22/11/25

Análisis literario de una de las Cartas Marruecas de José Cadalso

Nota previa: ofrecemos aquí un comentario de texto de nivel universitario de la «Carta XXIII», contenida en la obra Cartas marruecas, de José Cadalso. Dicha carta puede leerse en este enlace: CARTA XXXIII

El texto que nos disponemos a analizar pertenece a Cartas marruecas, la obra más importante de José Cadalso, escrita entre 1768 y 1774, precisamente el periodo de mayor actividad literaria del autor. Cadalso intentó publicarlas en 1774 pero, por una serie de trámites e impedimentos relacionados con la censura y con su actividad militar, el proyecto se fue postergando de tal modo que, a la muerte del escritor en 1782, la obra todavía no había podido llegar a la imprenta. Sin embargo, esto no impidió que las Cartas marruecas fuesen conocidas en el ambiente literario, pues circularon copiadas antes y después de la muerte de Cadalso. Posteriormente, en 1789, El Correo publicó por entregas la mayor parte de las cartas y, ya en 1793, el conjunto completo vio por fin la luz en forma de libro. 

Cartas marruecas se encuadra en la práctica ilustrada de utilizar la escritura como vehículo de transmisión de ideas y de crítica social, un tipo de literatura concebida con el deseo de servir al bien común. Sus principales influencias fueron las Lettres persanes (1721) de Montesquieu y The Citizen of the World (1762) de Oliver Goldsmith, en ambos casos principalmente por la forma epistolar y el tratamiento de algunos temas. La obra tuvo una dispar acogida entre sus contemporáneos, siendo apreciada por algunos, como Meléndez Valdés y denostada por otros, como Alcalá Galiano. En 1808 ya estaban traducidas al francés y durante décadas se utilizaron para la enseñanza del español en el extranjero. A finales del XIX, Menéndez Pelayo las tachó de pálida imitación de las Lettres persanes, pero desde la Generación del 98 se fue desarrollando un importante interés por Cadalso y su obra que no dejó de acrecentarse a lo largo del siglo XX. 

El texto que vamos a tratar corresponde a la carta XXXIII, que forma parte del total de noventa cartas de la obra, las cuales no se encuentran ordenadas bajo ningún criterio, hecho que Cadalso parece justificar en la carta siguiente, la XXXIV, en la que el personaje de Nuño menciona, a propósito de unos escritos que tratan diversos temas, que ha optado por no ordenarlos, ya que en nuestro mundo todo se nos presenta mezclado de un modo caótico. 

La carta XXXIII muestra una estructura atípica dentro del conjunto. Aunque forma parte de las que envía Gazel a Ben-Beley, lo cierto es que la mayor parte de su contenido es una carta enviada por Nuño a Gazel mientras este se encuentra de viaje por la península. El joven marroquí copiará esta carta de Nuño en otra que enviará a su maestro para que la lea. De este modo, la estructura del texto muestra un primer párrafo escrito por Gazel explicando a su maestro que le copia el contenido de la carta de Nuño, seguido de tres párrafos de mayor extensión que comprenderían el fragmento copiado. La propia estructura de la carta de Nuño consistiría en un primer párrafo que sirve primero a modo de saludo y buenos deseos y en cuya segunda mitad se introduce el tema principal, el cual se desarrolla y concluye en el segundo párrafo. En el tercer y último párrafo, Nuño dedica unas palabras a elogiar a Ben-Beley. 

El tema principal de la carta sería la crítica social, para la que Cadalso se sirve de la mención de las tertulias, una actividad muy característica del estilo de vida dieciochesco. Primeramente, Nuño comenta que sigue frecuentando su tertulia habitual, a pesar de que podría asistir a muchas otras, pues parece que esta cumple con el principio de la virtud del término medio, muy importante en esta obra. Habiendo introducido el asunto de las tertulias, aprovecha para hacer un análisis de varios grupos sociales a los que critica en función de su forma de desenvolverse por los mencionados ambientes: los ricos serían fastidiosos por juzgar a los demás fijándose en su dinero; los nobles, pesados por hacerlo sobre la base del linaje; los sabios, vanos por su prepotencia; los eruditos, insufribles por su pedantería. A todos ellos los acusa de encontrarse presos de tal envidia, rencor y vanidad, que se vuelven incapaces de cultivar virtudes como la benevolencia y la alegría, o habilidades sociales como la conversación festiva o la amistad sincera. Es decir, este tipo de personas se encontrarían desprovistas de todo lo necesario para favorecer al bien común. 

La prosa de Cadalso en este texto, al igual que en toda la obra, se muestra sencilla y elegante, carente de la ornamentación retórica característica del barroquismo. Esto se debe a que nos encontramos en un momento en el que la difusión de ideas que contribuyan a mejorar la situación general de los seres humanos adquiere absoluta prioridad, para lo cual es necesario expresarse del modo más claro posible. Así, es lógico encontrar en el texto escasas figuras de significación, pudiéndose destacar la sencilla metáfora que compara al teatro con los acontecimientos que Nuño ha presenciado en su vida, ya sin participar en ellos (desde el auditorio), ya tomando parte (como individuo de la farsa). También cabría mencionar las hipérboles, bastante moderadas, que plantea al preguntar si hay algo más fastidioso que la conversación de los ricos etc., recursos cuyo objetivo es enfatizar la idea que está tratando. Mucho más frecuentes son las figuras de repetición, que sirven para ofrecer una lectura agradable mejorando el ritmo sin perjuicio de la claridad, como los paralelismos “Su suelo es delicioso y sus habitantes son amables”, “haciendo la vida que sabes y visitando la tertulia que conoces” o la anáfora “mis años, mi humor y mi carrera”. En este sentido, el fragmento más destacable sería aquel en el que lanza su crítica social, pues veríamos una combinación de anáforas y paralelismos en la repetición de secuencias como “Habrá cosa más” y “Esos son los”. Es de destacar que la mayor parte de las figuras se concentran en la parte más importante del texto, la escrita por Nuño y, especialmente, en el fragmento en que se trata el tema central. 

En definitiva, se podría decir que este texto es una muestra muy representativa, tanto del conjunto de la obra, (pues aparecen mencionados los tres protagonistas, además de tratarse cuestiones como la crítica social, la amistad, el estilo de vida dieciochesco o la virtud en la medianía) como del espíritu literario de la época, marcado por la sencillez y elegancia formal así como por un didactismo enfocado al progreso de la ciudadanía.  

BIBLIOGRAFÍA

ALBORG, J. (1972). Historia de la literatura española. El siglo XVIII. Tomo III. Madrid: Gredos.

AMORÓS, A. (1999). Antología comentada de la Literatura Española. Historia y textos. Siglo XVIII. Madrid: Castalia.

CADALSO, J., ARCE, J. (1992). Cartas marruecas. Noches lúgubres. Madrid: Cátedra.

MENÉNDEZ PELÁEZ, J. (2005). Historia de la literatura española. Volumen III. León: Everest.

SUÁREZ, A., MILLÁN, C. (2011). Introducción a la literatura española. Guía para el comentario de texto. Madrid: UNED.