19/9/24

Rima LVI, Gustavo Adolfo Bécquer. Comentario de texto universitario

NOTA 1: puedes apoyarme comprando Rimas y leyendas de Bécquer en este enlace.

NOTA 2: este comentario de texto puede ser de ayuda a estudiantes del Grado en Lengua y Literatura Españolas de la UNED, en concreto si cursan la asignatura Literatura Española de los siglos XVIII y XIX.

Este poema pertenece al libro Rimas, publicado por los amigos de Gustavo Adolfo Bécquer en 1871, poco después de la muerte del poeta. El número romano del título hace referencia a la posición que ocupa en dicho libro. La obra poética becqueriana ha sido clasificada en cuatro apartados temáticos: 

  1. Reflexión sobre el arte poético. 
  2. El ideal de mujer. 
  3. El desengaño amoroso. 
  4. La sensación de pesimismo, vacío y sufrimiento existencial. 

La rima que nos disponemos a analizar pertenece a este último grupo.

Estamos ante una composición de enfoque lírico y trasfondo filosófico en la que el autor aprovecha la descripción de sus sentimientos para lanzar una profunda reflexión sobre la vida. Podemos ver cómo Bécquer se sirve de las cuatro primeras estrofas para ir relatando la sensación de monotonía y vacío que experimenta, recurriendo a un gran número de metáforas y personificaciones, las cuales le permiten utilizar la tercera persona, logrando que su discurso parezca estar expresado en términos generales. Al llegar a la quinta estrofa, el poeta realiza una especie de síntesis de los versos anteriores, pero de un modo más claro y directo, con un lenguaje más denotativo. Finalmente, nada más comenzar la última estrofa, vemos aparecer por primera y única vez al yo poético, lo que nos indica que todo lo expresado en los versos anteriores no son reflexiones generales sobre la vida, sino que responden a la propia experiencia de Bécquer. En los dos últimos versos, se abandona de nuevo la primera persona para, ahora sí, entregarnos una cruda conclusión de carácter universal: el dolor es amargo, pero «padecer es vivir», lo cual resulta preferible a encontrarse muerto en vida «sin goce ni dolor».

El poema se compone de seis estrofas de cuatro versos que se acercan al esquema del cuarteto lira, una estructura recurrente en la poesía de nuestro autor. Los versos impares son endecasílabos mientras que los pares tienen cinco sílabas en la primera estrofa y siete en las restantes. Dentro de cada estrofa, los impares quedan sin rima y los pares riman en consonante en las estrofas 2, 3, 4 y 6 y en asonante en la 1 y 5. Para que cuadre el cómputo silábico es necesario asumir una dialefa al final del primer verso, entre las palabras como y hoy, así como sendas diéresis en las dos ocasiones en que aparece la palabra cae, en los versos 15 y 16 (en realidad en el 15 no sería necesario pues si no se hace diéresis se queda en palabra monosilábica y el cómputo resultaría de 10 + 1). Este poema posee un número de versos relativamente alto con relación al conjunto de las Rimas, a pesar de lo cual no deja de ser una composición breve y condensada que se aleja del estilo narrativo, extenso y grandilocuente de los poetas románticos, características que han permitido a Bécquer proyectarse hacia el futuro y convertirse en una referencia de primer orden para autores posteriores.

Como es lógico tratándose de un poema lírico, la función referencial del lenguaje no se muestra muy relevante (aunque puede apreciarse por ejemplo en el verso 17) dejando el protagonismo a la función expresiva (que se manifiesta en las exclamaciones de las estrofas 1 y 6 o en la descripción de sentimientos del verso 20) y, sobre todo, a la función poética, algo que podemos notar por los numerosos recursos empleados, como la epanadiplosis combinada con quiasmo del primer verso, el paralelismo del tercero, la anáfora en los versos 2 y 4, el encabalgamiento abrupto combinado con personificación y comparación entre los versos 5 y 6, otras personificaciones, como las aplicadas a la inteligencia (v. 7), alma (v. 9), ola (v. 11), voz (v. 13), la aliteración en s de los versos 17 y 18 (que podría relacionarse con el sonido de algo que se desliza), los hipérbatos de los versos 18 y 23 o las reticencias del 4 y del 22. A pesar de esta profusión de figuras retóricas, podemos advertir que la adjetivación se muestra escasa, encontrándose apenas dos calificativos por estrofa, habiendo prescindido el autor de ellos por completo en las estrofas 3 y 5. Llama la atención que tan solo uno podría considerarse epíteto, amargo, que se refiere al dolor, siendo el resto especificativos. Todas estas características responden a la voluntad de estilo bequeriana que, como ya hemos mencionado, se aleja en este sentido de los patrones románticos, generando composiciones breves y sencillas de sabor popular sin renunciar por ello a la expresividad estética ni a la profundidad temática.

La escasez de adjetivos y adverbios deja lugar para un mayor número de sustantivos y verbos. A pesar de encontrarnos numerosos ejemplos de estos últimos, no se puede decir que el poema genere sensación de dinamismo, pues la mayor parte de los verbos describen estados o procesos (dormir, ambicionar, ignorar, acordarse, padecer, vivir…) o, en el caso de indicar acción o movimiento, transmiten sensación de lentitud y monotonía, ya por su propio semantismo (deslizarse, suspirar…) ya por el contexto (andar, pero bajo un cielo gris y ante un horizonte eterno; buscar, pero sin fe; moverse, pero a compás; caer y caer, pero de forma monótona…). Los sustantivos empleados contribuyen a reforzar esa sensación de inmovilidad, evidenciando la parte romántica de la poética de Bécquer al tratar motivos como el cielo, el horizonte, el sufrimiento por amor, el transcurrir del tiempo, la melancolía o la futilidad y el sinsentido de la vida.

En definitiva, a través de estos versos podemos ver a un Bécquer cansado, pesimista y nostálgico, un poeta diferente al de otras composiciones, en las que se muestra apasionado y lleno de vida, ansioso por alcanzar la forma perfecta con la que canalizar el flujo poético del cosmos o por fundirse con la mujer ideal a la que se dirige en sus rimas más amorosas. En este poema, por el contrario, su corazón se ha convertido en una «estúpida máquina» que no sirve para amar, tan solo para continuar manteniendo su insustancial existencia, al tiempo que la «torpe inteligencia» de su cerebro ya no lucha por descubrir el mejor modo de materializar la poesía, sino que yace dormida, tan improductiva e inútil como su mecánico corazón.


BIBLIOGRAFÍA

ALBORG, J. (1989). Historia de la literatura española. El Romanticismo. Tomo IV. Madrid: Gredos.

BÉCQUER, G., TORRES, G. (1998). Rimas y leyendas escogidas. Madrid: Carisma Libros.

DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, J. (2010). Análisis métrico y comentario estilístico de textos literarios. Madrid: UNED.

MENÉNDEZ PELÁEZ, J. (2005). Historia de la literatura española. Volumen III. León: Everest.

SUÁREZ, A., MILLÁN, C. (2011). Introducción a la literatura española. Guía para el comentario de texto. Madrid: UNED.

No hay comentarios:

Publicar un comentario