del que os hablé.
Lo veo desde mi ventana mientras
se dirige a la parada del autobús,
con su enorme mochila Adidas y
su lata de Coca-Cola.
Nada en su cara es lo que cabría esperar.
Nada se encuentra exactamente en su sitio.
Es un niño grande y
parece bastante fuerte.
Camina erguido, orgulloso,
mirando a la gente
con arrogancia.
No quiere nuestra compasión.
Él sabe mejor que nadie
lo inhumana que puede llegar
a ser la vida.
Él se ríe de nosotros.
Se mea sobre nuestros
problemas de mierda.
Lleva diez o doce años en este mundo.
Diez o doce años siendo un monstruo.
Lo único que quiere de ti es
que cojas tu compasión
y te la metas por el culo.
Él ya sabe que nunca gustará
a ninguna niña.
Que apenas se
atreverán a mirarlo a la cara.
Ya lo tiene asumido.
Pero igualmente sabe
que no volverá a permitir
que se burlen de él.
Me lo imagino en el
despacho del director,
una vez más,
con la ropa manchada
de polvo y de sangre,
los nudillos amoratados
y una sonrisa victoriosa
en su boca desordenada.
Así es exactamente
como intuyo, o como creo,
o como espero que sean
las cosas cada vez que
lo veo desde mi ventana
caminando erguido
y orgulloso hacia la
parada del autobús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario