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NOTA 2: este comentario de texto puede ser de ayuda a estudiantes del Grado en Lengua y Literatura Españolas de la UNED, en concreto si cursan la asignatura Literatura Española de los siglos XVIII y XIX.
Este poema pertenece al libro Rimas, publicado por los amigos de Gustavo Adolfo Bécquer en 1871, poco después de la muerte del poeta. El número romano del título hace referencia a la posición que ocupa en dicho libro. La obra poética becqueriana ha sido clasificada en cuatro apartados temáticos:
- Reflexión sobre el arte poético.
- El ideal de mujer.
- El desengaño amoroso.
- La sensación de pesimismo, vacío y sufrimiento existencial.
La rima que nos disponemos a
analizar pertenece a este último grupo.
Estamos ante una composición de enfoque lírico y trasfondo
filosófico en la que el autor aprovecha la descripción de sus sentimientos para
lanzar una profunda reflexión sobre la vida. Podemos ver cómo Bécquer se sirve
de las cuatro primeras estrofas para ir relatando la sensación de monotonía y
vacío que experimenta, recurriendo a un gran número de metáforas y
personificaciones, las cuales le permiten utilizar la tercera persona, logrando
que su discurso parezca estar expresado en términos generales. Al llegar a la
quinta estrofa, el poeta realiza una especie de síntesis de los versos
anteriores, pero de un modo más claro y directo, con un lenguaje más denotativo.
Finalmente, nada más comenzar la última estrofa, vemos aparecer por primera y
única vez al yo poético, lo que nos indica que todo lo expresado en los versos
anteriores no son reflexiones generales sobre la vida, sino que responden a la
propia experiencia de Bécquer. En los dos últimos versos, se abandona de nuevo
la primera persona para, ahora sí, entregarnos una cruda conclusión de carácter
universal: el dolor es amargo, pero «padecer es vivir», lo cual resulta
preferible a encontrarse muerto en vida «sin goce ni dolor».
El poema se compone de seis estrofas de cuatro versos que se
acercan al esquema del cuarteto lira, una estructura recurrente en la poesía de
nuestro autor. Los versos impares son endecasílabos mientras que los pares
tienen cinco sílabas en la primera estrofa y siete en las restantes. Dentro de
cada estrofa, los impares quedan sin rima y los pares riman en consonante en
las estrofas 2, 3, 4 y 6 y en asonante en la 1 y 5. Para que cuadre el cómputo
silábico es necesario asumir una dialefa al final del primer verso, entre las
palabras como y hoy, así como sendas diéresis en las dos ocasiones en que aparece
la palabra cae, en los versos 15 y 16
(en realidad en el 15 no sería necesario pues si no se hace diéresis se queda
en palabra monosilábica y el cómputo resultaría de 10 + 1). Este poema posee un
número de versos relativamente alto con relación al conjunto de las Rimas, a pesar de lo cual no deja de ser
una composición breve y condensada que se aleja del estilo narrativo, extenso y
grandilocuente de los poetas románticos, características que han permitido a
Bécquer proyectarse hacia el futuro y convertirse en una referencia de primer
orden para autores posteriores.
Como es lógico tratándose de un poema lírico, la función
referencial del lenguaje no se muestra muy relevante (aunque puede apreciarse
por ejemplo en el verso 17) dejando el protagonismo a la función expresiva (que
se manifiesta en las exclamaciones de las estrofas 1 y 6 o en la descripción de
sentimientos del verso 20) y, sobre todo, a la función poética, algo que
podemos notar por los numerosos recursos empleados, como la epanadiplosis combinada
con quiasmo del primer verso, el paralelismo del tercero, la anáfora en los
versos 2 y 4, el encabalgamiento abrupto combinado con personificación y
comparación entre los versos 5 y 6, otras personificaciones, como las aplicadas
a la inteligencia (v. 7), alma (v. 9), ola (v. 11), voz (v. 13), la aliteración
en s de los versos 17 y 18 (que
podría relacionarse con el sonido de algo que se desliza), los hipérbatos de
los versos 18 y 23 o las reticencias del 4 y del 22. A pesar de esta profusión
de figuras retóricas, podemos advertir que la adjetivación se muestra escasa,
encontrándose apenas dos calificativos por estrofa, habiendo prescindido el
autor de ellos por completo en las estrofas 3 y 5. Llama la atención que tan
solo uno podría considerarse epíteto, amargo,
que se refiere al dolor, siendo el resto especificativos. Todas estas
características responden a la voluntad de estilo bequeriana que, como ya hemos
mencionado, se aleja en este sentido de los patrones románticos, generando composiciones
breves y sencillas de sabor popular sin renunciar por ello a la expresividad
estética ni a la profundidad temática.
La escasez de adjetivos y adverbios deja lugar para un mayor
número de sustantivos y verbos. A pesar de encontrarnos numerosos ejemplos de
estos últimos, no se puede decir que el poema genere sensación de dinamismo,
pues la mayor parte de los verbos describen estados o procesos (dormir,
ambicionar, ignorar, acordarse, padecer, vivir…) o, en el caso de indicar acción
o movimiento, transmiten sensación de lentitud y monotonía, ya por su propio
semantismo (deslizarse, suspirar…) ya por el contexto (andar, pero bajo un
cielo gris y ante un horizonte eterno; buscar, pero sin fe; moverse, pero a
compás; caer y caer, pero de forma monótona…). Los sustantivos empleados
contribuyen a reforzar esa sensación de inmovilidad, evidenciando la parte
romántica de la poética de Bécquer al tratar motivos como el cielo, el
horizonte, el sufrimiento por amor, el transcurrir del tiempo, la melancolía o
la futilidad y el sinsentido de la vida.
ALBORG, J. (1989). Historia de la literatura española. El
Romanticismo. Tomo IV. Madrid: Gredos.
BÉCQUER, G., TORRES, G. (1998). Rimas y leyendas escogidas. Madrid:
Carisma Libros.
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MENÉNDEZ PELÁEZ, J. (2005). Historia de la literatura española. Volumen
III. León: Everest.
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