto combinado con personificación y
comparación entre los versos 5 y 6, otras personificaciones, como las aplicadas
a la inteligencia (v. 7), alma (v. 9), ola (v. 11), voz (v. 13), la aliteración
en s de los versos 17 y 18 (que
podría relacionarse con el sonido de algo que se desliza), los hipérbatos de
los versos 18 y 23 o las reticencias del 4 y del 22. A pesar de esta profusión
de figuras retóricas, podemos advertir que la adjetivación se muestra escasa,
encontrándose apenas dos calificativos por estrofa, habiendo prescindido el
autor de ellos por completo en las estrofas 3 y 5. Llama la atención que tan
solo uno podría considerarse epíteto, amargo,
que se refiere al dolor, siendo el resto especificativos. Todas estas
características responden a la voluntad de estilo bequeriana que, como ya hemos
mencionado, se aleja en este sentido de los patrones románticos, generando composiciones
breves y sencillas de sabor popular sin renunciar por ello a la expresividad
estética ni a la profundidad temática.
La escasez de adjetivos y adverbios deja lugar para un mayor
número de sustantivos y verbos. A pesar de encontrarnos numerosos ejemplos de
estos últimos, no se puede decir que el poema genere sensación de dinamismo,
pues la mayor parte de los verbos describen estados o procesos (dormir,
ambicionar, ignorar, acordarse, padecer, vivir…) o, en el caso de indicar acción
o movimiento, transmiten sensación de lentitud y monotonía, ya por su propio
semantismo (deslizarse, suspirar…) ya por el contexto (andar, pero bajo un
cielo gris y ante un horizonte eterno; buscar, pero sin fe; moverse, pero a
compás; caer y caer, pero de forma monótona…). Los sustantivos empleados
contribuyen a reforzar esa sensación de inmovilidad, evidenciando la parte
romántica de la poética de Bécquer al tratar motivos como el cielo, el
horizonte, el sufrimiento por amor, el transcurrir del tiempo, la melancolía o
la futilidad y el sinsentido de la vida.
ALBORG, J. (1989). Historia de la literatura española. El
Romanticismo. Tomo IV. Madrid: Gredos.
BÉCQUER, G., TORRES, G. (1998). Rimas y leyendas escogidas. Madrid:
Carisma Libros.
DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, J. (2010). Análisis métrico y comentario estilístico de textos literarios. Madrid: UNED.
MENÉNDEZ PELÁEZ, J. (2005). Historia de la literatura española. Volumen
III. León: Everest.
SUÁREZ, A., MILLÁN, C. (2011). Introducción a la literatura española. Guía
para el comentario de texto. Madrid: UNED.
Ángel arrastraba la mirada por las calles solitarias de la ciudad mientras su madre conducía hacia la residencia de ancianos bajo una lánguida llovizna. Allí les esperaba el abuelo, o, más bien, lo que quedaba de él. No habían ido a verlo desde hacía semanas.
—Ya no sabe ni quién es, ¿para qué tengo que ir yo? —preguntó el joven.
—Oh, no empieces, por favor —le respondió su madre.
Aparcaron el coche y accedieron al edificio. Todo estaba más tranquilo de lo habitual. Los sombríos pasillos transmitían una calma densa, letárgica. Una enfermera les dijo que esperasen un momento, que enseguida traerían al abuelo.
—No vamos a poder salir —dijo la madre mirando hacia las nubes a través de una cristalera.
Ángel, aburrido, resignado, podía sentir los segundos desplazándose lentos como una inmensa masa pegajosa a través del tejido de la eternidad.
—¡Aquí está el abuelo! —anunció la voz de la enfermera a sus espaldas.
Se volvieron y pudieron ver al anciano sentado, o, más bien, demolido sobre la silla de ruedas. Su rostro se encontraba apagado, inmóvil, y su mirada, perdida, vacía. Buscó los ojos de su hija. Los observó apenas un segundo y, después, agachó la cabeza.
Se dirigieron a la sala de estar, la madre empujando la silla del abuelo, el hijo, arrastrando los pies, sobrellevando el hastío. No había nadie allí. La televisión sonaba como un murmullo mortecino.
«Ya casi no queda tiempo, corran, corran antes de que sea tarde», advertía una especie de anuncio.
Ángel se dejó caer en un sofá y sintió cómo su cuerpo se hundía aplastando el relleno de espuma. ¿Por qué no había nadie allí? ¿Es que ellos eran los únicos que se preocupaban por sus mayores? ¿Dónde estaban los demás viejos?
El joven cerró los ojos un momento y sintió ganas de no volver a abrirlos. La luz era cada vez más macilenta y mostraba las figuras de sus familiares cubiertas de sombras. Ángel volvió a cerrar los ojos, pero esta vez se dejó arrastrar por la desgana hasta el punto de quedarse dormido.
Cuando despertó, se encontraba sumido en una penumbra espesa, apenas contenida por la luz del televisor, que seguía emitiendo aquella extraña publicidad. Su madre y su abuelo no estaban allí. Con una fuerte inquietud oprimiendo su pecho, se levantó y caminó hacia recepción.
—¿Quién… quién eres? —preguntó una enfermera con el rostro lleno de arrugas.
—Me he quedado dormido en la salita, creo que mi madre ha ido con mi abuelo a la habitación.
—Entiendo… Si quieres, puedes bajar.
—¿Bajar? Las habitaciones están arriba.
—Oh, hace mucho que no vienes, ¿verdad, angelito?
—¿Cómo sabe mi nombre?
—¿Qué...?
Ángel, aturdido, se alejó de aquella siniestra mujer y comenzó a bajar por las escaleras que le había indicado. Todo estaba muy oscuro y le llegaba un rumor entretejido de pasos, de roces y de lamentos. También le llegaba un olor rancio, orgánico, con notas sulfurosas.
Caminó por un pasillo. Afuera llovía como si una inmensa tristeza se estuviera derramando sobre la Tierra. Los truenos estallaban de vez en cuando, haciendo vibrar la estructura del edificio.
El joven, palpando las paredes, llegó hasta una sala similar a la del piso superior, con su televisor emitiendo aquella maldita publicidad. La diferencia era que aquel lugar se encontraba lleno de gente.
«Ya es demasiado tarde, ya no sirve arrepentirse», decía ahora la voz mientras todas aquellas personas miraban hacia la pantalla.
Ángel columbró a su madre y a su abuelo y corrió hacia ellos, abriéndose paso entre aquellos hombres y mujeres, los cuales, se dio cuenta mientras los apartaba, eran todos ancianos.
—¡Mamá! ¿Pero qué es todo esto? —preguntó Ángel.
Su madre, sentada, o, más bien, demolida sobre una silla de ruedas, buscó sus ojos con una mirada perdida y vacía, los observó apenas un segundo y, después, agachó la cabeza.
Entonces, alguien cerró la puerta de aquella sala.
Somos
papilla de huesos,
fertilizante generacional
y niños de ala de mariposa.
Somos
harina de calavera,
café de plasma sanguíneo
y fragancia de asesinato.
Somos
casquería emperifollada,
vasos de agua podrida
y ungüentos cartilaginosos.
Somos
polvo de lobotomía,
enjuague de atrabilis
y lepra recalcitrante.
Somos
el universo en medio
de una tortilla de mierda.
Somos
la vida tratando de
comerle el coño a la muerte.
NOTA: Este texto pertenece a mi poemario Lo peor. Puedes comprarlo aquí en e-book y aquí en papel para apoyar mi trabajo.
Me he pasado el juego de los videopoemas con mi última publicación, por mucho que Don YouTube no esté de acuerdo y me ande otorgando una cantidad miserable de visitas (claramente es Él quien está equivocado). Juzguen ustedes mismos:
CÓMO ESCRIBIR UN POEMA (MICROTUTORIAL DEFINITIVO)
- Lee muchísimos libros generales de autores importantes para que tu cerebro se acostumbre al lenguaje empleado de forma correcta y bella y para adquirir un léxico amplio y preciso. Prioriza las obras escritas en tu lengua materna (asumo que es en la que vas a escribir tus versos).
- Lee muchísimos poemarios y fíjate bien en aquellas composiciones que te gusten, reflexionando intensamente sobre el porqué.
- Lee sobre recursos estilísticos, métrica, comentario de texto y teoría literaria en general. Lo mínimo sería repasar el libro de Lengua y Literatura de la ESO, pero no le pongas límites a tu ambición, cuanto más, y más complejo, mejor.
- Vive una vida intensa y apasionada, viaja, lucha, sueña, ten todos los amigos y amantes que puedas, busca experiencias diferentes, arriesga y exprime los segundos de tu existencia hasta los límites de lo razonable.
- Abre un documento en blanco de Word.
- Derrama lo mejor, lo más memorable, lo más dramático y lo más épico que haya surgido al poner en marcha el punto 4 y emplea para ello las herramientas que has desarrollado en los puntos 1, 2 y 3.
PASO 2. Graba el poema recitándolo ante un micrófono decente de al menos 100 euros (si la calidad del audio es mala, es mejor que no pierdas tiempo) empleando el maravilloso programa gratuito Audacity. Si no sabes utilizar Audacity, busca un tutorial sobre ello antes de ir al siguiente paso.
PASO 3. Explora con detenimiento la biblioteca de audio de YouTube en busca de una melodía que acompañe a tus versos y descárgala. No escatimes en tiempo dedicado a este paso, puede marcar la diferencia. Recomiendo filtrar por estado de ánimo triste, ahí están las mejores.
PASO 4. Busca y descarga vídeos gratuitos de Pexels y Pixabay que tengan que ver con el tema de tu poesía.
PASO 5. Mezcla en Adobe Premiere la grabación de audio, la música y los vídeos de forma que queden bien. Si no sabes hacer esto, busca varios tutoriales de Premiere hasta que seas una máquina de la edición, o, al menos, hasta saber lo esencial (importar medios, hacer transiciones predeterminadas, poner títulos, exportar a MP4).
PASO 6. Sube tu videopoema a YouTube y continua soñando con el éxito, la fama y, si eres hombre heterosexual, con las mujeres que se acercan a ti sin necesidad de ningún esfuerzo por tu parte.
Enrollarse demasiado hablando sobre los Beatles puede resultar superfluo y cansino, pues todo el mundo sabe de sobra que fueron los putísimos amos, en esencia por haber compuesto una cantidad demencial de canciones impresionantemente buenas, convirtiéndose en la banda más influyente de la historia, mostrando una increíble evolución artística y, por si fuera poco, haciéndolo todo en menos de una década.
Por eso, por ser tan importantes y famosos, resulta ya muy difícil escribir algo original o interesante o diferente sobre ellos, pero como yo los quiero tanto y nunca les he dedicado ningún artículo (aunque sí un vídeo) hoy me encuentro aquí tratando de reconciliar esas dos pulsiones.
Así pues, he decidido crear esta lista con las 10 mejores canciones de los Beatles pero que no sean las 10 típicas que aparecerían en cualquier lista, como por ejemplo Yesterday, In my life, Something, Hey Jude, Help, Here comes the sun, Let it be, Across the Universe, While my guitar gently weeps o Strawberry fields forever (esta sería una lista de la que el 90% de los fans seleccionaría el 80% de los temas, no tengo ni pruebas ni dudas).
Vamos allá con mi lista personalísima, subjetivísima, parcialísima y peculiarísima de las 10 mejores canciones de The Beatles (eliminando las que son las mejores para casi todo Cristo). Debo decir que me he forzado un poco seleccionando menos canciones de McCartney de las que me habría gustado y más canciones de los cinco primeros discos de lo que habría preferido, todo ello en pos de la variedad.
MISERY, 1963 (PLEASE, PLEASE ME)
I´LL FOLLOW THE SUN, 1964 (BEATLES FOR SALE)
I´VE JUST SEEN A FACE, 1965 (HELP!)
THINK FOR YOURSELF, 1965 (RUBBER SOUL)
WHITH A LITLE HELP FROM MY FRIENDS, 1967 (SGT. PEPPER´S LONELY HEARTS CLUB BAND)
MARTHA MY DEAR, 1968 (WHITE ALBUM)
Cierro este artículo animándoos a echarle un ojo al pequeño documental que se hizo sobre la historia de este maravilloso regalo que nos ha llegado desde aquellos felices días en que nuestro querido John se encontraba todavía entre nosotros y parecía tener una larga vida por delante.