19/1/21

Territorio hostil - Pólvora en salvas II

Últimamente las obligaciones académicas me han empujado fuera de mi zona de confort, la cual se encuentra densamente poblada por novelas hispanoamericanas del boom, por los clásicos españoles de entre finales del siglo XV y mediados del XX y, en menor medida, por clásicos grecolatinos, cuentos de Gonzalo Calcedo y algún que otro ensayo sobre economía, historia o crítica literaria. Abandonar la comodidad de estos territorios ha implicado para mí tener que leer a varios autores que nunca me habían llamado la atención, como Javier Cercas, Almudena Grandes o Lucía Etxebarria. No tengo intención de analizar aquí las obras de estos novelistas, tan solo quiero hacer referencia a un aspecto que me ha llamado mucho la atención y que es la frecuencia con que tan consagrados autores cometen impropiedades léxicas gravísimas, lo cual tampoco deja en muy buen lugar a los revisores de las editoriales que permiten que semejantes atropellos lleguen a imprenta incluso en terceras ediciones.   

Así, cuando un obrero le dice a la protagonista de Amor, curiosidad, prozac y dudas, que es normal que su novio la haya dejado (la típica situación entre usuarios del transporte público), la joven piensa: «El obrero sonríe, complacido ante el golpe bajo que sabe que acababa de *atestarme». El verbo que la autora buscaba era, evidentemente, asestar, no atestar. Puede que sea una errata y no una impropiedad léxica, ya que ambos vocablos se diferencian tan solo en una consonante, pero si tenemos en cuenta que la joven protagonista es filóloga y que no duda en tachar de burra a una mujer que se equivoca poniendo acentos, igual Etxebarria podría haberse esmerado un poco más a la hora de elaborar el discurso de su personaje, máxime cuando ignora que la construcción deber de + infinitivo solo puede implicar suposición y nunca obligación: «la empresa no podía pagarte más porque el dinero que debía *de pagarte por tu trabajo…».

Por su parte, Almudena Grandes, en la sobrevaloradísima Las edades de Lulú escribe no sé qué de un papá que después de meterle a no sé quién un chino por el culo le va a atacar con la polla (todo el libro rebosa elegancia y lirismo) con el objetivo de «resarcirse siquiera mínimamente de los irreparables daños que has *infringido a su pradera». En fin, aquí el verbo que buscaba la autora era infligir, no infringir. Que sí, que un fallo lo puede tener cualquiera, pero es que años después de que esta impropiedad léxica saliese de imprenta, pude ver a la autora en una entrevista para televisión, muy altiva y campanuda amonestando al gremio periodístico por cometer frecuentemente el error de escribir incierto con el significado de ‘falso’. Efectivamente, incierto no significa ‘falso’, sino ‘dudoso’, del mismo modo que infringir no significa ‘causar daño’ sino ‘quebrantar leyes’, así que a ver si antes de ir dando lecciones nos aplicamos un poco el cuento

Por último, quería hablar de Javier Cercas. A raíz de tener que hacer un trabajo sobre Soldados de Salamina, (en mi opinión también bastante sobrevalorada aunque de una calidad muy superior a las otras dos novelas que he mencionado), anduve estudiando algunos de sus ensayos sobre literatura y me encontré con esto: «en los siglos XVII y XVIII, a España la novela se le escapa *literalmente de las manos». No, hombre, no. ¿Cómo va a suceder eso? Para que semejante evento tuviese lugar de forma literal, España tendría que tener manos y, además, la idea de novela habría de materializarse y huir entre las manos físicas de España durante los siglos XVII y XVIII. A España, en todo caso, se le escaparía la novela de las manos en sentido metafórico y metonímico. Es decir, que los escritores españoles, según Javier Cercas, no supieron escribir grandes novelas después del Quijote. Eso fue lo que, en todo caso, sucedió de forma literal. Si le añades a tu afirmación el adverbio literalmente entonces significa que lo que has dicho no admite una lectura figurada, sino que hay que entenderla tal cual la has expresado.

En definitiva, debo reconocer que entiendo la horrible fama que arrastra eso de abandonar la zona de confort. Al fin y al cabo, cuando uno traspasa sus límites, no dejan de *atestarle golpes e *infringirle daños, *literalmente. 



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