29/9/24

Dies numerantur

INTRODUCCIÓN

Este poema, cuyo título significa Los días están contados, en latín, está escrito en coplas de arte mayor, que son estrofas de ocho dodecasílabos divididos en dos hemistiquios que riman en consonante siguiendo diferentes esquemas. En cuanto al contenido, el poema trata tres tópicos clásicos muy relacionados: el memento mori (recuerda que morirás), el tempus fugit (el tiempo vuela) y el carpe diem (aprovecha el día). 


El tiempo se fuga, se escapa cual liebre 
que sufre el acoso de algún cazador;
se marcha y se aleja, se esfuma cual fiebre 
dejándote un poso de suave dolor. 
Recuerdos tan tenues como ese fulgor
envuelto en las brumas que traen las mañanas,
lejanos y tristes cual viejas campanas 
tañendo en el alma de algún pecador.

Los años transcurren igual que diluvia,
trastocan la Tierra, desbordan los ríos 
de nuestra existencia, nos llenan de lluvia, 
anegan tus sueños y anegan los míos. 
Ignoran edades de viejos, de críos,
de ricos, de pobres, de bestias, de humanos;
tan solo golpean con pérfidas manos,
tan solo nos lanzan la frase: «rendíos».

La espera acompaña, fatal compañera,
dilata las horas, los ojos empaña,
el bien se demora, la fe desespera,
la vida se burla y contigo se ensaña.
Minutos eternos de tela de araña,
contando los días de cada segundo;
relojes amorfos de olor nauseabundo
promueven el ansia que duele y que daña. 

Recuerda a la parca que sigue tus pasos, 
no bajes la guardia, no tientes al hado;
exprime tus días que son tan escasos
que cuando te enteres se habrán terminado.
Templanza y paciencia, constancia y cuidado,
modera el orgullo, controla la ira,
detente a pensar un instante, respira:
la muerte y el tiempo te tienen marcado.

Si te gustan mis poemas puedes comprar mi poemario Lo peor aquí en e-book y aquí en papel.


25/9/24

Reseña de Imbatible: La fórmula para alcanzar la libertad financiera. Tony Robbins, 2019

Todos los días se escriben artículos, se publican libros o se graban podcast sobre desarrollo personal, pero, en el fondo, el desarrollo personal no es más que salud, dinero y amor. A veces se utilizan otros términos, como finanzas personales o relaciones sociales, pero, en resumidas cuentas, de lo que se trata es de alcanzar tu máximo potencial como ser humano en los tres ámbitos mencionados. 

En este sentido, la publicación más eficiente que yo he leído en mi vida teniendo en cuenta el valor que aporta con relación a su tamaño y al esfuerzo que cuesta leerlo es, sin ningún género de dudas, Imbatible, de Tony Robbins. Si pudiera viajar al pasado, como en la segunda parte de Regreso al futuro, y llevarle al tarambana de mi yo de aquellos tiempos un libro (y que no fuera el almanaque de los resultados deportivos, claro), le llevaría este, porque no solamente te da las claves para construir a largo plazo tu libertad financiera, sino que también dedica uno de sus capítulos finales a darte las claves de lo que podríamos llamar tu libertad emocional. Es decir, que este libro, en apenas doscientas páginas puede aportarnos el 80% de los máximos resultados que pudiéramos alcanzar en finanzas y el 80% de los máximos resultados que podríamos alcanzar en algo un poco impreciso que podríamos llamar estabilidad emocional, templanza, fortaleza, o algo por el estilo. No está nada, nada mal, creo yo.

Sin ánimo de destripar la obra (de hecho recomiendo encarecidamente que todo el mundo la lea de principio a fin) quiero compartir unas pocas ideas esenciales que ofrece Imbatible simplemente a modo de pequeñas dosis de información para despertar la curiosidad de los potenciales lectores. Me centraré solo en la parte económica pero de verdad considero que el capítulo final sobre la riqueza interior merecen muchísimo la pena. 

Eso sí, quiero dejar claro que nada de lo que aparezca en este artículo constituye ningún consejo de inversión por mi parte y que cada persona debe tomar sus decisiones financieras informándose ampliamente al respecto y, preferiblemente, con asesoramiento experto. Ahora sí, vamos con esta recopilación de ideas:

  • Invertir no es importante porque nos vaya a hacer ricos, sino porque evita que nos empobrezcamos, ya que la inflación va reduciendo el poder adquisitivo del dinero con el paso del tiempo y de media lo hace a un ritmo de un 2% anual. 
  • El mejor modo de ganar dinero invirtiendo no es intentando batir al mercado, sino con una estrategia a largo plazo de inversión en fondos indexados.
  • Los dos principales enemigos del éxito bursátil son las comisiones y el miedo. 
  • Todos los años hay de media una caída del mercado del 10% y cada cuatro años hay una caída del 20%. No hay que tener miedo a estas caídas porque el mercado siempre se va a recuperar, salvo que tenga lugar el Apocalipsis, en cuyo caso no deberían preocuparte tus inversiones. 
  • El mayor error que cometen los inversores es comprar cuando el mercado sube, suponiendo que seguirá subiendo, y vender cuando el mercado baja, suponiendo que seguirá bajando. En realidad, cuando el mercado baja es el mejor momento para comprar, pues los activos están baratos y en algún momento se revalorizarán. 
  • Antes de empezar a invertir, es fundamental reservar un colchón de liquidez que te permita cubrir tus gastos básicos durante tres a seis meses como mínimo en caso de emergencia. Esto evitará que te veas obligado a vender activos en mal momento. Lo ideal es mantener este colchón en una cuenta corriente que te ofrezca la mayor rentabilidad posible.
  • Trata de diversificar, no inviertas todo en un mismo mercado o en un mismo país. Existen fondos que invierten en las mayores compañías de todo tipo y de todo el mundo.
Para terminar, voy a permitirme hacer por aquí una pequeña promoción pero que viene muchísimo al caso. Si estás interesado en empezar a construir tu libertad financiera, tal vez podrías tomar la decisión de probar Trade Republic, pues te ofrece una gran cantidad de fondos indexados en los que invertir (además de bonos, criptomonedas, acciones etc.) con comisiones muy bajas; una cuenta remunerada que ofrece la rentabilidad más alta del mercado (actualmente un 3.5% anual, aunque va variando según los dictámenes del Banco Central Europeo); y, por si fuera poco, te retorna un 1% de todas tus compras con su tarjeta de débito en un fondo de inversión que tú elijas. 

Si te animas, te paso mi enlace de Trade Republic de forma que si te abres una cuenta a través de él, nos regalarán 10 euros en acciones a cada uno.


22/9/24

Buena racha

Se le acabaron las ideas y decidió probar con las drogas. En un callejón, un tipo extraño con la piel verdosa le vendió un bote de pastillas. Decía que hacían volar la mente. Eso era justo lo que necesitaba.

Ya en casa, tomó tres píldoras de golpe y se sentó frente al ordenador. Antes de escribir una sola línea, empezó a marearse y perdió el conocimiento. 

Despertó en la cama y vio que en el procesador de textos había un relato escrito. Era buenísimo y trataba sobre un tipo que se encontraba un maletín lleno de dinero. 

Al día siguiente, regresando del trabajo, se encontró un maletín lleno de dinero. 

Repitió el procedimiento casi todas las noches, y no solo dio a luz docenas de narraciones impresionantes que le granjearon un gran prestigio como escritor, sino que todo lo que salía de sus dedos se hacía realidad. Y, así, se acostó con modelos, rejuveneció diez años, conoció secretos históricos, evitó graves accidentes…

Pero un día despertó y vio su propio cuerpo ensangrentado yaciendo sobre la cama. Aturdido e impactado, se acercó al escritorio y pudo ver que la pantalla del ordenador mostraba un fascinante relato sobre homicidios y fantasmas.

Esta historia forma parte de mi libro PULSACIONES, 99 MICRORRELATOS DE INFARTO. Puedes comprarlo en este enlace

19/9/24

Rima LVI, Gustavo Adolfo Bécquer. Comentario de texto universitario

NOTA 1: puedes apoyarme comprando Rimas y leyendas de Bécquer en este enlace.

NOTA 2: este comentario de texto puede ser de ayuda a estudiantes del Grado en Lengua y Literatura Españolas de la UNED, en concreto si cursan la asignatura Literatura Española de los siglos XVIII y XIX.

Este poema pertenece al libro Rimas, publicado por los amigos de Gustavo Adolfo Bécquer en 1871, poco después de la muerte del poeta. El número romano del título hace referencia a la posición que ocupa en dicho libro. La obra poética becqueriana ha sido clasificada en cuatro apartados temáticos: 

  1. Reflexión sobre el arte poético. 
  2. El ideal de mujer. 
  3. El desengaño amoroso. 
  4. La sensación de pesimismo, vacío y sufrimiento existencial. 

La rima que nos disponemos a analizar pertenece a este último grupo.

Estamos ante una composición de enfoque lírico y trasfondo filosófico en la que el autor aprovecha la descripción de sus sentimientos para lanzar una profunda reflexión sobre la vida. Podemos ver cómo Bécquer se sirve de las cuatro primeras estrofas para ir relatando la sensación de monotonía y vacío que experimenta, recurriendo a un gran número de metáforas y personificaciones, las cuales le permiten utilizar la tercera persona, logrando que su discurso parezca estar expresado en términos generales. Al llegar a la quinta estrofa, el poeta realiza una especie de síntesis de los versos anteriores, pero de un modo más claro y directo, con un lenguaje más denotativo. Finalmente, nada más comenzar la última estrofa, vemos aparecer por primera y única vez al yo poético, lo que nos indica que todo lo expresado en los versos anteriores no son reflexiones generales sobre la vida, sino que responden a la propia experiencia de Bécquer. En los dos últimos versos, se abandona de nuevo la primera persona para, ahora sí, entregarnos una cruda conclusión de carácter universal: el dolor es amargo, pero «padecer es vivir», lo cual resulta preferible a encontrarse muerto en vida «sin goce ni dolor».

El poema se compone de seis estrofas de cuatro versos que se acercan al esquema del cuarteto lira, una estructura recurrente en la poesía de nuestro autor. Los versos impares son endecasílabos mientras que los pares tienen cinco sílabas en la primera estrofa y siete en las restantes. Dentro de cada estrofa, los impares quedan sin rima y los pares riman en consonante en las estrofas 2, 3, 4 y 6 y en asonante en la 1 y 5. Para que cuadre el cómputo silábico es necesario asumir una dialefa al final del primer verso, entre las palabras como y hoy, así como sendas diéresis en las dos ocasiones en que aparece la palabra cae, en los versos 15 y 16 (en realidad en el 15 no sería necesario pues si no se hace diéresis se queda en palabra monosilábica y el cómputo resultaría de 10 + 1). Este poema posee un número de versos relativamente alto con relación al conjunto de las Rimas, a pesar de lo cual no deja de ser una composición breve y condensada que se aleja del estilo narrativo, extenso y grandilocuente de los poetas románticos, características que han permitido a Bécquer proyectarse hacia el futuro y convertirse en una referencia de primer orden para autores posteriores.

Como es lógico tratándose de un poema lírico, la función referencial del lenguaje no se muestra muy relevante (aunque puede apreciarse por ejemplo en el verso 17) dejando el protagonismo a la función expresiva (que se manifiesta en las exclamaciones de las estrofas 1 y 6 o en la descripción de sentimientos del verso 20) y, sobre todo, a la función poética, algo que podemos notar por los numerosos recursos empleados, como la epanadiplosis combinada con quiasmo del primer verso, el paralelismo del tercero, la anáfora en los versos 2 y 4, el encabalgamiento abrupto combinado con personificación y comparación entre los versos 5 y 6, otras personificaciones, como las aplicadas a la inteligencia (v. 7), alma (v. 9), ola (v. 11), voz (v. 13), la aliteración en s de los versos 17 y 18 (que podría relacionarse con el sonido de algo que se desliza), los hipérbatos de los versos 18 y 23 o las reticencias del 4 y del 22. A pesar de esta profusión de figuras retóricas, podemos advertir que la adjetivación se muestra escasa, encontrándose apenas dos calificativos por estrofa, habiendo prescindido el autor de ellos por completo en las estrofas 3 y 5. Llama la atención que tan solo uno podría considerarse epíteto, amargo, que se refiere al dolor, siendo el resto especificativos. Todas estas características responden a la voluntad de estilo bequeriana que, como ya hemos mencionado, se aleja en este sentido de los patrones románticos, generando composiciones breves y sencillas de sabor popular sin renunciar por ello a la expresividad estética ni a la profundidad temática.

La escasez de adjetivos y adverbios deja lugar para un mayor número de sustantivos y verbos. A pesar de encontrarnos numerosos ejemplos de estos últimos, no se puede decir que el poema genere sensación de dinamismo, pues la mayor parte de los verbos describen estados o procesos (dormir, ambicionar, ignorar, acordarse, padecer, vivir…) o, en el caso de indicar acción o movimiento, transmiten sensación de lentitud y monotonía, ya por su propio semantismo (deslizarse, suspirar…) ya por el contexto (andar, pero bajo un cielo gris y ante un horizonte eterno; buscar, pero sin fe; moverse, pero a compás; caer y caer, pero de forma monótona…). Los sustantivos empleados contribuyen a reforzar esa sensación de inmovilidad, evidenciando la parte romántica de la poética de Bécquer al tratar motivos como el cielo, el horizonte, el sufrimiento por amor, el transcurrir del tiempo, la melancolía o la futilidad y el sinsentido de la vida.

En definitiva, a través de estos versos podemos ver a un Bécquer cansado, pesimista y nostálgico, un poeta diferente al de otras composiciones, en las que se muestra apasionado y lleno de vida, ansioso por alcanzar la forma perfecta con la que canalizar el flujo poético del cosmos o por fundirse con la mujer ideal a la que se dirige en sus rimas más amorosas. En este poema, por el contrario, su corazón se ha convertido en una «estúpida máquina» que no sirve para amar, tan solo para continuar manteniendo su insustancial existencia, al tiempo que la «torpe inteligencia» de su cerebro ya no lucha por descubrir el mejor modo de materializar la poesía, sino que yace dormida, tan improductiva e inútil como su mecánico corazón.


BIBLIOGRAFÍA

ALBORG, J. (1989). Historia de la literatura española. El Romanticismo. Tomo IV. Madrid: Gredos.

BÉCQUER, G., TORRES, G. (1998). Rimas y leyendas escogidas. Madrid: Carisma Libros.

DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, J. (2010). Análisis métrico y comentario estilístico de textos literarios. Madrid: UNED.

MENÉNDEZ PELÁEZ, J. (2005). Historia de la literatura española. Volumen III. León: Everest.

SUÁREZ, A., MILLÁN, C. (2011). Introducción a la literatura española. Guía para el comentario de texto. Madrid: UNED.

7/9/24

Residencia

Ángel arrastraba la mirada por las calles solitarias de la ciudad mientras su madre conducía hacia la residencia de ancianos bajo una lánguida llovizna. Allí les esperaba el abuelo, o, más bien, lo que quedaba de él. No habían ido a verlo desde hacía semanas. 

—Ya no sabe ni quién es, ¿para qué tengo que ir yo? —preguntó el joven.

—Oh, no empieces, por favor —le respondió su madre.

Aparcaron el coche y accedieron al edificio. Todo estaba más tranquilo de lo habitual. Los sombríos pasillos transmitían una calma densa, letárgica. Una enfermera les dijo que esperasen un momento, que enseguida traerían al abuelo. 

—No vamos a poder salir —dijo la madre mirando hacia las nubes a través de una cristalera.

Ángel, aburrido, resignado, podía sentir los segundos desplazándose lentos como una inmensa masa pegajosa a través del tejido de la eternidad. 

—¡Aquí está el abuelo! —anunció la voz de la enfermera a sus espaldas. 

Se volvieron y pudieron ver al anciano sentado, o, más bien, demolido sobre la silla de ruedas. Su rostro se encontraba apagado, inmóvil, y su mirada, perdida, vacía. Buscó los ojos de su hija. Los observó apenas un segundo y, después, agachó la cabeza. 

Se dirigieron a la sala de estar, la madre empujando la silla del abuelo, el hijo, arrastrando los pies, sobrellevando el hastío. No había nadie allí. La televisión sonaba como un murmullo mortecino. 

«Ya casi no queda tiempo, corran, corran antes de que sea tarde», advertía una especie de anuncio. 

Ángel se dejó caer en un sofá y sintió cómo su cuerpo se hundía aplastando el relleno de espuma. ¿Por qué no había nadie allí? ¿Es que ellos eran los únicos que se preocupaban por sus mayores? ¿Dónde estaban los demás viejos? 

El joven cerró los ojos un momento y sintió ganas de no volver a abrirlos. La luz era cada vez más macilenta y mostraba las figuras de sus familiares cubiertas de sombras. Ángel volvió a cerrar los ojos, pero esta vez se dejó arrastrar por la desgana hasta el punto de quedarse dormido.

Cuando despertó, se encontraba sumido en una penumbra espesa, apenas contenida por la luz del televisor, que seguía emitiendo aquella extraña publicidad. Su madre y su abuelo no estaban allí. Con una fuerte inquietud oprimiendo su pecho, se levantó y caminó hacia recepción. 

—¿Quién… quién eres? —preguntó una enfermera con el rostro lleno de arrugas.

—Me he quedado dormido en la salita, creo que mi madre ha ido con mi abuelo a la habitación.

—Entiendo… Si quieres, puedes bajar.

—¿Bajar? Las habitaciones están arriba.

—Oh, hace mucho que no vienes, ¿verdad, angelito? 

—¿Cómo sabe mi nombre?

—¿Qué...?

Ángel, aturdido, se alejó de aquella siniestra mujer y comenzó a bajar por las escaleras que le había indicado. Todo estaba muy oscuro y le llegaba un rumor entretejido de pasos, de roces y de lamentos. También le llegaba un olor rancio, orgánico, con notas sulfurosas. 

Caminó por un pasillo. Afuera llovía como si una inmensa tristeza se estuviera derramando sobre la Tierra. Los truenos estallaban de vez en cuando, haciendo vibrar la estructura del edificio. 

El joven, palpando las paredes, llegó hasta una sala similar a la del piso superior, con su televisor emitiendo aquella maldita publicidad. La diferencia era que aquel lugar se encontraba lleno de gente. 

«Ya es demasiado tarde, ya no sirve arrepentirse», decía ahora la voz mientras todas aquellas personas miraban hacia la pantalla. 

Ángel columbró a su madre y a su abuelo y corrió hacia ellos, abriéndose paso entre aquellos hombres y mujeres, los cuales, se dio cuenta mientras los apartaba, eran todos ancianos. 

—¡Mamá! ¿Pero qué es todo esto? —preguntó Ángel. 

Su madre, sentada, o, más bien, demolida sobre una silla de ruedas, buscó sus ojos con una mirada perdida y vacía, los observó apenas un segundo y, después, agachó la cabeza.

Entonces, alguien cerró la puerta de aquella sala.