NOTA: este ensayo no es más que el grueso del guion del segundo episodio de mi podcast, Verba Latentia, que puede escucharse en este enlace. He decidido ofrecerlo en forma escrita por si algunos de los escasos y apreciadísimos seguidores de estas humildes publicaciones prefieren leerlo antes que escucharlo.
Un servidor considera que el mejor modo de entender las cosas es a base de ejemplos, por lo que podría resultar oportuno acercarnos a la definición de microrrelato a través de la lectura de uno de los microrrelatos más famosos del mundo. Hablamos, como no podría ser de otro modo, de El dinosaurio, de Augusto Monterroso, que consta de las siguientes siete palabras:
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
¿Qué podríamos decir de semejante genialidad? Pues que es un texto literario, ya que su autor busca usar el lenguaje de forma artística, además de narrativo, puesto que tiene narrador, que está escrito en prosa, ya que no tiene versos, que es ficticio, ya que no habla de un suceso real y que es muy breve. De este modo, podríamos tener una primera definición general de microrrelato: aquellas obras literarias narrativas de ficción en prosa y de extensión muy breve. A esto podríamos añadirle una característica fundamental: la trama de los microrrelatos suele quedar, al menos en parte, sobreentendida a través de un lenguaje muy preciso a la vez que elíptico y connotado similar al de la poesía. Esto sería una consecuencia de su brevedad, dada la imperiosa necesidad de economizar al máximo las pocas palabras de que dispone el autor para contar su historia.
Esto es algo que se ve clarísimamente en el microrrelato de Augusto Monterroso. Al leerlo nos asalta una infinidad de preguntas sobre el protagonista y sobre el dinosaurio. En lo que a mí respecta, este cuento siempre se ha representado en mi mente como una persona que se encuentra escondida en un refugio esperando a que un dinosaurio que la acecha se marche. Esta persona se queda dormida y, al despertar, descubre que todavía no puede salir del refugio por lo que todos sabemos. Sin embargo, otras personas consideran que el protagonista vio primero al dinosaurio en sus sueños y después este apareció en la realidad. Incluso han llegado a interpretar este relato simbólicamente identificando al dinosaurio con la figura de un dictador (por cierto, levemente inspirado en el cuento de Augusto Monterroso estaría mi microrrelato Desesperación).
El microrrelato, como género literario se insertaría, por su extensión, al final de la serie narrativa formada por la saga, la novela, la novela corta, el relato extenso y el relato breve, aunque es importante comentar que no se reduce a un simple recorte de palabras con respecto al cuento o relato, sino que posee sus propia estructura y dinámicas internas, las cuales se caracterizan por una síntesis narrativa extrema, depuración elíptica de lo superfluo y la tensión entre lo dicho y lo sugerido, y entre la contención y la intensidad expresivas.
En este sentido, el mejor y más característico, el que más ampliamente representaría la esencia del género que yo haya podido crear sería el titulado ¿Estamos muertos?, que consta de tan solo tres palabras incluidas las dos del título, y que podrán encontrar insertado en mi cuento El microrrelato más breve del universo.
Con respecto al origen y desarrollo del microrrelato, se ha apuntado a que tuvo lugar en la confluencia de múltiples géneros breves, folclóricos y literarios, antiguos y modernos, especulativos y ficcionales, narrativos y líricos. Así, algunos autores, como Ramón Gómez de la Serna, habrían podido avanzar hacia el microrrelato durante las vanguardias del siglo XX gracias a la depuración del cuento y el deseo de traspasar barreras genéricas, mientras que otros, como Juan Ramón Jiménez, lo habrían hecho mediante la contención descriptiva y el aumento de la narratividad del poema.
Para no extendernos demasiado y no provocar un desajuste entre forma y contenido, vamos a terminar hablando brevemente sobre las causas del éxito del microrrelato desde los años ochenta hasta la actualidad. Dicho éxito sería consecuencia o reflejo de los sentimientos de inconsistencia, fugacidad e intrascendencia inherentes a lo que se ha llamado episteme moderna, ya que satisface la predilección por lo contingente y relativo, por el mestizaje de discursos y registros, y por la derogación de las diferencias entre la alta cultura y la cultura popular. Además de esto existirían razones de tipo sociológico, pues los lectores, inmersos en nuestra vertiginosa sociedad de consumo, se encontrarían predispuestos a la demanda de productos culturales breves, análogos a los que ofrecían los medios de comunicación a finales del siglo XX, como los cortos cinematográficos, el tráiler, el anuncio publicitario o los blogs, o los que se ofrecen en la actualidad, con el ejemplo paradigmático de los vídeos en redes sociales, cada vez más breves hasta dar lugar a las llamadas stories o reels, de apenas unos segundos de duración y que se consumen en grandes cantidades una detrás de otra.